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20 de Mayo de 2006

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Capital y trabajo


La superchería marxista suele divinizar los medios de producción. Desde su estrecha perspectiva, cualquier medio de producción es valioso y productivo. Esto, sin embargo, esconde una enorme ignoracia económica que vamos a desgranar a continuación.

¿Qué es el capital?

La forma originaria de todo capital es un depósito de bienes de consumo (fondo de subsistencia), gracias al cual puedo sobrevivir sin necesidad de producir durante ese tiempo. Por ejemplo, si yo como una manzana al día y tengo cien manzanas, puedo evitarme recoger manzanas durante cien días y dedicarme a plantar pomerales.

Cuando surge el dinero, ese fondo de subsistencia puede ser enajenado en el mercado a un precio monetario, lo cual me permite adquirir los bienes que necesito. Así, por ejemplo, si yo tengo 100 televisores en depósito y sé que los puedo vender a 100 euros cada uno, tengo un capital de 10000 euros. Con ese capital monetario puedo dirigirme al mercado y comprar las manzanas que quiero para comer. De ahí que muchas veces se considere el capital cómo la valoración monetaria del fondo de subsistencia.

¿Qué es la liquidez del capital?

Podemos definir liquidez como la cualidad de un bien por la que no pierde valor cuando se incrementa su cantidad. Sabemos por la ley de la utilidad marginal decreciente, que una unidad adicional de un bien nos proporciona una utilidad menor que el anterior. Pues bien, la liquidez implica que esa disminución de valor es reducida o prácticamente despreciable. El dinero es un bien muy líquido, ya que si por ejemplo quiero comprar dos coches valorados a 10000 euros cada uno, puedo comprarlos por 20000 euros, esto es, no tengo la necesidad de pagar más por el segundo coche.

Quizá a alguien le sorprenda este matiz obvio, pero veámoslo desde otra perspectiva. Si en lugar de 10000 euros un coche valiera 1000 manzanas, es muy posible que al vendedor de coches no le interesa vender el segundo coche también por 1000 manzanas. La razón es que con la transacción él pierde un coche (con lo cual la utilidad del coche que queda se incrementa) y obtiene 1000 manzanas (de modo que la utilidad de 1000 manzanas más sería mucho menor). Si el comprador quisiera seguir pagando con manzanas, probablemente el vendedor de coches le exigiera 2000 o 3000 manzanas para compensar el menor valor que atribuye a cada una.

En otras palabras, cuando aumentamos el número de manzanas en el intercambio, el valor de la manzana marginal se desploma, en cambio cuando intercambiamos con dinero, el valor del euro marginal sigue siendo idéntico al del primer euro.

El capital será líquido cuando podamos desprendernos de él rápidamente sin perder valor. El bien más líquido es el dinero; los créditos a corto plazo también son muy líquidos, ya que suponen la entrada de dinero en un breve período de tiempo. Las mercancías suelen ser bastante líquidas, aunque mucho menos que el dinero o los créditos. Cuando queremos liquidar un almacén (atención al término "liquidar"), los vendedores suelen tener que hacer rebajas para dar salida a todo el stock.

¿Qué es un bien de capital?

En ocasiones el capital puede inmovilizarse en forma de activos muy poco líquidos, es decir, de activos que pierden mucho valor al enajenarse. Los bienes de capital siguen siendo capital porque detrás de ellos se encuentra el fondo de subsistencia. Por ejemplo, si quiero producir una máquina para la que necesito medio año de trabajo, tengo que acumular bienes con los que subsistir durante medio año. En otro caso no podré dedicarme a producir la máquina.

Una vez fabricada la máquina comenzará a producir. En este caso tengo dos opciones: o desinmovilizar el capital o volverlo a inmovilizar. Lo primero lo conseguimos simplemente dejando que la máquina se vaya depreciando al tiempo que consumimos por entero su producción. Lo segundo es un poco más complejo: hemos de aparta un porcentaje de la producción de la máquina para acumular un fondo de subsistencia de 6 meses que me permita volver a construir la máquina una vez se haya depreciado por completo. Ese porcentaje se conoce comúnmente como "cuota de amortización".

El capital, por tanto, no está inmovilizado eternamente, sino que va depreciándose. Esto significa que el capitalista deberá tomar decisiones sobre dónde reinvertir o reinmovilizar el capital.

El valor del bien de capital

El valor de todo bien de capital se obtiene como el el valor presente del flujo futuro de servicios que ese bien de capital prestará. Por ejemplo, si yo sé que una máquina producirá un coche cada año, el valor de esa máquina será la suma de los precios a los que puedo vender cada coche, descontado cada uno por el tipo de interés pertinente. En otras palabras, el valor del bien de capital procede de la capitalización de sus rentas.

Esto significa que las decisiones de inmovilización se complican. Imaginemos que tenemos un capital monetario e invertimos en un bien de capital cuyo coste de fabricación es de 1000 € y su valor presente 2000 €. Sin embargo, una vez inmovilizado el capital el precio de los productos que fabrica la máquina cae a una tercera parte, de modo que el valor presente en términos monetarios del bien de capital es de 667 €. Dado que es poco líquido y no puede utilizarse en las transacciones comerciales, el inversor habrá sufrido un "consumo de capital". Invirtiendo 1000 € al final sólo obtiene 667.

La inmovilización, por consiguiente, implica riesgos importantes. Cuando inmovilizo una gran cantidad de capital para recuperar la inversión en 20 años, tengo que prever los precios de mercado a 20 años vista. La razón es simple de comprender: imaginemos que en 1980 un individuo realiza una tremenda inversión (o inmovilización de capital) para construir un artilugio que le permitiera al cabo de 10 años vender máquinas de escribir 30 euros, lo que le permitiría recuperar la inversión en otros diez años. Es evidente que un proyecto tan ambicioso habría estado abocado al fracaso, ya que la introducción del ordenador impediría que ese inversor cumpliera con sus expectativas de ventas. Su inmovilización de capital, pues, sería ruinosa.

La estructura de capital

Hasta ahora hemos hablado de los bienes de capital como elementos aislados. Sin embargo, los bienes de capital están poderosamente interrelacionados; la producción de unos son los bienes intermedios de otros que, a su vez, fabricarán los bienes intermedios de otros. Si decimos que el valor del bien de capital A depende del valor presente de sus ventas, si esas ventas se realizan a otro empresario que produce con ellas otro bien de capital B, ese segundo empresario estará dispuesto a pagar por esas ventas un precio inferior al del valor presente de su bien de capital B, que a su vez dependerá del valor presente de sus ventas.

Pongamos el ejemplo de una producción simple: un empresario Z se decida a vender un bien de consumo j, fabricado mediante una máquina A. Esa máquina A la fabrica otro empresario Y a través de una máquina B. Por último, la máquina B la fabrica otro empresario X de manera artesanal. El empresario Z valora la máquina A como el valor presente de sus ventas del bien de consumo j. Por tanto, estará dispuesto a comprar máquinas A a un precio inferior a ese valor presente de sus ventas (ese menor valor vendrá generalmente determindo por el tipo de interés). El empresario Y valorará sus máquinas B de acuerdo con el valor presente de sus ventas, esto es, con la demanda que haga el empresario Z de máquinas A, de modo que estará dispuesto a pagar al empresario X un precio inferior al que espera obtener de la venta de máquinas A.

Hemos descrito la valoración de los bienes de capital encadenados en una estructura. Supongamos ahora que el empresario Y realiza una inversión a recuperar en 5 años que le permitirá producir por sí mismo las máquinas B a un coste inferior al de adquirirlas al empresario X, de modo que sus márgenes de beneficio se incrementarán y la operación comenzará a ser rentable a partir del quinto año.

La operación realizada por el empresario Y es rentable de acuerdo con dos parámetros: el precio de las máquinas A y el tipo de interés. Si el precio de las máquinas A se reduce (por ejemplo, porque la demanda del bien j cae), el valor de las máquinas B también caerá y por tanto sería incapaz de recuperar la inversión realizada para producirlas de manera autónoma. Si el tipo de interés aumenta, el valor de las máquinas disminuye, ya que hemos dicho que su valor se establece según el precio descontado al tipo de interés.

Un ejemplo numérico

Podemos ilustrar el caso anterior con el siguiente ejemplo numérico. Voy a redondear las cifras para mayor claridad.

El tipo de interés en el mercado es del 10%. El empresario Z tiene 100 máquinas A. Cada máquina A produce unas ventas de 1000 euros anuales y tienen una vida útil de 10 años. Esto significa que el valor presente de cada máquina rondará los 6000 euros. Para calcular el valor presente de la máquina simplemente hemos descontado el interés a las ventas de cada máquina. Así:

Valor Máquina A=1000/1,1 + 1000/1,1^2 + 1000/1,1^3 +...+ 1000/1,1^10. El valor presente puede obtenerse de una forma más rápida a partir de la fórmula del valor presente de una anualidad que tenéis aquí.

El empresario B vende diez máquinas A cada año, y para producirlas utiliza 5 máquinas B, es decir, cada máquina B produce 2 máquinas A. La vida útil de cada máquina B es de 5 años. El precio de venta de cada máquina A es 5500, que surge de descontar el interés al valor presente de las máquinas (si el empresario Z no obtuviera ese interés se dedicaría a producir otros bienes). Por tanto, el valor presente de cada máquina B es 40000 €.

Por último tenemos el artesano, que vende una máquina B cada año. El precio de venta será, de nuevo, el valor presente de la máquina B descontado por el interés, esto es, 35000 €.

Hemos dicho que el empresario Y realiza una inversión para producir él mismo las máquinas B. Supongamos que el desembolso es de 75000 euros, lo que le permite producir máquinas B a 15000 € cada una. Esto significa que se ahorra cada año 20000 €. Si calculamos el valor presente de 20000 euros anuales durante 5 años veremos que es aproximadamente 75000, lo que significa que en 5 años recupera la inversión.

Sin embargo, imaginemos después de inmovilizar el capital el precio de las máquinas A cae, de modo que los ingresos por ventas de cada máquina A se reducen a 500 al año. En este caso, el valor presente de las máquinas A cae a 3000 y el valor presente de la máquina B cae a 20000. Por ello, los beneficios de la inversión se reducen a 5000 euros anuales, lo cual significa que nunca recuperará el desembolso inicial de 75000, ya que el valor presente de una perpetuidad es 5000/0,1=50000. El empresario Y habrá consumido parte de su capital.

Supongamos ahora que, en lugar de una variación del precio del bien de consumo j, el tipo de interés sube al 15%. En este caso, el Valor preente de las máquinas A cae a 5000 y el de las máquinas B a 33000. El margen de la inversión se reduce a 13000 euros anuales, de modo que la inversión no se recuperará hasta dentro de 15 años (frente a los 5 inicialmente previstos).

Esto significa que la estructura de capital gana peso en sus etapas más cercanas al consumo y lo pierde en las alejadas, donde el valor presente de los activos disminuye enormemente.

Volvamos unos pasos atrás. Hemos dicho que el valor presente de una máquina B (antes de introducir inversiones adicionales y modificar precios y tipos de interés) era de 40000 € y que el artesano la vendía por 35000. Si el precio del bien A caía a la mitad el valor presente de la máquina B pasaba a ser 20000 €, y si el tipo de interés sube al 15% su valor presente pasaba a ser 33000 €. En ambos casos, el artesano tendría que haber reducido su precio de venta.

Supongamos que de los 35000, 30000 € formaban parte del beneficio que obtenía el artesano. En ese caso, le bastaba con reducir el precio a 15000, de modo que su margen caía de 30000 euros anuales a 10000. Esto, sin embargo, tiene el problema de que quizá en una industria distinta estén dispuestos a contratar a ese artesano a cambio de un salario de 15000 € anuales, de manera que la producción de máquinas B se interrumpiría.

También cabe que los márgenes de beneficio del artesano fueran muy estrechos, de manera que 30000 fuera el coste de las materias primas necesarias para producir la máquina B. En este caso, si no consigue reducir el precio que paga por las materias primas (por tener otros usos prioritarios), la producción de máquinas B también llegará a su fin.

Por tanto, una reducción del precio o un aumento del tipo de interés obliga a reducir los plazos de producción de los bienes de consumo, modificando la estructura de capital.

El capital heterogéneo

Los bienes de capital son, como hemos visto, una inmovilización de capital. Su iliquidez procede precisamente de la heterogeneidad. Si los bienes de capital fueran homogéneos serían casi tan líquidos como el dinero: podrían emplearse en cualquier proceso productivo, de modo que podrían trasladarse sin ningún tipo de inconveniente de una empresa a otra. El hecho de que sean heterogéneos significa que que el capital se inmoviliza en bienes de capital que tienen una forma y una función muy concreta: los bienes de capital forman parte de una estructura destinada a obtener cierto tipo de productos. Si esos productos dejan de ser deseados por el mercado o bien existe una mayor urgencia por obtener los bienes, esa estructura de capital se vuelve inservible, como hemos visto en el apartado anterior.

Ciertos bienes de capital deben serán desmantelados y otros serán simplemente abandonados. Fuera de su estructura productiva, esos bienes de capital son prácticamente inútiles, ya que no sirven para producir nada. El valor presente de una producción nula es cero.

Si el propietario de esos medios de producción tiene suerte, los bienes de capital serán parcialmente aprovechables en otra empresa, de modo que sí tendrán un cierto valor presente, que de nuevo, se calculará como actualizando el valor del flujo futuro de productos. Sin embargo, su precio de venta será mucho menor al de ese valor actualizado, ya que es muy posible que el comprador tenga que reconvertirlos parcialmente para reaprovecharlos o, en todo caso, que tenga alternativas productivas más baratas a comprar máquinas y artilugios de segunda mano.

Los salarios

Los bienes de capital necesitan en muchos casos ser accionados para funcionar y, en todo caso, la producción de nuevos bienes de capital sólo es posible a través de la unión del trabajo con las materias primas. El empresario podrá pagar a los trabajadores de acuerdo con los ingresos esperados.

Esos ingresos se dividirán en varias partidas: a) la primera irá a parar a quien le venda las materias primas o productor intermedios para producir, b) la segunda irá destinada a pagar a los trabajadores, c) la tercera irá a parar a las cuotas de amortización para conservar el capital, d) la cuarta será la retribución a los propietarios por su aportación de capital y e) la última tendrá forma de beneficios no repartidos.

Un incremento de los salarios provocará una disminución en cualquier de las otras partidas. Si se reduce la a), es posible que deba dejar de producir, ya que los proveedores se negarán a venderle nada. Si se reduce la c) la empresa terminará descapitalizándose. Si se reduce la d) a costa de la b) (otra cuestión sería reducirla a costa de la e) ), los propietarios del capital migrarán a otras empresas que proporcionen mayor rentabilidad. Si se reduce la e) la empresa estará hipotecando su competitividad futura, ya que no acometerá nuevas inversiones en capital ni emprenderá nuevos proyectos que generen valor.

Los salarios no son más que una partida de los ingresos generados, y en concreto, si omitimos a los proveedores, del valor añadido. La única forma de incrementar los salarios es aumentando ese valor añadido, y eso sólo puede lograrse encontrando partidas de negocio más provechosas para los inputs o incrementando la eficiencia de la empresa para las líneas de negocio presentes (de modo que se reduzcan los costes).

La pretensión marxista pasa por fusionar las partidas b) y d), de modo que los trabajadores obtengan además de sus salarios la retribución del capital.

El papel del trabajador

Después de delinear los fundamentos económicos de la estructura de capital, nos será más sencillo comprender los flagrantes errores en que caen los marxistas. Para el marxismo el trabajador es fuente de valor, ya que sin su trabajo no hay producción. De ahí que reclamen su nacionalización.

Ahora bien, acabamos de ver que la alusión a los "medios de producción" como una masa de capital homogéneo tiene muy poco sentido. La producción no se lleva a cabo por "capital" en general, sino por estructuras de capital muy concretas que van modificándose según las preferencias de los consumidores. El papel de los capitalistas, por tanto, no es pasivo; no se limitan a poseer un capital homogéneo por el cual perciben una renta, sino que, en realidad, construyen la estructura de capital que vuelve valioso al trabajo.

Tengamos presente que los bienes de capital son heterogéneos pero el trabajo, en buena medida, es homogéneo (por supuesto esto es una simplificación, ya que en el caso de los especialistas el trabajo también es muy heterogéneo). Esto significa que un trabajador es fácilmente sustituible por otro, pero un bien de capital no puede ser transformado inmediatamente en otro; de hecho es posible que nunca pueda desinmovilizarse sin pérdidas.

El trabajo es una masa amorfa que los empresarios y los capitalistas guían hacia la creación de valor a través de estructuras de capital adecuadas. Pedir la nacionalización de "los medios de producción" como si el capital fuera una masa inmutable que se regenera automáticamente, carece de todo rigor científico. Los bienes de capital se deprecian y desaparecen, deben ser reinmovilizados para que continúen generando valor. En muchos casos, esa reinmovilización provocará un consumo de capital y la ruina de su propietario; en otros seguirá creando mayor riqueza.

El papel del capitalista y del empresario es mucho más importante que el del trabajador, pues son ellos los que conceden auténtico sentido al trabajo, a la energía bruta; en ausencia de empresarios y capitalistas, tanto trabajo es producir chips de ordenadores como cavar agujeros y volver a llenarlos. La diferencia es el distinto valor que estas actividades tienen para los consumidores.

La plusvalía es del empresario

Esto significa que, en todo caso, el valor añadido (la famosa plusvalía) corresponde al empresario, pues es él quien ha encontrado las oportunidades de beneficio y ha destinado el capital y el trabajo en satisfacerlas. La creación de valor es fruto de su acción; lo importante no es la energía, sino la dirección de la energía.

El salario supone un descuento a ese beneficio empresarial originario. Como el empresario no puede acometer su idea por sí sólo, necesita la asistencia del trabajo, con los que comparte una porción de su beneficio empresarial. Pero fijémonos que ese beneficio es anterior al trabajo, en caso contrario no hay nada que compartir ni hacia qué dirigirse. Por tanto, el salario supone una menor plusvalía para el empresario; conclusión radicalmente distinta a la que alcanzó Marx, para quien un mayor trabajo suponía siempre una mayor plusvalía.

Capitalista y empresario

Para terminar con esta exposición conviene hacer una breve mención a la relación entre capitalistas y empresarios. El empresario es aquella persona que descrubre la oportunidad de ganancia, el capitalista es quien posee capital o bienes de capital adecuados para acometer esa idea. El empresario puede ser, o no, al mismo tiempo capitalista.

Si un empresario es capitalista, al descubrir la ganancia montará su propia empresa y rentabilizará su capital. Si un empresario no tiene capital, buscará a un capitalista que no sea o no quiera ser empresario e invertirá su capital. Pero en todo caso, fijémonos que los capitalistas deben tener un cierto papel empresarial, pues aunque no hayan descubierto la oportunidad de ganancia concreta en el mercado, sí han de saber reconocer qué empresarios les están haciendo las ofertas de inversión adecuadas.

Los capitalistas pasivos están condenados a desaparecer. Por un lado, los empresarios no capitalistas, gracias a sus grandes retribuciones (por ejemplo en forma de stock options) podrán adquirir sus acciones o participaciones. Por otro, los capitalistas activos también tratarán de comprárselos. Y, en definitiva, los capitalistas pasivos encadenarán una serie de malas inversiones que los descapitalizará.

Por tanto, en el capitalismo no es necesario poseer un capital inicial para enriquecerse. Basta con descubrir las oportunidades de ganancia adecuadas para atraer el capital y rentabilizarlo. A partir de ahí, los medios de producción serán adquiridos por quienes mejor sirvan a los consumidores. Hayan sido, o no, trabajadores.

Comentarios

 
Juan Ramón, perdona por ser tan obtuso, ¿A qué te refieres con descontado el tipo de interés?
Enviado por el día 20 de Mayo de 2006 a las 20:52 (1)
Pues lo que hago todo el rato: coges la renta futura y lo divides por 1 + el tipo de interés. Así obtienes el valor presente de una cantidad futura.
Enviado por el día 20 de Mayo de 2006 a las 20:53 (2)
Estupendo post
Enviado por el día 21 de Mayo de 2006 a las 03:06 (3)
Un buen artículo Rallo.

¿Qué libros recomendarías para abordar desde una prespectiva austriaca la estructura del capital?

Un saludo,

Hoyu

http://www.capitalismoliberal.foro.st
http://capitalismoliberal.blogia.com/
Enviado por el día 21 de Mayo de 2006 a las 13:50 (4)
Bueno, aparte del monumental Capital and Interest de Böhm-Bawerk, lo mejor sobre el tema lo tienes en: "Capital and Production" de Richard von Strigl.

Luego también puedes dirigirte al apartado sobre la estructura productiva del "Man, Economy and State" de Rothbard. Si quieres estudiar como la expansión crediticia afecta a esta estructura de capital, tienes el libro de Huerta de Soto "Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos".
Enviado por el día 21 de Mayo de 2006 a las 16:36 (5)
Gracias!
Enviado por el día 21 de Mayo de 2006 a las 18:14 (6)

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