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30 de Marzo de 2005

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Sigue la ofensiva contra Microsoft


Muchos liberales, insertos en el paradigma neoclásico, han caído en la trampa de creer que la principal virtud del mercado es la competencia. Los monopolios, generalmente, han sido vilipendiados incluso por grandes liberales como Ludwig von Mises.

En teoría, se cree, el monopolio puede explotar al consumidor hasta el punto en el que sucesivos incrementos del precio acarreen reducciones de sus beneficio, derivados de la reducción consecuente de la demanda. La única protección que tenían los consumidores frente a los monopolios era la existencia de sustitutivos más o menos cercanos o de que el bien monopolizado en cuestión no fuera demasiado relevante para sus necesidades (lo que se traduciría en una demanda suficientemente elástica como para prevenir al monopolio de aplicar subidas de precios excesivas)

Así, cuando una empresa acaparara una gran cuota de mercado se hacía prioritario que el gobierno interviniera para reestablecer la competencia. Todo ello en beneficio de los consumidores. Esta práctica gubernamental se ha manifestado, de manera particular, en la legislación antiTrust o de "defensa de la competencia" en EEUU y la UE.

Como ya comenté ayer, la equiparación de monopolio con "empresa dominante" adolece de graves problemas (sólo un monopolio sostenido a través de la coacción del Estado merece tal calificativo) Las empresas no parten de una posición privilegiada en el mercado, sino que van creciendo en tanto sirvan eficientemente al consumidor. La empresa dominante es la empresa eficiente, la que carga menores precios y la que ofrece un producto de mayor calidad. Los beneficios que obtiene se derivan de que ningún otro empresario es capaz de implementar medios que sirvan con, al menos, igual perfección a los consumidores.

En tanto una empresa dominante intente "abusar" de su posición, perderá la ventaja comparativa por la que ha llegado y se ha mantenido en esa posición. En caso de perseverar en ese abuso, comenzará a perder clientes que serán acaparados por otras empresas. Lo que muchos neoclásicos ven como la gran razón de ser del monopolio (la posibilidad de imponer precios superiores a su ingreso marginal), en realidad se trata de su puntilla, de su carta de defunción.

En realidad, la legislación para "defender" la competencia ha sido siempre promovida por empresarios inútiles, ineficientes e incapaces de competir con la empresa dominante. Estos lobbies suelen quejarse por la "competencia desleal" de la empresa dominante, en virtud de la cual serían incapaces de acceder al mercado en "igualdad de condiciones".

Esto, de por sí, ya representa un reconocimiento bastante explícito del poco sentido que tienen las reivindicaciones de los competidores ineficientes. Si no pueden ofrecer un precio tan bajo como el de la empresa dominante, caben dos alternativas: o incrementar el precio de la empresa dominante o conseguir reducir el propio. Si el primero constituye una pretensión ridícula nociva para los consumidores (¿qué sentido tendría un reestablecimiento de la competencia destinado, no a bajar, sino a incrementar los precios?), el segundo no se queda muy atrás.

Para que una empresa pueda soportar bajos precios debe tener bajos costes. Los reducción de costes sólo pueden conseguirse a través de mayor y mejor capital y de ingenio empresarial. La primera posibilidad le resulta abierta a todo competdoir potencial: puede invertir o comprar capital existente. Si no le resulta rentable, ello se debe a que ese capital tiene otros usos prioritarios. Por tanto, la atracción de capital a esa industria destinada a reducir los costes y permitirle competir con la empresa dominante implicaría una reducción de otros bienes y servicios donde se utilizaba ese capital (o al que se iba a destinar la inversión) que no se vería suficientemente compensado por las supuestas ventajas de competir con la empresa dominante.

Por otro lado, la reducción de costes también cabe conseguirla a través del ingenio empresarial para descubrir oportunidades de ganancia (gente que se contanta con salarios menores, organización empresarial, combinaciones eficientes de capital y trabajo...) Si los competidores potenciales carecen de ese ingenio, parece una broma que el gobierno se dedique a atacar a los empresarios dominantes que sí lo tienen.

Obviamente, la práctica de una supuesta "competencia desleal" por parte de la empresa dominante (es decir, la causa de esa preponderancia en el mercado) no tiene por qué limitarse a reducciones de precios. Cabe perfectamente pensar en la posibilidad de que una empresa ofrezca un producto infinitamente mejor que el de sus competidores. En este punto, conviene recordar que no existen patrones objetivos de qué es mejor o peor. Un producto puede ser técnicamente peor a otro (es decir, escogiendo un patrón de comparación), pero resultar mucho más adecuado para servir los fines de los consumidores. Podría darse el caso de que A sea peor que B atendiendo al patrón X, pero que A sea más útil que B, si bien si los consumidores fueran más diestros y capaces, B fuera mucho mejor que A. Aún en este caso, A será para los consumidores mejor que su alternativa B (a menos que quieran invertir su tiempo en mejorar su conocimiento y, así, verse compensados con los beneficios extraordinarios derivados de la diferencia de utilidad entre B y A)

En todo caso, vemos como las prácticas para defender la competencia lo que consiguen es desmembrar y anaquilar poco a poco a las empresas eficientes, de manera que el precio necesariamente se igualará por arriba (o bien la calidad se igualará por abajo) y, de esta manera, los consumidores saldrán perjudicados. La defensa de la competencia no deja de representar un intento de planificación gubernamental sobre cuál debe ser la forma y estructura del mercado. Planificación centralizada que, como todos, está abocada al fracaso y a generar perversas consecuencias, muchos más graves que los pretendidos problemas que intentaba solucionar.

Un ejemplo actual de ataque frontal contra una empresa exitosa ha sido el caso Microsoft. Decía Joseph Sobran que nunca sabremos cuantas cosas ha abortado nuestro gobierno en nombre de nuestra protección. Bill Gates extendió la revolución informática y digital a cada hogar. Año tras año, Microsoft ha venido ofreciendo mejores productos desde el punto de vista de los consumidores. De ahí que año tras año su cuota de mercado haya crecido.

Pero parece que los éxitos empresariales no gustaron en su momento a los burócratas yankees, que intentaron sin éxito dividir la compañía (como ya hicieran con la Standard Oil de Rockefeller) ni, como no podría ser de otra forma, a los burócratas europeos.

En su momento se acusó a Microsoft de incorporar en sus sistemas operativos el browser de navegación de Internet Explorer, lo cual fue calificado como "competencia desleal". Pecado mortal; Microsoft "regala" textualmente un programa navegador para acceder a Internet y los competidores se rasgan las vestiduras. No digo que el regalo fuera desinteresado -como tampoco lo fue la pretensión de los competidores por acaparar mayor cuota de mercado-, pero sí digo que era indudablemente útil para millones de usuarios. En realidad, nada impedía que esos millones de usuarios, en caso de ser defraudados por el Internet Explorer, acudieran a la Red para descargarse, también gratuitamente, otro tipo de navegadores.

Hace unos días, la Comisión Europea "acordó" (que ironía de verbo, como si ambas partes hubieran llegado voluntariamente a un pacto) el nombre y las condiciones de la nueva versión de Windows. Nuevamente, Microsoft pretendía "regalar" un reproductor multimedia, el Windows Media Player, y la Comisión, tras multarlo con 497 millones de euros, le ha ordenado que lo sacara de la versión comercial del Windows. ¿Qué impedía a los usuarios descargarse otro reproductor multimedia y configurarlo como predeterminado para los distintos tipos de archivos? Es más, aún en el caso de que Windows impidiera que se instalaran otros reproductores en el ordenador, ¿no supondría ello una enorme deficiencia en el uso de Windows que sería pronto aprovechada por sus directos competidores? ¿Qué tendría todo ello de monopolístico?

Como vemos, el intervencionismo entiende que la competencia es un fin en sí misma y no un medio para diversificar las oportunidades de elección y de satisfacción de los consumidores. Windows ofrecía un producto contra el que muchos, aún hoy, tienen difícil competir ante el gran público. Sin embargo, para preservar la competencia, la Comisión ha preferido que lo empeorara. En realidad, es probable que los motivos impulsores de la decisión son bastante más espurios, y se mezclen consideraciones politiqueras con necesidad de autoafirmación frente a las grandes empresas que hacen peligrar el poder coactivo y monopolístico de los Estados (casualmente, si aplicáramos a rajatabla los principios antiTrust, la primera víctima debiera ser su actual verdugo, esto es, el Estado)

La Comisión Europea se ha empecinado, incluso, en fijar la denominación del nuevo producto: Windows XP Home Edition N. El absurdo político es tan grande que incluso llegaron a rechazar la oferta de Microsoft para llamarlo "Windows XP N Home Edition", pues a juicio de la empresa sería mucho más claro y familiar para los consumidores.

Lo peor de todo es la actitud forzosamente sumisa que los empresarios van adquiriendo frente al Estado: en interés de que todo se resuelva lo más rápidamente posible, hemos aceptado la propuesta de la Comisión. Este aparente Síndrome de Estocolmo se debe, principalmente, al miedo de que unas duras declaraciones vuelvan aún más restrictiva a la Comisión. Quienes arguyen que las multinacionales dominan el mundo y manejan a los políticos cuales títeres, deberían preguntarse cómo estas supercorporaciones no han sido capaces de eliminar toda la dañina legislación antiTrust que se dirige en contra suya.

La legislación antiTrust tiene como objetivo eliminar y extinguir a los empresarios exitosos y triunfadores, es decir, a aquellos que han servido mejor a los consumidores. Semejante política sólo puede ser calificada como profundo disparate, pues equivale a destruir las industrias más productivas y eficientes de la sociedad (algo así como si un Club de Fútbol despidiera a los jugadores que mejor juegan en el equipo) El Estado mata a las gallinas de los huevos de oro, y en concreto a la elite de esas gallinas. Todo ello, dicen, para defender nuestros intereses. Más bien cabe pensar que el político sólo se preocupa por sus intereses y por el del lobby de empresarios ineficientes allegado. Siempre lo han hecho y siempre lo harán. Lo del interés general no es más que una etiqueta altamente lucrativa que les ayuda a mantener la ficción de su inutilidad. Cuanto antes se la arranquemos, mejor.

Comentarios

 
Impecable, as usual. Yo tardé en entender este tema, aparentemente tan simple. Quizás porque muchos odioamos los productos de Microsoft pero los usamos indefectiblemente. Y pretendemos culpar a un terrible monopolio.
No hay nada como ver a los políticos en acción para entenderlo todo.
Enviado por el día 30 de Marzo de 2005 a las 01:57 (1)
aplausos juan ramón
Enviado por el día 30 de Marzo de 2005 a las 10:20 (2)
Acusar a Microsoft de monopolio es pura ignorancia. La realidad es que el éxito de MS estriba en su facilidad de uso y lo extendido que está gracias a, entre otras cosas, que todo el mundo lo tiene gratis pirateado.
De todas formas, su tiempo se acaba...
;D
Enviado por el día 31 de Marzo de 2005 a las 11:05 (3)
Juan Ramon conviene que te informes mejor de que es Micorosoft, a que aspira y cuales son sus practicas para lograrlo.

Me han dado ganas de vomitar al leer este articulo confundes el patetismo de las medidas de la union europea con el tocino.

Ni Microsoft ha liderado ninguna revolucion ni puñetas, si no hubiese sido Microsoft hubiese sido cualquier otro.

Si hay un problema con Microsoft es que ya es tarde para pararle los pies.
Enviado por el día 31 de Marzo de 2005 a las 16:17 (4)
Microsoft es una piraña que amenaza con romper la pecera y convertir el agua de la pecera en un estandard propietario por el que haya que pagar.

Microsoft no solo no compite sino que lo emponzoña todo.

Que le pregunten a RIM que le parece ser el objetivo numero uno en redmond simplemente por construir un servicio que se integra con el Exchange.
Enviado por el día 31 de Marzo de 2005 a las 16:23 (5)
sanders hijo... leete el artículo.

Si Microsoft se las apaña para que sus productos no sea interoperables, peor para ellos.

Imaginemos un fabricante de coches que fabrica coches con ruedas cuadradas especiales para sus carreteras adaptadas a ruedas cuadradas. Si la gente los elige (por el motivo que sea) es muy libre.
Enviado por el día 31 de Marzo de 2005 a las 17:35 (6)
erpayo,

Me he leido el articulo, por si las moscas lo he releido.

Y me sigue pareciendo lo mismo de miope que la primera vez que lo lei.

La informatica no es una industria como puede serlo la automovilistica, o como lo puede ser una fabrica de bragas.

Nadie puede cambiar la fisionomia de las mujeres, estas siempre tendran dos piernas y el 'bollito', siempre podre fabricar bragas.

Opel, BMW o cualquier otra empresa no pueden cambiar las carreteras, ni evitar que las ruedas de la competencia dejen de girar.

Microsoft por el contrario utiliza su tamaño para:

* alterar las reglas del juego a su favor.
* introducir cambios en el ecosistema.
* cambiar la economia del mercado cuando le conviene: (Regalar)
* jugar con la legalidad vigente cuando le apetece, etc.
* cambiar las carreteras
* cambiar la fisionomia de las mujeres
* alterar el precio de las telas
* detener las ruedas de los demas

etc.

Y no te confundas no soy uno de esos Microsoft hater que hay por ahi.

MS es en la informatica comparable al PSOE en la politica.

Y lo que quiero no es que desaparezca, lo que quiero es que juegue limpio.
Enviado por el día 1 de Abril de 2005 a las 14:39 (7)

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