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29 de Mayo de 2005

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

La necesidad de control


Gran parte del pecado de la ciencia económica moderna consiste en haber servido de mamporrera al poder estatal. No se ha hecho de la economía una ciencia independiente a las conclusiones preconcebidas que esperaban obtenerse, sino que se la ha subordinado enteramente a la camarilla gubernamental.

Hace un mes discutimos largamente acerca de la privatización del espacio radioeléctrico. Los argumentos de los socialistas eran tan insustanciosos como necesarios para mantener el control del Estado: el espacio radioeléctrico debía ser público porque era escaso. Esta burda coletilla anticientífica servía para justificar la planificación estatal más obscena. Eran los políticos, y no los consumidores, quienes tenían que determinar las empresas que podían emitir. El Estado había nazionalizado mediante su imperium el espacio radioeléctrico y concedía licencias caducables a determinados sujetos.

Aparte de exponer la inanidad económica del argumento, ya se advirtió del más que evidente peligro que esta práctica escondía. El Estado podía, simplemente, no renovar la licencia para silenciar a sus opositores. El control de las ondas radioeléctricas era un requisito fundamental para su estabilidad y supervivencia, de la misma manera que, en su momento, lo fue la nazionalización de los servicios postales para retener cualquier soflama revolucionaria.

Una vez más, se comprueba que sin propiedad no hay libertad. La libertad de expresión puede terminar en el mismo momento en el que los políticos y los sicofantes de la censura lo determinen. No hay garantías, no hay bases estables sobre las que actuar. La libertad, en última instancia, se convierte también en una licencia política.

Al mismo tiempo que señalábamos estas más que evidentes pretensiones censoras, los socialistas favorables al espacio radioeléctrico público se cansaron en defender la ecuanimidad del Estado y de los políticos. Las licencias se concedían racionalmente atentiendo al perfecto conocimiento sobre las necesidades de los consumidores. Ninguna voluntad censora se ejecutará jamás, pues la izquierda está por encima del bien y del mal.

Ayer mismo, contemplando los sollozos de la izquierda por su cada vez más evidente derrota en Internet, comenté la existencia de dos tendencias dentro de la izquierda: una que, ingenuamente, todavía cree que puede ganar al liberalismo en el plano intelectual y que, por tanto, aboga por una mayor difusión de su ideario y por entrar en combate dialéctico, y otra que, conociendo perfectamente las mentiras, engaños, carencias e insuficiencias de su ideología, defendían tirar por lo recto y censurar al liberalismo. Parece ser que Manu se ubica en esta segunda corriente: Lo que es necesario es promover que se cierren postes de la COPE. ;)

Bajo el totalitario argumento de que el Estado debe copar el espacio radioeléctrico, los censores justifican el ejercicio de la coacción estatal para silenciar a los díscolos. Es la práctica de la Cheka racionalizada, llevada por los cauces de la falsa legitimidad democrática. La Cheka era un fracaso en las formas: por un lado, no se seguían los solemnes procedimientos necesarios para ejecutar a los disidentes, por otro, su estética podía desalentar a multitud de personas a considerarla como un medio válido.

Los totalitarios han aprendido la lección. La represión debe aplicarse siguiendo los métodos pertinentes: debe hacerse el mal, pero en nombre del bien. Debe censurarse en nombre de la libertad de expresión. Debe reprimirse a la persona por su propio bien. Y para todo ello, la izquierda debe apelar continuamente a la mayoría democratista.

La voluntad mayoritaria sirve para convalidar cualquier acto. El gobernante que pueda actuar amaparado por el apoyo de las masas tiene un poder omnímodo. La democracia concede el salvoconducto que los liberticidas necesitan para acallar las protestas: el reprimido debe sorportar su aciago destino por tolerancia hacia el sentimiento mayoritario. No puede denunciar la infamante violación de sus derechos, pues estaría actuando de manera egoísta; por su propio interés, obviando el del resto.

El Estado, para toda la tropa de totalitarios censores, debe permanecer incolume, es su instrumento de control y de dominación. El Estado ya no es visto como un instrumento necesario para la convivencia social, sino como una entidad legítima en sí misma. El Estado podría dejar de ser útil, pero debería seguir existiendo. No importa si existen bienes públicos o si el espacio radioeléctrico puede ser efectivamente privatizado para garantizar la libertad de expresión; lo importante es que el Estado tiene derecho a gestionar los ámbitos materiales que considere oportunos respecto a su propia esencia.

El intervencionismo, la represión y la coacción son el modo de vida de la izquierda. Las ansias de dirigirlo y de controlarlo todo. No importa si ese intervencionismo empeora o mejora la situación de los elementos sobre los que actúa, porque la izquierda parte del principio de que la acción del Estado -cualquier acción del Estado que brote del deseo mayoritario- es legítima en sí misma y, por tanto, beneficiosa para el conjunto de la sociedad. Censurar a Jiménez Losantos constituye una defensa del derecho de información, una apuesta por la concordia y al reconciliación nacional.

La izquierda, en definitiva, contruye mentiras autojustificativas que no intenta validar en una discusión racional. La validez o invalidez de sus proposiciones es irrelevante porque proceden de la voluntad del pueblo. Pero para que tales proposiciones permanezcan y se expandan es necesario acallar a los que piensan distinto.

El espacio radioeléctrico público es una ficción. La necesidad de coacción estatal la vestimenta del emperador desnudo. La izquierda la comparsa de la mentira totalizadora. Si no puedes convencerlos, destrúyelos.

Comentarios

 
Llámame inocente, pero yo siempre digo que Manu (y los de "su palo") no son representativos de la izquierda.

Lo de Jimenez Losantos no creo prospere, eso sí, el mismo hecho de intentarlo ya es preocupante. En realidad de lo que se trata de callar a todos aquellos que dicen lo que no quieren oir, no vaya a ser que tengan rarzón. Es una actitud meramente infantil y de inseguridad, como chillar cunado discutes. Si estás seguro de lo que dices y sabes que tienes razón no te importa que Pio Moa o Jimenez Losantos puedan decir cualquier barbaridad...

[modo cinismo on] "Las ansias de dirigirlo y de controlarlo todo"--> pero como es con la intención de hacerlo todo más bonito no importa, no seas mal pensante [modo cinismo off] :P

Un saludo.
Enviado por el día 29 de Mayo de 2005 a las 21:14 (1)
Al 90% de la gente ese tipo de cosas se las refanfinfla.
La mayor parte de la izquierda se conforma con votar cada 4 años, eso ya les basta para tener la conciencia tranquila y sentirse especialmente buenos y solidarios.
Enviado por el día 29 de Mayo de 2005 a las 23:06 (2)
¿cotemplenando?
Enviado por el día 30 de Mayo de 2005 a las 00:24 (3)
Ah, nada de silenciar a los díscolos. Se puede disentir sin caer en las injurias y las calumnias.
Enviado por el día 30 de Mayo de 2005 a las 00:26 (4)

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