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Las teorías económicas de las estrellas de Rock no ayudan a los africanos pobres

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Traducido por Juan Ramón Rallo Julián

¿Has comprado la pulsera blanca obligatoria? ¿Te envió recientemente Bob Geldof un email recordándote que tenías que mirar los estruendos musicales de sus colegas en televisión? ¿Participaste en la vigilia de la Abadía de Westminster tiritando de frío para conseguir que el gobierno "despierte" y "haga de la pobreza historia"

Este año, las organizaciones benéficas para el "desarrollo" de Reino Unido han aunado esfuerzos para llevar a cabo una macrocampaña donde se asegura que los políticos tienen una oportunidad sin precedentes para eliminar la pobreza en el encuentro del G-8 en Julio.

Las estrellas de Rock y las organizaciones benéficas pueden ser grandes defensores de buenas causas, y generalmente tienen buenas intenciones pero, en la mayoría de los casos, las letras de sus canciones no siguen el ritmo del silencioso zumbido de los pobres que intentan proteger. Su teoría económica es simplemente errónea. Desconocen la historia y trafican con la equivocada idea de que la pobreza, las hambrunas y la corrupción puede terminar a través de la ayuda externa, la condonación de la deuda y otras políticas que ya han fallado en Ýfrica.

Uno de los pilares de su campaña actual consiste en eliminar los subsidios agrícolas en los países occidentales, un objetivo noble que permitiría alcanzar un mercado justo para los agricultores de todo el mundo. Sin embargo, esta visión se combina con una profunda hipocresía: las mismas organizaciones promueven los subsidios (lo que ellos denominan "comercio justo") para los agricultores y empresarios de los países pobres para protegerse de los efectos de la competencia.

El cantante de Coldplay, Chris Martin, ha dicho que el arroz de Ghana, los tomates y las aves de corral necesitan ser protegidas de las importaciones baratas. No obstante, los problemas de los agricultores de Ghana se encuentran en otro lugar: ellos y otros empresarios son esquilmados a través de los impuestos y el elevado coste del capital, por no mencionar nuestros caóticos sistemas de propiedad de la tierra que llevan a cosechas escasas.

Ni el señor Martin ni las restantes celebridades han mencionado estos problemas: todos aseguran que el comercio mundial está "manipulado" en el nombre del "comercio libre", de manera que daña a países pobres como Ghana y beneficia a los grupos de interés de los países ricos. La única solución, aseguran, es proteger los intereses económicos locales.

Pero si prohibiéramos la importación de arroz y tomate, ¿cómo podríamos comer? La gente de Ghana depende del arroz como el alimento básico de sus dietas, mientras que la producción local sólo alcanza el 30% del arroz que se consume.

Los subsidios a los productores locales implican, a su vez, menores opciones para los consumidores. El ghanés medio está sufriendo como consecuencia de los bienes mediocres producidos localmente gracias a la protección de unas industrias que no soportan ninguna competencia. ¿Quién puede culpar a los consumidores de comprar bienes extranjeros de mayor calidad y a menor precio?

Además, algunos inteligentes empresarios ghaneses han ayudado tanto a los agricultores locales como a los consumidores, por ejemplo al vender el arroz nacional en unos paquetes que aseguran que el arroz no esté rancio cuando llega al consumidor. De la misma manera, otros empresarios ghaneses colaboran ahora con sus homólogos italianos para producir marcas de pasta de tomate con nombres en akan, el lenguaje mayoritario en Ghana.

La protección a los productores locales también da lugar a que los países africanos comercien muy poco entre ellos, tal y como ilustran las estadísticas de la OMC en 2001. La porción del comercio intra e interregional de Ýfrica con Europa occidental era del 51.8%, mientras que con el resto de Ýfrica sólo del 7.8%.

Las organizaciones benéficas para el desarrollo detestan a algunas agencias internacionales como el FMI y el Banco Mundial; mucha gente reconoce que tratar con estas organizaciones es como jugar con el dado trucado. Han autorizado a nuestros políticos a participar en turbios tratados de liberalización, donde los contratos internacionales se adulteran para favorecer a sus cohortes con enormes sobornos.

Tales agencias han defendido a menudo políticas infames en nombre de la liberalización del mercado mientras simultáneamente defendían la ayuda exterior y otras fallidas estrategias al desarrollo. Incluso el ghanés medio sabe que semejantes programas de "reforma" no han conseguido otra cosa que permitir a nuestros burócratas adquirir, para sí mismos y sus amiguetes, Mercedes chapados en oro.

Pero el problema no es el FMI, el Banco Mundial o las reglas comerciales falseadas. El problema se encuentra en nosotros, los africanos, y especialmente en nuestros líderes, que no hemos sido capaces de mejorar nuestro bienestar y de asegurarnos el crecimiento económico a través de las reformas políticas e institucionales.

La solución a nuestros problemas no es la ayuda, la condonación de la deuda o el "comercio justo". Se trata de adoptar instituciones que permitan aprovechar el espíritu empresarial que existe en todo país africano, que permitan a los africanos comerciar con otras personas en cualquier otra parte del mundo.

Establecer derechos de propiedad sería un importante primer paso; un sistema legal efectivo, transparente y responsable sería otro. Combinando el respeto a la propiedad privada con el imperio de la ley, estimularíamos la empresarialidad, el comercio, la innovación e incluso la protección del medioambiente, ya que todo ello desarrolla a la gente en lugar de a los políticos.

Tal como nuestras economías crezcan y se desarrollen, la gente será capaz de adquirir mejores tecnologías, agua limpia, fuentes de energías más potentes, mejor protección sanitaria, y seguros. Pero uno raramente oye tales ideas en las estrellas de rock y las agencias de beneficiencia para el desarrollo.

Mientras que estas multitudinarias campañas continúen culpando a los países occidentales de nuestra pobreza, simplemente estarán dando más excusas a nuestros políticos para retrasar las necesarias reformas institucionales. Los pobres africanos estarían mucho mejor sin las teorías económicas de las estrellas de rock.