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Compañeros en el odio: Noam Chomsky y los negadores de Holocausto

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Traducido por Ýngel Vaca Quintanilla

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¿Es un asunto de libertad de expresión?


Como ya hemos visto, Chomsky presume de que defenderá la libertad de expresión de cualquiera, en cualquier momento, seguramente a propósito de cualquier cosa, y que no necesita conocer el tema de la controversia para defender su derecho a ser oído y publicado. 57 Bill Rubinstein ya dijo que afirmaciones como ésta a duras penas se pueden tomar en serio, ya que, en cualquier sociedad, la libertad de expresión debe tener un límite. Un ejemplo muy claro es la necesidad de impedir el fraude comercial. Pero Chomsky se muestra como un completo descerebrado en sus declaraciones a favor de la libertad irrestricta; ni el fraude, ni la difamación, ni el daño público de cualquier índole, pueden disuadirle de lo que él está encantado de llamar sus "valores ilustrados". Algunas de sus posturas más extravagantes son reminiscencias de los libertarios más extremistas, desde Calígula a Charles Manson. Más adelante estudiaremos algunas de las fuentes de su pensamiento político.

Para Chomsky, está fuera de toda duda que los "revisionistas" neo-nazis deberían tener libertad de expresión absoluta en todos los países occidentales (hasta la fecha, sólo se les ha intentado contener en Alemania occidental, Francia y Canadá). Nunca se cansa de exclamar, citando a Voltaire para resolver el asunto a su favor, que la libertad de expresión no debería tener límites.

Personalmente, estoy poco contento con la persecución de los neo-nazis canadienses y no estoy seguro de que el proceso legal contra Faurisson en Francia esté justificado, pero el tema es mucho más complejo de lo que dice Chomsky, ya que se está tratando con cuestiones de difamación y fraude. Faurisson y sus seguidores se han embarcado en una campaña increíble de calumnias, expresadas siempre de una forma muy personal contra investigadores y testigos del Holocausto. Además, como demostró la trascripción del juicio a Zundel en Canadá, parece claro que los "revisionistas" están motivados por la malicia y no por convicciones históricas. Afortunadamente, nadie me ha pedido que vote a favor o en contra de que se amordace a estos nazis, pero si así hubiera sido y si tras un estudio de todos los detalles de un caso concreto, me convenciera de que la libertad de expresión debe prevalecer, sabría que, de todos modos, distaría mucho de hacerme amigo del caballero en cuestión.

Como suele ocurrir cuando cualquier grupo de extremistas se enfrenta a dificultades legales, los neo-nazis contemporáneos tienen dos tipos de seguidores: por un lado, los que les desean todo lo mejor, porque simpatizan con su causa, y por el otro, los defensores de las libertades civiles. Dado que hoy en día a nadie le gusta que se le conozca por ser un simpatizante del nazismo, casi todos los que apoyan a los neo-nazis ahora se autodenominan "defensores de las libertades civiles". El truco consiste en saber distinguir a unos de otros.

Esto, por supuesto, no es difícil. Todos conocemos a los defensores de las libertades civiles. Sabemos quiénes son, qué hacen y cómo lo hacen. En los Estados Unidos, son parecidos a los fundadores y líderes de la American Civil Liberties Union y, les gusten a uno o no, son progresistas por convicción, por estilo y por cultura. Tienen un historial de defensa de varios grupos impopulares, no sólo de uno. Pueden asistir legalmente a los nazis, pero no se asociarán a ellos, no cooperarán políticamente con ellos; no publicarán sus libros a través de editoriales nazis, no permitirán que sus artículos aparezcan en revistas nazis... 58 Sólo por esto, está claro que Chomsky no es un defensor de las libertades civiles.

Chomsky nos despista cuando nos cuenta cómo se enroló en las filas de Faurisson. Trata de dar la impresión de que fueron los defensores de las libertades civiles quienes lo reclutaron: "En otoño de 1979, Serge Thion, un intelectual socialista liberal con un amplio historial de oposición a toda forma de totalitarismo, me invitó a que firmara una petición...". 59 La pura verdad es que, en aquel entonces, Thion era un partisano de Faurisson; su segundo de a bordo en la propaganda que asegura que el Holocausto es una mentira judía. En la medida en que Chomsky es un compañero político de Thion y ese parece ciertamente el caso, al menos hasta 1987 60, el profesor debe ser considerado como compañero político de estos neo-nazis y no el desinteresado paladín de la libertad de expresión que finge ser.

Además, está el asunto de la postura que Chomsky mantiene con respecto a las libertades civiles de aquellos con los que está especialmente en desacuerdo: primero, los que han osado criticarle y después, los judíos que son perseguidos en Rusia y en el mundo árabe. En esos aspectos, el currículum de Chomsky es cualquier cosa menos el de un defensor de las libertades civiles.

Ya hemos visto cómo el lingüista británico Geoffrey Sampson, por el hecho de redactar ciertas críticas suaves a Chomsky en una breve reseña biográfica que escribió para una publicación, acabó excluido de la edición norteamericana de la obra. El profesor niega que tuviera algo que ver, pero no es el suyo un testimonio convincente, puesto que acaba argumentando a favor de la censura a Sampson 61:
"Con un libro, los lectores pueden sacar sus propias conclusiones. Pero una anotación en un trabajo de consulta es algo completamente diferente. El lector confía en la reputación de los editores, que le garantizan que lo que se le presenta es exacto y no mera invención calumniosa, como ocurre en este caso. Los editores tienen la responsabilidad de hacer que esa confianza esté justificada."
Chomsky no está revocando su principio de total libertad de expresión para todo el mundo. Se trata simplemente de una pequeña excepción que considera necesaria: los libros corrientes pueden disfrutar de esa libertad, por supuesto, pero los libros de consulta... bueno, ese es un asunto completamente diferente. Al profesor le gusta inventar pequeñas normas engañosas como esta. Pero ¿a quién engaña? El asunto está aquí muy claro: Chomsky no tiene inconveniente en contradecir los principios que profesa, con tal de silenciar a sus críticos.

¿Tiene más límites la generosidad de Chomsky en lo que concierne a las libertades civiles?

El profesor afirma que ha estado involucrado personalmente en la defensa de los disidentes de la Unión Soviética, pero, hasta donde yo he podido averiguar, nunca ha respaldado o ayudado al movimiento que buscaba facilitar la emigración de los judíos soviéticos. Le he escrito a propósito de este tema y, muy especialmente, le pedí que interviniera a favor de los judíos de Siria. 62 Fui recompensado con un montón de cartas insultantes por su parte, pero en el tema de los judíos oprimidos, el profesor ha permanecido absolutamente inflexible. Así que cuando asegura que nunca rehúsa firmar peticiones por las libertades civiles 63 olvida mencionar que hace una pequeña excepción cuando se trata de los derechos de los judíos oprimidos, su propia gente.

Para terminar de perfilar la imagen de la relación entre Chomsky, Faurisson y el movimiento neo-nazi, es necesario decir algo acerca de las insistentes declaraciones del profesor en las que afirma que su punto de vista es "diametralmente opuesto" al de Faurisson ya que, en su opinión, el Holocausto sí sucedió. De hecho, Chomsky tiene muy pocas palabras que decir al respecto, pero las dice con mucha frecuencia. En uno de sus libros anteriores, Peace in Middle East (Paz en Oriente Medio), admite de pasada que el Holocausto había sido "la más asombrosa explosión de locura colectiva en la Historia de la Humanidad". Ahora, cada vez que se critica de algún modo su relación con los neo-nazis, recita esa misma frase, citándose a sí mismo textualmente, sin añadir ni quitar nada de su letanía de trece palabras. La naturaleza abracadabrante de tal afirmación sugiere poca convicción y, ciertamente, tiene poco poder de persuasión. Aún así, en lo que respecta a la realidad histórica del Holocausto y siempre que escribe para el público norteamericano, Chomsky quiere que no se le cuente entre los neo-nazis.

Por otro lado, como ya hemos visto a través de Guillaume y también a través del registro de publicaciones, Chomsky se cuida mucho de que esta pequeña discrepancia con los neo-nazis eche a perder la buena relación que mantiene con ellos. Escribió a Rubinstein diciéndole que no hay nada de antisemita en negar el Holocausto; coincidió con Guillaume cuando dijo que sus creencias acerca del Holocausto eran simplemente cuestión de opinión personal, una especie de manía que no se debería considerar como una crítica al trabajo de "investigación" de Faurisson.

Chomsky tiene fama merecida de ser un injurioso polemista político. Tiene dispuesto todo un repertorio de improperios y no escatima en ellos cuando se trata de atacar al Estado de Israel y a cualquiera que muestre su amor por éste. Pero aparte de la fórmula autoexculpatoria de trece palabras que ya he mostrado, hasta donde yo sé, Chomsky nunca ha considerado apropiada la crítica a Faurisson o a cualquier otro neo-nazi. Su "oposición diametral" a esa gente no es, evidentemente, algo que le afecte muy seriamente.

Ahora que hemos visto algunas de las formas en las que Chomsky se ha enredado en el movimiento neo-nazi, me gustaría tener en cuenta por qué y cómo sucedió esto. No estoy proponiendo que especulemos, al estilo del inefable doctor Stein, sobre manías o motivos psicológicos. El registro de publicaciones es, de por sí, bastante explícito y sugiere dos causas en la raíz del presente neo-nazismo de Chomsky:

A) Hay una vieja y perversa doctrina ultra-izquierdista según la cual todo gobierno en el mundo es igual de malvado. Chomsky y sus amigos, bajo la protección de esta fe neutralista han ido un poco más allá y afirman que los gobiernos y sociedades occidentales son, en realidad, los más malvados de todos.

B) Ciertos judíos asimilacionistas amargados han mantenido desde hace mucho tiempo que los judíos como grupo, su religión, su sociedad y su liderazgo son, se mire por donde se mire, despreciables. Son los responsables de su propia desgracia y constituyen un peligro para los demás pueblos del mundo. Estas opiniones se resumen técnicamente con la expresión "auto-odio" y habremos de volver sobre ello más adelante.

Estas dos tendencias, el auto-odio de algunos intelectuales occidentales y el auto-odio de ciertos judíos, son quizás irreprochables cuando se moderan y se separan. Pero Chomsky (de quien se dice que es un hombre brillante) las ha combinado, las ha transformado en disparates, las ha reforzado con su prestigio académico y con toda su energía física y mental, y nunca se ha echado atrás a la hora de abrazar sus consecuencias más radicales y odiosas.

57 Ver, por ejemplo, Chomsky 1981, p. 232.

58 En sus últimos años, Norman Thomas, uno de los miembros de la American Civil Liberties Union, con frecuencia fue requerido por los comunistas para que defendiera su libertad de expresión. Cuando fue invitado a una cena en honor del líder comunista William Z. Foster, replicó, indignado, "... está claro que no le quiero ver entre rejas, pero tampoco quiero apadrinar una cena en su honor. Seguramente conocéis mi postura, que consiste en apoyar vuestra causa por mi visión de las libertades civiles, no porque sienta alguna simpatía por el Comunismo. Seré sincero con vosotros y os diré que sería un cristiano bastante raro si formara parte del comité [de Foster]...". Ver Swanberg, W.A., Norman Thomas, Nueva York, Scribner’s, p. 384.

59 Chomsky 1981, p. 231.

60 Chomsky 1987, p. 294.

61 Véase la referencia anterior al artículo de Sampson. Este es un extracto de la respuesta de Chomsky, publicada en el número de enero de 1985 de The New Criterion, pp. 81-84.

62 Cohn a Chomsky, 2 de Noviembre de 1985.

63 Ver, por ejemplo, Chomsky 1984, p. 41.