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7 de Abril de 2007

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Sobre el capital y la legitimidad del interés, por Bastiat

Se ha dicho que Bastiat ha sido el mejor divulgador que ha tenido el liberalismo en su historia. Es probable.

A continuación reproduzco un extracto de la decimocuarta carta de su polémica contra Proudhon en torno a la gratuidad del crédito. En pocas líneas Bastiat expone de manera muy didáctica la teoría del capital de Turgot y deduce la necesidad del interés. Un texto que todavía es útil para que los mutualistas entiendan por qué los bancos del pueblo y el crédito social no tiene ningún sentido.
Llamando otra vez la atención del lector sobre la naturaleza del capital, iré recorriendo los argumentos de mi adversario.

Séame lícito remontarme un poco, siquiera no sea más hasta… el Diluvio.

Habiéndose retirado las aguas, Deucalion tiró unas piedras hacia atrás y de ellas nacieron hombres.

Y por cierto que eran bien dignos de lástima, porque no tenían capital. Carecían de armas, redes e instrumentos y no podían procurárselos porque para esto habría sido menester que tuviesen provisiones y la verdad es que apenas podían hacer más que procurarse la caza indispensable para satisfacer el hambre de cada día. Comprendían que se hallaban en un círculo de muy difícil salida y que no podía sacarles de aquel apuro todo el oro de California ni todos los billetes que el Banco del pueblo pudiese imprimir en un año, y se decían uso a otros: “el capital no es tan malo como dicen”.

Sin embargo, uno de aquellos desgraciados, que se llamaba Helén, hombre de más energía que los otros, dijo para sí: yo no he de retroceder ante ningún obstáculo; padeceré hambre y no parare hasta tener provisiones para vivir tres días. Estos tres días los invertiré en hacer un arco y flechas.

Y se salió con la suya. A fuerza de trabajo y ahorros se hizo con una provisión alimentos de caza. Este es el primer capital que hubo en el mundo después del Diluvio: el punto de partida de todos los progresos.

Se le presentaron muchos a pedirle prestado. “Prestadnos vuestras provisiones”, le decían a Helén, “y os las devolveremos con toda religiosidad dentro de un año” y Helén contestaba: “si os presto mis provisiones, tendréis que compartir conmigo los beneficios que os proporcionen; pero tengo un proyecto y he pasado muchos malos ratos hasta ponerme en disposición de llevarlo a cabo para renunciar a ello”.

Y en efecto, vivió tres días de su trabajo acumulado y entretanto hizo un arco y flechas.

Se le volvió a presentar un compañero y le dijo: “Préstame tus armas y te las devolveré dentro de un año”  y Helén le contestó: “Mi capital es precioso. Entre todos somos mil: de mi capital sólo puede disfrutar uno: lo más natural es que éste sea yo, puesto que lo he creado”.

Pero merced a su arco y flechas, Helén pudo acumular otras provisiones y fabricar otra armas, mucho más fácilmente que la primera vez; por cuyo motivo prestaba unas y otras a sus compañeros, conviniendo en que le darían una parte de la caza cuya adquisición les facilitaba.

Y a pesar de tener que pagar esta parte, los que tomaban prestado encontraban mucho más cómodo su trabajo. También acumulaban provisiones y fabricaban flechas, redes y otros instrumentos; de modo que como el capital iba en aumento, cada día se alquilaba bajo condiciones menos onerosas.

Comunicado el primer movimiento a la rueda del progreso, aumenta sin cesar la velocidad de sus vueltas.

Son embargo, a pesar de que continuamente aumentaba la facilidad de tomar prestado, los rezagados comenzaron a murmurar: “¿Cómo es, decían, que los que tienen provisiones, flechas, redes, hacha y sierras, nos exigen el pago de una parte del producto cuando nos las prestan?” “¿Por ventura no tenemos nosotros derecho a vivir y a vivir bien?” “¿No debe la sociedad proporcionarnos todo lo necesario para el desenvolvimiento de nuestras facultades físicas, intelectuales y morales?” “SI se nos prestase gratis, es claro que estaríamos mejor: luego la causa de nuestra miseria es el infame capital”.

Helén los reunió cierto día y les dijo: “Examinad atentamente mi conducta y la de todos los que como yo han conseguido hacerse con recursos y os convenceréis de que no sólo no os perjudica, sino que por el contrario os es útil y os lo sería aunque nosotros fuésemos bastante perversos para desear lo contrario. Cuando cazamos o pescamos matamos a cierta clase de animales contra quienes vosotros sois impotentes; de manera que cuando venís a pedirnos prestados los instrumentos nosotros percibimos una parte del producto de vuestro trabajo; pero esto s justo, porque el nuestro merece su recompensa, y es necesario porque si se acordase que en adelante tuviesen que prestarse de balde las armas y las redes, ¿quién se tomaría la molestia de hacerlas? Por último, y aquí entra lo más interesante: a pesar de la remuneración que me pagáis, el empréstito os es provechoso siempre; si no, no vendríais a pedirme prestado. Puede mejor vuestra situación y no puede empeorarla; pues pensadlo bien y veréis que la parte que yo percibo no es más que una fracción de lo que os hace ganar el uso de mi capital. De modo que lo que os queda después de pagarme este tanto es más de lo que tendríais si no me hubieseis tomado el préstamo, y este excedente os facilita los medios de proporcionaros provisiones e instrumentos: es decir, capital. De donde se sigue que las condiciones el préstamo son cada día más ventajosas para los que toman prestado y que vuestros hijos estarán en este concepto mejor que vosotros”.

Comentarios

 
Rallo,que claritas deja las cosas Bastiat.
Enviado por el día 7 de Abril de 2007 a las 22:29 (1)
¿Es bastante posible?
Enviado por el día 9 de Abril de 2007 a las 08:11 (2)

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