liberalismo.org
Portada » Bitácoras » Todo un hombre de Estado » Dinero abierto, ¿una alternativa?

26 de Julio de 2005

« La mentalidad anticapitalista, también en el agua | Principal | Los mares se degradan: privaticémoslos »

Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Dinero abierto, ¿una alternativa?


Gracías a Mao llego a este post de Pablo Soto que, a su vez, nos remite a un curioso manifiesto sobre el dinero abierto.

Lo cierto es que el manifiesto empieza bien pues constata que los problemas del dinero actual se sitúan en su emisión a través del Banco Central. Sin embargo, también en esa primera frase encontramos una afirmación inquietante: el dinero es escaso.

Es importante tener presente que el dinero, como cualquier otro bien económico, es escaso. La diferencia es que, al contrario que los otros bienes económicos, un incremento de la oferta de dinero no hace a la sociedad más rica (a no ser que estemos ante un dinero-mercancía como el oro, donde un incremento de su oferta permite destinarlo hacia usos no monetarios de los que sí se deriva utilidad), en otras palabras, si hoy doblamos la cantidad de automóviles, nuestro bienestar mejora; si hoy doblamos la cantidad de dinero en circulación, sólo obtenemos una masiva redistribución de la riqueza vía inflación.

No hay algo así como una "cantidad insuficiente de dinero" que, como dice el manifiesto, prive a la comunidad de su medio de intercambio. Cualquier cantidad de dinero es suficiente para financiar todas las operaciones; cuando los bienes son escasos, simplemente incrementan su valor. Cuanto más aumente la cantidad de bienes y servicios en relación con el dinero, mayor valor tendrá el dinero en relación con los bienes y servicios. En otras palabras, habrá que ofrecer mayor cantidad de bienes y servicios por una misma cantidad de dinero o, lo que resulta equivalente, habrá que ofrecer menor cantidad de dinero por una misma cantidad de bienes y servicios (esto es, los precios caerán)

Y todo ello ocurriría aún cuando el valor que atribuimos al dinero se mantenga estable; no es necesario que el valor absoluto del dinero incremente, basta con que disminuya (por la ley de la utilidad marginal decreciente) el valor absoluto de los bienes y servicios. Con esto quiero señalar que es posible, incluso, que el valor de un tipo de dinero caiga (por ejemplo, porque su emisor pierde credibilidad), pero que aún así los precios bajen. No hay ligazón mecanicista, como establece la teoría cuantitativa del dinero, entre el valor del dinero y el valor de los bienes y servicios.

Otra cuestión, de distinta naturaleza, es que una cantidad dada de dinero (por ejemplo oro) lleve aparejadas dificultades para financiar operaciones menores (comprar un paquete de chicles) dado el alto coste de su divisibilidad (que podría superar el coste de la transacción en sí). En estos casos, lo lógico es que aparezca otro tipo de dinero para las operaciones menores, como fue el caso de la plata. Sin embargo, los avances tecnológicos permitieron ya a finales del s.XIX reducir los costes de la divisibilidad del oro hasta hacerlos despreacibles (volviendo, por tanto, a un único tipo de dinero en la economía). En cualquier caso, debe quedar claro que cualquier cantidad de dinero es suficiente y óptima para la economía (una vez más, dejando aparte los usos no monetarios que pueda tener el dinero)

A partir de este punto el manifiesto empieza a desbarrar peligrosamente. Así, afirma que debido a su escasez nos tenemos que pelear por el dinero para sobrevivir, estamos forzados a competir por él, a menudo con malas artes.

Si por malas artes entendemos servir al poseedor del dinero para obtenerlo, no quiero imaginar qué modelo social proponen los redactores del manifiesto. En una economía donde está presente el dinero, su poseedor tiene una ventaja enorme sobre el resto de las personas: tiene liquidez. La liquidez es la cualidad que define al dinero, esto es, la facilidad para desprenderse del mismo sin que se produzcan pérdidas de valor. En las economías capitalistas esto se ilustra perfectamente a través de la sumisión del empresario al consumidor: el consumidor posee el dinero, la liquidez, y el empresario tiene que convecerlo para que se la intercambie por sus productos.

En otras palabras, la competencia empresarial por el dinero (que podemos entender como una competencia entre los empresarios por devenir consumidores) es el fundamento último de la sobernía del consumidor. Normalmente, decimos que en la economía el consumidor es soberano, pero es soberano porque tiene dinero, porque tiene un bien líquido.

Aparte, todo bien económico está sujeto a una competencia de usos. Lo que distingue en definitiva al socialismo del capitalismo es que la propiedad privada permite a los empresarios dirigir los recursos hacia los fines más valorados. Cuando aumenta un precio es porque un empresario ha descubierto un uso que, al menos ex ante, resulta más valioso que el uso marginal que se le estaba dando hacia ese momento.

No tiene sentido, pues, criticar la competencia dineraria pues siempre habrá fines competitivos sobre recursos escasos. La abundancia de dinero no cambiaría esta realidad, simplemente terminaría con la condición de bien del dinero y, por tanto, con su liquidez.

El siguiente argumento es, cuando menos, infantil: algunas personas tienen poco o nada [de dinero] para sobrevivir -otra gente tiene grandes cantidades. Relacionar el dinero con la supervivencia es peligroso. El dinero es un bien con una amplia liquidez. Pero como hemos dicho, el hambre en el mundo no proviene de la escasez de dinero, sino de la escasez de bienes. Se objetará que si los africanos tuvieran más dinero (por ejemplo más dolares) conseguirían adquirir más comida. Esto es cierto; pero la escasez de dinero de los africanos no se debe a la insuficiente existencia de dólares, sino a que los africanos no tienen nada que ofrecer a cambio de los dólares.

La solución, por tanto, no pasa por imprimir MÁS dólares y entregárselos a los africanos; sería mucho más sencillo provocar una redistribución de la renta a través de los impuestos. Imprimir más billetes y entregárselos a los africanos significa crear títulos no respaldados o menos respaldados que los anteriores; la calidad del dinero entregado disminuye y, por tanto, aumentan los precios. Se producirá una mengua del poder adquisitivo de todos los tenedores de esa moneda. Aparte, dado que esos dólares adicionales de peor calidad se emplearán en gastos corrientes, una vez hayan sido gastados, los africanos seguirán igual de pobres que antes o incluso más (como consecuencia del incremento de los precios y de la erosión de sus propios ahorros).

El dinero sólo se adquiere de manera continuada si eres productivo y tienes algo que ofrecer a cambio del dinero; imprimir dinero de una vez sólo genera inflación. Por tanto, la solución de la pobreza a través de la creación de billetes, supone una continuada inflación que acabaría con la naturaleza del dinero.

Luego plantean una serie de preguntas acerca del dinero que gratamente contestaremos:

¿Cuál es la cantidad correcta de dinero en la economía? En realidad ya lo hemos contestado. Cualquier cantidad de dinero es adecuada y óptima para la economía. El problema de esta pregunta es que confunde los términos: lo importante del dinero no es su cantidad, sino su calidad (si bien la cantidad puede determinar la calidad, por ejemplo a través de la emisión de nuevos billetes no respaldados por nada). Lo importante es que su emisor sea solvente y cumpla con sus obligaciones contractuales; que se crea en la estabilidad de su valor o se prevea su curso anunciado.

¿Dónde está? ¿Quién lo tiene y quién no? ¿Es allí donde se necesita? Estas preguntas resumen perfectamente la fatal arrogancia socialista. Las dos primeras preguntas son absolutamente irrelevantes excepto para un gobierno inquisitorial (el dinero siempre está en los saldos de las personas). La última ya la hemos respondido: el dinero se emplea en los mejores usos. Se gasta en aquello que cada individuo cree de mayor utilidad.

Por último se apunta a los supuestos costes de creación y seguridad del dinero. Efectivamente, el dinero es un bien económico valioso y, por tanto, tiene que ser protegido del crimen. Un dinero cuyo robo no reporte ningún beneficio al ladrón, simplemente no es dinero (pues su valor es nulo)

Todo esto lleva a los impulsores del manifiesto a dar una definición de dinero sobre la que construirán su propuesta: El dinero es información, una manera de medir aquello que comerciamos, no tiene valor en sí mismo. Y lo podemos hacer nosotros mismos, un complemento al dinero convencional. Sólo hay que diseñarlo.

El dinero no es información, sino una cualidad de los bienes, en concreto, la cualidad de la liquidez. La gente emprende operaciones para adquirir dinero y no otros bienes; y se adquiere dinero precisamente por su liquidez, por la certeza de que será fácil desprenderse de él sin que haya perdido valor a cambio de los bienes deseados: es decir, por conservar su valor inter- territorial y temporalmente. No adquirimos dinero una vez hemos planificado el uso que queremos hacer de él; no es esa la información que requerimos.

Pero, en todo caso, la propuesta de esta gente no deja de resultarme graciosa. No es que critique que quieran emprenderlo (ojalá rompieran el monopolio monetario), sino que está absolutamente abocada al fracaso.

Señalan que el "dinero abierto" es virtual, personal y gratis; más adelante señalan que además es ilimitado. De manera que cualquier individuo o comunidad podría crearlo libremente. Sin embargo, matizan que la viabilidad de ese dinero descansará en la credibilidad y el respeto del sujeto. La virtud proverbial de este tipo de dinero, argumentan, sería que no estás sometido a nadie, ya que tienes tu propio dinero.

Este tipo de argumentación demuestra que no se conoce nada acerca del dinero. Primero, un dinero ilimitado no es dinero; lo ilimitado no resulta economizable, lo ilimitado no es un bien económico (como el aire), mientras que el dinero es, o está respaldado, por bienes económicos. En otras palabras, dado que estamos tratando con dinero no mercancía, ese dinero ilimitado debería estar respaldado con bienes económicos (para que adquiriera la necesaria credibilidad), pero no puede respaldarse lo ilimitado con lo limitado.

Por poner un ejemplo; si yo lanzo en circulación 100 unidades de "dinero Rallo" y las respaldo a través de mi pobre patrimonio, esas 100 unidades podrían circular en tanto la gente creyera que puede sustituirlas por una centeava parte de mi patrimonio. Como hemos dicho, la solidez de un tipo de dinero depende de su calidad y, en este caso, de mi credibilidad. Y la credibilidad puede perderse de varias maneras: a) si una vez puesto el "dinero Rallo" en circulación, aseguro que deja de estar respaldado por mi patrimonio (o este se reduce de manera considerable), "el dinero Rallo" sufrirá una rápida pérdida de valor, b) si imprimo 100 nuevas unidades de "dinero Rallo" sin que mi patrimonio haya aumentado proporcionalmente, el dinero también perderá valor, pues su respaldo ha disminuido.

Quedémonos con el caso b). ¿Qué ocurriría si en lugar de imprimir 100 nuevas unidades de "dinero Rallo" afirmo que la cantidad de dinero es infinita? Las unidades monetarias dejarían de representar porción alguna de mi patrimonio, no estarian respaldadas por nada. El dinero perdería su calidad y dejaría de ser dinero.

En consecuencia, por muy creíble que sea un emisor de dinero, si éste es ilimitado, perderá su calidad rápidamente y la gente dejará de considarlo dinero. Y es que -y este es un segundo factor- el dinero es un medio social de intercambio. La pretensión de que cada individuo imprima su propio dinero es simplemente ridícula (no confundir con la pretensión de que cada individuo PUEDA ofrecer su dinero); aun cuando fuera un dinero limitado a las necesidades de cada persona, ¿por qué debería el individuo A aceptar el dinero del individuo B si el individuo A tiene su propio dinero? Necesariamente se produciría un espontáneo proceso de selección entre los dineros de más calidad (calidad que a su vez se vería reforzada por la cualidad de la liquidez cuando se generalizara su uso)

Pero además querer romper la sumisión del individuo a la liquidez significa querer cargarse la soberanía del consumidor. Si un empresario no queda sometido a las necesidades del consumidor EN VIRTUD de que éste tiene dinero, la sociedad necesariamente degeneraría en individuos autosuficientes (o en la gran mayoría de los casos de individuos "insuficientes" que morirían por inanición). La atomización del dinero significa la ruptura de una institución social esencial que, a su vez, provocaría la ruptura del mercado.

Finalmente, los manifestantes resumen las virtudes de su dinero en tres: a) el dinero tradicional es escaso, el suyo suficiente. b) El dinero tradicional es creado por los Bancos Centrales, el dinero abierto por los individuos. c) El dinero tradicional se mueve entre distintas comunidades, de manera caótica y dañina, mientras que el dinero abierto circula dentro de las comunidades.

Sobre a) ya hemos comentado suficiente. Toda cantidad de dinero es suficiente. Sobre b) no puedo más que mostrar mis simpatías; el dinero no debe ser monopolizado por los Bancos Centrales, sino que los individuos deben poder proponerlo al mercado. La letra c) es la que rompe toda su propuesta. El dinero no fluye de manera caótica (tal afirmación recuerda a la acusación marxista de que el sistema capitalista es un sistema de producción anárquico), sino que se dirige a satisfacer las necesidades más importantes; de hecho, lo importante del dinero es su trascendencia social. Sin embargo, la propuesta de que el dinero se restrinja a ciertas comunidades puede ser válido en el caso de comunas, pero cuando la comuna decida romper su autarquía, resultará desastroso.

Lo cierto es que toda propuesta privada de dinero tiene que pasar por una oferta de dinero para la sociedad, abierto al mayor número de personas posibles. Si la comuna A genera un tipo de dinero intracomunal, cuando ese dinero intente trasladarse al exterior será sistemáticamente rechazado, pues su uso quedaría restringido a intercambios comerciales con la comuna A. No sería líquido y, aparte, es dudoso que sirviera para conservar intertemporalmente el valor.

Por tanto, estamos ante una propuesta interesante en la forma, pero catastrófica en el fondo.

Comentarios

 
Me parece curioso ya sólamente que alguien crea que puede crear dinero como quien hace albóndigas. Gran falsación Rallo, para no variar. Un abrazo.
Enviado por el día 26 de Julio de 2005 a las 19:01 (1)
¿Y si en lugar de emitir dinero, como tal, emites Rallo-bonos a plazo? ¿No fue David Bowie quien hizo algo así para financiar un disco? Creo que la emisión de bonos sí sería algo más practicable que el dinero. De todas maneras, bien en forma de bonos o de dinero, a nadie puedes obligar a aceptar tu emisión, con lo cual la soberanía del consumidor permanece.
Enviado por el día 26 de Julio de 2005 a las 21:21 (2)
Bueno, emitir dinero-Rallo no puedo, atendiendo al curso legal y la Ley de Gresham (que expulsaría mi dinero inmediatamente si fuera bueno y no llegaría a generalizarse si fuera peor). Los bonos es una opción a la que recurren muchos empresarios, aún individuales.

La soberanía del consumidor permanece si dispone de un bien más líquido que deseo, ese es su presupuesto. Es decir, si pueden ofrecerme a cambio de mis bonos algo que yo deseo más (dinero).
Enviado por el día 26 de Julio de 2005 a las 21:28 (3)
Hay que reconocer que el tema de la producción del dinero privado es un tema "controvertido" para los liberales, al igual que el patrón oro. Para que quede un poco claro habría que tener en cuenta que los Estados y sus Gobiernos producen SU dinero cuando les viene en gana sin pedir permiso a nadie. Dicen que es un tema "muy complejo " para los " electores" ¿ Es verdad? ¿ Es tan complejo el tema? ¿ O es que quieren tener el monopolio de mercancia tan " mágica"?
Enviado por el día 26 de Julio de 2005 a las 21:38 (4)
En cuestiones monetaristas estoy muy verde, pero leyéndote Rallo seguro que me convalida algún que otro crédito. Excelente como siempre.
Enviado por el día 27 de Julio de 2005 a las 02:04 (5)
Como dije antes, estoy flojo en estas cuestiones (¿y en cuáles no?) así que no acabo de ver cúal es el negocio de los emisores de moneda.
Enviado por el día 28 de Julio de 2005 a las 01:51 (6)
Obtendrían beneficios cargando un premium en la emisión o por comisiones varias de conservación.
Enviado por el día 28 de Julio de 2005 a las 13:36 (7)
Ya había pensado en eso pero dado que el emisor que ofreciera una moneda de más calidad sería el más demandado (lógico) y tú has definido esta calidad como por ejemplo la estabilidad no emitiendo más moneda; por tanto, el único premium que mencionas sería el inicial.
Enviado por el día 29 de Julio de 2005 a las 02:05 (8)

No se admiten ya más comentarios.