liberalismo.org
Portada » Bitácoras » La Hora de Todos » TAR vs TDR XII: Críticas finales

20 de Febrero de 2006

« Giuliani y las ventanas | Principal | Cuando los niños trabajan »

La Hora de Todos
Bitácora de José Carlos Rodríguez

TAR vs TDR XII: Críticas finales

La última anotación de esta ya larga serie trata de unas críticas finales que servirán para aclarar un poco mi pensamiento y de nuevo para abrir el debate.

1)      Un exceso de wishful thinking. Mis razones son en opinión de Marcel Coderch en el sentido estricto del término, wishful tinking, ya que denotan una actitud que interpreta las cosas como a uno le gustaría que fueran, sin preocuparse por cómo son en realidad. Lo que tú digas, Marcel. A diferencia de lo que tú propones, es un thinking. Te recuerdo que he demostrado que tu teoría es insostenible y ni me has dado las gracias por sacare del error ni nada. Te has ido sin más.

2)      Una fe ciega en la tecnología. Poner epítetos es un recurso muy típico, pero no siempre el más adecuado en una discusión. Es evidente que tengo fe en el avance tecnológico. Y si alguien dudaba de ello en este momento me permito proclamar esta confianza con total tranquilidad. Algo adelanté al respecto. Confío, Marcel, en la ciencia a la que tanto aludes. Que no es un cuerpo muerto, cerrado y frío, sino un conjunto de pensamientos y saberes vivos, que la humanidad ha ido construyendo gracias a la aplicación de la razón y del ingenio.

Es cierto que esa capacidad del hombre no se ha desarrollado en todo momento y en todo lugar. Nos hemos valido de haber conservado una tradición racionalista que surgió en la Grecia clásica, reforzada por el entramado institucional romano y elaborada lenta y cuidadosamente con el lento paso de los siglos. Con la expansión de Castilla al otro lado del mar y el inicio del colonialismo europeo, este prejuicio nuestro por el uso sistemático de la razón, esta idea lineal, no cíclica, de la historia del hombre, que se ve construyendo un futuro en progreso, se extendió a otros continentes.

El siglo XVIII estalló la potencialidad atesorada y mantenida durante tanto tiempo y se dieron varias revoluciones, que habían comenzado en realidad algo antes. La revolución copernicana, y Keppler permitieron luego la aparición de Galileo y Newton. La matemática del XVI. Las ilustraciones española, escocesa y francesa, seguidas en el tiempo por la alemana, reconocieron (aunque en los dos últimos casos con evidentes excesos) el poder de la razón, que sería instrumento y apoyo de otras revoluciones que acompañaron al XVIII. La agraria, gracias a los enclosures, permitió un aumento de la población y del comercio que fue de la mano de un incipiente industrialismo. Este se ampliaría al aliarse con su hijo, y el de la revolución científica anterior: la revolución de la tecnología. La máquina de vapor es una obra de filosofía que recoge lo que nos enseñaron Aristóteles, Santo Tomás de Aquino, Newton, Adam Smith. La revolución del transporte ha hecho de este mundo uno, conectado por millones de decisiones personales coordinadas por los precios. Bienes, capitales y personas han obviado las fronteras y han hecho del cosmopolitismo un aspecto del ser humano.

Pero el verdadero protagonista es la población, lo que luego se llamaron las masas, que comenzaron a adoptar un modo de vida típicamente urbano, orientado hacia el mercado, y que ha liberado de la miseria a millones de personas. Es el protagonista porque de forma creciente ha tomado el mando de la evolución económica. Con el paso del tiempo el mercado se ha ido ampliando a capas más amplias de población. En consecuencia, la cantidad de trabajo dirigido por la razón que se pone al servicio del progreso humano ha crecido exponencialmente. Ahora son millones y millones de mentes muy preparadas, en un entorno de libertad mayor y con posibilidades de intercambio e interacción mucho mayores, las que se ponen al servicio de la tecnología y de nuevas formas de entender y organizar la vida y los asuntos humanos. Lo ciego sería dar la espalda a la historia y a este proceso de expansión de la inteligencia dispersa.

3)      Una teoría universal y metafísica. Por lo de universal, dice Marcel, podría aplicar mi teoría a Venus, como diciendo que allí también se resolvería el problema energético, pese a que allí no hay ni puede haber hidrocarburos. No sois los únicos, yo tampoco entiendo esta crítica.

Vayamos a lo de metafísica. De nuevo critica que piense que el universo físico no interesa a nuestra ciencia, la economía y que la teoría económica no trata sobre cosas y objetos materiales mientras que luego tengo la desfachatez de aplicar dicha teoría a algo perfectamente físico y material: el mundo en que vivimos.

En este punto del debate, en el que no queda más remedio que repetir una y otra vez lo mismo, espero que para provecho y no para cabreo del lector, volveré a explicar lo que, al menos para mí, resulta obvio. La economía trata de los fines del hombre, del valor que les asigna y de su lucha por cumplirlos. Parte de los medios de que se vale tienen base material. Y como tales, tienen su propias características y están sometidos a las leyes de la física. Y en la medida en que el conocimiento por el hombre del mundo físico se acreciente y comprenda sus características e interacciones se podrá mejor servir de ellas.

Pero la economía no trata de lo material en cuanto tal. Su objeto de estudio son las acciones de los hombres, en relación con el mundo y con otros hombres. Por si no ha quedado claro, lo explicaré con un ejemplo. Una tonelada de petróleo en un tanque de un camión esperando partir hacia su destino no es distinta de otra tonelada del mismo mineral que, por ejemplo, esté tan profundamente hundida en el subsuelo del océano que jamás quedara al alcance del hombre. Desde el punto de vista físico son iguales. Pero desde el punto de vista económico, no. Mientras que la primera tonelada es un bien, es decir, es un recurso al servicio de una necesidad humana, la segunda ni lo es ni lo será nunca. Pertenece, por tanto, al mundo de la física pero no de la economía. Yo, de verdad, no sé ya cómo explicarlo.

4)      La arrogancia del humanismo. Mi preferida, y perfecta para dar carpetazo a mi réplica a la crítica de Marcel Coderch a mi exposición a la teoría dinámica de los recursos. No me resisto a citar su última crítica entera:

En el fondo, creo que tu forma de ver las cosas responde a lo que David Ehrenfeld ha calificado como ‘la arrogancia del humanismo’, o ‘la religión de la humanidad’, cuyos dogmas básicos son:

  • Todos los problemas son solubles y el hombre está capacitado para resolverlos.
  • Muchos de los problemas se resuelven mediante la tecnología.
  • Aquellos problemas que la tecnología no resuelve, o que no se resuelven sólo tecnológicamente, tienen soluciones en el ámbito social (en la política, en la economía, etc.).
  • Cuando las circunstancias así lo requieran, nos pondremos manos a la obra y daremos con la solución a cualquier problema que se presente, antes de que sea demasiado tarde.
  • Algunos recursos son infinitos; aquellos que son finitos, o por alguna razón están limitados, tienen sustitutos que no lo son.
  • La civilización humana sobrevivirá pase lo que pase.

Algunos no comulgamos con estos dogmas, e intentamos aplicar el método científico incluso a esta religión basada en el endiosamiento de lo científico y lo tecnológico. Quizás sea ésta la principal diferencia que nos separa.

Lo es, Marcel.


 


Anotaciones anteriores

TAR vs TDR XI: Tres conclusiones que no concluyen nada

TAR vs TDR X Principio 6: La sustitución de un recurso por otro

TAR vs TDR IX Principio 5: Los rendimientos crecientes

TAR vs TDR VIII Principio 4: El ahorro energético

TAR vs TDR VII Principio 3: Los estímulos a los nuevos descubrimientos

TAR vs TDR VI Principio 2: La elasticidad del consumo de los recursos energéticos

TAR vs TDR V Principio 1: La economía como subdivisión de la praxeología

TAR vs TDR IV El esquema de TAR de Marcel Coderch

TAR vs TDR III Sobre la relevancia de mis argumentos

TAR vs TDR II Falsabilidad

TAR vs TDR I Presentación del debate


Comentarios

 
Hola Jose Carlos

Has visto mi segundo post sobre energia?

http://kantor-blog.blogspot.com/2006/02/planteando...

Por cierto, Marcel ha publicado su articulo en el Real Instituto Elcano:

http://www.realinstitutoelcano.org/analisis/909.as...

Por cierto, no se si será casualidad, pero en su artículo casi no habla de sus objeciones clasicas a las centrales nucleares, y empieza justo donde yo dejaba mi primer post sobre energia: en la posible escasez de uranio.

Bueno, un saludo
Kantor
Enviado por el día 20 de Febrero de 2006 a las 23:51 (1)
Enviado por el día 20 de Febrero de 2006 a las 23:55 (2)
Pues sí, la confianza en la humanidad es una gran diferencia con respecto a Codrech. Yo también confio en el ser humano y en su ingenio.
Enviado por el día 21 de Febrero de 2006 a las 01:48 (3)
No creo que sea casualidad, kantor. Iorov discute y reniega pero va aprendiendo. Recuerdo que dijo que estaba por publicar un libro sobre centrales o plantas nucleares (debe estar ajustándolo).
Enviado por el día 21 de Febrero de 2006 a las 11:12 (4)
Kantor, un par de anotaciones más arriba tienes la respuesta.

Gracias.
Enviado por el día 21 de Febrero de 2006 a las 19:05 (5)

No se admiten ya más comentarios.