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Una introducción al razonamiento económico

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Traducido por Mariano Bas Uribe

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Capítulo 4. Demanda y oferta

Desde hace rato debemos haber pensado que este es un libro de economía muy extraño. Todo el mundo sabe que la economía se puede reducir a un par de palabras: “demanda” y “oferta”. Hasta ahora no hemos dicho nada acerca de ellas. ¿Es un fraude este libro?
 
En realidad no nos hemos olvidado de la demanda y la oferta. (Seguro que lo hemos adivinado si hemos leído el título de este capítulo). Estos dos conceptos sin duda son vitales para la economía, pero seremos capaces de entenderlos mucho mejor ahora que conocemos algo acerca de la utilidad.
 
Volvamos a nuestro ejemplo favorito: supongamos que ofrecemos una manzana a cambio de una naranja. Sabemos que prefiero tener una naranja a una manzana: en caso contrario, sería tonto por mi parte ofrecer un intercambio. De la misma forma la otra parte prefiere una manzana a una naranja.
 
  1. Para reiterarlo, el problema es éste: tenemos manzanas y tienen naranjas. Preferimos una naranja a una manzana y ellos tiene la preferencia contraria. Cada uno de ambos se beneficia del intercambio. ¿Pero qué determina el ratio al que se realizará el intercambio?
 
Pero hasta ahora hemos dejado una pregunta sin respuesta. ¿Por qué una manzana se intercambia por una naranja? ¿Por qué no una manzana por dos naranjas? ¿O tres manzanas por dos naranjas? (Obviamente, la pregunta que queremos hacer es: ¿por qué los intercambios se llevan a cabo en el mundo real de acuerdo con el ratio que se hacen? El intercambio una naranja-una manzana es sólo un ejemplo que ofrecemos).
La respuesta a nuestra pregunta puede molestarnos. En el ejemplo, nos falta información para saber a qué ratio se intercambiarán los bienes. Es cierto que ambas partes se beneficiarán si intercambiamos una manzana por una naranja. Pero supongamos que nos piden dos manzanas a cambio de recibir una naranja Dado que el otro valora las naranjas, preferirá obtener dos manzanas que una. Nosotros, por supuesto, preferiremos dar sólo una manzana, siempre que las manzanas tengan algún valor para nosotros. (Recordemos que no hemos dicho que no valoremos las manzanas, sólo que preferimos una naranja a una manzana).
 
La demanda de dos manzanas nos plantea un problema. ¿Preferimos tener una naranja a dos manzanas? Si lo preferimos, aceptaremos la oferta, si no, la rechazaremos. Pero puedo pensar ¿por qué los términos de la transacción pueden aumentarse en ventaja del otro de esta forma? ¿Por qué no intercambiar una manzana por dos naranjas? ¿O tres?
 
Aparece una asimetría crucial. Consideremos cualquier ratio de intercambio. Si preferimos mantener lo que tenemos a intercambiarlo en esos términos, no se llevará a cabo ninguna transacción. Pero aunque prefiramos poseer el producto ofrecido, de esto no se sigue que se realice el intercambio a ese ratio.
 
¿Confundidos? Probemos de nuevo. Alguien nos propone un intercambio:
 
1 manzana por 1 naranja (Tenemos naranjas)
 
Si preferimos tener una naranja a una manzana, no habrá ningún intercambio. Si preferimos tener una manzana a una naranja, habrá intercambio. Pero el intercambio puede no ser a ese ratio.
1 manzana por 1 naranja
2 manzanas por 1 naranja
1 manzana por 2 naranjas
2 manzanas por 10 naranjas
Todos estos ratios son consistentes con nuestra preferencia de una manzana a una naranja. No podemos saber a partir de esta preferencia cuántas manzanas hacen falta para obtener una naranja.
 
  1. En la última frase, ¿por qué no necesitamos añadir “o cuantas naranjas hacen falta para obtener una manzana” para que esté completa?
  2. Dar ejemplos de nuestra experiencia en que hayamos intercambiado una cosa por otra. Si hemos intercambiado una chocolatina por una caja de balines, ¿podríamos esperar que los intercambios que realicen nuestros compañeros de clase se hagan en los mismos términos?
 
Hasta aquí, la teoría económica no nos ha dicho gran cosa. Sabemos que un intercambio se llevará a cabo si, y sólo si, ambas partes del mismo esperan un beneficio. ¿Eso es todo? Afortunadamente, por lo general podemos ir más allá. Volvamos a las manzanas y naranjas. Podría ocurrir que tuviésemos una escala de preferencia más detallada:
2 manzanas
1 manzana
2 naranjas
1 naranja
Supongamos igualmente que tenemos cuatro naranjas y ninguna manzana. Asimismo supongamos que siempre que tengamos que elegir entre adquirir una manzana y una naranja, preferiremos la manzana. Nos ofrecen intercambiar manzanas por naranjas al ratio de una manzana por una naranja. Obviamente, preferiremos cambiar todas nuestras naranjas a este precio. (Por precio, queremos decir la cantidad de un bien que debemos dar para obtener una unidad de otro bien que deseamos. Es vital que nos demos cuenta de que precio no quiere decir sólo lo que como compradores queremos dar para tener lo que queremos. Los bienes que el vendedor recibe son su precio. Cada parte de un intercambio es a la vez un “comprador” y un “vendedor”). ¿Podemos ahora decir que intercambiaremos manzanas por naranjas sobre una base de una por una?
 
  1. Ver si podemos anticipar por qué no podemos llegar a esta conclusión acerca del ratio de intercambio.
  2. Si se nos da el precio de las naranjas, mostrar cómo podemos obtener de inmediato el precio de las manzanas.
 
Si hemos contestado que sí podemos, es que no hemos prestado atención.
Como sin duda habremos supuesto, el caso que ofrecemos sigue el mismo camino que la discusión anterior. Sabemos que, al ratio de una manzana por una naranja, preferiremos (dada nuestra escala de preferencias) cambiar todas nuestras naranjas por manzanas.
 
Es crucial advertir el paréntesis “(dada nuestra escala de preferencias)”. Recordemos, cuando intercambiamos, nos afecta la unidad marginal ¿preferimos tener una manzana o una naranja? (Asumimos que estamos intercambiando naranjas por manzanas una a una).
 
A medida que añadimos más manzanas, el valor de cada manzana añadida tiende a descender. (Recordar la ley de la utilidad marginal decreciente). De una forma similar, a medida que entregamos naranjas, dejamos de disponer de más y más usos valiosos para nuestras naranjas. El valor de la utilidad marginal tiende a subir a medida que la existencia de nuestras naranjas baja.
 
Por tanto, la ley de la utilidad marginal decreciente juega un papel clave para fijar los límites del intercambio. Hemos asumido que siempre valoramos una manzana sobre una naranja sólo para simplificar el ejemplo. Pero, para volver al ejemplo, ¿por qué aceptaríamos los términos de intercambio ofrecidos? ¿Por qué no pedir dos manzanas por cada naranja? Recordemos que valoramos las naranjas: si todo se mantiene igual, preferiremos retener cuantas naranjas podamos.
 
  1. “Es cierto, podemos probar con un precio mejor. Pero tampoco hay nada que impida al vendedor de manzanas tratar de obtener un precio más favorable para él. Dada nuestra escala de preferencia, al negociación tenderá hacia un precio de una por una”. ¿Qué hay de erróneo en esta respuesta?
 
Bueno, ¿y qué? Hemos montado un lío al describir nuestras preferencias en mayor detalle, pero parece que hayamos hecho ningún progreso. Seguimos sin saber cuál es el precio. ¿Nos ayudaría saber cómo se establece la otra escala de preferencia? No en este ejemplo:
2 naranjas
1 naranja
2 manzanas
1 manzana
Estas preferencias son exactamente las contrarias de las nuestras. Estaríamos mejor si cambiáramos todas sus manzanas por nuestras naranjas y ellos estarán mejor cambiando todas sus naranjas por nuestras manzanas, pero no sabemos cuál es el precio al que se hará el intercambio.
 
  1. La teoría económica no nos puede decir cuál será el precio en casos como éste. ¿Cómo suponemos que se determina en la práctica el precio?
  2. ¿Qué queremos decir cuando decimos de alguien que un buen negociante? En casos de precio indeterminado ¿cómo podemos obtener el ratio de intercambio que sea nuestro mejor negocio?
 
El este ejemplo, el ratio de intercambio es indeterminado: cualquier precio por el que resulte que nosotros obtengamos todas las manzanas y ellos todas las naranjas nos dejará mejor a ambos.
 
De nuevo podemos preguntarnos: ¿de qué se trata? Todavía no hemos llegado a una forma de determinar el precio. Pero al ofrecer nuestra escala de preferencia se nos ha dicho algo. Sabemos cuántas manzanas nos intercambiarán por naranjas, a un precio dado.
 
Y a veces podemos ir más allá. Supongamos que las escalas de preferencias son las siguientes (igual que antes, empezaremos teniendo cuatro naranjas y los otros tendrán cuatro manzanas):
 
Nosotros
2 naranjas
2 manzanas
1 naranja
1 manzana
Ellos
2 manzanas
1 manzana
2 naranjas
1 naranja
 
  1. En el ejemplo, ¿podemos deducir un límite en el precio en naranjas para las manzanas? Esto es, si piden dos naranjas por cada manzana ¿nos estarán pidiendo un precio “fuera del mercado”? ¿Y si piden tres naranjas por cada manzana?
 
Igual que antes, ellos estarán mejor cambiando todas sus manzanas por nuestras naranjas a un ratio de una manzana por una naranja, e igual estaremos nosotros. (Recordemos que estamos asumiendo que nosotros siempre preferimos una manzana a una naranja y ellos siempre prefieren una naranja a una manzana). Pero supongamos que no estamos de acuerdo. Pedimos dos manzanas por cada naranja. Como ellos prefieren tener dos manzanas a una naranja, rehusarán vendernos manzanas a ese precio. De esta forme podemos obtener un límite al ratio de intercambio. El precio en manzanas para las naranjas estará por debajo de dos. Nuestras escalas dejan algún espacio a la negociación, pero menor al del ejemplo anterior.
 
Ahora las cosas se ponen más interesantes. (Supongo que esto no es decir mucho). Supongamos que mientras estábamos liados en manzanas y naranjas, otras parejas de compañeros de clase también lo han estado haciendo. (¿Tenían algo mejor que hacer? ¡Deberían estar estudiando economía!) Cada ratio de intercambio de manzanas y naranjas dependerá de la escala de preferencias de las dos partes afectadas. Recordemos que el ratio de intercambio puede no estar completamente determinado por estas escalas de preferencias.
 
Si nos limitamos a intercambios independientes entre dos personas, los precios normalmente diferirán. Supongamos que a alguien no le gustan las manzanas y sería capaz, si es necesario, de regalarlas. Nuestro compañero de clase Billy Carter, que empieza igualmente con cuatro manzanas, sólo acepta dar una manzana a para conseguir una naranja. Es de suponer que el primero estuviera dispuesto a darnos más manzanas por una naranja que las que Billy daría a su contraparte en el intercambio, el coronel Gadafi, para el mismo fin.
 
Ahora viene la parte buena. ¿Qué pasa una vez que todos estos precios se conocen? Hay gente que desea dar cuatro manzanas para obtener una naranja, pero esta misma gente descubre que nuestro querido compañero, el coronel, pide sólo una manzana a cambio de una naranja. Esta gente dirigirá su negocio hacia él. Por similares, razones, sin embargo, el coronel pasará de comerciar con Billy a comerciar con esta gente (empujando sin duda a Billy a la bebida). Cada persona cambiará sus contrapartes hasta que no pueda asegurarse un mejor precio al hacerlo. En cada mercado (un área en la cual compradores y vendedores tienen libre acceso entre sí y los distintos tipos de intercambio son conocidos por todos) un proceso de competencia entre gente que busca conseguir un intercambio tenderá a ofrecer un precio único para cada bien. Esto se denomina la Ley del precio único y es un principio básico en economía.
 
En los mercados del mundo real hay algo más que acelera este proceso de ajuste. Hay gente muy capaz en percibir las diferencias en los ratios de intercambio. Aprovechándose de estas discrepancias, pueden obtener beneficios para sí mismos. Supongamos que alguien, llamémosle Arthur Arbitrageur, ve las diferencias entre los ratios reintercambio del ejemplo anterior.
 
Arthur, supongamos, empieza con manzanas y no tiene interés alguno en intercambiarlas por naranjas. (Las naranjas no le interesan). Ve, sin embargo, que si de alguna manera consigue echar el guante en las naranjas al precio del coronel tendrá suerte. Una vez que lo haya hecho, podrá ir donde la otra gente e intercambiarlas por manzanas. Supongamos que empieza con una manzana. La intercambia con el coronel por una naranja. Después se la juega al los otros y obtiene cuatro manzanas por una naranja que él no deseaba en absoluto. Esta en la realidad tenía la utilidad de una máquina que transformó una manzana en cuatro.
 
Por desgracia para él, no puede usar esta máquina indefinidamente. Aparecerá en escena un tercero y, de la manera que examinaremos en detalle más bajo, se establecerá un precio al cual no pueden obtenerse estas ganancias. Estas ganancias se denominan beneficios de arbitraje y las personas que lo realizan se llaman arbitrajistas.
 
  1. Supongamos que nos anticipamos a la actuación de Arthur, bajando el número de manzanas que estoy dispuesto a ofrecer por una naranja. ¿Cómo afectará esto a la ley del precio único?
  2. Supongamos que un mercado no tiene arbitrajistas. ¿Seguirá operando la ley del precio único?
 
Hemos esquematizado, en líneas generales, cómo se determina un precio, dado un número de comerciantes, cada uno de los cuales tiene una escala de preferencia de varias cantidades de dos bienes. Veamos el proceso con más detalle. Antes de hacerlo, debemos avisar: aquí es donde esos terribles monstruos, las curvas de demanda y oferta, entran en escena. (Dado que el profesor es no geométrica en grado agudo, esto no nos detendrá mucho tiempo).
 
Antes de hacerlo, sin embargo, debemos recordar dos principios: (1) preferimos más de un bien que menos y (2) a medida que adquirimos más unidades de un bien, las utilizaremos para usos menos valorados. (El segundo principio es la ley de la utilidad marginal).
 
Vamos al asunto principal: dada nuestra escala de preferencia, podemos listar la cantidad de un bien que querremos a un determinado precio. Aquí va un ejemplo:
 
A un precio de cinco manzanas por naranja, querremos cero naranjas.
A un precio de cuatro manzanas por naranja, querremos una naranja.
A un precio de tres manzanas por naranja, querremos dos naranjas.
A un precio de dos manzanas por naranja, querremos tres naranjas.
 
  1. Construir una escala de preferencias que sea coherente con esta lista.
  2. Por cada bien que queramos adquirir (por ejemplo, un poster de David Beckham, un CD) construir un plan de precios como el anterior.
 
A un precio de una manzana por naranja, querremos cuatro naranjas.
Puesto que esta lista nos dice cuántas naranjas queremos a cada precio (en manzanas), se denomina el plan de demanda para naranjas. El ejemplo acaba de hacerse, pero no somos libres de usar números de cualquier manera. Todos lo planes de demanda deben mostrar ciertas propiedades generales.
 
¿Por qué? Obviamente, porque el plan de demanda deriva de una escala de preferencias y ésta debe obedecer a ciertas normas. (¿Cuáles son?) Si la escala de preferencias debe tener ciertas características, esto ocasiona que el plan de demanda tenga que tener ciertas otras.
 
Dicho de otra forma: si un plan de demanda es posible, entonces debe haber una posible escala de preferencia de la que pueda derivarse. Algunos planes de demanda no cumplen con este requisito. Por tanto, no son posibles.
 
  1. Esquematizar el tipo de discusión seguido por el razonamiento del último párrafo. ¿Es válida esta forma de discusión? (Ver el Capítulo Uno para una explicación de qué significa “válida”).
 
Veamos un ejemplo. Supongamos que este es nuestro plan de demanda:
 
A un precio de cinco manzanas por naranja, querremos cinco naranjas.
A un precio de cuatro manzanas por naranja, querremos cuatro naranjas.
A un precio de tres manzanas por naranja, querremos tres naranjas.
 
¿Es posible este plan de demanda? Bien, ¿qué escala de preferencia subyace en él?
 
Planteemos un caso en el cual cuantas más manzanas tengamos que dar para obtener una naranja, más naranjas queremos. Esto es, en nuestra escala, a medida que entregamos más manzanas en el cambio, al valor de las manzanas para nosotros disminuye. Si tenemos que dar cinco manzanas para obtener una naranja, entonces daremos veinticinco manzanas para obtener cinco naranjas, puesto que en nuestra escala de preferencia, a este precio será:
5 naranjas
25 manzanas
  1. Explicar por qué este ranking debe ser parte de la escala de preferencia en las circunstancias indicadas.
 
Pero si necesitamos dar sólo tres manzanas para obtener una naranja, sólo querremos tres naranjas. En nuestra escala a este precio:
6 manzanas
5 naranjas
Este ranking se mantiene porque al precio indicado no realizaremos el cambio. Preferimos tres naranjas a 15 manzanas, a un precio de tres manzanas por una naranja, pero no más.
 
Por tanto, a medida que entregamos más manzanas, el valor de las mismas disminuye. Pero esto contradice la Ley de utilidad marginal decreciente. A medida que obtenemos más unidades de un bien, el valor de la última unidad decrece, dado que la emplearemos en un uso menos valorado. Asimismo, a medida que perdemos unidades de un bien, el valor de las unidades que nos quedan va subiendo. Por tanto, al contrario que en nuestra hipótesis, a medida que sube el precio de las naranjas, deberíamos desear dar menos manzanas, no más.
 
Y hay un modo más sencillo de demostrar que este plan de demanda contradice la Ley de la utilidad marginal decreciente. A medida que obtenemos más naranjas, éstas irán siendo relegadas a usos menos valorados. Por tanto, a medida que obtenemos más naranjas, deberíamos estar deseando dar menos manzanas. Pero, en el erróneo plan de demanda, queremos más naranjas cuanto mayor sea el precio. Esto es, estamos deseando dar más por una naranja cuando obtenemos más naranjas. Y esto no puede ser cierto.
 
Hay un medio más sencillo de demostrar que el plan de demanda asumido es imposible. Primero tenemos la preferencia:
5 naranjas
25 manzanas
 
Pero también tenemos la preferencia:
16 manzanas
5 naranjas
 
Por tanto obtenemos:
16 manzanas
25 manzanas
 
Pero esto es imposible, dado que las naranjas son un bien en todos los sentidos. Siempre preferiremos más de un bien que menos. ¿Cuál es el error en este argumento? (Pista: ¿Cómo deducimos la última preferencia?)
 

Sección para sacar nota

 
Incluso si el argumento que acabamos de dar muestra una inconsistencia en la escala de preferencias, éste podría no ser suficiente para mostrar una contradicción lógica. Una preferencia no es una afirmación y no es contradictorio mantener preferencias inconsistentes. (Aunque no suele ser una buena idea hacerlo). Si preferimos 5 naranjas a 25 manzanas, pero 16 manzanas a 5 naranjas, al mismo precio, no estamos incurriendo en una falacia lógica.
 
  1. Analizar la discusión acerca de las preferencias intransitivas en La Acción Humana.
 

La ley de la demanda

 
Nos hemos metido en un montón de líos, pero el resultado de nuestra investigación puede resumirse de una forma muy simple. A un precio inferior, la cantidad demandada será mayor- esta es la Ley de la demanda.
 
Ahora empezamos con la píldora amarga, la geometría. En un diagrama con precio y cantidad demandada de un bien como coordenadas, podemos mostrar qué cantidad se demandará a un precio dado y viceversa.
 
Aquí mostramos un ejemplo:
 
Figura 1: Precio y cantidad
 
En este diagrama, a un precio de cinco manzanas, se demandará una naranja; a un precio de cuatro manzanas, dos naranjas, etc. Si conectamos los puntos, obtenemos la famosa curva de demanda:
 
Figura 2: Curva de demanda
 
Veremos diagramas como éste en prácticamente todos los libros de teoría económica. Pero debemos hacer una advertencia. Hemos conectado los puntos sólo porque normalmente es conveniente hacerlo con el fin de que comprenda mejor. La gente toma decisiones de precio-cantidad sólo en respuesta a unidades concretas de un bien, por tanto muchos puntos en la curva no representan preferencias reales del demandante. La pregunta, por ejemplo, acerca de cuántas manzanas dará alguien a cambio de una naranja y una parte no distinguible de otra naranja puede no tener respuesta.
 
Hemos analizado las cosas desde el punto de vista del propietario de manzanas que demanda naranjas. ¿Pero qué pasa con la persona que posee naranjas y responde a esta demanda? Éste ofrece naranjas a los demandantes.
 
Igual que hemos hecho con el demandante, podemos diseñar un plan de oferta. Por ejemplo:
 
A un precio de cinco manzanas por naranja, ofreceremos cinco naranjas.
A un precio de cuatro manzanas por naranja, ofreceremos cuatro naranjas.
A un precio de tres manzanas por naranja, ofreceremos tres naranjas.
 
Cuanto más alto sea el precio, más naranjas pondré disponibles: esta es una característica de la Ley de la oferta.
 
  1. ¿Por qué es verdadera la Ley de la oferta?
 
Espero que hayamos descubierto la forma sencilla de contestar a esta pregunta. Podríamos seguir el mismo complicado proceso que hemos seguido anteriormente, partiendo de la Ley de la utilidad marginal decreciente. Pero no nos hace falta. Una vez que sabemos que la Ley de la demanda es verdadera, se sigue que la Ley de la oferta también lo es. Nuestro plan de oferta para naranjas cumple con nuestro plan de demanda de manzanas y viceversa. Si ofreceremos cinco naranjas a un precio de cinco manzanas por naranja, entonces demandaremos cinco manzanas al precio de cinco naranjas por manzana. Son sólo dos maneras de entender un ratio de intercambio idéntico.
 
  1. Diseñar el plan de oferta para todos los valores del plan de demanda dado en el ejemplo.
  2. Dar un ejemplo de un plan de oferta imposible.
 
Puede dibujarse una curva de oferta:
 
Figura 3: Curva de oferta
 
Cuanto mayor sea el precio, mayor la cantidad ofrecida. (Aquí se aplican las mismas advertencias acerca de la naturaleza artificial de la curva que mencionamos antes).
 
Las curvas de demanda y oferta no tienen que curvarse exactamente como las que hemos dibujado aquí. A veces la demanda no cambia mucho a medida que el precio baja:
 
A esto se denomina una curva de demanda inelástica.
 
Figura 4: Curva de demanda inelástica
 
De forma similar la oferta puede no responder tan fácilmente a los cambios en el precio. Y pueden darse las circunstancias opuestas. La cantidad demandada (y ofertada) puede responder muy fácilmente a cambios en los precios.
 
En este caso, una pequeña bajada en el precio incrementa en mucho la cantidad demandada y una pequeña bajada en el precio disminuye radicalmente la cantidad ofertada. A éstas se denominan curvas elásticas.
 
Figura 5: Curva de demanda elástica
 
Figura 6: Curva de oferta elástica
 
  1. Dar ejemplos de bienes para los cuales la curva de demanda se supone debería ser inelástica (es decir, que no querremos muchos más si el precio baja) y elástica (es decir, que querremos muchos más si el precio baja).
  2. Dar ejemplos de bienes con curvas de oferta elásticas e inelásticas.
  3. Para nota: ¿Puede ser una curva de demanda perfectamente elástica?
 
No vamos a ocuparnos con mucho detalle acerca del grado de curvatura de las curvas de demanda y oferta. Pero aunque olvidemos todo lo demás, debemos tener en cuenta dos reglas fundamentales: la curva de demanda no puede descender hacia la izquierda y la curva de oferta no puede descender hacia la derecha.
La siguiente sólo puede ser una curva de demanda
 
Figura 7: Curva de demanda
 
y ésta sólo puede ser una curva de oferta:
 
Figura 8: Curva de oferta
 
Ahora podemos complicar las cosas de una forma interesante. Supongamos que ponemos las curves de demanda y oferta para naranjas en un solo diagrama. Entonces obtendríamos algo parecido a esto:
 
Figura 9: Curvas de demanda y oferta
 
En este caso, las curvas de demanda y oferta se cruzan en el punto P.
 
¿Y entonces? Aquí la cantidad demandada iguala a la cantidad ofertada. A precios más altos, se ofertará más de lo que se demande. Puesto que el ofertante querrá vender su exceso de existencias, tendrá un incentivo para bajar el precio.
 
De forma similar, a un precio menor del punto de intersección, se demandará más de lo que se oferte. Los demandantes querrían obtener más cantidad del bien de lo que se es capaz de ofertar y tenderán a subir el precio que estén dispuestos a pagar.
 
Sólo en el punto de intersección no habrá tendencia a subir o bajar el precio. Este punto es el llamado precio de equilibrio o de mercado.
 
  1. ¿En qué circunstancias querrán los ofertantes vender su exceso de existencia, supuesto que para hacerlo deben de bajar el precio que piden? Venderán más unidades al precio menor, pero ganarán menos por unidad. ¿Cuándo será para ellos una ventaja?
 
Hasta ahora hemos dado curvas de demanda y oferta para individuos –nuestra curva de demanda de manzanas, su curva de demanda de naranjas, etc. Pero ahora podemos aplicar un resultado al que hemos llegado antes en este capítulo. ¿Nos acordamos de nuestro viejo amigo Arthur Arbitraguer? (En realidad no es más que un conocido mío). Demostramos que en un mercado tiende a establecerse un precio único: esta es la ley del precio único.
 
Que no nos confunda la frase “ley del precio único”. Por “ley” no entendemos algo que actúa como una entidad misteriosa que establece un precio único. Por el contrario, la ley es una consecuencia de la competencia. Puesto que los demandantes compiten pujando por el mismo bien, podemos sumar sus demandas. La competencia genera la ley del precio único.
 
Algo que acostumbra a acelerar el alcanzar el precio único son las expectativas. Los compradores quieren evitar un exceso de demanda y los vendedores tienen una aversión paralela al exceso de oferta. Ambos tendrán un incentivo para ofrecer lo que esperan que sea el precio de mercado. No hay ley alguna que garantice que sus expectativas sean las adecuadas; pero, en un mercado libre, los comerciantes expertos tienden a ser buenos haciendo su trabajo.
 
A causa de esta ley, podemos construir curvas de de demanda y oferta diferentes de aquellas que acabamos de aprender. Por cada demandante y ofertante en el mercado, tenemos un plan de demanda y oferta. Estos planes nos dicen cuánto demandará u ofrecerá una persona determinada a un precio dado.
 
Podemos sumar los planes de demanda y oferta para obtener los planes de demanda y oferta totales para el mercado. A partir de ellos, podemos obtener las curvas de demanda y oferta, igual que lo hemos podido hacer para cada uno de los individuos. ¿Por qué podemos hacerlo? Puesto que sabemos que todos los intercambiantes terminarán al mismo precio, podemos tratar a los compradores y vendedores como si todos ellos fueran parte de una sola compra y venta gigantesca.
 
Estas curvas de demanda y oferta difieren en un aspecto crucial de las que hemos estudiado hasta ahora. Los planes de demanda y oferta individuales, las bases para dibujar las curvas, están determinadas por escalas de preferencia. Pero no hay una escala de preferencia que corresponda a la suma de las curvas de demanda y oferta. En realidad, el precio está cerca de las preferencias del comprador y vendedor marginal, pero éstos son individuos en particular. Una escala de preferencia corresponde sólo a demanda y oferta de personas.
 
  1. Construir algunos planes de demanda y oferta de ejemplo. Sumarlos y construir nuevas curvas de demanda y oferta que se adapten a los planes entremezclados.
  2. Para nota: Ver si podemos establecer explícitamente los pasos de la justificación de sumar todos los planes de demanda y oferta. Advertir que para que el argumento funcione, debemos asumir que las preferencias de la gente no cambian durante las transacciones de arbitraje.
 
Ahora que hemos explicado la demanda y la oferta, podríamos estar tentados de cerrar este libro. Después de todo, la economía es “oferta y demanda” -¿no?-, así que ¿qué nos queda por ver? No caigamos en la tentación, puesto que tenemos que atender una falacia importante. Es una falacia en la que es fácil caer, pero, afortunadamente, estamos listos para evitarla.
 
La curva de demanda desciende hacia la derecha: si hay un precio más bajo, hay una mayor demanda. Completamente cierto: pero aquí hay un peligro. Lo que es mayor es la cantidad del bien demandado. Pero un incremento en la demanda puede también reflejar un aumento de toda la curva de la demanda. Un diagrama nos lo mostrará:
 
Figura 10: Aumento en la curva de oferta
 
En este diagrama, el precio ha bajado de P1 a P2. En P2, la cantidad demandada es mayor que en P1. Pero la curva de demanda, en su conjunto se ha mantenido constante; es la curva de oferta la que ha aumentado. En el siguiente diagrama, por el contrario, la curva de demanda ha aumentado hacia la derecha y la curva de oferta no ha cambiado. Observemos que el incremento en la demanda nos lleva a un precio mayor, no a uno menor. Para evitar la ambigüedad, un incremento en la demanda debería designar sólo un movimiento de toda la curva, el otro cambio es en la cantidad demandada.
 
Figura 11: Aumento en la curva de demanda
 
Para resumirlo en una frase fácil de recordar: no confundamos el movimiento a lo largo de la curva de demanda (o de oferta) con el movimiento de toda la curva.
 
  1. Hacer un diagrama que muestre la distinción entre (1) una caída en la cantidad demandada y una bajada de toda la curva de demanda; (2) una subida o bajada en la cantidad ofertada y el aumento apropiado en la curva de oferta. (Sabíamos que lo íbamos a pedir ¿verdad?)
 

Resumen

 
Este capítulo, me temo, ha sido bastante largo y tedioso. Si recordamos una sola cosa del mismo, debería ser: el valor es subjetivo. Las necesidades de bienes de los individuos determinan los precios.
 
En el próximo capítulo, veremos qué ocurre en economía si se ignora esto.