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18 de Enero de 2005

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La Hora de Todos
Bitácora de José Carlos Rodríguez

Una lección de economía

Observando las reacciones a la explicación de porqué los salarios mínimos crean desempleo y no benefician a empresarios y trabajadores sino que les perjudican, compruebo por enésima vez la pretensión, o más bien el ciego deseo, de que las leyes económicas no se cumplan o se deroguen.

Si algo enseña la teoría económica es que podemos elegir los fines de la política, podemos elegir los medios para conseguirlos, pero lo que no podemos elegir es que los medios a que acudimos (control de precios, cuotas a la producción, controles de calidad...) lleven a los fines que deseamos, y no a otros. Lo explicaré con un ejemplo.

Tengo un amigo que se llama Carlos. Él dijo en una ocasión que prefería que los ricos hicieran gala de lo que tienen por medio de lujos y no se dedicaran a acumular sin término.

Mucha gente piensa lo contrario. Cojamos a una persona que se llame Álvaro, para personalizar a alguien que odia la ostentación del lujo y que lo que desearía es todo lo contrario; que los ricos, por muchos medios que tuvieran, no mostraran su riqueza en bienes externos.

En tal caso se podría dar la siguiente situación:

Carlos desea las ostentaciones de lujo a los ricos, y en consecuencia propone que se impongan tipos altísimos a las ganancias de capital.

Álvaro quiere que ante todo prevalezca la frugalidad ante la ostentación, y en consecuencia propone que se impongan tipos altísimos a las ganancias de capital.

De tal modo que tenemos dos objetivos contrapuestos que se buscan proponiendo la misma medida. Solo la teoría económica nos muestra quién tiene razón.

Por supuesto, es Carlos quien ha hecho la propuesta correcta. Supongamos que el tipo impositivo es del 90%, por ejemplo, y el tipo de interés habitual fuera del 10%. En tal caso veremos qué pasa con una persona que tiene un capital de 100 millones de pesetas. Si invierte esos 100 millones obtendrá no los 10 millones que habría ganado en un mercado libre (sin imposiciones), sino un millón, porque los otros nueve van al fisco. De modo que la inversión de 100 millones le renta un millón de pesetas. Otra opción para esos 100 millones consiste en comprarse un F50 (supongamos que cuesta los 100 millones). En tal caso el coste de comprarse el Ferrari es de un millón de pesetas, que es lo que habría ganado de invertir su capital. Probablemente lo considere un coste muy bajo y por tanto opte por comprar el coche.

Supongamos que cambia el ministro de Hacienda y con la nueva fiscalidad el tipo sobre las ganancias de capital fuera del 10% en lugar del 90%. En tal caso la renta después de impuestos de sus 100 millones sería de 9 millones al año. Luego lo que deja de ganar (el coste) por comprarse el F50 son ahora 9 millones de pesetas. En tal caso probablemente se lo piense tres veces antes de comprarse el F50, o incluso no lo haga, ya que lo que tiene que renunciar por hacerlo es mucho.

Luego la alta fiscalidad sobre las rentas de capital fomenta el gasto en lujo (el consumo), como deseaba Carlos, y no lo contrario, como deseaba Álvaro. Ambos eligieron su objetivo de política económica. Ambos eligieron la medida para conseguirla. Pero lo que no estaba en su mano es elegir que la medida que han propuesto lleve a los objetivos que querían.

Lo mismo ocurre con las leyes de salario mínimo y con cualquier intervención económica.

Comentarios

 
La ideología los ciega querido jose carlos, ya existe experiencia más que suficiente para desnudar las incoherencias de sus planteamientos, ni siquiera es falta de conocimiento, es pura ideología.
Enviado por el día 18 de Enero de 2005 a las 23:29 (1)
¿En la primera línea no sería más bien "salarios mínimos"?
Enviado por el día 19 de Enero de 2005 a las 14:13 (2)
Se lo pensará 9 veces más jeje
Enviado por el día 20 de Enero de 2005 a las 01:52 (3)
;)
Enviado por el día 20 de Enero de 2005 a las 05:46 (4)

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