España

"La verdad es la verdad, lo diga Agamenón o su porquero" (Juan de Mairena, Antonio Machado).

"Tu carta, -oh, noble corazón en vela,
español indomable, puño fuerte-,
tu carta, heroico, Líster, me consuela
de esta, que pasa en mí, carne de muerte.

Fragores en tu carta me han llegado
de lucha santa sobre el campo íbero;
también mi corazón ha despertado
entre olores de pólvora y romero.

Donde anuncia marina caracola
que llega al Ebro, y en la peña fría
donde brota esa rúbrica española.

De monte a mar, esta palabra mía:
Si mi pluma valiera tu pistola
de capitán contento moriría."
(Antonio Machado)

Muchos canallas, como en este caso don Antonio Machado, apologista de Yagoda, de Yezhov y de Beria en uno de sus más conspicuos discípulos españoles (Enrique Líster), tienen momentos geniales. Otros muchos miserables también los tuvieron: Louis Ferdinand Celine, Pablo Neruda, Guy La Rochelle, Ilya Ehrenburg. Pero dejemos a esas bestias...

Las palabras de Machado andaban rondándome desde hace un par de años. Dice el general Dmitri Volkogónov que la figura de Lenin, el asesino taimado y astuto que lo hizo todo por no quedar en la historia como el carnicero que fue, a diferencia de Trotski y Stalin, fue su último asidero antes de abrir los ojos, por completo, a la naturaleza criminal del socialismo.

Pues bien, he aquí que de alguna forma, seguramente sin yo percatarme, fue Francisco Franco mi último asidero antes de salir, por fin, al aire libre, desde la caverna tenebrosa de la izquierda. Quiero dejar testimonio aquí de esta curiosidad.