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7 de Marzo de 2007

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Plan, error e institución

Bilbaopundit critica el último artículo de Jorge Valín. Buen intento (fallido). Si no lo hace el propio Jorge, probablemente lo haga yo más adelante. De momento me conforme con comentar la parte que a mí me concierne.

Resulta que en el mismo artículo de Valín, un comentarista se planteaba cómo compatibilizar el análisis hayekiano del orden espontáneo con un supuesto constructivismo o deconstructivismo ancap. ¿Qué sentido tiene defender la abolición del Estado si nos coordinamos mediante la institución del derecho?

Mi muy sucinta respuesta fue:
Es cierto que el derecho es un conjunto de comportamiento pautados fruto de la evolución social. También es cierto que ese derecho no puede ser planificado por ninguna mente concreta e impuesto a través de mandatos sobre una colectividad con ánimo de coordinarla.

Pero
precisamente por eso el anarcocapitalismo tiene mucho más sentido que el estatismo. ¿Acaso hoy en día el derecho no está siendo planificado e impuesto por el gobierno y los grupos parlamentarios? Por tanto, ¿en qué medida puede dar lugar a resultados positivos sobre quienes lo reciben impuesto?

Ningún ancap propone la imposición de un texto absolutamente detallado sobre cómo resolver todas las controversias habidas y por haber. Más bien considera que el surgimiento y la evolución del derecho debe producirse a partir de otros centros de poder (propiedad privada) derivados de unos principios éticos muy generales pero que son funcionales y consistentes. Cosa que no puede decirse del Estado.
Bilbaopundit, en los propios comentarios de su crítica a Valín, también responde a mi reflexión:
Otra vez la misma historia…como si el liberalismo político estuviera de algún modo en contradicción con la evolución de las instituciones. Esto es lo mismo que decir que, puesto que la religión no ha sido “planificada” por ningun hombre singular o institución, entonces las religiones organizadas no tienen ningún porvenir y serán sustituidas por la mística aleatoria individual.
Me temo que el autor confunde los términos de plan, orden o espontáneo. Sin ánimo de ser exhaustivo, efectuaré algunas matizaciones sobre esta idea y luego apuntaré los errores más flagrantes del blogger.

Plan

Un plan es una relación programada entre fines y medios. Un curso subjetivamente concebido de acción con el que pretendemos realizar nuestro objetivo. Todo individuo planifica constantemente: escoge medios y los dispone en una determinada estructura tecnológica.

Muchos de estos planes incorporan en ocasiones conocimientos de los que ni siquiera somos conscientes o que, al menos, su explicación última no resultaría de muy difícil formalización. El ejemplo clásico es aprender a montar en bici, pero existen muchos más: rechazamos medios que nos producen sensaciones adversas (asco), intentamos evitar las zonas oscuras (miedo), damos la mano para saludar o utilizamos el dinero para obtener bienes a cambio de los que queremos.

El asco y el miedo son dos ejemplos de emociones que hemos ido incorporado evolutivamente en nuestra psicología. El lenguaje y el dinero son dos ejemplos de instituciones que son fruto de una larga evolución por prueba y error.

Estos medios forman parte de nuestros planes de un modo casi insconsciente y sólo para acciones muy específicas (un show de televisión donde se practica la escatofagia; comercio exterior; comunicación con extranjeros) disponemos deliberadamente de ellos.

Los individuos también pueden asociarse por creer que un colectivo social -conscientemente creado- será capaz de crear planes más adecuados para sus decisiones particulares. Esto es, una asamblea de individuos reflexiona y planifica cuál debe ser el curso de acción de sus componentes. En realidad, en tanto los grupos sean de creación consciente, el individuo sigue planificando por sí mismo: el grupo es un medio para alcanzar sus fines. Ejemplos pueden ser una asesoría, una congregación religiosa, un club de inversión o un tribunal de arbitraje.

El grupo es útil para los individuos precisamente porque es una parte de sus planes. Mientras siga existiendo, la descoordinación que el grupo pueda llegar a generar (como conciliación de otros planes) es un problema menor a la coordinación fines-medios que sus partes creen que obtienen como resultado.

Instituciones

La interacción entre los distintos planes individuales, esto es, entre individuos y grupos de individuos da lugar a las instituciones. Una institución no es más que una serie de comportamientos pautados que sirven para facilitar la interacción entre los individuos que las usan.

La génesis de la institución es el plan individual. No porque la institución sea fruto de un plan individual, sino porque los comportamientos pautados generalizados aparecen tras ser copiados de otros planes individuales exitosos. El primer plan exitoso no configura la institución, sino sólo su propia relación fines-medios; la ulterior imitación de ese plan ya no es fruto de su decisión, sino de la de otros individuos que la adoptan por creer que es un medio adecuado para sus fines.

Una importante virtud de toda institución es que se produce una experimentación descentralizada de planes exitosos. Dado que cada individuo imita una conducta exitosa, tan pronto como aparezcan defectos o errores en su configuración, tratará de modificar su conducta. Otros individuos con fines análogos (o que tengan la perspicacia suficiente para incorporar mejoras en planes ajenos a los propios) en tanto observen esa modificación aun más exitosa, la copiarán y la generalizarán.

Claro que aquí hay dos problemas. Primero, los comportamientos pautados, como ya he dicho, no siempre se incorporan de un modo consciente, de modo que muchas veces la costumbre no tiene por qué ser el medio más adecuado para un fin, tan sólo el medio más habitual (en ocasiones habitualidad implicará comodidad y, por tanto, optimalidad). El segundo problema, es que las modificaciones exitosas sólo se incorporan una vez experimentado el error y una vez valoren e interioricen ese error ajeno. Si las consecuencias del plan son a muy corto plazo, es relativamente problabe que el error se manifieste, se reconozca y se corrija. Ahora bien, si los errores aparecen en el largo plazo y mezclados con otros resultados de otras acciones, es posible que ni se hayan manifestado, ni se les reconozca relación de causalidad ni, en definitiva, sean corregidos.

La influencia del error sobre la institución

Conviene distinguir entre dos tipos de errores. El primero es el error tecnológico o error relativo a los medios. El segundo es el error praxeológico o error relativo a los fines. Mientras que el primero puede minimizarse mediante una mejor información (si hiervo el agua no se congela por tanto si quiero cubitos para el cubata es inútil que ponga agua en el fogón), el segundo es un componente relativo a la elección y como tal no cabe efectuar predicciones apodícticas sobre su ocurrencia o falta de ocurrencia. Tan sólo cabe señalar que "es posible" que el ser humano yerre en la elección de sus fines: primero quería ir al cine pero una vez dentro me dejó de apeteer (no debería haber elegido ir al cine).

Las instituciones pueden adolecer continuamente de vicios o errores tecnológicos y praxeológicos. A quienes pierden la fe la religión les parecerá un error en retrospectiva; habrán escogido mal sus fines (error praxeológico). Quienes consideren que un apalancamiento continuado de sus estructuras productivas y financieras acorde con los bajos tipos de interés fijados por el Banco Central es un buen método para enriquecerse, se terminarán arruinando (error tecnológico). Tanto la religión como el crédito, desde un punto de vista subjetivo, eran instituciones erróneas para ciertos usuarios.

El error praxeológico, como digo, tiene imposible prevención. En cambio, el error tecnológico puede reducirse con mejor información: existen restricciones físico-técnicas y praxeológicas en todo plan. Si quiero volar, mejor no salto por la ventana. Si quiero jubilarme con holgura financiera más vale que no consuma todos mis ahorros en alcohol y deje mi trabajo.

Esto nos traslada de lleno al primer problema que habíamos apuntado con respecto a la evolución institucional: su perpetuación cuasi inconsciente.  Si no validamos la conveniencia de la institución, ¿acaso no se convertirá en un fósil que seguimos por mera costumbre? Pero, ¿cómo validarla de un mejor modo?

Tres sistemas de coordinación

Básicamente se me ocurren tres formas de solucionar los errores y las degeneraciones de una institución. La primera es crear la institución de manera centralizada. Los errores se aprecian por los creadores de la institución y son corregidos una vez se han creado. La segunda pasa por que cada usuario de la institución tiene completa libertad para modificar su comportamiento incluso para dejar de usarla. La tercera combina ambos métodos: un núcleo de la institución es creado de manera centralizada y son corregidos conforme sus creadores los observan pero al mismo tiempo se permite la libre modificación para cuestiones accesorias que vayan surgiendo de manera conexa.

El primer método es el totalitarismo. La coordinación social se concibe como fruto del plan de un individuo o de un grupo. Es importante diferenciar los planes de estos grupos impuestos, de los planes de los grupos voluntarios que hemos tratado antes. Los grupos voluntarios se siguen integrando en tanto se crea que son útiles para los fines de cada miembro. Los grupos impuestos no; se mantienen (por razones que no voy a tratar ahora) a pesar de que sólo son útiles para algunos de sus miembros.

Este método de corrección o prevención de los errores resulta muy problemático. Cuanto más centralizados y omnicomprensivos sean los mandatos, menor relación tendrán con los fines de los individuos a quienes pretenden coordinar. Es más, en relación con los medios carecerán de la herramienta del cálculo económico y sus decisiones no se dirigirán a la satisfacción armónica de los planes más urgentes.

Por si fuera poco, los errores de los planificadores sólo se corrigen cuando ellos se dan cuenta y no cuando los padecen los miembros con una información mucho más local, concreta y valiosa (con respecto a sus fines).

Por tanto, a) el plan impuesto no se dirige a satisfacer los fines de aquellos a quienes se les impone, b) aun en los casos en que parte de un plan impuesto pudiera resultar parcialmente útil, tendrá que ser apreciado por alguien que no se encuentra en la posición de quien ha experimentado el error para con su fin.

Lo que significa que los mecanismos de coordinación se vuelven inútiles y rígidos.

El segundo método podría coincidir con el anarcocapitalismo si las decisiones se toman sobre la jurisdicción de la propiedad privada (lo que no significa ni negar la existencia de conflictos ni de agresiones contra la propiedad privada). En este caso, cada individuo incorpora su acción y los medios sobre los que tiene jurisdicción a sus propios planes y copiará los planes que considere más adecuados.

Como digo, lo importante es que quepa la posibilidad de solucionar los errores tecnológicos, no que indefectiblemente se vaya a lograr. La ventaja es que los individuos pueden experimentar descentralizadamente sin imponer sus planes a nadie. Serán copiados en tanto otros individuos observen que esos planes son mejores que los suyos y, del mismo modo, cabrá la secesión tan pronto como alguna parte de los miembros localice algún error que se manifestará a largo plazo.

Esta secesión precipitará la corrección y la catarsis de los comportamientos pautados ajenos (en tanto el abandono de la institución les impone trabas a continuar coordinándose con personas que incluso podían ser parte de sus planes) y la experimentación volverá a comenzar tomando en cuenta aquellos elementos que resultan útiles para los planes individuales.

Además, hay que tener en cuenta que la reconfiguración de los planes erróneos supone una oportunidad de arbitraje empresarial para aquellos que consigan crear planes más adecuados para los demás. La diferencia entre imponer el plan, como en el modelo anterior, a proponerlo, como en este, es que cada individuo selecciona las propuestas empresariales en términos de valor: se desprende de una parte de los recursos que domina y se los entrega -en una relación win win- a otro que gran perspicacia quien, a su vez, los mantiene en tanto en cuanto siga realizando propuestas adecuadas o no interfiera en los planes ajenos.

Por tanto la mejora de la institución es posible mediante la armonización de planes individuales y de propuestas de planes individuales que dependen en última instancia de que la secesión sea un recurso factible.

Por último tenemos la propuesta de gobierno limitado, minarquista, centrista o como queramos llamarla. Aquí un grupo de planificadores fijan el sustrato sobre el que las relaciones humanas tienen que edificarse y a partir de ahí las dejan a su libre configuración. Los individuos se coordinan creando normas y cláusulas entre ellos que tienen como fundamento el núcleo creado por los planificadores.

El problema es que la definición y extensión de ese núcleo es una decisión arbitraria e impuesta que adolece de los mismos problemas que los planes más desarrollados y detallados: esto es, imposición del plan a un colectivo de individuos que no tiene la posibilidad de secesionarse.

Siendo así, son los creadores del núcleo institucional los que tienen que decidir cuándo ese núcleo ya no sirve y conviene modificarlo y cómo y hasta dónde hay que hacerlo. Los planes derivados de ese núcleo jurídico, por consiguiente, sufrirán por necesidad una modificación impuesta (pues su fundamento variará cuando otros elijan que varíe) limitando las oportunidades de armonía de planes que puedan surgir. No digo que no existan, sino que éstas en todo caso serán menores que en el segundo caso por reducir el ámbito dispositivo de los pactos.

Si el núcleo jurídico se petrifica, deberán ser sus creadores quienes centralizadamente lo aprecien y lo modifiquen. El cambio no dependerá de intercambios descentralizados de recursos ganar-ganar, sino de decisiones tomadas colectiva y conscientemente que sólo reproducen el patrón constructivista de la institución. La evolución depende de la razón omnisciente de quienes decidan conservar, cambiar o destruir el núcleo jurídico y sus errores de percepción necesariamente arrastrarán con ellos a todos los miembros: hayan percibido el error o no lo hayan hecho.

Por tanto, esta "tercera vía" delega el cambio a unos agentes que carecen de información sobre las circunstancias y los planes individuales concretos y no permite que los usuarios corrijan las degeneraciones de la institución que afectan al núcleo jurídico.

Los errores de Bilbaopundit

Con estos antecendetes, voy a responder a Bilbaopundit. Vuelvo a traer a colación su comentario:
Otra vez la misma historia…como si el liberalismo político estuviera de algún modo en contradicción con la evolución de las instituciones. Esto es lo mismo que decir que, puesto que la religión no ha sido “planificada” por ningun hombre singular o institución, entonces las religiones organizadas no tienen ningún porvenir y serán sustituidas por la mística aleatoria individual.
El liberalismo político sí contradice parte de la evolución de las instituciones, en concreto de la parte sobre la que trate de imponer las decisiones a quienes no tengan la oportunidad de secesionarse. La imposición imposibilita la prueba y el error descentralizado y subyuga a individuos a planes que pueden ser inadecuados para sus fines (erróneos). La evolución de la institución es en su esencia fruto de la construcción racionalista y no de la interacción de planes individuales.

Las religiones organizadas pueden ser fruto de adscripción voluntaria y no por ello dejar de ser espontáneas, en el sentido de que los individuos armonizan sus propios planes y no se convierten en medios necesarios de los planes (de las organizaciones construidas) ajenas. La organización religiosa no es necesariamente un ejemplo de planes impuestos cuyo reverso es la mística aleatoria. Afirmar esto y no entender qué es una institución espontánea se me antojan equivalentes. En tanto voluntaria, una asociación es medio consciente de un plan de acción individual; del mismo modo que la mística aleatoria es otro plan individual que puede ser menos eficiente -para lograr el fin- que la organización.

Las empresas son fruto organizaciones voluntarias más eficientes que actuar como Robinson Crusoe. Pero a diferencia del liberalismo político, el trabajador -salvo que asimilemos la retórica marxista- no está coaccionado a permanecer en la empresa, sí el ciudadano en las instituciones "creadas" por los liberales políticos.

Cuestión distinta es que, aun cuando fueran impuestas, tengan más o menos porvenir. Muchos errores (y la fe puede ser para algunos un error) pueden no destaparse jamás si quienes imponen el plan son suficientemente hábiles. En estos casos no conviene hablar de error, sino de ilusión perpetua.

Una organización impuesta puede expandirse más que un orden espontáneo por razones ajenas a la eficiencia con que se satisfacen los planes de sus miembros. Un ejército muy numeroso de esclavos podría someter a una aldea de hombres libres. La expansión no sólo está relacionada con la utilidad y la eficiencia de los usuarios de la institución, especialmente cuando parte de esos usuarios ya son empleados deliberadamente como medios.

Por tanto, una cosa es el plan, otra la imposición, otra la institución, otra la organización y otra el atomismo social. Mejor distinguirlo antes de construir místicos discursos aleatorios.

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