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El objetivismo y el Estado: carta abierta a Ayn Rand

Por
Traducido por Albert Esplugas Boter

Publicada en 1969 por ISIL, la carta original puede leerse aquí. Roy Childs (1949–1992) fue autor y activista libertario. Diecinueve de sus ensayos están recogidos en Liberty Against Power.

Estimada srta. Rand:

El propósito de esta carta es convertirla al anarquismo de mercado. Me consta que nadie hasta la fecha le ha expuesto con detalle los errores contenidos en su filosofía política. Esta es mi intención aquí. Quise acometer esa labor una vez en el pasado, en mi ensayo “The Contradiction in Objectivism”, en el número de marzo de 1968 del Rampart Journal, pero ahora entiendo que mi argumentación era entonces deficiente y débil, y no enfatizaba los elementos esenciales de la controversia. Remediaré esto a continuación.

¿Por qué he emprendido la tarea de convertirla a una visión que ha condenado pública y repetidamente, tildándolo de abstracción ingenua? Porque usted está equivocada. Mantengo que su filosofía no puede ser defendida sin contradicciones; que, de hecho, usted está abogando por la permanencia de una institución inmoral – el estado –. Para una persona con autoestima, ésas son razones suficientes.

Una pugna se desarrolla en el mundo, una pugna entre las fuerzas de la arquía –del estatismo, del imperio político y la autoridad – y su única alternativa – la anarquía, la ausencia de dominio político. Esta batalla es la necesaria y lógica consecuencia del enfrentamiento entre el individualismo y el colectivismo, entre la libertad y el estado, entre la libertad y la esclavitud. Del mismo modo que en ética sólo hay dos posicionamientos posibles por cada cuestión – lo bueno y lo malo –, sólo hay dos posicionamientos lógicos posibles en relación con la cuestión política del estado: o se está a favor o se está en contra de éste. Cualquier postura de compromiso se halla condenada al fracaso, y los adherentes de cualquier vía intermedia están igualmente condenados al fracaso o a la frustración – o a la oscuridad del estrago psicológico, si se obcecan y rechazan identificar las causas de semejante error o la naturaleza de la realidad tal y como es.

Según usted existen tres alternativas en cuanto a organización política: el estatismo, que es un sistema político en el cual el gobierno inicia la fuerza para conseguir sus fines; el gobierno limitado, que detenta un monopolio de represalia pero no inicia el uso o la amenaza de la fuerza física; y la anarquía, una sociedad carente de gobierno, gobierno definido por usted como “una institución que detenta el poder exclusivo para ejecutar ciertas normas de conducta social en una determinada área geográfica”. Usted defiende un gobierno limitado, uno que no inicie el uso o la amenaza de la fuerza física contra los demás.

Sostengo que el gobierno limitado es una abstracción ingenua que nunca ha sido concretizada por nadie; que un gobierno limitado debe iniciar la fuerza o dejar de ser un gobierno; que el concepto mismo de gobierno limitado es una malograda tentativa de integrar dos elementos mutuamente contradictorios: el estatismo y el voluntarismo. Luego, si esto puede ser evidenciado, la claridad epistemológica y la consistencia moral demandan el repudio total de la institución del gobierno, resultando en la defensa del anarquismo de libre mercado o sociedad puramente voluntaria.

¿Por qué es el gobierno limitado una abstracción ingenua? Porque éste debe iniciar la fuerza o deja de ser un gobierno. Permítame presentarle una breve prueba de ello:

Aunque no estoy de acuerdo con su definición de gobierno y pienso que es epistemológicamente incorrecta (no identifica sus rasgos fundamentales), la aceptaré a efectos dialécticos para esta crítica. Una de las principales características de su concepto de gobierno es que detenta el monopolio del uso de la fuerza de represalia en un área geográfica dada. Ahora bien, sólo hay dos posibles tipos de monopolio: o un monopolio coercitivo, que inicia la fuerza para conservar su monopolio, o un monopolio no-coercitivo, que siempre está abierto a la competencia. En una sociedad objetivista, el gobierno no está abierto a la competencia, y por tanto es un monopolio coercitivo.

El modo más rápido de ilustrar por qué el gobierno debe iniciar la fuerza o dejar de ser un gobierno es el siguiente: suponga que estoy insatisfecho con el servicio que me dispensa el gobierno en una sociedad objetivista. Suponga que juzgue, siendo tan racional como pudiera serlo, que yo podría asegurar la protección de mis contratos y la restitución de mis bienes robados a un precio menor y de manera más eficiente. Suponga que decido crear una institución para alcanzar estos fines, o ser cliente de una establecida por un amigo o un colega empresario. Ahora, si tiene éxito en fundar la agencia, que proporciona todos los servicios del gobierno objetivista, y circunscribe sus actividades más eficientes al uso de la fuerza de represalia contra los agresores, hay sólo dos alternativas en lo que al “gobierno” se refiere: a) éste puede usar la fuerza o la amenaza de la fuerza contra la nueva institución, con el propósito de conservar su estatus monopolístico en ese territorio dado, por tanto iniciando la fuerza o la amenaza de la fuerza física contra alguien que no ha iniciado la fuerza. Obviamente, entonces, si escogiera esta alternativa estaría iniciando la fuerza. Q.E.D. O b) puede abstenerse de iniciar la fuerza y permitir que la nueva institución lleve a cabo sus actividades sin interferencia. Si hiciera tal cosa, entonces el “gobierno” objetivista devendría una auténtica institución de mercado, en absoluto un “gobierno”. Habría agencias de protección, de defensa y de represalia en competencia – en síntesis, anarquismo de libre mercado.

Si aconteciera la primera alternativa, el resultado sería el estatismo. Es importante recordar en este contexto que el estatismo existe allí donde hay un gobierno que inicia la fuerza. El grado de estatismo, una vez el gobierno ha iniciado la fuerza, es todo cuanto está en juego. Al aceptar el principio del inicio de la fuerza hemos concedido la premisa de los estatistas de cualquier estirpe, y el resto, como usted tan elocuentemente ha dicho, es sólo una cuestión de tiempo.

Si la segunda alternativa ocurriera, no tendríamos gobierno por más tiempo, estrictamente hablando. Esto, de nuevo, recibe el nombre de anarquismo de libre mercado. Nótese que lo que se discute no es si, de hecho, cualquier agencia de protección, defensa o represalia en el libre mercado es más eficiente que el antiguo “gobierno”. La cuestión de si es o no más eficiente sólo pueden determinarlo los individuos mismos actuando de acuerdo con su propio interés y su juicio racional. Y si no inician la fuerza en el desarrollo de esta actividad entonces están en su derecho. Si el gobierno objetivista, por la razón que sea, se moviliza para amenazar o impedir físicamente a estos individuos la consecución de su propio interés racional, el gobierno estará, le guste a usted o no, iniciando el uso de la fuerza física contra otros seres humanos pacíficos, no-agresivos. Defender tal cosa es, como usted ha dicho, “expulsarse a sí mismo automáticamente del ámbito de los derechos, de la moralidad y del intelecto”. Entonces usted, por supuesto, no puede ser culpable de semejante cargo.

Ahora bien, si la nueva agencia iniciara el uso de la fuerza, entonces el antiguo “gobierno”-convertido-en-agencia-del-mercado tendría naturalmente el derecho de represalia contra aquellos individuos que efectuaron el acto de agresión. Pero, del mismo modo, también la nueva institución podría tomar represalias contra el antiguo “gobierno” si éste iniciara la fuerza.

A continuación discutiré algunas de sus principales “justificaciones” del gobierno, señalando sus vicios lógicos, pero antes permítame dejar muy claro lo siguiente: hasta donde acierto a entender, le he mostrado de una manera absoluta e irrefutable que el gobierno no puede existir sin iniciar la fuerza contra los disidentes, o cuando menos amenazando con emplearla. Si esto es verdad, y si aprobar cualquier institución que inicia la fuerza es inmoral, entonces debe usted retirar toda sanción moral al gobierno de los Estados Unidos y, de hecho, al propio concepto de gobierno. Uno no tiene la obligación de oponerse a todos los males del mundo, pues la vida racionalmente consiste en la consecución de fines positivos, no meramente en la negación de los males. Pero uno sí tiene, sugiero yo, la obligación moral de oponerse a una inmoralidad como la del gobierno, en especial cuando previamente ha defendido este mal.

Nótese que la cuestión de cómo el anarquismo de libre mercado funcionaría es subsidiaria al hecho de establecer la inmoralidad del gobierno. Si un gobierno limitado, esto es, un gobierno no-estatista, es una contradicción en los términos, entonces no puede ser defendido. Punto. Pero en tanto no hay conflicto entre lo justo y lo práctico, me veo obligado a esbozar sucintamente por qué sus objeciones al anarquismo de mercado son erróneas.

No es mi intención dibujar un “modelo” completo de una sociedad anarquista de libre mercado, puesto que, como usted, realmente no puedo tratar el tema de este modo. No soy ningún planificador social y, de nuevo, como usted, no malgasto mi tiempo inventando utopías. Yo estoy hablando de principios cuyas aplicaciones prácticas deben estar claras. En cualquier caso, una discusión mucho más profunda de los aspectos técnicos del funcionamiento de una sociedad plenamente voluntaria, no-estatista, aparecerá en el capítulo inicial del segundo volumen del magno tratado económico de Murray Rothbard, “Man, Economy, and State”, titulado “Power and Market”, y también en el libro, que con suerte se publicará pronto, de Morris y Linda Tannehill titulado “The Market for Liberty”. Éste último retoma la cuestión allí donde Murray Rothbard la deja, y discute los problemas con detalle. Un capítulo de esta obra, por cierto, titulado “Warring Defense Agencies and Organized Crime”, aparecerá en el Libertarian Connection #5, y una concisa declaración de la posición de los autores es expuesta en su panfleto “Liberty Via the Market”.*

Para que pueda considerar sus errores con más facilidad, los numeraré y presentaré una síntesis de las posibles réplicas a sus principales, y por tanto esenciales, argumentos, tal y como han sido expuestos en su ensayo “The Nature of Government”.

“Si una sociedad no produce ninguna protección organizada contra la fuerza, cada ciudadano se verá compelido a ir armado, a convertir su casa en una fortaleza, a disparar a cualquier extraño que se acerque a su puerta,”etc.

Éste es un mal argumento. Uno podría igualmente afirmar que si la “sociedad” (¿compuesta por quién?) no se procurara comida de forma centralizada, cada ciudadano se vería compelido a cultivar por sí mismo vegetales para no padecer hambre. Esto resulta ilógico. La disyuntiva no es entre un único, monopolístico programa alimenticio estatal y el cultivo por parte de cada individuo de su propio alimento, para no pasar hambre. Existe lo que denominamos división del trabajo, el libre mercado, que puede proveer toda la comida que el hombre necesita. Lo mismo en lo que se refiere a la protección en contra de las agresiones.

“El uso de la fuerza física – incluso la represalia – no puede dejarse a discreción de los ciudadanos particulares”.

Esto contradice su posición epistemológica y ética. La mente del hombre – lo cual significa: la mente del ser humano individual – es capaz de conocer la realidad, y el hombre es capaz de llegar a conclusiones en base a su juicio racional y actuar en base a su propio interés racional. Usted insinúa, sin hacerlo explícito, que si un individuo decide tomar represalias, esta decisión es de algún modo subjetiva y arbitraria. Más bien, se supone que el individuo debe delegar tal decisión al gobierno, que es... ¿qué? ¿Colectivo y por tanto objetivo? Esto es ilógico. Si el hombre no es capaz de tomar estas decisiones, entonces no es capaz de tomarlas, y ningún gobierno compuesto por hombres es capaz de tomarlas tampoco. ¿Atendiendo a qué criterio epistemológico es clasificada de “arbitraria” una acción individual, mientras que aquella de un grupo de individuos se considera de algún modo “objetiva”?

Más bien, yo afirmo que un individuo debe juzgar y evaluar los hechos de la realidad en consonancia con la lógica y desde el punto de vista de su propio interés racional. ¿Sostiene usted aquí que la mente del hombre no es capaz de conocer la realidad? ¿Que el hombre no debe juzgar o actuar en base a su propio interés racional y a su percepción de los hechos? Sostener tal cosa equivale a hacer pedazos la raíz de la filosofía Objetivista: la validez de la razón, y la habilidad y el derecho del hombre a pensar y a juzgar por sí mismo.

No estoy arguyendo, por supuesto, que un individuo deba siempre tomar represalias personalmente contra aquellos que inician la fuerza contra él – tiene el derecho, aunque no la obligación, de delegar esta potestad a cualquier agencia legítima. Yo estoy simplemente criticando su lógica defectuosa.

“El uso de la fuerza de represalia requiere normas objetivas de evidencia para establecer que un crimen ha sido cometido y para probar quién lo ha cometido, así como normas objetivas para definir castigos y procedimientos de aplicación.”

Hay, de hecho, una necesidad de estas normas objetivas. Pero observe el problema desde la siguiente perspectiva: hay también una necesidad de reglas objetivas para producir una tonelada de acero, un automóvil o un acre de trigo. ¿Deben por tanto estas actividades ser realizadas también por un monopolio coercitivo? Yo pienso que no. ¿Conforme a qué distorsión de la lógica sugiere usted que el libre mercado no sería capaz de proveer tales normas objetivas, mientras que un gobierno coercitivo sí? Parece obvio que el hombre necesita reglas objetivas en cada actividad de su vida, no simplemente en relación con la toma de represalias. Pero, por extraño que pueda parecer, el libre mercado es capaz de proveer tales reglas. Usted está, creo yo, asumiendo alegremente que las agencias de libre mercado no tendrían normas objetivas etc., y ello sin pruebas. Si usted cree que éste es el caso, aun cuando no tiene ningún fundamento racional que lo justifique, ¿qué práctica epistemológica ha adoptado?

“Todas las leyes deben ser objetivas (y objetivamente justificadas): los hombres deben saber claramente, y antes de actuar, que es lo que la ley les prohíbe (y por qué), qué constituye un crimen y en qué penas incurrirán si lo cometen.”

Ésta no es, estrictamente hablando, una objeción al anarquismo. La respuesta a este problema de “leyes objetivas” es muy sencilla: todo lo que estaría prohibido en una sociedad voluntaria sería el inicio de la fuerza, o la obtención de un valor por cualquier método sustitutivo de aquél, como el fraude. Si la persona elige iniciar la fuerza para conseguir un valor, entonces, en razón de su acto de agresión, genera una deuda que debe reembolsar a la víctima, más una compensación por los daños. No hay nada particularmente dificultoso aquí, y no hay ninguna razón por la cual el libre mercado no pueda desarrollar instituciones en torno a dicho concepto de justicia.

Llegamos al núcleo duro de su ataque al anarquismo de libre mercado en las páginas 112-113 de la edición en rústica de “The Virtue of Selfishness”, y no voy a citar aquí los párrafos relevantes.

Baste decir que usted no ha demostrado que la anarquía sea una abstracción ingenua, que una sociedad sin gobierno estaría a merced del primer criminal que apareciera – (lo cual es falso, puesto que la agencias de protección en el mercado proveerían de forma más eficiente el mismo servicio que supuestamente es dispensado por el “gobierno”), y que las normas objetivas no serían observadas por estas agencias. Usted no argüiría que, debido a la necesidad de leyes objetivas en la producción de acero, el gobierno debe hacerse cargo de esta actividad. ¿Por qué sostiene lo contrario en el caso de la protección, la defensa y la represalia? Y si es la necesidad de normas objetivas la que demanda un gobierno, y sólo esto, entonces podemos concluir que si una agencia en el mercado puede atenerse a leyes objetivas, como pueden, por ejemplo, los productores de acero en el mercado, entonces no hay verdaderamente necesidad de gobierno alguno.

Nosotros los “jóvenes defensores de la libertad”, por cierto, no estamos “ofuscados” por nuestra teoría anarquista. La teoría que defendemos no se denomina “gobiernos en competencia”, por supuesto, ya que un gobierno es un monopolio coercitivo. Nosotros abogamos por agencias de protección, defensa y represalia en competencia; en suma, afirmamos que el libre mercado puede proveer todo lo que el hombre necesita – incluyendo la protección y la defensa de sus valores. Nosotros no aceptamos en particular la premisa básica de los estatistas modernos, y no confundimos fuerza con producción. Nosotros meramente reconocemos la protección, la defensa y la represalia como lo que son, a saber, bienes escasos que, por ser escasos, pueden ser ofrecidos en el mercado a un determinado precio. Consideramos inmoral iniciar la fuerza contra otro individuo para impedir que establezca su propio sistema judicial, etc. El resto de sus comentarios en esta área son impropios de usted. Tergiversa los argumentos de Murray Rothbard y otros, sin identificarlos siquiera por el nombre de modo que aquellos que están interesados en la cuestión puedan juzgar los argumentos acudiendo a la fuente original. Puesto que nosotros entendemos la naturaleza del gobierno, no defendemos tal cosa como “gobiernos en competencia”; más bien, somos partidarios de la destrucción o la aboilición del Estado, el cual, ya que regularmente inicia la fuerza, es una organización criminal. Y, incidentalmente, el caso por los tribunales y la policía en competencia ha sido ya concretizado: por el anarquista individualista Benjamin R. Tucker, hace más de 80 años, por Murray Rothbard y por un conjunto de teóricos menos prominentes.

Tomemos su ejemplo de por qué presuntamente los tribunales y la policía en competencia no pueden funcionar:

Suponga que el Sr. Smith, cliente del Gobierno A, sospecha que su vecino, el Sr. Jones, un cliente del Gobierno B, le ha robado; una escuadra de la Policía A avanza hacia la casa de Sr. Jones y se encuentra en la puerta con una escuadra de la Policía B, que declara que no acepta la validez de la acusación del Sr. Smith ni la autoridad del Gobierno A. ¿Qué sucede entonces? Dedúzcalo de aquí.

Desafortunadamente, aunque pretende ser un argumento convincente, ataca un muñeco de paja, y es un retrato tan exacto de las instituciones concebidas por los anarquistas de mercado como lo es el que yo señalara a la Alemania Nazi como ejemplo histórico de la sociedad Objetivista.

La pregunta es: ¿piensa que sería en beneficio del propio interés racional de cada agencia permitir que eso ocurriera, esta resolución violenta de conflictos en las calles, que es lo que usted insinúa? ¿No? Entonces, ¿qué tipo de naturaleza humana presupone para asumir que tal cosa sucedería de todos modos?

Una respuesta legítima a sus alegatos es ésta: ya que usted está, en efecto, preguntando “¿qué sucedería si las agencias decidieran actuar irracionalmente?” permítame plantearle un interrogante más contundente: “¿qué sucedería si su gobierno actuara irracionalmente?” – lo cual, cuando menos, podría ocurrir. ¿Qué es más probable: la violación de derechos por parte de un burócrata o un político que ha obtenido su cargo engañando a la ciudadanía en las elecciones, que no son otra cosa que concursos de divulgación y marketing de opiniones de masas (un modo, presumiblemente, racional y objetivo de seleccionar a los más indicados para un trabajo), o la violación de derechos por parte de esforzados hombres de negocio, que han tenido que ganar su posición? Luego su crítica a la agencias en competencia es incluso más efectiva contra su propio “gobierno limitado”.

Obviamente los empresarios racionales tienen diversas maneras de evitar esas feroces confrontaciones: podrían extenderse contratos o “tratados” entre las agencias en competencia que fijaran la resolución pacífica de las disputas, etc., sólo por mencionar la posibilidad más sencilla. ¿Considera usted que la gente es tan poco lúcida que esto no se le ocurriría?

Otro argumento interesante en contra de su posición es éste: hay ahora anarquía entre los ciudadanos de distintos países, esto es, por ejemplo, entre un ciudadano canadiense en un lado de la frontera canadiense-norteamericana y un ciudadano estadounidense en el otro. No hay, para ser más preciso, ningún gobierno único que los presida a ambos. Si hay necesidad de un gobierno para resolver las disputas entre individuos, como usted afirma, entonces debe usted reparar en las implicaciones lógicas de su argumento: ¿No hay pues la necesidad de un super-gobierno que resuelva las disputas entre los gobiernos? Por supuesto las implicaciones de ello son obvias: teóricamente, la última consecuencia de este proceso de situar un gobierno por encima de otros gobiernos es un gobierno para el universo entero. Y el fin práctico, por el momento, es como mínimo un gobierno mundial.

Además, debe usted tener en cuenta que del mismo modo que podrían surgir conflictos violentos entre las agencias de mercado, también pueden surgir conflictos entre los gobiernos – lo cual se denomina guerra, y es mil veces más terrible. Convertir una agencia de defensa en un monopolio en un determinado territorio nada hace para eliminar estos conflictos, claro está. Simplemente los hace más espantosos, más destructivos, e incrementa el número de víctimas inocentes. ¿Es esto deseable?

Basta decir que todos sus argumentos en contra del anarquismo de libre mercado no son válidos; y que, por tanto, tiene usted la obligación moral, ya que le ha sido evidenciado que el gobierno no puede existir sin iniciar la fuerza, de adoptarlo. Las cuestiones de cómo operarían los tribunales en competencia son técnicas, no específicamente morales. La remito a Murray Rothbard y Morris G. Tannehill, los cuales han solventado este problema.

En el futuro, si está usted interesada, trataré algunos otros temas en torno a su filosofía política, como una discusión sobre los problemas epistemológicos de la definición y la formación del concepto en cuestiones relativas al estado, una discusión ética e histórica de la naturaleza de la constitución de los Estados Unidos y una discusión de la naturaleza de la Guerra Fría. Creo que su malinterpretación histórica de estos dos últimos es responsable de numerosos errores de juicio, y se pone de manifiesto de un modo creciente en sus comentarios sobre los sucesos contemporáneos.

Por último, quiero tratar una cuestión esencial: ¿por qué debe adoptar usted el anarquismo de mercado después de haber defendido durante tantos años el estado político? Fundamentalmente, por la misma razón que alegó usted al retirar su sanción a Nathaniel Branden en un número de The Objectivist, a saber, usted no falsifica la realidad y nunca lo ha hecho. Si su reputación se resiente por el hecho de convertirse en una absoluta voluntarista, en una anarquista de libre mercado, ¿qué esto comparado con el orgullo de ser coherente – de saber que ha identificado correctamente los hechos de la realidad y ha actuado en consecuencia? Un camino de conveniencia tomado por una persona con auto-estima es psicológicamente destructivo, y esa persona se encontrará a sí misma o bien perdiendo su orgullo o bien cometiendo un acto de traición filosófica y un suicidio psicológico tal que evitará intencionadamente considerar un asunto determinado y rechazará integrar su conocimiento. Usted dice que el Objetivismo es un sistema filosófico completamente coherente – y estoy de acuerdo en que potencialmente sí lo es. Pero éste será un Objetivismo sin estado.

Y tenemos la cuestión capital de la destructividad del estado mismo. Nadie puede obviar el hecho de que, históricamente, el estado ha sido un monstruo sediento de sangre, responsable de más violencia, masacres y odio que cualquier otra institución conocida por el hombre. Su enfoque no es aún radical, no es aún sustancial: es la existencia del estado mismo la que deben impugnar los nuevos radicales. Debe entenderse que el estado es un mal innecesario, que inicia la fuerza de un modo sistemático y que de hecho pretende afianzar lo que racionalmente debe considerarse un monopolio del crimen en un territorio dado. Por tanto el gobierno es poco más, y nunca ha sido más, que una banda de criminales profesionales. Si el gobierno ha sido la causa más tangible de la inhumanidad del hombre contra el hombre, entonces, como dijera Morris Tannehill, “identifiquémoslo por lo que es en lugar de intentar lavarlo, ayudando así a los estatistas a sostenerlo impidiendo que se asimile la idea de que el gobierno es inherentemente inmoral... ¡La concepción de “vaca sagrada” que la mayoría tiene del gobierno debe ser quebrada! Semejante instrumento de violencia sofisticada no tiene ninguna cualidad redentora. El libre mercado ; redimámoslo identificando a su mayor enemigo – la idea de gobierno (y sus ramificaciones).”

Ésta es la única alternativa a siglos de estatismo, con todas las discusiones menores acerca del grado de injusticia que estamos dispuestos a tolerar. Yo creo que las injusticias no deben ser toleradas – punto. Sólo hay dos opciones, en realidad: dominio político, o arquía, un escenario social en el que unos hombres emplean la agresión para dominar o regir a otros hombres; o la ausencia de dominio político, la ausencia del estado. Debemos reemplazar el estado por el libre mercado, y los hombres serán por primera vez en la historia capaces de caminar y vivir sin miedo a la destrucción desatada sobre ellos en cualquier momento – especialmente la obscenidad de una destrucción llevada a cabo por un saqueador dotado de armas nucleares y gas nervioso. Debemos reemplazar el estatismo por el voluntarismo: una sociedad en la cual todas las relaciones entre los hombres sean voluntarias y no-coercitivas. Donde los hombres sean libres de actuar de acuerdo con su propio interés racional, incluso si esto significa el establecimiento de agencias de defensa en competencia.

Permítame poner fin a esta carta repitiéndole aquellas gloriosas palabras con las que usted hizo dirigirse a John Galt a su mundo en decadencia: “Tal es el futuro de que podéis beneficiaros. Pero requiere lucha, como cualquier valor humano. La vida es una lucha en pro de algo, y vuestra única elección estriba en la meta a obtener. ¿Queréis continuar la batalla de vuestro presente o combatir por mi mundo?... Tal es la opción que os ofrezco. Dejad que vuestra mente y vuestro amor a la existencia decidan.”

Marchemos juntos hacia la luz, srta. Rand. Usted está con nosotros.

Suyo en libertad
R.A. Childs, Jr.

cc: Nathaniel Branden
Leonard Peikoff
Robert Hessen
Murray N. Rothbard

P.S. Querría agradecer a Murray Morris y a Joe Hoofman sus consejos y sugerencias. ~ R.A.C., Jr.


* Para una bibliografía actualizada sobre el anarquismo de mercado, véase por ejemplo la propuesta de Hans Hermann Hoppe: “Anarcho-capitalism: An Annotated Bibliography”.