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31 de Marzo de 2009

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Hace más de un año...

Por cierto, ahora que la debilidad del sistema bancario español les ha pillado a tantos con el pie cambiado, no estaría de más recordar que, otra vez, ya advertimos sobre esto en el Observatorio de Coyuntura Económica del IJM. Cito una nota de prensa de febrero de 2008:

Francisco Javier Aríztegui, director de Supervisión del Banco de España, ha defendido a la banca española frente a las recientes acusaciones sobre su delicada situación financiera. Para ello ha recurrido a dos indicadores: la baja tasa de morosidad (0,8% frente a una media europea del 2,2%) y el elevado nivel de provisiones que hacen frente a los créditos dudosos (superiores al 200%). Dicho de otra manera, en la actualidad el sistema bancario dispone de más de dos euros por cada posible euro de créditos dudosos.

Pese a que los datos de Javier Aríztegui son del todo ciertos, conviene situarlos en su adecuado contexto. Si la morosidad volviera a los niveles medios del período 1997-1999 (esto es, el 2,2%, que coincide con la actual tasa europea) las provisiones actuales serían insuficientes para cubrir los créditos dudosos.

En concreto, los créditos dudosos pasarían de los actuales 17.133 millones de euros a 45.412 millones de euros, frente a unas provisiones a día de hoy de 37.554 millones de euros; esto es, habría un déficit de provisiones de 7.857 millones de euros (alrededor del 0,75% del PIB español).

La misión de un banco central debería ser supervisar el sistema bancario y asegurar sus posiciones de liquidez y solvencia mediante una adecuada comprensión de la ciencia económica. El mejor arsenal académico con el que se cuenta en estos momentos para analizar la realidad es la teoría austriaca del ciclo económico, desarrollada durante el siglo pasado por Ludwig von Mises y el premio Nobel Friedrich Hayek y perfeccionada en los últimos tiempos por economistas españoles como el catedrático Jesús Huerta de Soto.

Según la teoría austriaca del ciclo económico, las reducciones de tipos de interés que hemos vivido desde 1999 a la actualidad por la intervención inflacionista del Banco Central Europeo han contribuido a generar un boom artificial de la vivienda y, a través de la construcción, han tenido una parte importante en todo el crecimiento de la economía. Este es el motivo por el que la tasa de morosidad se ha mantenido tan reducida: mientras las familias seguían endeudándose a tipos de interés artificialmente bajos, la economía, el empleo y los salarios crecían y la carga financiera era soportable.

En los últimos tiempos, sin embargo, estamos comprobando como la burbuja inmobiliaria comienza a pincharse, con los consiguientes aumentos del desempleo y de los tipos de interés en el Euribor.

Las actuales tasas de morosidad, en mínimos históricos, son un espejismo con el que no debería ensimismarse la banca española. La propia teoría austriaca del ciclo nos indica que después del boom artificial llega la depresión purgativa de los excesos precedentes: esto es, menor crecimiento (incluso recesión), desempleo y morosidad.

El ciclo económico español parece seguir patrones bastante parecidos, aunque diferidos en el tiempo, con el que está viviendo EEUU con su boom inmobiliario y la crisis de las hipotecas subprime: las subidas de tipos de interés (que comenzaron bastante antes que en la Eurozona) ralentizaron la actividad económico e incrementaron el desempleo, con lo que los deudores de peor calidad (subprime) dejaron de pagar sus hipotecas.

En España también sucedió un proceso similar durante la breve recesión de 1993, momento en el que teníamos una burbuja inmobiliaria mucho más reducida que la actual, pero donde las tasas de morosidad se dispararon por encima del 6%.

De hecho, si la tasa de morosidad llegara al 6% (media histórica entre los años 92 y 96), los créditos dudosos ascenderían a 123.850 millones de euros (12% del PIB), con lo que el déficit de provisiones se dispararía hasta los 86.296 millones de euros (alrededor del 8,5% del PIB). Hay que tener en cuenta que, por ejemplo, en diciembre de 1993, en plena crisis económica, los créditos dudosos sólo representaban alrededor del 5% del PIB y el déficit de provisiones era de poco más de 5.000 millones de euros (1,2% del PIB).

Por consiguiente, no parece que los excesos de prudencia deban ser tildados de catastrofistas; de hecho, resulta previsible que la banca, a corto y medio plazo, se vea forzada a incrementar su dotación de provisiones ante el recrudecimiento de la crisis financiera.


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