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31 de Marzo de 2006

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Orden Natural
Bitácora de Juan Fernando Carpio

¿Hay algo de malo con las empresas realmente grandes?

Algunos puntos breves para reflexión:

1.- Las empresas con mayor participación de mercado en los EEUU en los 1970''s ya no son las mismas tan sólo una generación después (ver "In defense of global capitalism", Johan Norberg, pero baste mencionar General Motors y Microsoft, por ejemplo)

2.- Las empresas grandes no son "monopolios", así tengan 99% del mercado. En primer lugar no se conoce ningún caso histórico de empresa que haya tenido siquiera un 90% del mercado, habiendo libre ingreso a esa industria durante un tiempo razonable (libre ingreso significa que usted y yo elegimos quién permanece, no una legislación y su burócrata ejecutante; tiempo razonable significa que tal vez tome 5 años establecer una empresa farmacéutica y 2 meses una discoteca, por ende se debe observar proporcionalmente lo que esté ocurriendo). Generalmente la empresa mayoritaria ni se acerca al 50%. Pero pensémoslo por un momento: si una empresa tiene la preferencia de 90% de la gente, algo debe estar haciendo bien.

3.- No sólo eso, es más eficiente (por economías de escala, es decir, masificación) y barato, que un 90% de la gente esté atendida por la misma empresa. Menos eficiente y barato es que muchas disputen el mercado, lo cual es señal de que se cumple lo de "al que quiera celeste, que le cueste". Simplemente el mismo diseño o producto no satisfacen mayoritariamente, y hay más oferentes, lo cual crea muchos celestes (variantes del producto) y simplemente pagamos por ello. La ironía es que si bien ambos tipos de situación son legítimos, en la que existe una empresa mayoritaría hay un uso mas eficiente de recursos disponibles en sociedad.

4.- Las empresas grandes tienen un límite natural y muy real en la integración vertical. Si Microsoft se trasladase a una isla y pusiera su propia guarderia infantil, sembríos, universidad, cafetería, agencia de viajes, etc, terminaría volviendose ineficiente más pronto que tarde. No sólo se trata del consabido efecto de que "quien mucho abarca, poco aprieta" si no que simplemente las tareas al integrarse verticalmente, dejan de emitir la señal fundamental para saber que se está haciendo uso constructivo de los recursos (que el todo sea más que la suma de las partes, o valor agregado): se pierde de vista el proceso de costos y precios. Al ser uno mismo su propio proveedor, no hay una ganancia a ser obtenida por un manejo virtuoso (creativo) de los recursos, y por ende, se pierde el norte productivo (la eficiencia, como concepto, es simplemente imposible). Es decir que a una isla Microsoft le pasaría lo mismo que al socialismo (ver Hitler y su destrucción de 2/3 de la economía germana; idem como J. D. Perón en Argentina, Fidel Castro en Cuba, etc), pues se perdería de vista el proceso de creación-sostenimiento de valor en la cadena costos-precios (el precio al que compramos algo para producir algo más, es un costo a su vez en el nuevo proceso), que básicamente es lo que significa en resumen "economizar". No existe economía sin precios libres y ese tema es meramente técnico.

5.- Entonces, ninguna empresa puede capturar horizontalmente (cubrir todo el mercado) ni verticalmente (comprarse o sustituir a todos sus proveedores) toda una actividad, simplemente porque dejaría de crear valor (ver el artículo de Al Ries "Why Japanese companies make everything except money") y destruiría su capacidad de generar valor socialmente reconocido (lo cual se verifica en un sólido ingreso monetario)

6.- Sólo las grandes empresas pueden realizar cierto tipo de inversiones, pagar cierto tipo de profesiones altamente especializadas, y generar economías de escala. Sólo las pequeñas pueden romper situaciones estables de mercado, como lo demuestra la historia de la Nokia, pues tienen mucho por ganar y poco por perder en imagen, estructuras y demás elementos que se arriesgan cuando se planean grandes cambios.

En conclusión: no hay nada de malo con las empresas realmente grandes. Es el consumidor quien les da su peso y durabilidad, y es el consumidor (usted y yo) quien se las puede quitar, y así ocurre cada año.

Comentarios

 
Casualmente yo también he apuntado lo mismo en mi último artículo en Libertad Digital. La teoría del monopolio natural, y sus "perniciosas" consecuencias, no se agunta por ninguna parte. Ahora con la Globalización los economistas tenemos, y vamos a tener, muchos ejemplos reales. Siempre y cuando los políticos no empiecen a hacer leyes internacionales monopolísticas claro... o como les llaman ellos "leyes anti monopolio".
Enviado por el día 31 de Marzo de 2006 a las 11:20 (1)
La pregunta planteada por JFC es muy general. En los puntos se consideran las relaciones: empresa-empresa, empresa-consumidor, empresa-proveedor y empresa-estado. Pero en la conclusión se excluye empresa-estado y corresponde más bien a la pregunta ¿Hay algo de malo con las empresas realmente grandes en relación con el consumidor?

El punto 4 considera la imitación del estado por la empresa grande, llevado a extremos. Pero sin necesidad de llegar a una plena integración vertical o completa expansión horizontal, la evolución de la empresa se lastra con los problemas de considerar al hombre un medio, o un recurso. El empresario-director-propietario se aleja de la comprensión del individuo y de su diferenciación.

El estado no solo actúa como modelo, sino como cercenador de decisiones, con reglas como salario mínimo, condiciones del puesto de trabajo, duración de la jornada laboral, seguros obligatorios etc. El lecho de Procusto sindical es otro freno al premio debido al mejor comportamiento.

La perceptible riqueza de la empresa grande despierta los celos envidiosos y los apetitos confiscadores del estado. Es tarea más simple y barata atacar la propiedad de la empresa grande con pretextos sociales.

El intervensionismo tiene al clientelismo como reverso en la acción estatal. La empresa grande (como otros actores) suele emplear sus recursos en obtener prebendas estatales. El resultado es peor cuando el calificativo “grande” prima sobre “empresa”. Es habitual que el estado proteja la ineficiencia argumentando sobre objetivos estratégicos, el número de desempleados, y otros pretextos.
(continuará)
Enviado por el día 31 de Marzo de 2006 a las 17:38 (2)
(final)
Resumiendo: La acción discriminadora del consumidor pasa por el prisma refractor de la acción estatal. Si bien el consumidor consigue imponer parcialmente sus puntos de vista, arrastra un pesado fardo, poco puede decirse sobre las empresas que no lograron saltar el listón estatal o están fuertemente condicionadas a éste, y el ulterior devenir de tales empresas. El contubernio empresa-estado resulta tanto más grave y dañoso para el consumidor cuanto más “grande” y menos “empresa” sea.
Enviado por el día 31 de Marzo de 2006 a las 17:39 (3)
Concuerdo renegm: pero recuerda que mi análisis debia funcionar en cualquier sistema libre, y obviamente se complica en economías mixtas, y lo que describes entonces se vuelve muy preciso.
Enviado por el día 31 de Marzo de 2006 a las 18:19 (4)
Claro, jfcarpio. No comenté para polemizar a secas. Pero tanto en el post como en el artículo de Valín se mencionan empresas reales que operan en un mundo no-libre. Esto puede inducir (y de hecho es la tergiversación mas común) que los liberales estamos al servicio del "Gran Capital" y aprobamos conductas liberticidas si provienen de una "empresa".
Enviado por el día 31 de Marzo de 2006 a las 18:59 (5)
Vale.
Enviado por el día 1 de Abril de 2006 a las 01:11 (6)
Creo que el problema de las grandes empresas es que finalmente al abarcar la mayoría del mercado ya el comprador no es el que escoje los productos, sino que la empresa a través del marketing (con ética o sin ética) hace a las sociedades más conformistas y consumistas.

Por eso el punto 3 que señalas no lo entiendo muy bien. ¿La no competencia es efectiva y barata para el productor pero no para el consumidor?
Enviado por el día 10 de Abril de 2006 a las 04:24 (7)

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