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En cuanto a los precios, si éstos se fijan altos en relación con los que resultarían de la libre competencia en el mercado, bajan las ventas y se perjudican al mismo tiempo el vendedor y el consumidor. Si se imponen por debajo del nivel del mercado, cesa la producción incosteable, surge la escasez de mercancías o servicios y sólo quedan dos salidas: o se permite poner los precios al nivel del mercado o se subvenciona el producto con dinero público y el consumidor paga en impuesto lo que no paga en precios.

Los precios y los salarios fijados fuera de mercado son pues siempre peores que los de mercado.

IV

PREGUNTA:No obstante lo que acaba usted de decir, se habla constantemente de empresarios explotadores y hambreadores. ¿Qué nos podría usted decir sobre esto?

RESPUESTA :No creo en la posibilidad de explotación ante un obrerismo organizado ni creo en hambreadores, sea en monopolistas, sin la protección institucional. Al empresario que explota al obrero el sindicato lo hace pedazos. Al que explota al consumidor lo destroza la competencia.

Pero supongamos por un momento la existencia de las ganancias excesivas

En primer lugar pasan por el tamiz tributario que retiene una buena parte. El resto si ha de rendirle, lo ha de invertir el empresario o capitalista en elementos de producción. De otro modo es como si no la tuviera. Con ello crea trabajo y abundancia de bienes o servicios. En definitiva quienes se aprovechan de esas ganancias excesivas son el Fisco, el trabajador y el consumidor. El empresario explotador no lo disfruta, como no lo gaste en diversiones, con lo cual se canaliza el dinero otra vez hacia el circuito económico.

Así pues, la explotación y el hambreamiento son muy raros, pero si existen, no sirven para nada a sus autores.

PREGUNTA :Una última pregunta: ¿No es el dirigismo un sistema más moderno y eficaz que la economía de libre iniciativa?

RESPUESTA :No es más moderno sino más antiguo y se remonta a Babilonia, Egipto y la Roma de la decadencia hasta su catástrofe final en la época mercantilista de los siglos XVI a XVII. Su historia se podría titular historia de un fracaso.

No es más eficaz porque, como dicen de común acuerdo el liberal Ropke y el dirigista Lewis. el control invisible del mercado es mucho más eficaz que el visible del Estado. A los productores los controla todo el mundo, especialmente los competidores los consumidores, los obreros, etc., etc., que con mayor efectividad impiden los abusos.

Pero, sobre todo, el mercado es tan esencial e ineludible que los comunistas rusos se han visto obligados a establecer los célebres mercados libres de fin de mes para liquidar los excedentes de mercancías y dinero que escapan regularmente a su rigurosa planificación.