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20 de Diciembre de 2006

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

La dudosa racionalización extraeconómica

Pijus Economicus ha respondido a mi post crítico dedicado a sus dos artículos sobre la racionalidad económica. A continuación examinaré sus respuestas.

Primero, Pijus definió racionalidad económica como aquel sistema de información cuyas conclusiones se encontraban incluidas en sus premisas. Yo le respondí que la ciencia económica neoclásica se basa en juicios sintéticos a posteriori (es decir, donde la nueva información se obtiene a partir de la inducción) mientras que la ciencia austriaca en los juicios sintéticos a priori (esto es, la nueva información se obtiene por deducción necesaria a partir del axioma autoevidente de la acción humana). En otras palabras, la información no se incluye en los axiomas de partida, ya que a través de las diversas herramientas (lógica, matemáticas, estadística…) se crea una nueva información que antes se desconocía por entero.

Pijus, aun sin pretenderlo, me da la razón cuando afirma que: Cuando uno crea un modelo que posteriormente va a ser desarrollado, especifica primero cuáles son los supuestos de partida, y aunque desconoce aún cuál va a ser el resultado de la aplicación del modelo, la simple estructuración de estas condiciones iniciales crea ya las conclusiones. Esto es así porque al desarrollar cualquier modelo, sólo existe un camino: el de las relaciones lógicas de las matemáticas.

En otras palabras, nadie elige los axiomas de partida para determinar el punto de llegada (simplemente porque se desconoce el punto de llegada cuando elegimos los axiomas) y, sobre todo, si esos axiomas están bien elegidos, las conclusiones de la ciencia económica serán de carácter apodíctico, ya que sólo existe un camino: el de las relaciones lógicas de las matemáticas. La correcta selección del punto de partida nos permitirá alcanzar implicaciones necesarias y a priori de la ciencia humana, simplemente porque serán proposiciones que no podrán ser de otra forma sin caer en la contradicción.

Nuestras discrepancias parecen reducirse a una cuestión semántica: yo hablo de crear información y Pijus de descubrirla. Supongo que con descubrir querrá denotar la selección intencionada de los axiomas para llegar a una conclusión descubierta que sea satisfactoria. En realidad es mucho más apropiado el término crear información que descubrirla. Se descubre la estructura de la acción (praxeología), pero se crea información sobre esa estructura. Lo primero es el objeto al que dirigimos nuestro estudio, lo segundo la codificación humana de ese estudio. Por tanto, la realidad la descubrimos porque nos antecedía, pero la codificación lingüística y científica de esa realidad (la información) la creamos.

En cualquier caso, queda claro que la ignorancia inicial de las conclusiones a las que llevaremos no puede condicionar la elección de los supuestos de partida. La cuestión importante, por tanto, será dilucidar si los axiomas de cada disciplina son o no los adecuados y si las herramientas lógicas y matemáticas se han empleado de manera correcta en cada cadena argumentativa.

Pero aquí Pijus se contradice con su conclusión: Rallo crítica mi afirmación de que la economía convencional esté enfocada a beneficiar el statu quo, ya que argumenta que siguiendo un proceso lógico-deductivo adecuado esto no sucede. Sin embargo, cualquier método empleado en la comprensión del fenómeno social será una herramienta a favor del statu quo mientras no incluya en su estudio el proceso histórico cultural que desencadena la acción, y que simplemente se limite a una -mala- descripción de la realidad.

Si sólo hay un camino determinado por la lógica y las matemáticas, las conclusiones económicas son value-free; no pueden destinarse a beneficiar a nadie, porque sólo describimos la realidad, beneficie a quien se crea que beneficie.

De hecho, al final del artículo reniega de la existencia de leyes a priori argumentando que Las "leyes" de la oferta y la demanda tienen validez en un sistema de mercado, pero no son determinantes ni exclusivas. Existen y son importantes, por lo que hasta en el ejemplo del sector textil hay que tenerlas en primer plano.

Por supuesto, las leyes de la oferta y la demanda presuponen un intercambio entre las partes y la existencia de un medio líquido contra el que se referencia la transacción. ¡Si esos elementos no existen, la ley de la demanda no llega a operar, pero porque no hay intercambio ni medio líquido! ¿Prueba esto que la ley de la demanda es inválida? No, de la misma manera que el ciclo sólo se da cuando los bancos incurren en ciertas prácticas insostenibles.

Cuando no haya intercambio, los individuos seguirán regidos por la ley de la utilidad marginal decreciente (de la cual la ley de la demanda es sólo una manifestación), y por tanto por leyes a priori que no pueden doblegarse.

Cita Pijus a Polanyi como autoridad: el orden en la producción y la distribución en las sociedades llamadas primitivas está basado en dos principios de comportamiento que no son en principio económicos. Éstos serían la reciprocidad y la redistribución, que en última instancia no se basan en la tendencia al intercambio sino en determinadas instituciones sociales que no representan tendencias individuales. Y el propio Pijus concluye que las teorías de la existencia de leyes económicas en lo social, encontrarían un obstáculo insalvable.

Las leyes de la producción siguen operando en las sociedades primitivas, tan sólo que no se trataría de una producción basada en los bienes de capital ni en el cálculo económico a través de precios. Esto es posible ante procesos productivos muy simples donde las preferencias del grupo son relativamente homogéneas y conocidas. En sociedades con un mayor grado de complejidad, no: no puede valorarse el coste relativo de los factores productivos ni conocer cuando se está consumiendo o acumulando capital.

Pero tanto la reciprocidad como la redistribución, aun cuando no se produzcan vía intercambio, son fenómenos económicos a pesar de lo que diga Polanyi. Las relaciones sociales se explican en cierta manera por la reciprocidad (respeto mutuo) y son fenómenos económicos (incluso empresariales: cenas de empresa). Las donaciones o herencias son casos de redistribución sin precio alguno.

De hecho, un individuo puede ser más feliz por dar que por recibir, y esto no es un comportamiento antieconómico, ya que está persiguiendo los fines más valorados.

Las leyes a priori siguen operando. Es cierto que ciertas leyes sólo operan en determinadas circunstancias, por eso Mises distingue entre intercambio autistico (ermitaños) e intercambio interpersonal. Por eso distinguimos entre el análisis de la cataláctica (economía de mercado) del intervencionismo y del socialismo. En un sistema socialista no hay capital y por tanto tampoco ciclo económico, a pesar de que la teoría del ciclo sea válida a priori. Una ley no opera siempre, sino sólo cuando se dan los presupuestos que la desencadenan (presupuestos que no se escogen aleatoriamente, sino que se derivan de la estructura de la acción humana).

Luego Pijus utiliza el caso del dilema del prisionero para ilustrar que la información se descubre a partir de los supuestos de partida y que no se crea.

El problema es que la teoría de juegos es economía normativa, no positiva. No describe cómo es la realidad humana, sino cómo deberían comportarse los seres humanos racionales. El dilema del prisionero establece que la coordinación es imposible si las condiciones del caso son las que son (aislamiento e imposibilidad de transmitir información) y si la función de utilidad de cada sujeto es inversamente proporcional a la pena. Pero aun así, sólo dicta qué haría el sujeto racional: no tiene en cuenta la posibilidad del error, esto es, de que el individuo decida consciente o inconscientemente seguir la conducta contraria a la que debería haber seguido.

De hecho, la predeterminación de funciones de utilidad constantes ya implica una selección de supuestos de partida demasiado amplios que no sirven para generalizarlo a modo de ciencia praxeológica.

Luego Pijus pasa a comentar lo que el considera dos funciones de la racionalización, a saber: a) describir y predecir la realidad y b) desfigurarla.

Sobre la primera, ya comenté que  "la descripción de la realidad social que pretende realizar la economía es tan humilde y restringida que la predicción sobre la elección humana es simplemente imposible".

Pijus acepta esta crítica metodológica austriaca al cientismo (esto es, el uso de las ciencias naturales al estudio de las ciencias sociales), así que poco tengo que discutir.

Las discrepancias las encontramos en el segundo punto, cuando afirmo que "la ciencia económica no puede modificar la elección humana, ni tan siquiera influirla, porque no es su campo de estudio".

Para Pijus esto expresa que lo que nuestro oponente ideológico no puede aceptar es que la acción humana pueda ser consecuencia de una manipulación externa, debida ésta a desigualdades en el contexto en el que nace la propia acción.

Pero esto es falso. Yo digo que la ciencia económica no debe estudiar la formación de las preferencias PORQUE las conclusiones económicas serán las MISMAS independientemente de cómo se hayan formado esas preferencias. Las leyes económicas serán idénticas si el ser humano quiere consumir helado porque no está condicionado o si quiere comprarse un cochazo por influencia de la publicidad. Como dice Mises, la ciencia económica comienza su estudio con los fines últimos dados, no porque considere que lo están (aunque sí lo estén al comienzo de toda acción), sino porque la praxeología no modifica sus conclusiones dependiendo del fin concreto que se seleccione. ¿Acaso la ley de la demanda, la utilidad marginal o la disyuntiva entra ahorro y consumo depende del fin concreto que el ser humano persiga? La conclusión es radicalmente negativa.

Como ya dije, eso debe estudiarse por la psicología o la sociología (cómo se forman las preferencias sociales) y por tanto no debería hablarse de racionalización económica (sino de racionalización sociológica). En definitiva, no digo que en cualquier análisis deba omitirse la formación de los fines por ser un elemento incómodo, sino que debe separarse la formación de los fines de la teoría económica, pues su objeto de estudio es distinto (del mismo modo en que no debe incluirse el análisis físico por mucho que la acción esté condicionada por las leyes físicas).

Pijus sostiene que el término está bien elegido y para ello pone el ejemplo de una multinacional del automóvil que realiza un estudio de mercado sobre el coche deseado por los consumidores y luego lanza una campaña publicitaria para venderlo. Para Pijus este proceso realimenta las conclusiones del estudio de mercado: Los modelos que buscaban describir la realidad, han conseguido también transformarla en el sentido que han descrito.

Y dada la importancia del fenómeno debe incluirse en el término de racionalización económica: La ciencia económica ortodoxa es incapaz de explicar el efecto descrito más arriba con sus instrumentos de naturaleza cuantitativa. Sería imposible explicar las variaciones en la demanda en el sector de la moda en función de las rentas individuales y los precios por productos, sin atender a los aspectos no cuantificables de la adquisición, los cuales no tienen cabida en los modelos económicos.

Cuando todo un colectivo, como el de los adolescentes, realiza la compra de productos textiles en función de la forma y el color y no tanto en función de los precios o el presupuesto, algo está ocurriendo en el proceso social que la ciencia económica no puede explicar.

Incluso la ciencia económica neoclásica contempla los desplazamientos de la curva de demanda (que no desplazamientos sobre la curva) atendiendo a los cambios de gustos de los consumidores. Esos cambios de gustos los tomamos como datos últimos que no modifican el análisis (y es que el precio de los coches se incrementará por encima del precio que habría alcanzado sin la mayor demanda). Pijus comete el error de reducir la ciencia económica a un binomio demanda-precio (y esto lo hace por suponer que toda conclusión económica necesita de un arsenal cuantitativa detrás).

Hay individuos que se adaptan al precio (compran según el precio esté alto o bajo), pero ésta no puede ser la base de ningún conclusión económica universal; la simple creación de los precios necesariamente supone una acción anterior. Los precios son resultado de la acción y, por tanto, siempre debe haber elementos cualitativos en el análisis (aunque Pijus suponga erróneamente que los excluimos).

Y ahora, yendo al análisis sociológico. Me temo que los estudios de mercado serían innecesarios por completo si la publicidad pudiera crear los gustos. ¿Para qué descubrir qué quieren los consumidores en un momento dado si simplemente podemos condicionarlo? ¿Qué pasa con aquellos productos que no se publicitan y cuyo gasto desplaza al de productos que sí se publicitan? (es decir, por qué no gasto toda mi renta en productos que se publicitan). ¿Qué hay del ahorro? ¿Por qué las personas deciden capitalizar su renta? ¿Por qué se sigue gastando tanto en investigación y desarrollo cuando todo ese gasto podría dirigirse a financiar una mayor publicidad? ¿Por qué supones arbitrariamente que los individuos valoran más la información que obtienen a través de la televisión que la que se deriva del consejo y la experiencia de su grupo de amigos o familiares? ¿Por qué, si los gustos se determinan por la publicidad, las empresas no han tratado de formar un cártel publicitario para evitar la competencia destructiva en el sector y seguir condicionando a los consumidores? ¿Por qué supones que el comportamiento inducido es peor que el comportamiento natural? ¿Por qué crees que el comportamiento natural habría sido distinto al inducido? ¿Por qué las empresas que salen a bolsa no emprenden campañas para restringir el consumo y poder lograr un mayor precio por acción? (ya qua a mayor consumo, menor inversión en Bolsa). ¿Por qué los bancos han creado un Banco Central que actúe como prestamista de última instancia durante los pánicos bancarios si simplemente podían emitir anuncios que convencieran sobre su liquidez?

Una cosa es influir en el comportamiento y otra es determinarlo. Yo puedo creerme que una lavadora es la repera y comprarla. Pero si no estoy satisfecho con esa marca (y las marcas suelen tener una vida superior a la de sus productos) no es probable que vuelva a comprarla ni que recomiende comprarla. La reputación de las marcas es esencial a la hora de convencer al consumidor, y la reputación no se logra incumpliendo las expectativas. Arthur Andersen no pudo sobrevivir cuando perdió toda su reputación.

Puedes afirmar que las empresas pueden cumplir las expectativas que ellas mismas han creado, pero no queda claro por qué una creación de expectativas que permita alcanzar la felicidad sería negativa. ¿Acaso si yo estoy enfermo y deprimido no es preferible crearme la expectativa de curación para que decida emprender un tratamiento que sí funciona?

Es totalmente indemostrable que las preferencias que se habrían formado sin publicidad fueran mejor que las que se han formado con publicidad. Es muy seguro que serán distintas, pero lo serán porque la publicidad supone la transmisión de nueva información antes no disponible y la acción suele procesar y adaptarse a la información.

Tú preferencia por un estadio de la naturaleza donde las expectativas sean distintas a las actuales (¿cuáles?) tan sólo expresa un deseo claro por una doble represión: la primera a los individuos que tratan de persuadir a los demás; la segunda a los individuos que han escogido un rumbo de acción que a ti te parece influido.

Por cierto, ¿no crees que la idea de que la publicidad nos manipula no se ha esparcido enormemente durante las últimas décadas hasta convertirse casi en vox populi?

Luego Pijus comete un error grave que denota un profundo desconocimiento del funcionamiento del sistema capitalista: esta segunda función de la racionalización económica está convirtiendo a nuestra sociedad en un despiadado sistema de consumo irrefrenable. Y este consumo, del que todos tomamos parte, es necesario para mantener una incesante y creciente producción que permita el crecimiento económico de las sociedades capitalistas.

Que no, a ver si lo aprendemos ya de una vez. El capitalismo no necesita MÝS consumo, sino más AHORRO. Para amortizar la estructura productiva actual y conseguir incrementarla (inversión) es necesario un volumen de ahorro que necesariamente ha de proceder de la restricción del consumo.

Es cierto que los beneficios empresariales que se derivan de la venta pueden reinvertirse en la propia empresa. Pero aun así, si las que captan la mayor porción de beneficios son las empresas de consumo, la producción sólo se expandirá horizontalmente y no verticalmente (se capitalizarán más las empresas, pero no se añadirán más etapas al proceso productivo incrementando la productividad de la economía) y sus posibilidades de crecimiento serán realmente escasas.

Lo cierto es que las empresas al consumo son sólo la parte más visible de la economía para los consumidores y los profanos. Pero no son necesariamente las más importantes. Muchas empresas de bienes de consumo (como General Motors) obtienen un pobre rentabilidad sobre el capital invertido; otras empresas de bienes de capital o materias primas (como Nucor) obtienen elevadas rentabilidades sobre el mismo. Es evidente que la creación de valor añadido y, por tanto, el crecimiento en estos dos casos no depende de la publicidad ni del consumidor. Es más, muchos proyectos que podrían proporcionar una gran rentabilidad pero que implican un gran riesgo no llegan a emprenderse porque el consumo es excesivo y no hay ahorros suficientes como para financiarlos. ¿Acaso las empresas de capital riesgo no deberían hacer anuncios a favor de un menor consumo?

En cualquier caso, ya basta de la milonga subconsumista y keynesiana de que el consumo es el motor de la economía. Totalmente falso: el consumo recoge frutos, pero no planta árboles. Si no ahorramos suficiente comida, no podremos esperar a replantar la cosecha y a recolectarla, de modo que deberemos renunciar a la agricultura intensiva y volver a la recolección de frutas.

Siguiendo con este error, Pijus afirma que: Como "curiosidad", recordar que uno de los supuestos básicos del modelo neoliberal es que toda persona consumirá cuanto más mejor.

Tampoco es cierto. De hecho ninguna ciencia económica, ni siquiera la neoclásica, afirma eso. La proposición es que más de un bien es mejor que menos. Pero para consumir hay que producir y por tanto trabajar. El trabajo lleva asociado el coste de renunciar al ocio, por tanto sólo se consumirá más cuando la utilidad marginal del bien (o la utilidad marginal del ocio asociada al bien) supere a la del ocio no disfrutado por producir el bien.

En definitiva, la racionalización es un fenómeno dudoso y que en todo caso tendría un carácter extraeconómico. La economía es una ciencia a priori capaz de describir completamente la estructura de la acción (que no la elección concreta). No puede tratar de condicionar y modificar la realidad porque sólo la describe.


Comentarios

 
"Hay individuos que se adaptan al precio (compran según el precio esté alto o bajo), pero ésta no puede ser la base de ningún conclusión económica universal; la simple creación de los precios necesariamente supone una acción anterior. Los precios son resultado de la acción y, por tanto, siempre debe haber elementos cualitativos en el análisis (aunque Pijus suponga erróneamente que los excluimos)."

Es bastante impresionante lo que les pasa a estos. Aquí habría que meter la ciencia psicológica además de la económica y la sociológica.

Aún están con la milonga marxista de la alienación y ellos podrán salvar a la gente de ser robots de los intereses del capitalismo.

¿Es que son incapaces de salir de las paridas marxistas?
Enviado por el día 20 de Diciembre de 2006 a las 14:41 (1)

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