25 de Abril de 2006

Ya son muchos los organismos que empiezan a tomar en serio la alternativa nuclear pese a la fuerza de los movimientos ecologistas. Los precios del petróleo, gas y de otras fuentes combustibles, la situación geopolítica y geoestratégica de algunas zonas del Planeta como Oriente Medio, Nigeria, los países del Este europeo, básicamente los conflictos entre las ex repúblicas de la Unión Soviética, las necesidades energéticas de los países emergentes y en general cualquier circunstancia que incida en el mercado (si se le puede llamar así) de la energía son algunas de las razones que se esgrimen para justificar este cambio de parecer.

Tal es la circunstancia de la AIE, según informa el Financial Times, que en el informe del próximo noviembre destacará la mayor fiabilidad de este tipo de energía y su utilidad si queremos combatir la inseguridad en el suministro y, si hacemos caso a la teoría del cambio climático, reducir el dióxido de carbono que emitimos a la atmósfera.

De hecho, y a años luz de que las mal llamadas energías limpias sean una alternativa rentable en un mercado tan intervenido, la energía nuclear es la única alternativa de los grupos ecologistas si es que son capaces de aguantar un "mal menor". Así parece que lo han comprendido algún que otro paria como Patrick Moore y otros antiguos campeones del movimiento sandía como James Lovelock y Hugh Montefiore.

En Europa, pese a que Joaquín Almunia, comisario de Asuntos Económicos, ya se ha mostrado favorable a este tipo de energía y en España, si no recuerdo mal, Javier Gómez Navarro, presidente del Consejo Superior de Cámaras de Comercio e incluso José María Fidalgo, de CCOO, que pidió no demonizar al que quiere abrir el debate. En 2005, España importó de Francia gigavatios de electricidad, la mayoría de origen nuclear lo que supone cierto grado de hipocresía por parte de los que desde el poder se oponen a este tipo de energía. Aunque por otra parte, no sé hasta que punto a Francia le interesa que se vaya un paso más allá y se empiece a dar el plácet a la construcción de centrales en países a los que suministra energía de este origen. Francia puede ser muchas cosas pero no es tonta y los ingresos que perdería serían muy importantes para una sociedad siempre necesitada de dinero público.