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7 de Septiembre de 2003

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Dichosas palabritas por Carlos R. Molina


Llevo mucho tiempo dándole vueltas al tema del vocabulario y las palabras que usan unos y otros dirigentes políticos, así como los individuos de la calle de todas las ideologías. En concreto, me sorprende las acepciones de ciertas palabras que las personas de ideología socialista (no confundir con comunista; socialista desde el prisma del colectivismo es aquella ideología que le da más importancia a la sociedad como ente que al individuo en sí mismo y que favorece la nacionalización-colectivización- de la economía. Dentro de este grupo incluimos al comunismo y al fascismo, así como la derecha e izquierda parlamentaria) y muy presentes en nuestra realidad cotidiana. Digo acepciones por no decir meras tergiversaciones del término, deformaciones, distorsiones. Así pues, veamos algunas de mis favoritas e intentemos entender que se esconde tras este juego de palabras:

SOLIDARIDAD

La palabra “solidaridad” es una de las más utilizadas por ese género progre, pero también por el conservador, que habita en el ecosistema ibérico y es una de las menos rebatidas debido a su carácter totémico, al tabú existente en la sociedad con la negación de la importancia de la solidaridad, por el miedo de ser tachado de “insolidario”o “intolerante”. No es tal mi intención en este presente escrito, sino la de matizar la relación de este concepto, el de la solidaridad, con el de la libertad. Evidentemente, la solidaridad es una virtud moral, cabría incluso la posibilidad de llamarlo “obligación moral”, eso no se puede dudar. Pero lo que no es aceptable es el hecho de que se conciba la solidaridad como una obligación física, es decir: ayudar a una persona necesitada es algo loable, por supuesto, y le deseo remordimientos de conciencia a aquella persona que no ayude a alguien que realmente lo necesite pero, ¿significa esto que debemos obligar a las personas a ayudarse entre ellas? ¿Dónde queda entonces el valor moral de la solidaridad?¿En que se transforma un acto virtuoso y bondadoso si es realizado bajo presión de cualquier ente? En nuestro caso, el Estado nos obliga a ser solidarios con las personas, cediéndoles parte de la renta que los individuos generamos mediante nuestro trabajo. Utiliza para ello los impuestos progresivos, con lo que pretende “redistribuir” la renta de manera más equitativa y justa(es decir, que robar al que tiene dinero para dárselo al que no tiene es justo) y garantizar así que todos tengamos “igualdad de oportunidades”(en el próximo artículo veremos el matiz).

De esta manera, la bondad del acto solidario se pierde totalmente al no ser este un acto voluntario y consentido sino todo lo contrario, un acto forzado y no volitivo. ¿Cuáles son las consecuencias de esta variación? Claramente, el individuo: a) Pierde el interés por los actos solidarios, les quita importancia, pues supone que es el Estado quién va a solventar esa situación. b) Se pone una cuota a la solidaridad, pues si con el pago de ese tributo (nunca mejor dicho) se puede decir que se es solidario ¿para qué serlo más? No es necesario ayudar a los demás, para eso pago impuestos. Y c) El individuo puede llegar a despreciar un acto solidario si se le obliga a hacerlo. Llegamos, pues, a una situación en la que el individuo puede sentir repulsa por un acto solidario (que ya no es tal, evidentemente, pues bajo coacción la solidaridad no es más que una solidaridad de “pacotilla”), lo que es algo bastante grave y, además, frecuente.

Aparte, es interesante aclarar un rumor insistente que pulula por el ambiente, que tiene una base en la caridad cristiana, y que actualmente se ha extendido a gran parte de la civilización occidental. Muchas veces se entiende solidaridad como un ponerse en el lugar del otro, una apreciación objetiva del dolor de otra persona, de modo que la persona que lo contempla se “solidariza” con ella al “sentir el mismo dolor”. Partiendo de esa base, se nos invita a entender la solidaridad como un deber con los demás, como una obligación moral que el individuo tiene “con la sociedad”, lo que, una vez más, vuelve a ser falso. Realmente, la solidaridad no es más que un deber moral con el individuo mismo, con un código ético propio, es decir: yo no puedo exigir que una persona me ayude a mí porque tiene un deber conmigo, que estoy en apuros; yo puedo apelar al código ético de la persona y a su moral, esperando que la persona con quien me encuentro sea de buen corazón, digna y respetuosa (imagínense que en vez de ayudarme, me hace más daño, que también es posible) pero yo no puedo apelar a ningún compromiso que le obligue a ayudarme. Del mismo modo, y enfocándolo desde el punto de vista de quien ayuda, yo tengo que sentirme presionado por mi conciencia y mi ética( o mi instinto) para ayudar a otra persona, ya que de lo contrario no nos ayudaríamos entre nosotros. De hecho, ¿por qué ayudamos a unas personas y no a otras? Es uno de los claros ejemplos de que ciertas situaciones se ven alertadas por nuestro código ético personal y otras no. Hay unas situaciones en las que hay más posibilidades de que muchas personas lleguen a la conclusión de ayudar a otros ( como encontrarse un niño con moscas en la cara sin nada que comer, tirado en medio de la carretera) y hay otras en las que no está claro que todas las personas lleguen a la misma conclusión (ej: una persona que se queda sin trabajo o un empresario que se arruina). La decisión de implicarse o no la tiene cada individuo, actuando conforme a los dictados de su conciencia.

Lo que no se puede hacer (no se debe, porque hacer, se hace) es imponer un código ético común para, con esa excusa, obligarnos a arreglar los problemas a los demás. Nadie tiene el poder de decidir qué situación o qué otra es digna o necesaria de implicación del individuo excepto el mismo individuo.

Comentarios

 
La caridad cristiana así entendida no es tal. La Caridad entendida como virtud teologal es infundidas "por Dios en el alma de los fieles para hacerlos CAPACES DE OBRAR como hijos suyos" (CIC, 1813) "es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión" (CIC, 1829) Y como cualquier buena acción moral, no tiene sentido si no es voluntaria, al igual que el pecado requiera su realización voluntaria. En fin, dejando de lado disquisiciones teológicas, que lo que tu criticas no es cristiano; será de base cristiana el principio de amor entre hombres, pero éste no resta Libertad, si no que piensa en ampliarla, y seguramente se encuentra más presente en el liberal servicio voluntario a la sociedad civil, en las fundaciones y VOLUNTARIADO, que en los impuestos. No colguemos la etiqueta de comunitarista a todo lo cristiano, ya que religión católica no es política sino espiritual, y busca unos fines sobrenaturales y no establece medios terrenos concretos, y cuando lo hizo erró.
Enviado por el día 7 de Septiembre de 2003 a las 23:57 (1)
Yo he dicho que tiene una base. Ahí está el matiz que tú estabas buscando. Buscar una relación como la que tú estás negando supondría un análisis más exahustivo y sobretodo muchas horas.
Enviado por el día 17 de Noviembre de 2003 a las 20:06 (2)

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