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24 de Junio de 2007

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Hans Sennholz: maestro y teórico, por Joseph Salerno

Ludwig von Mises escribió una vez: “El florecimiento de la sociedad humana depende de dos factores: el poder intelectual de los hombres sobresalientes para crear teorías económicas y sociales coherentes, y la habilidad de estos y otros hombres para hacer accesibles esas ideologías a la mayoría”.

Hans Sennholz, profesor emérito de la Universidad de Grove City, pertenece a esos hombres que en la historia intelectual ha sido capaz de realizar las dos funciones con un notable ingenio. J.B. Say, Frédéric Bastiat, Carl Menger, Eugen von Böhm-Baerk, Edwin Canan, el primer Lionel Robbins, Henry Hazlitt, William Hutt, Murray Rothbard y el propio Mises, fueron hombres bendecidos con la cada vez más extraña combinación de habilidades para concebir nuevas teorías económicas y propagarla con éxito entre el público general.

No sólo publicaron artículos académicos, monografías especializadas y tratados científicos en los que refinaron e hicieron avanzar la teoría económica, sino que también escribieron en abundancia para los periódicos generalistas y económicos, con el infatigable objetivo de proponer principios económicos sólidos y aplicarlos a los asuntos candentes de cada día. Quizá lo más impresionante es que estos hombres escribían de una forma tan lúcida que incluso sus trabajos más especializados podían ser leídos y entendidos por el hombre medio. Sin dudas, Sennholz pertenece a esta categoría de economistas.

Por desgracia, Sennholz no ha recibido mucho reconocimiento, ni siquiera entre sus compañeros austriacos, como un teórico del primer rango, especialmente en el área de dinero y banca. Parte de la responsabilidad recae sobre el propio Sennholz. Escribe con tanta claridad sobre tanto temas que corre el peligro de sufrir el mismo destino que Say y Bastiat. Como Joseph Schumpeter apuntó, estos dos brillantes economistas decimonónicos, que era además maestros de la retórica económica, escribieron con tanta claridad y tan buen estilo que su “obra fue tildada injustamente por economistas británicos más mediocres como de poco profunda y superficial”

Por fortuna, su reputación como economistas concienzudos y robustos y como antecedentes de la economía austriaca, ha sido finalmente rehabilitada por los estudiantes austriacos actuales.

Me gustaría remarcar la contribución de Sennholz al renacimiento de la teoría austriaca del dinero y del ciclo económico y de sus importantes trabajos presentes. Junto con Mises y Rothbard, Sennholz fue uno de los pocos economistas académicos que se opuso a las arrolladoras oleadas posbélicas de la macroeconomía keynesiana y el monetarismo friedmanita que barrieron la academia americana en los 50 y 60 y que amenazaban con enterrar toda teoría monetaria acertada. 

A finales de los 60 y principios de los 70, vieron la luz una serie de trabajos de Sennholz que hoy ya pueden considerarse clásicos, y que jugaron el papel de una isla de refugio y esperanza para los jóvenes licenciados en economía, como yo, que estábamos hundiéndonos desesperadamente en un océano de modelos macroeconómicos irreales y contradictorios. Estos símbolos arcanos y esas ecuaciones sin significado, conducían todas a la misma conclusión: la única manera de estabilizar la economía era un banco central monopolístico que imprimiera montones de papel fiduciario una y otra vez.

Sennholz refutó estos excéntricos modelos y sus más absurdas prescripciones en cuatro obras que me influyeron poderosamente en mi temprano desarrollo como economista monetaria. Eran dos libretos –“La verdad sobre la Gran Depresión” y “¿Inflación o patrón oro?”, publicados en 1969 y 1973 respectivamente- y dos artículos –“La tradición monetaria de Chicago examinada por la teoría austriaca”, publicado en 1971, y “No hay carestía de oro”, de 1975.

En conjunto estos trabajos proporcionaban una exposición clara y sistemática de teoría monetaria sólida y de aplicaciones a los problemas de cada día. Más tarde, en 1979, Senholz publicó un valioso libro donde trataba estos temas más en extenso titulado “Tiempos de inflación”. Le siguió “Moneda y libertad” en 1985, donde efectuaba críticas devastadoras a las políticas monetarias defendidas por la “macroeconomia liberal” tan de moda en aquel entonces entre los economistas de la oferta y los monetarias. El libro también exponía un programa original para regresar al dinero sólido.

En todos estos trabajos, Sennholz desplegó una amplitud de conocimientos históricos, institucionales y doctrinales que caracterizó a una generación ya desaparecida de economistas monetarios y que no tiene parangón entre los moderno modelizadores de una macroeconomía hiperespecializada.

Los anteriores trabajos de Sennholz merecen un estudio cuidadoso no sólo entre los neófitos en economía austriaca, sino entre los más avezados que aspiren a trasladar las fronteras de la teoría monetaria, ya que Sennholz ha estado trabajando en estos temas casi medio siglo.

Y, estoy contento de decirlo, en el alba de un nuevo milenio, Sennholz aun no ha terminado de enseñarnos a los más jóvenes economistas austriacos. Su reciente serie de artículos que fueron publicadas en Mises.org entre 2000 y 2002 contiene la explicación más clara y persuasiva que haya leído sobre la secuencia de eventos que constituye el ciclo de auge y expansión que ha sufrido la economía americana desde mediados de los 90.

Espero que estas palabras no se consideren artificialmente hinchadas con ocasión del homenaje a Sennholz, pero me gustaría contar que recientemente le pedí permiso para utilizar algunos de sus ensayos en una recolección de ensayos sobre el ciclo económico austriaco que estoy preparando para el Mises Institute, y gentilmente me dio su autorización. Por esto y por sus importantes contribuciones a la economía austriaca, le doy las gracias sinceramente.

(Discurso ofrecido por Joseph Salerno durante la celebración del octogésimo primer aniversario de Hans Sennholz).

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