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6 de Noviembre de 2004

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Valenciano


Manel ha escrito un excelente post sobre la polémica valenciano-catalán que recomiendo a todos aquellos mínimamente interesados en el tema. Un resumen soberbio de muchos de los argumentos a favor del valenciano. Felicidades una vez más.

Querría aportar mi granito de arena pero no tanto desde el punto de vista histórico-filológico, cuanto del institucional. La polémica a la que estamos asistiendo es estéril, procede de una pretensión estatilizadora de los productos sociales y evolutivos que suponen las lenguas. Como señala Manel, la discusión y la crispación sólo han surgido tras las pretensiones catalanistas de basar sobre la unidad de un idioma su edificio político. La famosa tríada de "una llengua, una cultura, un país". Esta triple identidad es falsa, no sólo porque, como en el debate de los años 80 algunos blaveristas sugirieron, la lengua es sólo el vehículo a través del cual se expresa la cultura, haciendo posible que distintas culturas se expresen en una misma lengua, sino, en especial, porque como concluyó el valencianista Adlert -no sé si siguiendo a Hayek- las lenguas son objeto de los pueblos, de los individuos y no de los cientifismo rancios.

En este punto, creo que Miquel Adlert da con la clave. Las lenguas las utilizan los individuos en su vida cotidiana, no tienen un determinada adscripción territorial, porque las fronteras han sido, en muchos casos, artificialmente trazadas. Las fronteras son un producto de la planificación cartesiana, las lenguas de la evolución institucional, esta contraposición genera tensiones insostenibles para el político. Si todo país debe tener su misma lengua, si consideramos que las lenguas son posesiones de Estados ajenos, resulta claro que la penetración de una lengua en otra comunidad, supone una limitación de la soberanía del gobernante. Por ello, todo burócrata que se precie ha tratado de apropiarse de las lenguas: definir qué es y qué no es correcto, definir cuáles son los limites y extensiones de la lengua y promocionar el uso de su lengua de diseño.

De esta manera, se han creado academias públicas de la lengua, como la Real Academia Española, o academias privadas, como el Institut d'Estudis Catalans, que han contado con la delegación fáctica del gobierno para crear el estándar. Esto fue lo que sucedió, en efecto, cuando se le encargó al Ingeniero Industrial -no filólogo- Pompeu i Fabra que creara una lengua unificada a partir del dialecto mayoritario en Cataluña: el dialecto barceloní. De paso, como apunta Manel, Pompeu i Fabra se dedicó a deformar y distinguir ese estándar cuanto pudiera del español. Fíjémonos en las palabras que Miguel de Unamuno le dedica en su obra "La Dignidad Humana":

"Hay en Cataluña un sujeto -o lo había no ha mucho- empeñado en la desatinada empresa de reformar la ortografía catalana en sentido etimológico restableciendo íes griegas, tes-haches y otras letras bien muertas (mythología, verbigracia) y entre las razones que en abono de su proyecto daba callábase la principal, y es que así se diferenciaría el catalán escrito del castellano escrito mucho más aún de lo que hoy se diferencian entre sí, que es bastante. Del mismo género es el cuidado que algunos escritores catalanes ponen, cuando se encuentran con dos sinónimos, de escoger el que más se aparte del vocablo castellano correspondiente, aunque el otro se parezca al francés, como quién escoge indret, en francés endroit, lugar."

Por supuesto, algunos de los ejemplos de los que habla Unamuno nunca llegaron a consolidarse, sin embargo, denotan claramente el porqué del proyecto. Y denotan, más si cabe, otro aspecto fundamental ligado al tema de este post: es absurdo diseñar las lenguas en un laboratorio.

La pretensión de crear un estándar universalmente válido, ya con fines políticos o sin ellos, es ridículo. Cuando Fraba pretendía, y en parte ha conseguido, imponer en Valencia el dialecto barceloní, lo que estaba haciendo en realidad es constreñir nuestra habla a las características particulares y locales de una ciudad lejana. Los valencianos han ido modulando, no intencionadamente que matizaría Hayek, su lengua a lo largo de los siglos. La han aprendido y la han usado porque así ha servido para cumplir el cometido de toda lengua. Las importaciones lingüísticas coactivas golpean a los usuarios de una lengua en tanto en cuanto les obligan a utilizar un registro distinto.

Imaginen que impusiéramos el español estándar en México o, mejor aún, en China. Las fricciones que surgirían entre la gente para adoptar esa lengua serían tremebundas. En Valencia ha venido ocurriendo algo similar, pero atemperado. Como bien señala Manel, el ejemplo mexicano-español no sirve ya que, en todo caso, el barceloní sería el mexicano y el valenciano el español (remito al artículo de Manel). De hecho, cada grupo social (tal como estos queden definidos, esto es, no existe un trazo objetivo para diferenciarlos) usa un determinado registro con sus propias variantes. El hecho notable es hasta que punto esos individuos que integran los distintos grupos sociales se sienten ligados a una misma unidad lingüística.

Por ello, el valenciano sí es, hoy por hoy, una lengua distinta del catalán: porque tiene elementos suficientemente diferenciadores de aquél y, sobre todo, porque existe una innegable consciencia en Valencia de que ambas lenguas son distintas. Resulta, en todo caso, perfectamente legítimo que un valenciano opine justamente al revés, en todo caso, él estará empleando conscientemente el catalán; sin embargo, una mayoría aplastante de valencianos sigue creyendo que la lengua que habla se denomina valenciano, creencia sustentada, como ha expuesto Manel, por argumentos históricos y filológicos. No obstante, quiero remarcar, el hecho relevante no es tanto si existe un transfondo "objetivo", cuanto la apreciación social de que así es.

Ahora bien, cuando se crean rigideces artificiales en torno a una lengua (y por rigidices entiendo normalización pública) esa lengua empieza a quedar fosilizada. El avance y la evolución social van, como no podría ser de otra forma, muy por delante de unos académicos-burócratas que, por la misma imposibilidad del socialismo, son incapaces de incorporar todas las modificaciones a la lengua estándar. Ese gap entre la lengua real y la lengua oficial, sobre todo cuando los hablantes de la lengua real son obligados a utilizar la oficial, produce a medio plazo un efecto escape hacia otras lenguas más "libres". El IEC se preocupaba hace poco de la progresiva desaparición del catalán. En mi opinión, esa acelerada pauperización es fruto de la presión administrativa para que a) comunidades enteras adopten una lengua con características fonéticas, léxicas y gramaticales bastante distintas a las suyas, b) el castellano, aún regulado, aparece como una alternativa mucho menos constreñida. Se produce un efecto sustitución lingüístico que es tanto más sencillo -menos costoso- cuando el sujeto conoce la otra lengua.

De hecho, a los burócratas españoles no les vendría mal aprender la lección. Hoy el castellano sobrevive en España por dos razones muy simples: a) comparativamente es más libre que las lenguas regionales (fruto de un proceso artificial de normalización y de obligatorio aprendizaje y uso en sus comunidades autónomas) y b) el conocimiento del inglés dista mucho de estar extendido. Sin embargo, no olvidemos que el español adolece de los mismos defectos: obligatoriedad y rigidez normativa.

En una sociedad liberal deben ser los académicos privados los que propongan los estándares que la gente subjetivamente considere más similares a su lengua. Se produciría así un proceso de selección natural hacia aquellos diccionarios y normas sintácticas que mejor plasmaran la realidad. No serían de uso compulsorio, pues el Estado no quedaría ni vinculado ni identificado por ellas, y no permanecerían fosilizadas pues la empresarialidad reformaría de continuo estos códigos lingüísticos. El inglés, hoy en día, es un perfecto ejemplo.

Volviendo al tema del valenciano, este proceso empresarial empezó con Les Normes del Puig y la creación privada de la Real Academia de la Cultura Valenciana. Ambos se propusieron como representantes del idioma valenciano; su problema fue que pretendieron quitarle el sitio homogeneizador que hoy ocupa el catalán-valenciano en la Comunidad Valenciana. El gobierno valenciano los rechazó y han caído casi en el olvido: hoy en día, aquello que no recibe sanción oficial no es útil, la Administración lo ahoga.

Por ello, propongo la desvinculación inmediata de los Estatutos de Autonomía de cualquier lengua, la neutralidad de la Administración con respecto al estándar utilizado, siempre que goce de un cierto reconocimiento (este problema sería más fácilmente solucionado privatizando la administración, pero a corto plazo parece poco factible) y la autonomía de los colegios para seleccionar el estándar más adecuado. Sólo así podríamos garantizar hoy una sociedad lingüísticamente parcial, pero políticamente neutral.

Comentarios

 
Mira todo esto sobra, el unico motivo por el que el maragallo esta encabronado es porque pierde la exclusividad del hecho diferencial, no hay mas hecho diferencial que el suyo y eso es lo que hay.

Que verguenza mas grande de pais.
Enviado por el día 6 de Noviembre de 2004 a las 17:21 (1)
esto es lo que llamo yo el liberal-paranoismo. No hay estándares coactivos. Las escuelas enseñan lo que quieren. La RAE no tiene fuerza legal, dicta normas a las que te adhieres si te da la gana. Yo personalmente paso de ella muchas veces, y sus definiciones son altamente discutibles.
La lengua siempre evoluciona sola. Lo que tú estás en contra es la ingeniería social desatada de los gobiernos regionales aqui, que sí imponen lo suyo.
Pompeu Fabra sería un farsante, pero nadie obligó a los hablantes de Lérida y Gerona a seguir sus normas. Quisieron hacerlo, simplemente.

Este es un debate lingüistico, no político.
Enviado por el día 6 de Noviembre de 2004 a las 17:41 (2)
Excelente artículo.
La normalización lingüística por parte del estado con fines nacionalistas ejemplifica hasta que punto esta superestructura es artificial (sobretodo en los tiempos que corren). Se podría discutirsi el estado fue o no fue útil en su día, o razonar por qué surgió. Ahora bien, ahora resulta claro que desde un punto de vista evolutivo, tiene los dias contados (opinión personal bastante optimista, opinión personal a largo plazo). Y el caso de la lengua es un ejemplo.

El uso de la coacción estatal para un fin determinado, como en este caso, la creación de una nación, la invención de una nación por parte de un grupo de hombres, que aparecieron en la Renaixença, es una ilustración del totalitarismo estatal. Imponer un idioma, e imponer una nación choca con los principios mínimios básicos del liberalismo.
La nación, como cualquier otro orden espontáneo, está sujeto a la competencia y al rechazo o aceptación por parte de las personas según su mejor utilidad para éstos. Intentar atar algo tan vivo como la expresión de un pueblo, el medio de expresión, está abocado al fracaso (como ya escribiera Rallo en otro post). Será un nuevo fracaso del socialismo, es decir, la agresión institucionalizada, en un nuevo campo social: la nación. Un nuevo campo, que no deja de pertenecer a la, sí, unidad indivisible, la libertad del individuo.
¿Además, qué creen, que una nación no puede englobar diferentes lenguas?. Si un catalano parlante actúa como si fuera español, ¿no lo es porque usa otro idioma que no es el castellano???.
Es decir, que se va a provocar un efecto sustitución, una huida a lo libre desde lo encorsetado por un tal Carod y cia.
En resumen: libertad.
Enviado por el día 6 de Noviembre de 2004 a las 18:12 (3)
No, hirasawa, no creo que sea solo lingüístico, precisamente desde el momento en que es usado por políticos con el fin de domar a las personas. No es solo lingüístico, precisamente, en este campo, al final, también prevalecerá lo que esté menos intervenido. Precisamente por eso, es político, es un ejmplo más de actuación política que al final fracasará. Intento de modificar la conducta espontánea de los integrantes de una sociedad.
Enviado por el día 6 de Noviembre de 2004 a las 18:17 (4)
Mira, la lengua es un instrumento tan absolutamente carente de valor para la inmensa mayoría de las personas, que es muy, muy dificil que los políticos manipulen a la gente en función a este.

Otra cosa es que el uso de las lenguas viene determinado básicamente por dos cosas: su utilidad y su prestigio. Prestigio que normalmente va vinculado a la misma utilidad, pero no siempre. La única forma en que se pueda usar la lengua como instrumento político es dotandole de un prestigio artificial. Que es lo que ha pasado con el catalán.

Yo no niego que el asunto concreto del valenciano sea un problema político, habida cuenta de que era una lengua sino en desuso, sí bastante indefensa institucionalmente cuando los catalanes se propusieron fagocitarla. Y si las instituciones valencianas ahora les hacen el juego, pues el valenciano quedará herido de muerte.

Pero decir que los estándares nacionales son coactivos y que las lenguas deberían fluir libremente es una parida monumental. Yo que sé un poquitín de lingüística histórica, eso de "Intentar atar algo tan vivo como la expresión de un pueblo, el medio de expresión, está abocado al fracaso" es una rotunda falsedad. Las lenguas se encorsetan artificialmente desde que existen las instituciones. Ojo! no el estado necesariamente. Las corrientes para estandarizar el idioma siempre han surgido de círculo académicos sin intervención estatal.

Pero los estándares lingüísticos son un prerrequisito de la cultura. Aceptadlo.
Enviado por el día 6 de Noviembre de 2004 a las 19:15 (5)
Gracias por los elogios, Juan Ramón :o)

Estoy contigo en el planteamiento final: desvincular lengua y estatutos, o lo que es igual, lengua y política. Pero ya sabes que no quieren.
Enviado por el día 7 de Noviembre de 2004 a las 04:19 (6)

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