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18 de Noviembre de 2004

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Salerno y los economistas


Joseph Salerno ha escrito un interesante artículo en el Mises Institute sobre los economistas. ¿Deben serlo por vocación o por profesión? En opinión de Salerno, la nota distintiva de ambos es que el economista por vocación busca la verdad mientras que el economista de profesión sólo espera ganar fama y reputación. Pone como ejemplos extremos a Murray Rothbard, quien durante los años 70 sigue desarrollando sus teorías económicas aún a pesar de la nula fama y reconocimiento que ostentaban, y a Samuelson, quien se enorgullecía de que al hablar de economía moderna se esté hablando de mí.

Según Salerno, dado que el dinero o la fama es muy difícil conseguirlo en economía sin recurrir a programas gubernamentales que vistan de seda sus fatales políticas intervencionistas, el economista de profesión estará dispuesto a sacrificar la búsqueda de la verdad por obtener cualquiera de ambos fines. Máxime cuando, según el profesor, los individuos capacitados para mejorar la teoría económica en cada generación son escasos, con lo cual, vivir de la economía puede convertirse, en muchos casos, en sinónimo de servir al Estado.

Así, concluye Salerno, con el visto bueno de Jörg Guido Hülsmann, la economía es una profesión artificial, que no tiene clientela en el libre mercado y que sólo hubiera existido como una vocación por buscar la verdad en la ausencia de las históricas intervenciones del Estado.

La tesis me parece destacable. Sin embargo, he de señalar que me parece enteramente incorrecta. Al igual que ocurría con Hoppe, Salerno intenta construir una teoría praxeológica sobre bases poco sólidas. El tema me parece de interés, no tanto por las conclusiones del artículo en concreto, sino porque los errores que lo han conducido hasta ahí son también los que generan múltiples incongruencias en otros campos de la ciencia económica. No me voy a extender demasiado en explicar por qué esto es así, pero está intimamente relacionado, como suele suceder, con una problemática metodológica y conceptual que la Escuela Austriaca -no digamos las otras- no ha sabido resolver correctamente; en concreto, la idea de ocio y trabajo.

Algunos de vosotros sabéis que he estado trabajando en un artículo que pretende reconstruir ambos conceptos. De hecho, en las conclusiones del artículo, sostengo que enriquece el estudio de la acción dirigida a más de un fin. Éste es, precisamente, uno de los fallos fundamentales del artículo de Salerno, así como también su escasa distinción entre trabajo y ocio, que le cubre los ojos ante una nítida diferenciación entre medios y fines. Por ello, me dispongo a criticar el artículo señalando sus deficiencias; deficiencias que, en general, comparten la mayoría de los pensadores austriacos modernos.

La primera crítica está relacionada con las definiciones que emplea el artículo. No es sólo una crítica a Salerno, sino también a Mises. Así, ambos economistas distinguen entre un trabajo introversivo y otro extraversivo. El primero se realiza por su propia satisfacción, no por ser un medio para un fin más remoto; el segundo, se realiza porque el individuo prefiere el dinero que puede obtener por trabajar a la desutilidad del trabajo y el placer del ocio.

Este párrafo me parece una de las claves de los subsiguientes errores, si bien no el punto central. En este caso, se mezclan los conceptos de ocio y trabajo con total alegría, sin acotarlos praxeológicamente. Aunque éste no es el lugar adecuado para desarrollar mi teoría, baste decir que el ocio es el tiempo durante el cual satisfacemos nuestros fines y el trabajo el tiempo durante el cual nos proveemos de los medios para ello. En este sentido, está claro que el trabajo introversivo no es trabajo, sino ocio. Por otro lado, debemos abandonar de una vez la idea clásica de "desutilidad del trabajo"; todo trabajo, en tanto tiene un coste de oportunidad en ocio, supone una cierta desutilidad. El hecho relevante no es cuanta desutilidad somos capaces de soportar (ya que no podemos cuantificarla), sino si la prospección de ocio compensa tal disatisfacción. Evidentemente, una mayor dureza del trabajo amplía las ganas por que este concluya, es decir, nuestra preferencia por el ocio se incrementa con lo cual requeriremos una mayor prospección de ocio futuro.

Ejemplos típicos, según Mises, de trabajo introversivo (es decir, ocio) serían la búsqueda de la verdad y los deportes. De ahí que Salerno también yerre cuando sentencia que no es que el esfuerzo en el que incurre el buscador de verdad o el escalador de montañas no acarree desutilidad, sino que precisamente el sobreponerse a esa desutilidad lo satisface. Si el economista no disfruta cuando se esfuerza por desarrollar teorías económicas (leyendo, escribiendo, pensando, reflexionando...) la búsqueda de la verdad no puede considerarse trabajo introversivo (ocio) sino más bien trabajo extraversivo (trabajo). En ese caso, la prospección del ocio derivado de haber descubierto la verdad es mayor que la desutilidad del trabajo del economista. Por tanto, hemos de diferenciar claramente ya que Salerno, a partir de este paso en falso, confunde sus ideas durante todo el artículo.

La tesis de Salerno no es tanto que el auténtico economista deba disfrutar con sus acciones, sino que su fin prioritario debe ser buscar la verdad. Si Salerno sostuviera que el verdadero economista debe disfrutar con su trabajo nada impediría que un economista disfrutara desarrollando teorías economistas que sabe falsas. A un economista, replanteando las ideas de Salerno para que sean consistentes entre sí, le puede disgustar el tiempo perdido leyendo libros (y no jugando al paddle o buceando), pero en tanto en cuanto su fin es averiguar la verdad, decide emprender ese curso de trabajo. De hecho, según Mises, sólo los genios disfrutan continuamente de sus acciones; en este caso, un economista genial sería aquel al que le encantara como fin prioritario leer o reflexionar y (nótese que utilizar la conjunción y en lugar de la preposición para es determinante en esta oración), además, descubrir la verdad.

Antes de proseguir es necesario efectuar dos aclaraciones previas. Primero, del hecho de perseguir la verdad no se sigue que la teoría económica necesariamente avance. Es evidente que el individuo perseguirá empresarialmente el fin de la verdad, pero ello no nos asegura el triunfo de ese curso de la acción. Por tanto, no basta con buenas intenciones. En segundo lugar, también quiero matizar el concepto de profesión. Salerno lo equipara a trabajo, si bien no es así. Profesión es una acción monetariamente remunerada; trabajo simplemente la búsqueda y obtención de medios para satisfacer los fines. Las acciones del genio, la profesión del genio, pueden ser remuneradas, si bien no será trabajo, sino ocio.

Y ahora pasemos a la exposición central del artículo de Salerno. En su opinión, los economistas profesionales no son buenos economistas porque no se preocupan si pueden obtener un grano de verdad de sus modelos irreleales, pues su recompensa por ser economistas descansa en otra parte. Es decir, dado que los economistas profesionales no persiguen la verdad, sino la fama o el dinero, estarán dispuestos a renunciar a la verdad cuando la fama o el dinero lo requieran. El argumento parece implacable, pero sólo será cierto cuando el único fin del economista profesional sea ganar dinero (o conseguir fama).

El problema de Salerno es que olvida que una acción puede dirigirse a más de un fin. ¿Qué ocurre si el fin del economista profesional es buscar la verdad y, además, ganar dinero? En ese caso, deberíamos hablar de que relación existe entre los fines, cuál de ambos, en caso de conflicto, prevalecería. Sin embargo, también podría suceder que, en caso de conflicto, ninguno de ellos prevaleciera, y esa posibilidad no la considera Salerno. Imaginemos un economista profesional que ha emprendido tal trabajo por la concurrencia de ambos fines, si uno de ambos desaparece (porque dejan de pagarle o porque le obligan a defender mentiras) la profesión de economista habrá dejado de constituir un medio adecuado para sus fines.

Por tanto, dado que la persecución de dos o más fines con una misma acción es del todo posible, una persona puede ser economista porque desea conseguir fama como economista y haber desarrollado buenas teorías. El artículo de Salerno tendría alguna virtualidad si existiera entre ambos fines un cierto conflicto. Pero me temo que no hay ninguna ley que así opere, como sí sentencia el autor: Las aspiraciones profesionales y la cultura que genera no son sólo inconsistentes con la búsqueda de la verdad en economía, de hecho, son del todo antitéticas.

Salerno describe en su artículo como históricamente ambos fines se han ido volviendo incompatibles, pero basar las teorías económicas en hechos históricos supone un error. No se sigue que siempre y en todo lugar la fama o el dinero se deriven exclusivamente de mentir, o que, al menos, en ningún caso se deriven de decir la verdad. Por no existir esa relación inmutable, no estamos ante conclusiones universalmente válidas.

Es decir, con las correcciones pertinentes, el trabajo de Salerno tiene su interés desde el punto de vista histórico, pero no teórico. Como conclusiones teóricas podemos extraer que si la búsqueda de la verdad no constituye un fin de la acción no seremos buenos economistas. No obstante, ésta es una conclusión teórica endeble, que ya se desprende del propio concepto de empresarialidad. En ningún caso, podemos concluir que el buen economista, el buscador de la verdad, no deba desear la fama o la riqueza. Por ello, la economía no es una profesión artificial. Los genios disfrutan con ella; y los economistas que buscan la verdad no tienen que ser indiferentes ante la ostentación o el dinero. El problema surge cuando sólo se persiguen esos fines.

Aún así, todavía existe otra posibilidad que no hemos planteado y que Salerno ni menciona por encima. Imaginemos una persona a la que no le gusta la economía pero que tiene una mente prodigiosa. En este sentido, un mecenas le paga una cantidad estelar para que desarrolle teoría económica. Ciertamente, dado que la teoría económica es sólo un medio para conseguir dinero o tener tiempo libre, a este individuo le resulta indiferente si desarrolla una teoría económica cierta o falsa. En principio, según Salerno sería un mal economista. Pero, ¿qué sucede si esta persona, aún sin perseguir el fin de la verdad, tiene unas fuertes convicciones morales en contra de la mentira?

Fijémonos que buscar la verdad no es lo mismo que evitar la mentira. En el primer caso, nuestra prioridad consiste en descubrir la verdad, en el segundo, nos conformamos con no mentir conscientemente, pero no disfrutamos con el resultado de haber descubierto la verdad. Este individuo contratado por el mecenas está obligado por su trabajo a desarrollar una teoría económica y, aunque desprecie la economía, como sus convicciones morales le impiden escribir algo que sabe falso, se encamina necesariamente a una teoría económica que sinceramente cree correcta. Su fin satisfecho (aparte del salario) habrá sido la coherencia con sus convicciones, el subproducto de ello, una teoría económico auténtica.

Por todo ello, insisto, el artículo de Joseph Salerno me parece erróneo. Es importante no confundir el análisis histórico con el teórico. Establecer teorías a priori transgrediendo otros principios económicos y metodológicos más importantes es del todo peligroso.

Comentarios

 
Niego la mayor: Como ya dije hace tiempo, el sector privado es el primer demandante de economistas teoricos

Los bancos de inversion y las grandes compañias necesitan gestores que conozcan los principios fundamentales de la Teoria Economica y sean capaces de recnocer oprtunidades de negocio. La planificacion no es un monopolio del Estado.


Y no solo la Teoria economica: la estadistica, las series temporales, el calculo estocastico son herrameintas esenciales en el sector financiero y la gerencia de las empresas.

La economia, y los habitos mentales del marginalismo (neoclasico) son una tecnologia social de enorme aplicacion y capaz de generar grandes cantidades de valor añadido.

PD.-Por ejemplo, toma el caso de David Ricardo: Su experiencia como inversor le sirvio de base para sus obras como economista.Su intuicion economica tambien fue determionante en su exito como banquero.
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 00:34 (1)
Salerno entiende aquí economista como teórico de la economía, es decir, una persona cuya actividad sea desarrollar la teoría económica. Por tanto, sólo desempeñará actividades que le permitan desarrollar esa teoría (por ejemplo, convertirse en inversor para desarrollar teoría económica)

Por tanto, la cuestión es si el mercado demanda teóricos, por el hecho de ser teóricos, no para que se dediquen a otro asunto. Y la otra cuestión es si se puede ser buen economista cuando esa oferta de profesional para el desarrollo de la teoría económica está basado en el salario y no en la vocación de desarrollar la economía.

El error de Salerno, como ya digo, es olvidarse de que ambos fines pueden perseguirse con una misma acción.
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 01:13 (2)
Juan Ramón, como sé que eres un lector voraz, te recomiendo, si no lo has leído todavía, "Economics and Its Enemies".
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 04:09 (3)
Quién es el autor de ese libro mamífero o juan ramón.
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 05:19 (4)
Caña a Salerno, ¡quería dejarte sin sueldo y fama! ;)
Genial el post, en serio.
Un saludo.
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 10:40 (5)
Lucio Anneo, el autor es un profesor australiano llamado William Coleman.

¿Qué tal la oposición?
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 12:29 (6)
Gracias mamífero.
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 15:03 (7)
Quien busca la ciencia pura, mucho debe disfrutar. No creo que Fleming haya tenido las mismas motivaciones que Teresa de Calcuta. Y eso que en mi visión el egoismo es tonto o inteligente, estrecho o amplio, en vez de superable. Es decir, que todos disfrutan íntimamente de ayudarse o ayudar...
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 16:39 (8)
Yo creo que hay que tener vocación de economista, en este mundo fregado, ya que hay que tenerle mucho respeto, incluso mucho amor, a la verdad y mucha autocrítica. Como pocas personas tienen eso, la mayoría se acomoda y son «buenos profesionales».

Yo no aceptaría un PhD en economía de Harvard ni aunque me lo regalasen, por ejemplo. «No, gracias». Debo tener algo de vocación.

El «businessman» no es necesariamente un buen economista. David Ricardo era las dos cosas, bien por él. Recuerdo que Mises da el ejemplo del paciente miope que busca un tratamiento especializado y que tiene que elegir entre el optometrista miope y un hombre ignorantón pero que tiene excelente vista. El elige pues al que sabe sobre el tema por más que el otro tenga mucho de lo que a él le falta.

¿Qué entiende George Soros de economía? Menos que varios economistas pobres.
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 19:12 (9)
Salerno confunde los términos. El economista vocacional no es quien siente un fuerte apego por la verdad, sino al que le gusta la economía (leer, reflexionar, escribir...) Un economista vocacional puede tener la decidida intención de mentir o de engañar al personal.

Otra cosa es el amor por la verdad, que es un objetivo que deben compartir todos los buenos científicos. Pero ese amor a la verdad no se sigue necesariamente de la vocación ni, mucho menos, resulta antitético, como dice Salerno, con otros objetivos de ahí derivados, como ganar dinero o fama.
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 19:18 (10)
Creo que Kantor mezcla muchas profesiones. Hay «financial planners», hay «administradores de empresas», hay «economistas», hay «matemáticos», etc., «contadores», hay nomás división del trabajo.
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 19:21 (11)
En términos ocio-trabajo, el economista vocacional es aquel para quien las acciones relacionadas con la economía son ocio. El economista que busca la verdad no tiene por qué ser vocacional, basta con que el ocio derivado de obtener la verdad le compense el trabajo en el que ha tenido que incurrir (leer, reflexionar, escribir...)
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 19:22 (12)
Sabemos que los principales ídolos de Salerno fueron hombres rechazados por el establecimiento académico; Salerno debe saber muy bien que el leal apego a la verdad es la principal característica del economista vocacional.

Sin embargo, yo creo que el término alternativo usado por Salerno, «economistas profesionales», es desafortunado, aun cuando él use el término dentro de un contexto limitado. Me gusta más lo de Mises: no son economistas, punto. Mises sería el profesional que los oportunistas de carrera rechazaron. No todos son oportunistas, muchos, como el mismo Mises reconocía, sencillamente no pueden reconocer el meollo del asunto (ven los árboles, no el bosque). Yo sugiero que eso sucede más que nada por una falta de amor a la verdad y una falta de autocrítica, no por falta de inteligencia.
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 19:44 (13)
La extensa, difícil obra de Mises no pudo ser ocio, ¿no? Ojo, él sabía que sus conclusiones no le ayudarían profesionalmente con su generación. Por ahí Mises tiene razón en la excepción que hace para las obras especiales de los genios, en el tema trabajo vs. ocio.

Me confunde al respecto de trabajo vs. ocio, un caso como el del cantante galés de música Pop, Tom Jones. Lleva 39 años cantando en los mejores lugares. Ha acumulado una fortuna superior a 400 millones de dólares. Sólo David Bowie y Paul McCartney, en ese orden, son cantantes más ricos que él en Gran Bretaña. Dice que dejó de trabajar cuando inció su carrera de cantante y que odia el día en que tendrá que retirarse del escenario, que ama y disfruta de cantar ante al público. Ha dicho en el escenario que lleva ya más de tres décadas sin trabajar.

Eaco, ¿qué es eso?
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 20:12 (14)
Ojalá que T.J. esté loco de remate. ;)
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 20:13 (15)
Aprobé pero estoy pendiente de la revisión médica y han surgido ciertos problemas, de qué va el libro.
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 21:00 (16)
Caramba, qué te mejores.
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 21:22 (17)
Pues obviamente si disfruta cantando es ocio, pese a que reciba una recompensa por ello. No hay que confundir el tipo ideal "profesión" con el concepto praxeológico de trabajo.
Enviado por el día 18 de Noviembre de 2004 a las 22:05 (18)
Qué vidita, ¿eh? Verdad que unos nacen con estrella y otros estrellados, con lo bien que yo canto. :)

Resulta entonces importante saber encarar el trabajo alegremente. Hay que encontrarle el ocio al asunto.
Enviado por el día 19 de Noviembre de 2004 a las 02:43 (19)
Precisamente, a ésos los llama Mises genios.
Enviado por el día 19 de Noviembre de 2004 a las 07:41 (20)
:)
Enviado por el día 19 de Noviembre de 2004 a las 10:24 (21)
Gracias por esta anotación, un tema muy importante.
Enviado por el día 19 de Noviembre de 2004 a las 11:25 (22)

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