Imágenes de un futuro socialista
Por Eugen Richter
Traducido por Mariano Bas Uribe
XXVI. El resultado de las elecciones
Con una pesadumbre como ésta en el corazón, todo lo relacionado con la política me parece irrelevante y vano. Los dolores de este momento hacen que uno vea las consideraciones acerca del futuro con indiferencia.
Franz ha tenido razón en su pronóstico sobre los resultados de las elecciones. En su última carta indicaba su creencia en que, en una comunidad en la cual no restaba libertad alguna personal o de comercio, incluso la forma de gobierno más libre sería incapaz de restablecer independencia política alguna. Consideraba que en aquellos sujetos que sean tan dependientes del Gobierno, incluso en los aspectos más corrientes de la vida, como pasaba con nosotros, sólo unos raros casos tendrían el coraje de votar, no importa lo secreto que sea el voto, en contra de los deseos conocidos de quienes estén en el poder. El derecho de voto, escribía Franz, podría no tener en nuestro Estado socialista más importancia que el que pudiera tener para los soldados en sus cuarteles o el de los prisioneros de una cárcel.
El resultado de las elecciones muestra que el partido del Gobierno, a pesar del descontento generalizado, ha obtenido dos tercios de los votos emitidos. Y además, su triunfo se ha obtenido sin que necesitara realizar ningún esfuerzo especial. La única excepción que debe hacerse a esta situación ha sido la transferencia de algunos líderes del Partido de la Libertad y de las Juventudes, que se han debido evidentemente a razones políticas, para que actuaran como advertencia.
Aplastados por la continua adversidad que atormenta a mi familia, he renunciado a mi intención inicial de dar mi voto a la oposición y he apoyado al Gobierno. ¿Qué podría haberle pasado a mi esposa y a mí mismo si, en este estado de ánimo, me hubieran destinado en algún pequeño pueblo de una provincia lejana?
Parece bastante extraño que en el campo, donde hay tanto descontento, el Gobierno haya obtenido sus mejores resultados. La única explicación es que como la gente del campo está más bajo vigilancia que las ciudades muy pobladas, todavía son más reticentes a expresar su oposición que la gente de las urbes. Además, el reciente incremento de efectivos en el ejército ha generado temor en los corazones de los hombres de los distritos desafectos.
El Berlín el partido del Gobierno está en minoría. Y como, de acuerdo con el sistema reelección proporcional adoptado, Berlín constituye una sola división electoral, el voto de nuestra ciudad está del lado del Partido de la Libertad.
Las Juventudes han sacado muy malos resultados y, a pesar del apoyo recibido por la Liga de Mujeres por el Matrimonio Universal, sólo han conseguido un escaño. Parece muy claro que la nación no desea ver ningún añadido al edificio socialista ya construido. E incluso este candidato hubiera tenido dificultad en triunfar si no fuera por amigos en el Partido de la Libertad, que apoyaron su elección a causa de lo vigorosos ataques que hizo al Gobierno.
El Partido de la Libertad, o los Amigos de la Libertad, como también se hacen llamar, han obtenido cerca de un tercio de número total de votos en todo el país. Y han obtenido este resultado a pesar de todos los esfuerzos que ha hecho el Gobierno para calificarlos como el partido de la demolición, que sólo busca socavar el orden establecido en la sociedad.
El éxito relativo de este partido se debe en buena medida al apoyo de las mujeres votantes y además éstas se han mostrado posteriormente más activas que los votantes del sexo fuerte. No han ocultado su amargura ante el actual estado de cosas y su disgusto ante las restricciones establecidas en asuntos privados y domésticos.
En particular, la regulación que hace posible en cualquier momento determinar la disolución del matrimonio ha tenido el efecto de aumentar el número de mujeres repudiadas, especialmente activas en la distribución de papeletas y en llevar a los dudosos a votar.
De las mujeres candidatas, sólo una ha obtenido escaño en el Parlamento, y ésta resulta ser la esposa del nuevo Canciller. Esta mujer no es miembro del partido del Gobierno, sino que se autocalifica como un parlamentario completamente independiente. En sus discursos electorales repetía constantemente a sus oyentes que en el Parlamento seguiría la misma línea que adoptaba siempre en casa, tanto con su marido actual como con los previos, y hablaría sin rodeos siempre que el bienestar de la nación lo exigiera. El partido del Gobierno no se preocupó en oponerse a la elección de esta mujer, en parte por cortesía hacia el Canciller y en parte para que su elección pudiera servir como ejemplo de la igualdad de derechos de las mujeres y los hombres.
XXVII. Un gran déficit
¡Un déficit de mil millones mensuales! ¡Mil millones marcos en gastos más que en ingresos cada mes! Éste fue el desagradable mensaje con el que el Canciller obsequió a la asamblea del nuevo Parlamento. Lo único que sorprende es que pudiera haberse mantenido en secreto hasta después de las elecciones. Pero ya es hora de ocuparse de ello y ver que algo se ha mejorado.
Desde hacía tiempo se habían venido viendo por todas partes indicios de que algo no iba bien. Cuando vas de compras te dicen demasiado a menudo que este y este artículo se han agotado y que no llegará otra partida hasta dentro de algún tiempo. Ahora se ve que esto se debía no a un incremento de la demanda, sino a una disminución de la oferta. Las cosas iban tan mal que a menudo había verdaderos problemas para obtener las prendas de ropa más indispensables. En lo que se refiere a otros artículos de uso diario, era frecuente que tuvieras que pasar sin ellos o aprovecharas las cosas antiguas y pasadas de moda que quedaran. Todos los productos importados, como café, petróleo, galletas inglesas y cosas así, eran tan caros que no podían adquirirse.
En modo alguno puede decirse que la gente haya vivido en el lujo y el derroche. En la cena, las raciones de carne nominalmente siguen siendo las mismas que al principio, esto es, un tercio de libra por cabeza. Pero últimamente ha habido innovaciones molestas al respecto, que incluyen hueso, ternillas, grasa y materias igualmente incomestibles en la mayor parte del peso de las raciones. La parte vegetal de la carta también se ha simplificado mucho y ahora se limita a patatas, guisantes, judías y lentejas. En el día de Bebel la ración extra de carne y el vaso de cerveza de regalo que esperábamos brillaron por su ausencia. Las estrictas economías se extienden incluso a la pimienta, sal y especias. Por todas partes hay quejas acerca de que los platos son tan insípidos y repetidos que producen náuseas, incluso en los más glotones. Cada charla que se hace con las comidas se dedica más y más a hablar sobre dolencias y quejas.
Al contrario de lo que pudiera pensarse, nuestra población, a pesar de la fuerte emigración que hemos sufrido, va incrementándose rápidamente como consecuencia de que el Estado se ocupa de los niños sin coste alguno. Pero, no obstante esto, no se han tomado medidas para atender a la demanda e, incluso aquí en Berlín, apenas se está construyendo algún edificio. Hasta las reparaciones más indispensables se retrasan constantemente. Hace que tiempo que no se oye nada sobre modificaciones o mejoras en algo, sobre renovación en maquinaria o almacenes, sobre construcción de nuevos molinos o fábricas o ampliación de los existentes o sobre construcción de nuevas vías de ferrocarril.
Todas las tiendas de consumo diario parecen haber menguado hasta lo mínimo. Lo único que hay son cosas que tienen muy poca o ninguna demanda. El resto de las existencias son aquellos productos que antes se exportaban y que ahora ya no se venden, especialmente en otros países socialistas. Estos productos son guantes, sedas, terciopelos, pianos, vinos, encajes y puntillas, etc., etc. Todos estos artículos pueden encontrarse en las tiendas de hogar a menos de la mitad del precio de coste, sólo para conseguir deshacerse de ellos.
De mes en mes, el déficit parece incrementarse en lugar de disminuir, a pesar de todos los intentos de resolverlo. Incluso las existencias de materiales en bruto y auxiliares empiezan a mostrar signos de no poder mantener los trabajos a pleno rendimiento. Los comerciantes de todo el mundo han dejado de enviar a Alemania productos a crédito o contra intercambio inmediato por bienes del mismo valor.
A pesar que lo poco prometedor que pinta el panorama, no puede reprocharse realmente al Gobierno que haya regulado el consumo sin tener en cuenta las perspectivas. A partir de la declaración hecha en la apertura del nuevo Parlamento, parece que, según los precisos cálculos realizados, el valor de la productividad completa del país inmediatamente antes de la Revolución, había sido de 17 a 18 mil millones de marcos anuales. El Gobierno tomó este dato como base y ni siquiera calculó un posible incremento en la productividad de la nación en un nuevo estado de cosas. Simplemente asumió que este valor permanecería al menos a este nivel y no disminuiría al fijar la jornada máxima de ocho horas. El cálculo del consumo por cabeza de la población se hizo a partir de este supuesto. Pero incluso aunque el Gobierno hubiera estado en lo cierto, el muy evidente que la mayoría de la nación no había mejorado, sino empeorado, respecto a la situación anterior a la Revolución, eso sin contar con todas las restricciones establecidas a la libertad personal y comercial.
Sin embargo, fue suficiente poco tiempo para verificar que la productividad de la nación bajó bruscamente a un tercio de la previa. De 18 mil millones al año, ha bajado a seis mil millones y de mil quinientos millones al mes a quinientos millones. Así que tenemos un déficit de mil millones al mes. En cuatro meses, esta cantidad resulta igual a los pagos de guerra que Francia tenía que pagar a Alemania en los días de la Gran Guerra.
¿Qué puede hacer este país? ¿Dónde podemos encontrar ayuda? La próxima reunión del Parlamento se espera con ansiedad e interés y el Canciller intentará entonces explicar las razones del déficit.
XXVIII. Asuntos domésticos
Aún me encuentro muy solo en casa, algo que no conocía desde que era un joven soltero.
Mi pobre esposa todavía sigue en el hospital y el doctor me pidió hace poco que le hiciera tan pocas visitas como pudiera, ya que debemos evitarle toda excitación. Y es que tan pronto me ve, lanza sus brazos apasionadamente alrededor de mi cuello, como si la estuviera rescatando de algún peligro. Cuando tengo que irme, esta agitada escena se repite y tarda en aceptar la idea de que me voy. Después de las conversaciones que hemos tenido, sus pensamientos naturalmente vuelven hacia mí y los demás miembros de la familia y cuanto más nos recuerda, más ansiedad e incertidumbre siente por nosotros. Constantemente nos supone expuestos a todo tipo de terribles persecuciones y peligros y tiene miedo de no volver a vernos. El choque que su sistema nervioso soportó por la muerte de nuestra pequeña y por los acontecimientos relacionados con la huida de Franz y Agnes todavía le afecta muy seriamente.
Mi deseo era consultar sobre su caso a nuestro antiguo médico. Él la conoce bastante bien, ya que siempre la había atendido cuando había sido necesario, desde el día de nuestro matrimonio. Cuando llamé por él, acababa de volver de atender a un joven suicida, al que había intentado inútilmente devolver a la vida. Me dijo que sentía muchísimo decirme que sus ocho horas laborales acababan de concluir y por ello no podía, contra su voluntad y a pesar de la amistad que nos unía, dar más asistencia médica ese día. Me dijo que ya había sido denunciado en dos ocasiones por un colega más joven, que no había sido capaz de entregar un número suficiente de cupones al Departamento de Contabilidad del Estado para probar que había trabajado profesionalmente ocho horas diarias. Este joven había informado sobre él por exceder las horas de trabajo y le habían multado severamente por exceso de producción.
Comentando el caso del que acababa de regresar, el viejo caballero es extendió acerca del estremecedor aumento del número de suicidios en la Comunidad socialista. Le pregunté si en este caso había sido por un amor no correspondido. Replicó negativamente, pero continuó diciendo que esos casos ocurren a veces, exactamente como antes, y apenas cambiaría prohibiendo a las mujeres por medio de una norma parlamentaria rechazar proposiciones que no les agradaran. El viejo caballero, que de joven fue cirujano del ejército, atribuía el incremento de suicidios a otras causas. Me dijo que había observado frecuentemente que un considerable número de los que se producían en el ejército ocurrían por el simple hecho de que muchos jóvenes, aunque se sintieran perfectamente satisfechos en todos los demás aspectos, encontraban totalmente insoportables las restricciones de la vida militar a las que nos estaban habituados. Esos jóvenes encontraban insoportable la vida bajo esas circunstancias, aunque supieran que en dos o tres años volverían a la libertad a la que estaban acostumbrados. De aquí, continuó, que el tedio y las restricciones eternas de la libertad personal que había ocasionado la nueva organización de la producción y el consumo, junto con la idea de la absoluta igualdad social para todos, habría afectado a muchas personas, muchas de ellas no precisamente de baja categoría, con el efecto de robar a la vida todos sus encantos, de forma que al final habían recurrido al suicidio como la única forma de escapar a las restricciones de una existencia triste y monótona, que todos sus esfuerzos no podían alterar. Es muy posible que el viejo caballero no estuviera del todo equivocado.
Es agradable reflejar que tenemos buenas noticias de Franz y Agnes desde América. Es el único rayo de luz en mi vida. Escriben que acaban de abandonar el centro de acogida de Nueva York, en el que se habían alojado inmediatamente después de casarse, y se las han arreglado para tener un humilde y pequeño hogar para ambos. Al tener muy buena mano en su trabajo y un carácter honrado, Franz ha conseguido ser capataz en una empresa de impresión de primera clase. Agnes trabaja para una gran empresa sombrerera y parece que los salarios en su sector han subido considerablemente en América al disminuir muy seriamente la competencia alemana por culpa de los retrasos. Así, economizando, han podido comprar una cosa detrás de otra para hacer su casa acogedora. Franz está terriblemente disgustado por la muerte de su hermanita y quiere que le envíe a Ernst, prometiendo que se ocupará de su futuro.
No hay palabras para describir la pena que siento por Ernst en su escuela. De hecho, en general, uno no oye más que cosas desfavorables sobre esas escuelas, más particularmente de las que están ocupadas por jóvenes de dieciocho a veintiún años. Todos estos jóvenes saben que en cuanto cumplan veintiún años, independientemente de lo que hayan aprendido o de si han aprendido mucho o poco, les espera exactamente el mismo destino. Saben que seguirán exactamente le mismo rumbo prescrito para ellos y para todos sus iguales y que ningún esfuerzo o talento les permitirá apartarse del rumbo marcado. Más aún, saben que el hecho de que les guste más una cosa u otra no les da la más mínima garantía de que se les asignará de acuerdo con sus gustos, o ni siquiera que se tendrán en cuenta. El resultado es que todos, casi sin excepción, se dedican a todo tipo de vicios y excesos, así que últimamente han tenido que tomarse medidas tan severas para tenerles a raya que son casi iguales a las de los reformatorios.
Pero a pesar de todo esto, no me atrevo a decirle una palabra a Ernst acerca de escapar. Incluso si pudiera encontrar un modo seguro de poner al chico a bordo de un buque extranjero, y suponiendo que tuviera algún medio de resarcir a Franz de los gastos del viaje, me seguiría sintiendo incapaz de dar es este paso decisivo para el futuro de Ernst sin estar completamente de acuerdo con su madre. Y hablar con ella de eso en su estado podría matarla.
XXIX. Una sesión parlamentaria tormentosa
No había estado en la Cámara desde el debate sobre los bancos. Se recordará que éste fue antes de las recientes elecciones generales y que la Cámara, o como se estilaba entonces, el Comité de Gobierno, estaban compuestos exclusivamente por aquéllos miembros del Partido Socialista que tenían escaño antes de la Revolución, habiéndose declarado vacantes todos los escaños de miembros de los demás partidos, al considerar que todos esos miembros habían sido elegidos a través de la influencia del capital. Sin embargo, hoy los nuevos oponentes electos del Socialismo ocupaban sus lugares, llenando toda la mitad izquierda de la Cámara y disponiendo de alrededor de un tercio de los escaños.
La única mujer elegida, la esposa del Canciller, se sentaba en medio del banco al frente de la Oposición. Es una mujer fina y elegante, con mucha energía: en mi opinión estaba quizá vestida un pelín coquetamente para la ocasión. Siguió el discurso de su marido con marcada atención, unas veces aprobando y otras moviendo la cabeza –llevaba tirabuzones y tenía cintas rojas en el pelo– para mostrar descontento.
El lado gubernamental de la Cámara quedaba bajo una aparente nube de depresión, como consecuencia de las noticias del gran déficit. La Oposición, por su parte, esta muy activa en sus trincheras. Las galerías del público estaban densamente ocupadas, siendo el número de mujeres especialmente alto, y la excitación era considerable por todas partes.
Se había establecido en el orden del día un debate acerca de las finanzas del Estado e intentaré reproducir aquí los puntos principales del debate referidos a las causas del gran déficit. El primer orador fue el
Canciller—“El hecho de que se haya producido un considerable disminución en los valores productivos de este país, una disminución tan grande que los valores ahora son de sólo un tercio de lo que eran antes de la gran Revolución, es un hecho que nos hará a cada uno reír o llorar, pero que todos debemos procurar comprender en toda su extensión. Prominentes entre las causas de esa regresión son los opositores a nuestro sistema socialista.”
Miembro de Hagen, a la izquierda—“Oh, oh.”
Canciller—“Apenas necesito recordar al Miembro de Hagen que para establecer el Socialismo en el país, me he visto en la necesidad de incrementar las fuerzas de policía en más de diez veces. Además de esto, hemos apreciado la oportunidad de doblar los efectivos en la armada y del ejército regular, de forma que estas fuerzas pudieran estar en situación de rendir el apoyo necesario a la policía en su trabajo de mantener el orden y prevenir la emigración, y pudieran asimismo constituir un baluarte contra los peligros del exterior. Más aún, la declaración de nulidad de todos los valores y bonos del Estado por parte de los distintos gobiernos socialistas de Europa, ha afectado necesariamente al capital germano invertido en esos países y de esta forma a colaborado en disminuir nuestros ingresos. Nuestro comercio exportador ha disminuido a un nivel preocupante, en parte por el orden socialista que ahora impera en muchos países y en parte por la aversión que las naciones burguesas muestran por nuestro sistema de fabricación. Al respecto de estas diversas causas difícilmente puede suponerse que haya muchos cambios en el futuro.
Una causa fructífera, desde nuestro punto de vista, de la gran crisis del poder productivo de la nación ha sido el relevo de jóvenes y mayores de la obligación de trabajar (vaya, vaya, desde la izquierda) y el acortamiento de las horas laborales (Alboroto). Nosotros vamos incluso más allá en la opinión de que la abolición del trabajo en línea sin duda ha contribuido a la disminución de la fabricación. (Vaya, vaya, desde la izquierda). Un resultado de los desmoralizantes efectos de la antigua sociedad es que, desafortunadamente, la conciencia de la indispensable necesidad de trabajar que se distribuye en una comunidad socialista entre todas las personas por igual, aún no ha cuajado en el grueso de los ciudadanos hasta tal punto (discrepancias desde la derecha), que deberíamos sentirnos justificados para no presentar antes que ustedes la medida que estamos a punto de presentar, que es la siguiente: una ley que extienda el máximo de jornada laboral a doce horas. (Asombro). Además de esto, proponemos –al menos como una medida provisional y hasta que se restaure un equilibrio satisfactorio– extender la obligación de trabajar a todas las personas de entre catorce y setenta y cinco años, en lugar de cómo hasta ahora, entre veintiuno y sesenta y cinco. (Vaya, vaya, desde la izquierda).Sin embargo, en estas disposiciones, proveeremos de facilidades a aquellos jóvenes con talento para su desarrollo cultural y asimismo cuidaremos de que a las personas achacosas se les asigne un trabajo que no afecte a su estado de salud.
A continuación, somos de la más firme opinión de que de un sistema de alimentación nacional más sencillo y barato que el que hasta ahora se ha adoptado (discrepancias desde la derecha) contribuiría muy notablemente a reducir el déficit. Cuidadosas investigaciones que hemos llevado a cabo recientemente han establecido firmemente el hecho de que incrementando las raciones de patatas y verduras en proporción adecuada, el acostumbrado tercio de libra de carne no es en modo alguno una ingrediente necesario para la comida del día, sino que un décimo de libra, o manteca, es suficientemente abundante.”
Miembro de Hagen—“¡En la cárcel de Ploezensee!”
Presidente—“Debo solicitar al Miembro de Hagen que cese en esas interrupciones.” (Aplauso desde la derecha).
Canciller—“Es un hecho bien conocido de que hay muchas personas estimables –me refiero a aquellos que son vegetarianos– que sostienen no sólo que puede prescindirse completamente de la carne, sino que esta positivamente daña el sistema humano. (Tumulto en la derecha).
Sin embargo, una de las fuentes principales, de las que calculamos afecten significativamente a la economía, es el establecimiento de límites más estrechos al capricho individual, tal como se manifiesta en la compra de artículos. Una medida de esta naturaleza en un paso necesario y lógico en dirección a la igualdad social y esperamos, por este medio, acabar con la ley irracional de la oferta y la demanda que impera incluso hoy en día, y que tiende en gran medida a establecer obstáculos en la producción y eleva los precios correspondientemente. La Comunidad produce, digamos, artículos de consumo, muebles, ropas, etcétera. Pero las demanda de estos artículos está regulada por el mero antojo o capricho—llamémosle moda, buen gusto o como queramos.”
Esposa del Canciller—“Oh, oh.”
El Canciller vaciló un momento, y mostró su irritación por la interrupción tomando un vaso de agua para calmarse. Después continuó:
“Repito, el capricho de la moda sólo se dirige, con mucha frecuencia, no hacia aquellos artículos de los que hay existencias, sino hacia algunas cosas nuevas que siguen la moda del momento. Como consecuencia de ello, aquellos bienes que se fabrican y ponen a la venta para la Comunidad se convierten en los llamados “veteranos de la tienda” o se arruinan—en resumen, no llegan a cumplir el propósito para el que se fabricaron y todo esto, en realidad, pasa simplemente porque estos objetos no son completamente del gusto del Sr. y la Sra. X. Y. Z. Ahora les pregunto: ¿está justificado seguir cediendo a los caprichos de esa gente a la que le ofrecemos alternativas de distintos bienes para un único y siempre idéntico fin—como alimentarles, amueblarles y vestirles—para que el Sr. y la Sra. X. puedan vivir y vestir y amueblar sus hogares de forma distinta que el Sr. y la Sra. Y? Solamente reflexionemos sobre cómo se podrían abaratar enormemente todos los procesos de fabricación si, en lugar de tener una variedad de bienes destinados al mismo propósito, todos estos artículos se limitaran a unos pocos modelos o, mejor aún, si se hiciera un solo modelo. Las pérdidas que se producen por los bienes que quedan como invendibles se evitarían si se entendiera de una vez y para siempre que el Sr. y la Sra. X. Y. Z. deben comer y vestirse y amueblar sus casas en la forma que se prescriba por el Estado.
Por tanto, señora y caballeros, el Gobierno contempla en breve someter a su consideración planes para regular otros aspectos de la vida similares a los adoptados desde en el principio para regular las comidas diarias. Asimismo, tenderá a promover más igualdad social real mediante la declaración de propiedad estatal de todos los bienes propiedades personales del hogar, como camas, mesas, sillas, armarios, ropa blanca, etc. Mediante la decoración de cada uno de los alojamientos por parte del Estado siguiendo estos requisitos, todos de la misma manera, y quedando todos ellos como parte permanente de cada alojamiento, los problemas y gastos de mudanza desaparecen. Y sólo entonces, cuando hayamos avanzado lo suficiente, estaremos en disposición de acercarnos, al menos aproximadamente, al principio de igualdad en lo que respecta a la cuestión de los alojamientos, sin importar las diferencias en situaciones y ventajas. Proponemos resolver este problema mediante sorteos periódicos trimestrales. De esta manera, las posibilidades de que alguien pueda obtener buenos apartamentos en la primera planta al frente de la casa se renuevan cada trimestre del año. (Risas desde la izquierda. Aplausos aquí y allá desde la derecha).
Como ayuda adicional a la promoción de la igualdad, proponemos que en el futuro todas las personas se vistan con prendas cuyo corte, material y color será tarea de esta Cámara determinar por anticipado. El plazo durante el cual todas las prendas deben vestirse también se fijará con precisión.”
Esposa del Canciller—“Nunca, nunca.”
La oposición mostrada por este miembro fue apoyada por varias damas en la galería del público.
Presidente—“Todos los signos de aprobación o desaprobación en la galería del público están estrictamente prohibidos.”
Canciller—“No me gustaría que se me malinterpretara. No contemplamos llevar la igualdad en el vestido hasta el punto de abolir completamente toda diversidad. Por el contrario, sugerimos que se lleven diversas insignias como marcas por la que los hombres y mujeres de diferentes provincias, pueblos y profesiones, se puedan distinguir entre sí de un vistazo. Una disposición de este tipo facilitará materialmente la supervisión de personas individuales por parte de los controladores asignados por el estado para este propósito (vaya, vaya, desde la izquierda) y esto nos permitirá que el actualmente insoslayable incremento de dichos controladores no sea tan grande como estaba previsto. Como saben, el número de controladores ha sido hasta ahora de uno por cada cincuenta ciudadanos. Pero con la ayuda de la disposición recién propuesta, el Gobierno es de la opinión de que un controlador por cada treinta ciudadanos sería más que suficiente para hacer de nuestro país un país ordenado en el más literal sentido de la palabra (disturbio y gritos de “Tiranía” desde la izquierda, el presidente hizo sonar su gong y pidió orden) y para asegurar por parte de todos la observancia rigurosa de las leyes y regulaciones respecto de las comidas, estilo de vestir, manera de vivir, etcétera.
Este es nuestro programa. Si obtuviera su aprobación, no dudamos de que un firme cumplimiento del mismo pronto tendrá el efecto de acabar con el déficit y de llevar al país, desde la base de la igualdad social a cumbres inimaginables de prosperidad y felicidad, proporcionadas en tal grado que, con el paso del tiempo, removerá y triunfará sobre los efectos desmoralizantes del pasado estado de la sociedad.” (Aplausos desde la derecha, protestas y silbidos desde la izquierda).
Presidente—“Antes de proceder a discutir la medidas que han sido expuestas por el Canciller, sería bueno para aquellos miembros que puedan desear más información sobre cualquiera de los puntos indicados, que aprovechen la presente oportunidad para dirigir preguntas breves al Canciller.”
El Canciller dijo que estaba dispuesto para contestar de inmediato a cualquier pregunta que se le dirigiera.
Un miembro del partido del Gobierno pidió al Canciller que fuera más explícito respecto a la manera en se proponían dar las comidas de mañana y tarde, después preguntó si las medidas contempladas tendrían algún efecto retroactivo sobre el valor de los cupones que componían los certificados monetarios.
Canciller—“Doy gracias al último orador por haber llamado mi atención a varias omisiones en mi intervención. Con el fin de prevenir la sobrecarga de los órganos digestivos, proponemos reducir las raciones de pan para adultos de una libre y media por cabeza a una libra. La gran cantidad de fécula que es parte constituyente del trigo es particularmente susceptible de fermentación, lo que, como ha demostrado la experiencia, ocasiona frecuentemente desagradables desórdenes internos. Además de esta ración de pan, y que, por descontado, sirve para todo el día, cada persona recibirá ciento cincuenta granos de café sin tostar y un cuarto de pinta de leche desnatada para desayunar. Esto permite hacer una pinta de café. El Gobierno está convencido de una aceptación consciente de estas proporciones resultará en la producción de un compuesto que se verá libre de esos efectos deletéreos y abrasadores que frecuentemente acompañan el uso del café como bebida. (Risas desde la izquierda).
La comida de la tarde estará compuesta por una pinta y media de sopa para cada adulto, teniendo cuidado de asegurar una adecuada variedad, de forma que no aburra su sabor. Sopa de arroz, sopa de harina, sopa de cebada, sopa de pan y sopa de patatas se irán alternando y con el fin de obtener todavía más variedad, ocasionalmente se sustituirá la ración de sopa por media pinta de leche desnatada. En las tras festividades políticas principales del año—los aniversarios del nacimiento de Bebel, Lassalle y Liebknecht—cada adulto recibirá media libra de carne y una pinte de cerveza para cenar.
También he omitido mencionar que una vez por semana habrá un aumento en ración de cada adulto mediante la adición de un arenque. Aquéllos que prefieran consumir su arenque en la comida de la tarde tienen libertad para hacerlo y este plan es aún más elogiable si se considera que comida de mediodía ya viene enriquecida con un décimo de libra de carne.
Ésas son las propuestas que sometemos a la sanción del Parlamento. Con el fin de formular la alimentación de la gente bajo principios simples y naturales, nos ha guiado la consideración de que un sistema de este tipo nos pondría en disposición de exportar nuestros productos más valiosos, como caza y aves de corral, jamones, verduras de calidad, distintas variedades de pescado, vino y demás. Mediante ello calculamos que podremos pagar la factura de importaciones que requerimos para el sostenimiento del pueblo, en particular, cereales y café.
En lo que se refiere a los certificados monetarios, no hace falta decir que una aplicación extensiva del plan de suministrar al pueblo los bienes de primera necesidad tiene un efecto en el valor de los cupones correspondientes a dicha aplicación. También se ha contemplado para el futuro suministrar a cada alojamiento fuego y luz siguiendo una tasa fija, que se deducirá de los certificados monetarios. De forma similar, toda limpieza—naturalmente, hasta un cierto límite—se hará en los establecimientos de lavandería del Estado sin que se realice ningún cargo directo.
Bajo estas circunstancias, y viendo que la gente tendrá todo los que necesita, el Gobierno puso su atención en considerar la cantidad que sería juicioso o prudente fijar para los gastos privados de cada persona, para lo que normalmente llamamos calderilla, y nos pareció que para esos desembolsos varios como los que supondrían la adquisición ocasional de pequeños extras en comida y bebida, tabaco, jabón, diversiones o excursiones, en resumen, en obtener lo que se puede desear, no nos equivocaríamos fijando un marco por cabeza para cada diez días. (Risas desde la izquierda). Debe entenderse que el uso de este marco no estaría sujeto al la menor limitación, ni a ningún tipo de control oficial. Por tanto, se aprecia que estamos lejos de desear restringir injustamente la libertad individual, siempre que ésta se mueva dentro de las esferas legales.”
Un miembro del Partido de la Libertad deseaba conocer las intenciones del Gobierno en relación con la mayor lentitud y lasitud en el desarrollo del trabajo, que presumiblemente se produciría con el alargamiento de la jornada laboral doce horas. También pidió la opinión del Gobierno sobre la cuestión del aumento de la población.
Canciller—“En lo que respecta a los delitos contra la obligación de trabajar, el Gobierno reconoce el hecho de que la extensión de la jornada laboral a doce horas hace imperativamente necesaria una posterior reforma del sistema de sanciones y propone esa realización a través de varios medios. Entre otros, mencionaré la supresión de cama por pequeñas transgresiones, arrestos, encarcelaciones en cámara oscura y azotes para delitos reiterados.” (Silbidos desde las galerías del público).
El Presidente amenazó con despejar las galerías de inmediato si sus advertencias volvían a desobedecerse.
Canciller—“Que no se me entienda mal respecto de los azotes. No estamos dispuestos a recomendar la aplicación de más de treinta golpes. El fin que persigue el gobierno con estas medidas es desarrollar el reconocimiento de la necesidad del trabajo, incluso en aquéllos que se rebelen constitucionalmente contra la doctrina.
En relación con el incremento de la población, nos adherimos firmemente en lo sustancial al principio de Bebel de que el Estado debe estimar a la llegada de cada niño como un nuevo bienvenido a la causa del Socialismo. (Aplausos desde la derecha). Pero incluso aquí será necesario fijar el límite en algún lugar y no podemos nunca en lo sucesivo permitir un incremento no razonable de la población que ponga en riesgo el delicado equilibrio que se establecerá con la aprobación de las medidas propuestas. Por tanto, como tendremos la oportunidad de mostrar más claramente en el futuro debate presupuestario, confiamos en buena medida en el uso del sistema empleado para alimentar a la gente como un instrumento para regular la población. En este caso seguiremos una indicación que debemos a Bebel. Bebel dijo, con tanta belleza como verdad, que el Socialismo es una ciencia que se aplica con propósito firme y resolución inflexible apuntando a toda esfera de la actividad humana. (Gran aplauso desde la derecha).
Presidente—“Como ningún miembro parece desear hacer más preguntas al Canciller, podemos de una vez discutir la materias sometidas a la Cámara. Seguiremos el procedimiento de nombrar alternativamente portavoces de los dos grandes partidos, a la derecha y la izquierda y empezaremos por la izquierda. Doy la palabra al miembro de Hagen.”
Miembro de Hagen—“Tengo muy pocos deseos de interrogar de cerca al Canciller acerca de los detalles de su programa. Los frutos del (llamado) orden socialista de cosas que hemos visto hasta ahora y aún muchos más que esperamos de las distintas medidas en perspectiva son suficientes para llenarse el alma con odio y disgusto respecto de la situación de las cosas que el Socialismo ha traído a Alemania. (Gran alboroto en la derecha, fuerte aplauso en la izquierda). La experiencia demuestra que las miserables realidades superan lo que mi fallecido predecesor predijo serían las condiciones de las cosas si el programa socialista alguna vez se llevaba a cabo. (Gritos desde la derecha: “Ajá, el hombre de las mentiras, el azote de los socialistas.”) Advierto que los caballeros de la derecha nunca han sido capaces de refutar las ‘Falsedades del Socialismo’ del miembro fallecido, Eugen Richter. Sólo debe lamentarse que estos caballeros no llegaran a reconocer sus errores, de forma que ahora podrían sin obnubilarse ver la relación que todos los asuntos de economía nacional e internacional tienen entre sí. Este déficit anual de doce mil millones de con el que nos encontramos cara a cara, significa la bancarrota de la social democracia. (Fuerte alboroto en la derecha). El Canciller se encuentra en un camino completamente equivocado cuando procura hacer a los opositores al Socialismo responsables en cualquier caso del déficit.
“Alemania se encuentra erizada de soldados y policía de una forma nunca vista antes. Pero cuando todos los asuntos de la vida, grandes y pequeños, sin excepción, están sujetos al poder del Estado hay que confiar en un grupo adicional de sirvientes designados para verificar que las disposiciones del Estado se llevan a cabo debidamente. Desafortunadamente, es dolorosamente cierto que nuestro comercio exportador se encuentra en una difícil situación, pero esto sólo es atribuible a poner patas arriba completamente la producción y el consumo, lo que ha ocurrido tanto aquí en casa como en los países socialistas vecinos. Pero incluso esto está lejos de explicar adecuadamente un déficit que asciende a tantos miles de millones. El Canciller lo considera en parte culpa de la reducción de horas de trabajo. Pero antes de la Revolución, las jornadas laborales eran de media menores de diez horas y con el transcurso del tiempo, con una suave progresión se hubieran acortado de de forma simple y natural y sin ejercer ninguna violencia repentina en la oferta. Debemos ver la causa del retroceso en todas nuestras manufacturas, no tanto en el acortamiento de la jornada laboral como en la actual inferior calidad de los productos; en resumen en el hecho de que hacer el vago (Oh, oh, desde la derecha) se ha convertido en algo general. Como en la época feudal, el trabajo se considera ahora una forma de villanía, un esfuerzo esclavo. El sistema de dar la misma remuneración a labores de distinto valor, la ausencia de cualquier perspectiva de mejorar la condición de uno, sin importar lo grande que sea la habilidad o empeño, éstos son elementos que resultan enemigos del verdadero amor al trabajo por sí mismo.
Otra razón por la que nuestras fábricas ya no son productivas es que con la eliminación de las empresas privadas han desaparecido aquellos cuidados y circunspectos líderes en el campo del trabajo que tenían en cuenta que había que hacer un uso juicioso de todos los materiales y que más o menos regulaban la oferta en función de la demanda. Sus gestores de hoy adolecen de de una falta de interés real y profundo en su trabajo, esa falta de estímulo que, antes, incluso los responsables de los establecimientos del Gobierno, sufrían por la competencia de la empresas privadas. Este enorme déficit nos enseña muy claramente que el hombre de empresa no es un buitre, no es un zángano superfluo y que incluso el trabajo meticuloso, cuando no se lleva a cabo inteligentemente, puede convertirse en una mera pérdida de fuerzas y materiales. De nuevo, su sistema de trabajar en todo a gran escala, incluso en casos en los que ese sistema no se adapta en modo alguno, actúa retardando la producción.
¿A qué hemos llegado? Esforzándose en evitar las desventajas del método de fabricación socialista, establecen tales restricciones en la libertad de las personas y del comercio que han convertido Alemania en una gigantesca prisión. (Gran alboroto desde la derecha; aplauso desde la izquierda y las galerías. El Presidente amenaza con desalojar de inmediato las galerías si hay más manifestaciones de sentimientos). La obligación de todos de trabajar, la igualdad de jornada laboral para todos, el forzar a la gente a realizar determinados tipos de trabajos sin tener en cuenta en absoluto sus gustos y deseos, de todas estas cosas no teníamos hasta ahora experiencia excepto dentro de los muros de las penitenciarías. E incluso en esas instituciones, los reclusos más hábiles y productivos tenían la oportunidad de ganar algo en forma de algún extra. La similitud con la vida en prisión se mantiene aún más a través del sistema de que cada persona ocupe cierto alojamiento, igual que los prisioneros tienen las celdas que se les asignan. La decoración que va a formar parte inseparable de cada alojamiento todavía revela más el parecido con la vida carcelaria. Las familias se desgarran. Y si no fuera por el miedo a que el Socialismo muera, ustedes llegarían a separar maridos y mujeres, como se hace en presidio.
E igual que respecto al trabajo ocurre con el resto, cada miembro de esta Comunidad socialista está atado a la misma alimentación prescrita. Estaba justificado que yo dijera ‘la cárcel de Ploezensee’ cuando el Canciller nos desveló esa propuesta de disposición. Me aventuro a decir que la comida dispensada antiguamente a los internos de la prisión era mejor que la que ahora nos proponen para alimentar a la nación. Para que no nos quede nada para completar la semejanza con la cárcel, nos proponen llevar los mismos uniformes. Los supervisores aparecen en forma de numerosos controladores, también los centinelas apostados para evitar que los condenados al Socialismo no escapen cruzando las fronteras. En nuestras prisiones, la jornada de trabajo es de diez horas, no de doce. La pena de azotes, que tienen ustedes que establecer para ayudar a conseguir la jornada de doce horas, no se utiliza desde hace tiempo en muchas prisiones, ya que se piensa que es innecesaria. Para aquéllos que están en la cárcel existía, al menos, la posibilidad de indulto, que podría algún día abrir una puerta a la libertad, incluso para los condenados a cadena perpetua. Pero los que se encuentran sometidos a su prisión socialista están sentenciados de por vida, la única vía de escape es el suicidio. (Asombro).
Su explicación a todo esto es que en el presente nos encontramos en un estado de transición. Nada de eso. Las cosas irán cada vez peor mientras dure el presente sistema. Hasta ahora ustedes sólo han descendido los primeros peldaños que se dirigen al abismo. La luz del día todavía les llega desde esos escalones superiores, pero ustedes se van alejando de ella. La cultura que todavía nos queda, sea en la escolarización, prácticas o habilidades, se debe a los antiguos sistemas sociales. Pero en las escuelas socialistas de hoy en día, en las elementales, avanzadas y técnicas, nuestros jóvenes no progresan en absoluto, no por falta de tiempo o de medios de instrucción, sino simplemente porque nadie se siente obligado a adquirir ciertas cosas como bases para el éxito futuro en la vida.
Ustedes están viviendo del capital de cultura y riqueza que les ha sido legado como resultado de las anteriores disposiciones de la sociedad. Cuán lejos están, sin embargo, de dejar algo y de ofrecer mejoras y añadidos, que ni siquiera pueden mantener adecuadamente esas posesiones como están, sino que permiten que decaigan. Ahora no hay manera de mantener todo ello intacto, porque al destruir la esperanza de beneficio, que inducía a los capitalistas a embarcarse en empresas, a la vez han cercenado cualquier posterior formación de capital, que a su debido tiempo hubiera generado nuevas empresas.
Toda nueva tecnología en las facultades, en igual medida que el progreso material, se encuentra estancada desde la abolición de la libre competencia. El interés propio solía agudizar el ingenio de los individuos y estimulaba su inventiva. Pero la emulación de muchos que se esforzaban en el mismo campo, funcionaba constantemente formando una propiedad común de los avances de los individuos.
Todas las propuestas del Canciller resultarán tan impotentes para reducir el enorme déficit, como nuestro intento de organización, de hace algunos años, de producción y consumo en nuestras prisiones resultó incapaz de cubrir ni siquiera la tercera parte de los gastos en ellas. En muy poco tiempo, a pesar del programa del Canciller, ustedes se encontrarán cara a cara con un nuevo y mayor déficit. Por tanto, les aconsejo que no se regocijen exageradamente con la llegada de niños como si fueran nuevos bienvenidos al Socialismo. Por el contrario, consideren cómo pueden promover mejor una disminución de la población. Porque es bastante seguro que, incluso con el miserable sistema de alimentación que el Canciller se ve obligado a presentarnos, Alemania, en el actual orden de cosas, sólo será capaz de sostener una escasa y débil población. Por supuesto, lo mismo ocurre con los países socialistas vecinos. La inexorable ley de la autoconservación obligará entonces a los socialistas de este lado y de ese otro a empezar una lucha mortal, que se mantendrá hasta que haya sucumbido ese sobrante de población que sólo podría mantenerse por fórmulas y sistemas como los que ustedes han desarraigado.
Hasta donde yo soy consciente, la esperanza que un día expresó Bebel no está más cerca de su cumplimiento—me refiero a la esperanza de que con el paso del tiempo el desierto del Sahara pudiera, mediante irrigación, transformarse en huerta y proporcionar tierra colonizable a la que destinar el exceso de población socialista de Europa. También entiendo que tampoco gustaría por parte de aquellos que estén en política de su lado y que sobran aquí seguir la otra proposición que Bebel fue una vez capaz de sugerir como salida de población sobrante. Esa sugestión fue la ocupación del norte de Noruega y de Siberia. (Risas desde la izquierda).
Que sea o no posible detener la marcha hacia el progreso de la destrucción hacia el que nos encaminamos, no me atrevo a aventurarlo. Muchos miles de millones ya se han destruido por la Revolución y requeriría de nuevo el sacrificio de miles de millones para restaurar algo parecido al orden al presente estado de desorganización.
Mientras que nosotros en la vieja Europa, nos apresuramos hacia la ruina y la destrucción, aparece al otro lado del océano, cada vez mas poderoso y rico, un poder que establecido sobre la sólida base de la propiedad privada y la libre competencia y cuyos ciudadanos nunca han tenido en cuenta seriamente las falsedades del Socialismo.
Cada día que perdemos en la liberación de nuestro país del desdichado laberinto en el que nos ha metido una aberración mental, nos lleva más y más cerca del abismo. Por tanto, yo digo, ‘¡Abajo el régimen carcelario socialista! ¡Viva la Libertad!’” (Fuerte aplauso desde la izquierda y desde las galerías. Silbidos y alborotos desde la derecha).
El Presidente llamó al orden al último orador por las últimas frases de su discurso y dio instrucciones de despejar inmediatamente las galerías, por las constantes manifestaciones de opinión de sus ocupantes.
El desalojo de las galerías ocasiono problemas importantes. Como tenía que irme con los demás, desgraciadamente no puedo contar más sobre el desarrollo del debate. Pero como el Gobierno tenía una mayoría servil de su lado, difícilmente puede haber dudas acerca de la aprobación de las distintas medidas propuestas por el Canciller. Ni tampoco de que la indignación de la señora del Canciller sobre la propuesta de Ley de Regulación del Vestido tendrá algún efecto en alterarla.
XXX. Amenaza de huelga
Las nuevas proposiciones del Canciller para eliminar el déficit han sido recibidas en todos lados en Berlín con burlas y mofas. No puede adivinarse hasta dónde puede llegar el descontento. Desde hace mucho ha habido un gran sentimiento de descontento entre los metalúrgicos y más particularmente entre los ingenieros. Esta gente proclama que han tenido una participación importante en traer la Revolución y se lamentan ahora de que haber sido vergonzosamente engañados en lo que el Socialismo constantemente les prometía. En realidad, no puede negarse que antes de la gran Revolución se les prometía una y otra vez la plena recompensa de su trabajo. Esto, tal como ellos mantienen, ha aparecido repetida y expresamente, negro sobre blanco, en las columnas del Adelante. ¿Y ahora tienen que olvidarlo, recibiendo el mismo salario que todos los demás?
Dicen que si recibieran el valor completo de las máquinas y herramientas que se han puesto en las tiendas, aún después de deducir el coste de material y herramientas, hubieran obtenido al menos cuatro veces más de lo que reciben ahora.
Ha sido inútil que el Adelante haya procurado apuntarles que su interpretación es completamente falsa. El Socialismo, dice este órgano, nunca ha contemplado dar a cada trabajador en su área específica compensación completa de su labor en su esfera laboral particular. Se prometió a la nación en su globalidad compensación completa de los trabajos hechos por la totalidad de los trabajadores. Sea los que sea lo que esos mecánicos hayan realizado para las tiendas y talleres, estaba claro que las cosas fabricadas no son el resultado puro y simple de su trabajo manual. Las máquinas y herramientas caras resultan igualmente necesarias para su producción. Como igualmente son indispensables grandes construcciones y considerables medios. Todos estos accesorios no han sido producidos por los trabajadores realmente implicados en el momento de la fabricación. Viendo así que la Comunidad posee todos esos edificios, planes y medios, es sin duda justo que la misma Comunidad se apropie de lo que quede después de pagar un cierto salario calculado con una tarifa uniforme para todas las personas del país.
Pero de alguna manera, esto mecánicos no llegan a ver los hechos desde esta perspectiva. Dicen que si el Estado, o la Comunidad, o como queramos llamarlo, es ahora quien se lleva los beneficios que antes se pagaban a los accionistas por sus aportaciones de capital, al final acaba siendo lo mismo. Si las cosas acaban siendo así, es como si la gran Revolución no se hubiera producido nunca.
La perspectiva de alargar la jornada laboral a doce horas ha hecho enfadarse a estos trabajadores de las distintas ramas del metal más que nunca. Doce horas al día junto a un fuego abrasador y trabajar con metales duros es muy diferente que doce horas detrás de un mostrador esperando clientes o doce horas cuidando niños.
En resumen, estos hombres demandan la compensación completa tal y como ellos la entienden, limitando la jornada laboral a diez horas como mucho. Ha habido varias grandes asambleas por las noches en la Salas Jungfern y Wuhl, para debatir la cuestión del recurso a la fuerza si no se accede a sus demandas. Se habla de una amenaza de huelga que afectaría a 40.000 personas, asignadas en Berlín a diferentes ramas del metal.