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12 de Julio de 2006

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Respuesta a Ardegas sobre salarios y capital

Ardegas ha respondido a mi réplica, así que procedo a hacer lo mismo. Por partes.

Yo tampoco hablé de ética

Dice Ardegas que cuando describí su post como un intento de “demostrar las maldades del sistema capitalista asociadas al mercado de trabajo” estaba colocando el acento en las cuestiones éticas, algo que él no hizo.

En realidad, yo en ningún momento utilicé el término maldad como contrario a los principios éticos. Mi análisis es compleamente utilitarista. Ardegas patina aquí de mala manera, de hecho él mismo reconoce que más bien señalo que la acumulación de capital puede tener efectos negativos que están en contra de los intereses de los trabajadores asalariados.

Tus efectos negativos son mis maldades.

La remuneración del trabajador

Ardegas sostenía que en un supuesto donde sean los trabajadores los que compitan por unos puestos de trabajo “dados”, percibirán tan sólo el costo de oportunidad de emplearse. En realidad, en mi post ya le demostré que en cualquier caso (salvo cuando existan preferencias concretas por un trabajo determinado) el salario no coincidirá con el coste de oportunidad del trabajador. Ardegas matiza en este momento su idea: Tu confusión se debe a que creíste que por costo de oportunidad de emplearse yo me refería al costo de oportunidad de ingresar en el mercado laboral. Lo que yo tenía en mente era un modelo de equilibrio parcial en el que hay muchos puestos de trabajo en los que la competencia por los trabajadores no era la suficiente para permitirles a estos cobrar el valor de su producto marginal.

Matizas tu definición de costo de oportunidad de emplearse; me niegas que con ello quisieras decir el coste de oportunidad de ingresar en el mercado laboral. Y afirmas que, en realidad, estabas pensando en un modelo de equilibrio parcial con más trabajadores que puestos de trabajo. Todo esto me parece muy correcto, pero sigues sin indicar cuál es, en esta situación, el “coste de oportunidad de emplearse”. Yo te hablo de costes y tu me respondes aludiendo a los marcos teóricos en los que esos costes tienen lugar, pero no corriges cuál sería este coste.

En cualquier caso, es curioso como algunos términos keynesianos tan contradictorios como “equilibrio con desempleo” han llegado a popularizarse. Si hay trabajadores desempleados bastará con reducir su salario para que obtengan un trabajo; pero si tenemos que reducir los salarios, significará que están demasiado altos y, por tanto, por encima de su nivel de equilibrio.

Puedes decirme que si tenemos tres trabajadores y sólo dos puestos de trabajo, entonces no es posible que todos estén empleados. En realidad, aquí olvidas que cabe el autoempleo, es decir, la persecución de los propios fines sin recurrir a la división del trabajo. Las personas están continuamente empleadas cuando persiguen sus fines, es decir, tratan de proveerse con los medios necesarios para realizar sus objetivos.

Pero además, la existencia de ocupaciones laborales depende en buena medida de la exigencia del trabajador por un salario. Si el trabajador rebaja su salario lo suficiente, trabajos que antes no eran rentables, ahora pasan a serlo. Por supuesto, la rebaja de estas exigencias laboral dependerá en buena medida del punto anterior, esto es, del autoempleo por parte del trabajador. Cuando éste sea capaz de alcanzar por su propia habilidad mayores fines que los que puede conseguir a través de su salario, entonces renunciará al puesto de trabajo. Por el contrario, cuando el salario le permita dirigirse hacia fines más elevados a los que habría alcanzado por su propia acción, entonces será contratado.

En otras palabras, el trabajador rebajará sus exigencias laborales hasta el coste de oportunidad de emplearse (que vendrá condicionado por cuestiones como: la riqueza que puede obtener como autónomo, el tiempo libre, el no sometimiento a órdenes de un superior...) y, si existen puestos de trabajo con una productividad marginal superior a este coste, se le ofrecerán. En caso contrario, decidirá autoemplearse ya que así obtendrá una mayor remuneración. Sería ridículo decir que Warren Buffet está en el paro por el hecho de tener un coste de oportunidad tan elevado que no existan empleos suficientemente remunerativos.

En caso de contar con puestos de trabajo suficientemente remunerativos para todos los trabajadores, como ya demostré, ninguno de ellos percibirá el coste de oportunidad, sino un salario ubicado entre la mayor disposición al pago de entre todos los empresarios y el coste de oportunidad del siguiente trabajador. 

¿Quién mentó el equilibrio?

Mi frase de que “conforme el trabajo vaya especializándose y el trabajador se vuelva menos sustituible, su salario se irá aproximando a la producitividad marginal descontada”, ha suscitado la perplejidad de Ardegas: Lo que postulas es una tendencia al equilibrio. Yo creía que la teoría austríaca había descartado la búsqueda de estados de equilibrio y en su lugar pensaba en el mercado como un sistema dinámico. Y un sistema dinámico no tiene por qué alcanzar nunca un equilibrio.

Primero, con comentarios como este Ardegas demuestra que su único contacto con la Escuela Austriaca ha sido a través de Huerta de Soto. No digo que esto sea negativo, ni que no rechace como hace Huerta la noción de equilibrio. No obstante, difícilmente puede afirmarse que la teoría austriaca en su conjunto sea ajena al equilibrio. Mises y Rothbard lo utilizan en su economía del giro uniforme, Kirzner lo emplea para explicar la función del empresario como una tendencia hacia la corrección de los errores pasados, Hayek alude a él como una conciliación entre los planes y las expectativas de los agentes y Hülsmann lo reconstruye de una forma bastante interesante para introducir el análisis del error. Y así muchos más austriacos como Rizzo, O’Driscoll o Garrison.

En otras palabras, el único que rechaza, con razón, el enfoque equilibrador y que apuesta por una concepción dinámica es Huerta de Soto. Felicidades Ardegas por haber elegido un representante sólido de la Escuela Austriaca, pero evita pontificar y generalizar en lo sucesivo sobre lo que no has leído.

Segundo, dices que un sistema dinámico no tiene por qué alcanzar el equilibrio, algo que yo no he afirmado. Me limité a afirmar que: su salario se irá aproximando a la producitividad marginal descontada. Lo cual no significa que alcance ese equilibrio, entre otras cuestiones porque la productividad marginal descontada, merced a la función empresarial en torno a la estructura de capital, necesariamente variará a lo largo del tiempo.

Ardegas ofrece un ejemplo para intentar explicar su crítica: Justo cuando yo creía que que los psicólogos eran muy cotizados en el mercado, la innovación y los cambios de gustos hacen que la demanda se incline a favor de los administradores de empresas, frustando mi esfuerzo de preparación académica. Puede suceder que los altos salarios en una profesión produzcan una sobre-oferta de profesionales en un determinado campo, viéndose estos obligados a cobrar menos que el valor de su producto marginal. Y es que en el mundo real no existe información perfecta. Yo creía que el austrianismo había descartado ese supuesto. ¿O será, Rallo, que eres neoclásico cuando de conviene?

El problema es que Ardegas intenta demostrar que el equilibrio no existe y para ello utiliza un ejemplo que sigue asumiendo el equilibrio. Lo que tú describes no es un mercado de trabajo donde el equilibrio desaparezca, sino simplemente donde el equilibrio pasa de un punto a otro. El cambio en las demandas provoca un reajuste a la baja y al alza de los precios de mercado para el factor trabajo, lo que hace que unos tengas que cobrar más, otros menos y que otros deben reconvertirse.

Pero insisto, esto no es un ejemplo de inexistencia de equilibrio. Éste es un mal concepto por el simple hecho de que la acción tiene lugar en el tiempo y que las condiciones que podrían generar un equilibrio son obra de esta acción. Por tanto, no podemos encuadrar la acción humana en un margen que ella misma crea. Volviendo al mercado laboral; la remuneración máxima de un trabajador depende de su productividad marginal descontada. Esta productividad marginal descontada, sin embargo, depende de las decisiones empresarial sobre la organización productiva, en concreto, sobre la estructura de capital. Esa estructura de capital variará atendiendo a la visión empresarial de futuro, de modo que si restringe los pagos e incrementa esa estructura, será capaz de pagar unos mayores salarios en el futuro. No se puede asumir un estado final al que tienda la economía, porque ese estado final se modifica con las decisiones que permitirían alcanzarlo; puedes hablar de equilibrios si te sientes mejor, pero este será un equilibrio en continuo movimiento que no determina la acción humana sino que es determinado por ésta.

En definitiva, asienta mejor los conceptos de equilibrio y de Escuela Austriaca.

El modelo monopsónico

Ardegas tampoco está muy ducho con las teorías que él mismo defiende. En mi previa crítica le indiqué que la competencia entre trabajadores por unos empleos dados no implica una situación monopsónica como él indicaba, sino que esto se daba cuando los empresarios acuerdan reducir su demanda de mano de obra para lograr una reducción del salario que compense la reducción de los ingresos futuros derivados de la producción no creada. 

Ahora Ardegas me contesta que sí tiene que ver: Lo que se comparan son básicamente dos estructuras del mercado de trabajo: una en la que la curva de oferta de trabajo a la cual se enfrentan los empleadores es horizontal y otra en la que esta oferta de trabajo tiene una pendiente positiva. Es en esta última situación donde se da la explotación monopsonística. Este modelo no supone nada de lo que dices.  

Vamos a ver, todo monopsonio asume la existencia de un solo empleador o de una coalición de empleadores. Un monopsonio es la otra cara del monopolio; si éste implica un único oferente, aquél implica un único demandante. Simplemente no puedes hablar de monopsonio sin incluir una coalición de empleadores. 

Pero de hecho el monopsonio requiere, además, suponer la existencia de una oferta de trabajo con pendiente positiva y no horizontal. ¿La razón? Pues para entenderlo deberías comprender cómo funciona el modelo del monopsonio.

Si sólo tienes un único empresario con una oferta de trabajo con pendiente positiva, entonces un incremento del número de trabajadores contratados implicará necesariamente un mayor salario para todos los trabajadores. Como cada trabajador sólo contribuye de acuerdo con su productividad marginal y, en cambio, para beneficiarse de los incrementos de esa productividad marginal hay que incrementar el salario de todos los anteriores trabajadores, el coste marginal de un nuevo trabajador es una función creciente del nivel de ocupación. A más trabajadores contratados, mayor coste marginal de un nuevo trabajador. 

En este caso, el punto de corte entre el ingreso marginal y el coste marginal (que en condiciones de competencia perfecta determina la asignación eficiente) es ineficiente, ya que el empresario puede reducir el número de trabajadores contratados y obtener ingresos extraordinarios. ¿Cuándo sucederá esto? Cuando la reducción en el salario de todos y cada uno de los trabajadores contratados sea superior al ingreso marginal del trabajador despedido. 

Pues bien, si asumes que la curva de oferta de trabajo es horizontal, esto es, que puedes contratar a un nuevo trabajador siempre a un mismo precio, entonces no hay oportunidades de beneficio derivadas de la restricción del volumen de empleo, pues todos cobrarán, en cualquier caso, lo mismo. Aquí el corte del ingreso y del coste marginal si determina la asignación eficiente, dado que la curva de coste marginal coincide con la oferta de trabajo. 

Por tanto, sí, tienes que asumir la agrupación de empresarios para explicar la restricción que, ante una curva de trabajo con pendiente positiva, te permite obtener ingresos extraordinarios reduciendo los salarios.

El fondo de subsistencia 

Como decíamos, Ardegas no acaba de manejarse de manera correcta con los conceptos, de ahí que se extrañe (También planteas el resultado paradójico de que unos menores salarios implican unos mayores salarios) ante mi explicación de que una reducción de los salarios da paso a un incremento del fondo de subsistencia que permita aumentar la inversión y por tanto la productividad marginal futura de los trabajadores. Para entender esto debería adoptarse una visión dinámica de la economía que vaya más allá de la estática comparativa y del tiempo newtoniano, conceptos que Ardegas decía controlar (hasta el punto de criticarme por no utilizarlos en mis análisis) pero que ahora le parecen extravagantes. 

Para que la teoría de Ardegas tenga una mínima consistencia, necesita asumir que este incremento de la productividad se traducirá en una reducción de las necesidades de mano de obra en toda la economía y ello sólo es posible asumiendo que todas las necesidades del ser humano YA están satisfechas. En caso contrario, el incremento de la productividad podría dar lugar a una reducción de empleo que se dirigiría, gracias a la nueva riqueza creada por la mayor productividad, a satisfacer otras necesidades.

Ardegas sin embargo niega que parta de esa y me acusa a mí de fundamentar mi acusación en una serie de supuestos que paso a criticar:

1.      La demanda efectiva en el capitalismo refleja las necesidades de todos los seres humanos. No tomas en cuenta las necesidades de los económicamente marginados.

La demanda del capitalismo es un concepto vacuo. Existen demandas particulares de cada individuo que difícilmente pueden agregarse. El empresario satisface las necesidades de aquellas personas que relativamente más pueden ofrecerle a cambio. La demanda efectiva no es más que eso, una demanda respaldada por el ofrecimiento de un intercambio.

Aquel que ha producido mucho –y lo haya producido par satisfacer las necesidades ajenas- será capaz de ofrecer mucho y, por tanto, de adquirir mucho.  

Los necesitados y marginados también son capaces de producir y, por tanto, sus necesidades se tendrán en cuenta. Si no se tuvieran, bastaría con que alguno de ellos las percibiera y se dedicara a satisfacerlas a través de su trabajo para que incurriera en una serie de intercambios mutuamente beneficiosos que lo enriquecieran.

2.      No existe un período de incertidumbre y precariedad provocado por el desempleo en los trabajadores. Todos los que perdieron su empleo encontrarán otro, si es que lo buscan.

Sí existe incertidumbre y precariedad, pero ello no modifica ni una coma de mis argumentos. De hecho, esa incertidumbre probablemente se tratará de combatir a través de la consolidación de una riqueza que le permita generar renta en tiempos de desempleo. Y en todo caso, aun cuando se recurra al atesoramiento previo para luchar contra el eventual período desempleo futuro, la restricción del consumo reducirá los precios de los bienes de consumo lo que, en la práctica, incrementará los salarios reales del resto de trabajadores, lo que perfectamente puede traducirse en un mayor ahorro por su parte o en un incremento del consumo que o se dirigirá a remunerar las industrias existentes o la de otras nuevas e incipientes industrias (lo que significará una recolocación de la mano de obra). 

3.      Esto se debe a que habrá nuevos proyectos que serán rápidamente formulados e implementados.

Tampoco es necesario asumir esto. Si se produce un incremento de la productividad sin que los nuevos proyectos aparezcan –esto es, sin que aumente la producción en otras industrias o sin que aparezcan otras nuevas- lo que ocurrirá será que o bien ese incremento de la productividad se destinará a ahorrar o a consumir.

Si se destina a ahorrar, tendrá lugar una reducción del tipo de interés que incrementará la riqueza de los propietarios de los bienes de capital, ante el menor tipo de descuento. Esto dará lugar a un incremento del fondo de subsistencia (ya que podrá utilizarse durante más tiempo) y, por tanto, permitirá o incrementar las inversiones, o pagar unos mayores salarios o contratar a más trabajadores. En el primer caso, las nuevas inversiones absorberán la mano de obra que había sido despedida; en el segundo, los trabajadores confrontarán este mismo caso (si ahorran aun se incrementará más la estructura productiva, y si consume se necesitará más mano de obra para incrementar la producción) y si contratan a los trabajadores en el paro, el problema ya está resuelto.

Si se destina a consumir, tendrá lugar un incremento del precio de los productos actuales, de modo que la rentabilidad de las industrias de consumo aumentará, favoreciendo el incremento de la producción para la que se necesitarán más trabajadores.

No son necesario, por tanto, nuevos proyectos. Todo puede suceder a través de una mayor utilización de los proyectos existentes; aunque, claro está, una reformulación exitosa de las estructuras productivas (es decir, ofrecer productos cuya utilidad marginal es inferior a la de los productos cuando no habían sufrido todavía un incremento de la productividad pero superior a la utilidad marginal de los productos después del incremento de la productividad) supondrá unas oportunidades de ganancia prestas para ser descubiertas.

4.      Por lo que el desempleo involuntario no existe en el capitalismo, a menos que se hayan agotado las necesidades humanas.

Esto es una conclusión de la falta de consistencia de las anteriores.

5.      Los grupos humanos que sufren el desempleo involuntario y una presión hacia la baja sobre sus salarios son los mismos que se verán beneficiados por un aumento del empleo y los salarios provocado por un aumento en la inversión destinada a mejorar la producción. No tomas en cuenta la globalización de la economía.

Ya hemos visto que el desempleo involuntario sólo tiene lugar cuando se imponen por decreto salarios demasiado altos. En caso contrario, podrá haber desempleo pero no involuntario; es decir, el trabajador decidirá no subordinarse a un empresario cuando el salario que le ofrezcan sea menor al que él puede obtener (nota: buscar un puesto de trabajo más remunerativo es estar empleado, en caso contrario Warren Buffet sólo estaría empleado en el momento en el que realiza las inversiones y no cuando busca las oportunidades de ganancia).

Por tanto, cuando haya desempleo friccional (es decir, cuando se haya despedido a una persona porque hay necesidades más acuciantes que satisfacer para ese trabajador), el nuevo empleo recaerá sobre él.

6.      Existe una movilidad perfecta del trabajo y el capital.

Me temo que esto no tiene nada que ver. La disponibilidad de capital determina la forma de utilización del empleo; a más capital, más trabajadores y durante más tiempo podrán contratarse sin necesidad de terminar y enajenar los frutos de su trabajo. Creo que confundes capital con bienes de capital, pero en todo caso esto es irrelevante para el caso expuesto.

La reducción de la tasa de ganancia

Ardegas sostuvo que un incremento del gasto en I+D provoque un descenso del precio de los productos que reduzca la tasa de ganancia y, por tanto, haga disminuir la inversión futura, aumentando el desempleo.

Lo normal será que la investigación en I+D se dirija a reducir costes, no a reducir ingresos; pero en todo caso, si la famosa reducción de la tasa de ganancia tuviera lugar le respondí que esto se traduciría en una menor rentabilidad relativa de las industrias de bienes de consumo (que son las afectadas por la reducción del precio de los bienes de consumo), lo que hará que sea mucho más rentable invertir en las industrias de capital con rentabilidades mayores, especialmente después de que el incremento de la productividad haya favorecido un aumento del ahorro y, por tanto, una reducción del tipo de interés.

Dice Ardegas: No has entendido nada. La disminución de la tasa de ganancia implica una disminución de la inversión, ya que hay un menor incentivo para invertir, el descenso de la inversión produce un aumento del desempleo. Si disminuye el tipo de interés como consecuencia del mayor ahorro lo que obtienes es una fuga de capitales y mayor desempleo. Estos son efectos que se van agregando al desempleo inicial.

El problema de Ardegas es que asume que la economía sólo está compuesta por una industria, que es la que ejecuta todo el proceso productivo desde el principio al final. 

Recordemos que tenemos dos hechos esenciales: a) las industrias cercanas al consumo son menos rentables, b) el tipo de interés cae.  

Si las industrias cercanas al consumo son menos rentables, reducirán la producción, el número de trabajadores que emplean y su demanda de bienes intermedios. Esta demanda de bienes intermedios sólo recuperará en tanto que éstos bajen de precio y, por tanto, le supongan unos menores costes. 

Este menor precio de los bienes intermedios de capital (producidos por los proveedores de la empresa) sólo será posible en tanto se incremente la productividad de los procesos productivos que los fabricaban. Para incrementar la productividad será necesario aumentar la inversión en I+D o alargar la estructura de capital para incluir más bienes de capital que aumenten la productividad de los trabajadores. En cualquier caso necesitaremos mano de obra adicional para producir los bienes de capital o dedicarlo a la I+D.  

Este gasto adicional será remunerativo para las industrias productoras de bienes intermedios porque se ha reducido el tipo de interés y, por tanto, se reduce el coste de su financiación y aumenta el valor presente de sus bienes intermedios (por el menor tipo de descuento). 

En otras palabras, la reducción de la tasa de ganancia de las industrias de bienes de consumo provoca que el capital se destine a incrementar la producción en las de bienes de capital que serán finalmente rentables porque, aun cuando su finalidad sea reducir el precio de sus productos, también habrá tenido lugar una reducción de sus costes por el menor tipo de interés. Todo esto reabsorberá a los trabajadores despedidos. 

Desempleo involuntario

Después de explicarle esto, Ardegas me responde que: No tomas en cuenta la resistencia de los trabajadores a ver reducidos los salarios. Lo que tiene un efecto contraproducente en la productividad. De nuevo ignoras que existe una lucha de clases.  

Esa es otra cuestión distinta. Si hablamos de desempleo involuntario, entonces no podemos referirnos a que el trabajador no quiera ver reducido su salario pasado. Si a mi me contratan de rector en Oxford y luego me despiden y exijo la misma retribución probablemente no encontraré trabajo, pero no será en contra de mi voluntad, sino precisamente por mis enormes exigencias. 

Si un trabajador no quiere(clase de análisis sintáctico, ¿cuál es el sujeto de la oración? ¿quién no quiere? ¿Y si no quiere como puede ser involuntario?) trabajar por debajo de un salario determinado, está en su perfecto derecho, pero difícilmente podemos tildarlo de salario involuntario. 

Restricciones institucionales  

El post original de Ardegas contenía alusiones a la explotación del trabajador, ante las cuales ni quise entrar por ser un tema demasiado manido y sólo accidental en este debate. Sus opiniones son infundadas al olvidar que es el trabajador el que se aprovecha del plan empresarial exitoso. No voy a decir que son los trabajadores quienes explotan al empresario (esto es, a quien les indica mejor de lo que ellos son capaces de entrever, dónde y cómo tienen que trabajar), pero obviamente son sus mayores beneficiarios. Al decidirse a trabajar y no a satisfacer directamente las necesidades de los consumidores, demuestran que no se consideran capaces de obtener de éste último modo una remuneración mayor que incardinándose en el plan empresarial. 

Claro que Ardegas no cree que esto sea posible: Confundes empresario con burgués, y no son lo mismo. De no ser por restricciones institucionales los trabajadores podrían perfectamente desempeñar la función empresarial. 

Y ahora pregunto yo, ¿qué restricciones institucionales existen hoy para que un trabajador se convierta en empresario?

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