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12 de Marzo de 2005

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1812
Bitácora de Daniel Rodríguez Herrera

Desilegalícenla


En Chile se ha armado un buen revuelo después de que hayan detenido a una anciana por cultivar marihuana en su casa. De hecho, numerosos personajes de la vida pública chilena, como el ministro de Hacienda o el ex Presidente del Banco Central han salido del chivato y no sólo han reconocido haber consumido marihuana, sino que incluso han defendido la conveniencia de su legalización. Un senador chileno ha llegado a afirmar que la persecución del autocultivo sólo les cuida el monopolio a los traficantes asegurándoles el negocio.

El gobierno ha tenido que salir al paso de las declaraciones dejando en claro que no piensa legalizar la marihuana. Nosotros como país estamos suscritos a la convención de Viena de 1969, donde están todos los países de las Naciones Unidas, y en esa convención se establece la marihuana como sustancia ilegal. Ningún país del mundo la ha legalizado. ¿Por qué tiene que hacerlo Chile?

El periódico La Segunda ha preguntado a cuatro ex adictos sobre el tema. Tres de ellos se han manifestado en contra de la legalización. Conviene analizar de cerca sus respuestas pues continen bastantes de los argumentos propios del estatalismo militante.

El primero de ellos, León Pascal, reconoce que la marihuana tiene toda una parte que potencia la creatividad, la audición, el tacto, el olfato, ahora bien, llega un momento en que se atrofia el sistema nervioso central, hasta casos realmente extremos como el de un amigo suyo al que se le cae la baba y que ha fumado toda su vida marihuana. Por todo ello, se declara contrario a legalizar la marihuana: las personas humildes serían las grandes víctimas de la privatización de las sustancias.

Freddy Arava también reconoce que la maria es un facilitador de bajar un poco el nivel de angustia, de tensión, que era muy fuerte, de manera que él mismo era capaz de entrar en una megalomanía profunda, una omnipotencia dramática. Podía leer Shakespeare fumando mis cosas. Entraba en el delirio omnipotente de que las drogas facilitaban la creación. Si bien su paso de las drogas "blandas" a las duras le cambió la vida, de ahí que sea imposible legalizarla, porque sería otra posibilidad para que quede la escoba si ya con el alcohol está la escoba.

Pamela Astorga es clara: Ahí era muy normal fumar marihuana y tomarse dos cajas de vino después de clases. En ese momento me dediqué a drogas más duras, cocaína, anfetaminas, pastillas para dormir. Así, aunque puede que la la marihuana tenga efectos curativos y que de pronto sane. Bien controlada, puede ser, pero de ahí a legalizarla para el consumo masivo no estoy para nada de acuerdo.

La verdad es que sólo León Pascal, el primero de los tres, ha criticado propiamente los supuestos efectos nocivos de la marihuana, los otros dos se han limitado a indicar que puede actuar como puente hacia drogas peores. Siguiendo la fe estatalista de que la prohibición del Estado elimina ipso facto las drogas prohibidas, ¿no deberían limitarse a prohibir esas drogas peores? La marihuana difícilmente podría constituir un puente si han explosionado el otro extremo.

Y es que, realmente, este tipo de frases ponen de manifiesto la inutilidad de las prohibiciones estatales. No voy a entrar todavía en la inmoralidad de la prohibición, quedémonos en los preclaros fallos del intervencionismo estatal. Aceptemos que constituye un fin lícito evitar que la gente tome drogas por cualquier medio, ¿deberíamos aprehenderlo a través del Estado? Si realmente nos interesa el fin, en absoluto. La siguiente cuestión para los tres prohibicionistas es inevitable; si tan efectiva es la prohibición para evitar que los jóvenes tomen drogas, ¿cómo pudieron ellos tomarlas? Es decir, si los tres ex adictos critican la legalización para evitar el consumo masivo, ¿eran ellos intrépidos héroes que batallearon contra viento y marea para conseguir marihuana? Probablemente no. El Estado es demasiado ineficiente para lograr cuanto se propone; más bien consigue lo contrario.

No se trata sólo de la erótica de lo prohibido, sino de un empozonamiento inimaginable de la información sobre las drogas. Los adolescentes se ven empujados hacia el "mercado negro", y es éste el que actúa como puente entre las drogas. Si todo se mete en el mismo saco, todo es igual de nocivo.

Pero el argumento de fondo, si cabe, es moral. Pocas cosas hay más contrarias a la libertad que confundir el ámbito de elección con la decisión concreta. Legalizar las drogas implica abrir el campo de la elección: consumir o no hacerlo. Defender la legalización no implica necesariamente la sanción moral de consumir drogas. Y es que la función del derecho no es moralizar, sino determinar un ámbito legítimo de actuación. En caso contrario, si la ley prescribiera acciones concretas y no conjuntos de acciones a poder realizar, no estaríamos hablando de libertad, sino de licencia.

La distinción también se refleja en la confusión entre responsabilidad y diligencia. Mientras que responsabilidad sólo indica quién responderá de los daños causados (y en este caso debemos hablar de responsabilidad individual pues el individuo debe responder de las consecuencias de sus acciones), la diligencia -concepto de difícil definción al margen de las peculiares creencias de cada uno- define un modo de actuar. Cuando se indica que el consumo de drogas debe ser responsable no se está pidiendo nada más que la necesidad de que cada cual acepte las consecuencias de sus acciones, aún drogado. Ello no significa que el uso de drogas deba ser diligente, pues para muchos la diligencia implicaría no tomar drogas. Pero lejos de exigir un comportamiento diligente, se exige un comportamiento responsable. Con las drogas cabe todo: desde la eutanasia activa a la mera recreación, siempre y cuando no pretendan trasladarse las responsabilidades a otro (Eso sí, establecida la diferencia, no viene de menos recomendar un comportamiento diligente para el fin que se persiga con su uso)

Y es que, como los tres ex consumidores han puesto de manifiesto, el consumo de marihuana tiene sus beneficios y sus contrapartidas. El problema es que ellos han efectuado la valoración de unas y otras para todos los consumidores. Quien piense que los pros superan a los contras, obviamente fumará marihuana, es decir, si la satisfacción esperada supera al coste de oportunidad, la acción tendrá lugar. Nada nuevo, tampoco en la mentalidad de los planificadores que creen conocer unos y otros. El caso de la marihuana quizá pueda servir para comprender mejor el fenómeno. Si nos fijamos cada individuo ha señalado un tipo distinto de experiencia positiva derivada del consumo. Ninguno de ellos se sintió atraído por los mismos motivos ni la destinaba al mismo uso. La marihuana tiene la peculiariedad de que potencia los estados de ánimo preponderantes en el sujeto en un momento determinado. Puede causar euforia o aletargar, e incluso tener efectos alucinógenos. Ningún consumo de marihuana es igual entre dos personas. Se torna, por tanto, absurdo que alguien externo evalúe los "efectos positivos" del consumo de marihuana para otra persona que no sea él mismo. Lo mismo sucede con los bienes económicos; aunque física y materialmente sean iguales, dos bienes usados en distintos fines son del todo dispares. La planificación carece por completo de fundamento cuando entendemos este problema fundamental; el planificador no pretende satisfacer los fines de las personas (pues ni los conoce ni en ausencia de precios puede esbozarlos), sino imponerles unos fines que luego se dedicará a satisfacer. El problema no es tanto que el Estado sea tan torpe como para conseguir los fines arbitrarios que se marca, sino que esos fines no se corresponden con las necesidades de cada persona concreta.

He dejado para el final la experiencia del cuarto ex adicto (conviene repetir aquí lo que ya he dicho en otras ocasiones, la marihuana no genera una elevada dependencia física, sí, en cambio psicológica; es difícil, en ocasiones imposible, abandonar el modo de vida asociado al consumo de marihuana), Beltrán García, quien también expone los efectos positivos (era una suerte de calmante) al momento que reconoce que le empeoró la vida. Sin embargo, no creo que sea un elemento para prohibir. No tengo nada contra ella. El punto es que yo tengo problemas con la marihuana. Hay gente que puede consumir alcohol y no tiene problemas. Si yo consumo alcohol no puedo dejar de tomar, por lo tanto el problema es mío.

El problema no está en el objeto, sino en los fines que persigue cada persona. Si el Estado quisiera ser eficaz en su lucha contra las personas debería reprimir los instintos más primarios de las personas; al perseguir los medios no consigue nada salvo que la gente busque caminos alternativos para conseguir sus mismos fines (sustitución de drogas, clandestinidad, narcotráfico...). Como reconoce García: la prohibición lo único que genera son mafias. Lo clandestino siempre es más atractivo que lo legal, sobre todo para un adolescente.

El Estado debería crear una policía del pensamiento orwelliana, debería reeducar y dominar la naturaleza humana al estilo maoísta. Pero es dudoso el que incluso así lograra sus objetivos. Parte de la gente seguirá buscando sustancias que alteren el estado físico con fines recreativos. Mientras tanto, la torpe interferencia gubernamental sólo dificulta nuestras vidas e irresponsabiliza el acto moral del consumo. Ojalá al debate chileno se trasladara a España, aunque fuera para sacar a relucir las contradicciones de algunos.

Comentarios

 
Desde las páginas del National Review, el magazine conservador norteamericano de referencia, se promueve la legalización de la marihuana (véase, por ejemplo, este persuasivo artículo de Ethan Nadelmann, de la Drug Policy Alliance).

Un saludo
Enviado por el día 12 de Marzo de 2005 a las 19:21 (1)
Me sorprende que en España esté tan prohibida la marihuana, considerando que creo se permite el consumo de bebidas alcohólicas a personas de 16 años (¿demasiado liberal en este otro sentido?).

Recuerdo por el comentario de albert_esplugas que William F. Buckley (fundador de National Review) fue uno de los primeros en pedir la legalización de las drogas como la cocaina; recuerdo que sugería que se la venda al lado del veneno de ratas.

Enviado por el día 12 de Marzo de 2005 a las 20:18 (2)
Las cosas, los objetos, no son ni buenos ni malos, todo depende del uso que se haga de ellos.
Con una navaja se puede pelar una manzana o matar a una persona, el problema no es de la navaja, sino de el uso que la persona hace de ella.
Con la droga pasa exactamente lo mismo,una persona borracha o drogada puede cantar en una fiesta o dedicarse a destrozar farolas. Deberíamos dedicarnos a juzgar a las personas por su respeto al prójimo màs que por sus hábitos de consumo. Acaso no matan los maltratadores a sus parejas la mayoría de los casos bajo el efecto del alcohol, vendiéndose este con total libertad,¿por qué unas sustancias estan permitidas y otras no?. ¿qué le impide a una persona llegar a su casa despues de trabajar y fumarse un porro de una planta de marihuana que ha plantado y cultivado él?
Yo cuando me fumo un porro, no me meto con nadie, los individuos que se van a una corrida de toros disfrutan viendo como se maltrata y mata a un ser vivo. ¿qué es más inmoral, más injusto?
Muchos viejos carcas que critican el consumo de marihuana, se van asiduamente a los clubs de alterne mientras su mujer esta intentando dormir a su hijo. ¿qué es más inmoral?, menos hipocresia y más convivencia pacífica real.
Enviado por el día 12 de Marzo de 2005 a las 20:57 (3)
¿Desilegalícela?

Dos negaciones seguidas ("des" e "i") para conseguir una afirmación.

¿No sería mejor, sugiero, haber titulado, simple y llanamente, "Legalícenla"?

Enviado por el día 13 de Marzo de 2005 a las 12:27 (4)
Prefiro remarcar que debe deshacerse lo mal hecho. Aparte, la idea de legalizar lleva aparejada la de regular, y éste no debería ser un objetivo.
Enviado por el día 13 de Marzo de 2005 a las 12:34 (5)
Ahora entiendo. Gracias por la aclaración.
Enviado por el día 13 de Marzo de 2005 a las 13:05 (6)
mmmm...no gracias no me gustan esas cosas, ya bastante con los puchos y los tragos (sin mencionar la milenaria y supuestamente supermagica...polvo blanco) que generan tanto bolondron, pero bueno supongo que cada uno sabe que hacer con su cuerpo y sus macetas.
Enviado por el día 14 de Marzo de 2005 a las 01:41 (7)
Yo estoy de acuerdo con legalizarla: al fin y al cabo no es más peligrosa que el alcohol. Pero ni un paso más: soy de un barrio de Madrid donde hemos visto (no mucha, pero bastante) heroina.

Además es cierto: las campañas mentirosas contra la merihuana desprestigian al Estado y convencen a los jovenes de que toda las drogas son iguales: y claro, de IGUALES NADA!

Ultimo post sobre Capitalismo financiero (y paz universal):
http://kantor-blog.blogspot.com/2005/03/capitalism...


Enviado por el día 14 de Marzo de 2005 a las 20:22 (8)
son atantas cosas las que los mandantes de turno hacen para irnos cortando las alas y socavar la libertad...

prohibida la maría pero el alcohol no, hay que usar el cinturon de seguridad y el casco en la moto, aducen que por que así se gasta menos en sanidad para los afectados por accidentes... pero los que fuman, que está demostrado que hace mas daño, pueden hacerlo. jua. es que el mundo está loco? hay que dejar hacer a cada uno lo que buenamente quiera siempre que no perjudique a los demás hombre, que ya somos casi todos un poco responsables de nuestros actos.

saludos.
Enviado por el día 14 de Marzo de 2005 a las 20:50 (9)
Las drogas deben desilegalizarse, como dice eaco. Y enfatizar la responsabilidad individual derivada de su consumo. No es normal que el alcohol sirva de atenuante en determinados procesos. Vamos, que si sé que bebo o tomo otras drogas y me afectan de tal manera que me hacen proclive a delinquir (p.e.), apechugo con ello.
Enviado por el día 15 de Marzo de 2005 a las 00:11 (10)

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