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Para qué nace el estado - Fallas antiliberales de la democracia
Enviado por el día 24 de Julio de 2005 a las 08:19
Hace un tiempo les comenté sobre estos dos temas:

La teoría económica del estado, es decir la explicación de cómo y para qué nacen los estados, y
La 'imposibilidad' que la democracia funcione.
Este último punto es muy importante. Parece que no basta con 'implantar' una democracia para que ésta funcione, se necesita algo más, se necesita una idea que todos los miembros compartan.
Si, por ejemplo, los liberales llegaran al poder, los socialistas no estarían muy contentos [y visceversa] porque impondrían a la oposición su voluntad [esto es antiliberal]. Con eso lo único que se logra es que el 'poder' se mueva como 'péndulo' de una tendencia política a otra ['mayorías cíclicas'].

Pero parece existir una salida para las sociedades...



Teoría Constitucional

La constitución, en esencia, no es sino un acuerdo colectivo que establece las 'reglas de juego' de una sociedad, es decir, un acuerdo que traza una línea entre lo permisible y no permisible en la convivencia social, tanto en la esfera privada o de actuación individual voluntaria, como, y en especial, en la esfera de actuación colectiva, creando para ellos las instituciones pertinentes.

Los fundamentos de la teoría económica del estado, desarrollada básicamente por la Escuela de Virginia, cabe buscarlos en la teoría del contrato social, la teoría samuelsoniana de los bienes colectivos, y la moderna teoría de juegos. Aunque existan pequeñas diferencias entre los distintos autores de esta escuela, su teoría económica del estado deriva de la demostración de la necesidad del estado. A continuación expondremos, de forma muy somera, la demostración de esta necesidad.

Supongamos un grupo de individuos. ¿Cuáles son las razones por las que estos individuos viven en sociedad? ¿Por qué esta sociedad precisa de un estado? Para responder a estas preguntas, la teoría económica de estado procede a realizar los siguientes experimentos mentales.

Supongamos que estos individuos vivan en una situación de anarquía hobbesiana, es decir, en una situación en la que no existieran derechos de propiedad sobre los recursos, y en la que la consecución de los recursos necesarios para la subsistencia dependiera meramente de la fuerza física, el robo y la astucia de cada individuo. No hace falta profundizar mucho para darse cuenta que, en esta situación, la vida de los individuos respondería bastante bien a los atributos que Hobbes otorga a la anarquía primitiva, en la que "la vida sería desagradable, corta y salvaje". De todos modos, en esta anarquía hobbesiana se alcanzaría, de uno u otro modo, una especie de equilibrio o distribución estable de los recursos, que indudablemente vendría determinada por la maña, astucia y fuerza de cada individuo, distribución que suele recibir el nombre de 'distribución natural', 'equilibrio natural' o 'equilibrio hobbesiano'.
Para qué nace el estado - Fallas antiliberales de la democracia
Enviado por el día 24 de Julio de 2005 a las 08:21
En la situación de 'equilibrio natural', los individuos se percatarán de que buena parte del esfuerzo por asegurarse recursos (los esfuerzos de defensa y ataque al vecino) constituyen un puro derroche, en el sentido de que este gasto de recursos es potencialmente innecesario. En otras palabras, en el 'equilibrio hobbesiano' existen 'ganancias potenciales de intercambios' si los individuos se ponen de acuerdo para deponer las armas. Todas las partes pueden salir beneficiadas si reducen sus esfuerzos de ataque y defensa mutua, declarándose la paz, mediante el reconocimiento de la propiedad, es decir, de 'lo mío y lo tuyo'. Un 'contrato social' entre estos individuos -o sea, la creación de derechos de propiedad (que no son sino reglas colectivas que establecen la distribución del uso y disfrute de los recursos)- entrañará una mejora de la situación de todos ellos, ocasión que estos individuos intentarán no desaprovechar si realmente se comportan como si maximizaran una función de preferencias individuales, tal como suele postular la teoría económica. Si los individuos acuerdan un 'contrato social', o pacto de no agresión con el reconocimiento mutuo de alguna forma de derechos de propiedad (que no necesariamente tienen que ser todos privados), el tiempo dedicado antes a actividades de defensa y agresión, lo podrán dedicar ahora a actividades productivas o al ocio, lo que entrañaría una mejora en la situación de todos ellos. En la jerga especializada del economista diríamos que la situación alcanzada, mediante el contrato social, es Pareto superior al equilibrio natural.

La existencia, para todos los individuos, de 'ganancias potenciales', en el equilibrio natural, para llevar a cabo un acuerdo de 'contrato social', no implica necesariamente que la simple acción voluntaria de los individuos pueda conducir a la materialización de este contrato social, ni tampoco que aún en el caso de que se llegara a tal acuerdo, el contrato social resultante fuera estable, en el sentido de que comportara un equilibrio permanente y dinámicamente estable en el tiempo. Por el contrario, la teoría de juegos nos permite prever que el 'contrato social', puramente voluntario, no será estable socialmente, sino que existirán fuerzas que tenderán a devolver el sistema a la situación inicial de anarquía hobbesiana. La razón de esta inestabilidad del contrato social voluntario constituye una variante del problema que, en teoría de juegos y la teoría de bienes colectivos, se reconoce con el nombre del problema del free-rider (el pasajero gratuito).
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Enviado por el día 24 de Julio de 2005 a las 08:22
Dijimos ya que, en la situación resultante del 'contrato social', todos los individuos se encuentran en una situación mejor que en el 'equilibrio natural anárquico', y también señalamos que ésta era la razón del contrato social. Sin embargo, un individuo, en la situación derivada del contrato social (en la que todos han depuesto las armas y cesado las mutuas hostilidades), puede todavía mejorar adicionalmente su posición si particularmente no las depone. Para este individuo disminuyen los costes derivados del ataque y el robo, al disminuir la cantidad de recursos que los demás individuos dedican ahora a la autodefensa. Por lo tanto, para un individuo racional relativamente egoísta, resulta rentable transgedir las condiciones pactadas en el contrato social, puesto que, de esta forma, puede mejorar su situación con respecto a la que alcanzó mediante el contrato social. Evidentemente que este razonamiento es aplicable a, prácticamente, todos los individuos que componen la sociedad que se acaba de formar, y, por tanto, es de esperar que un procentaje considerable de los individuos, y de forma más o menos velada o abierta, no cumplan las condiciones del contrato social, puesto que tienen los incentivos para comportarse de esta forma. Resulta evidente que si un gran porcentaje de individuos se comportan rompiendo de forma más o menos velada las condiciones del contrato social -y acabamos de ver que es de prever que así lo hagan-, la resultante agregada del comportamiento individual será el retorno a la situación inicial de 'equilibrio natural' de la anarquía hobbesiana, con el consiguiente empeoramiento de las condiciones materiales de todos los individuos.

¿podemos esperar que los individuos, al darse cuenta de esta trampa, voluntariamente se abstengan de transgredir las condiciones pactadas en el contrato social, de modo que sea posible mantener la estabilidad del contrato social de forma totalmente voluntaria?
Desafortunadamente no es posible responder afirmativamente a esta pregunta para la gran mayoría de situaciones. La razón reside en que cada individuo se encuentra en una situación en la que tiene incentivos free-rider analíticamente idénticos a los que impiden un suministro eficiente de bienes colectivos relativamente puros mediante el mecanismo de mercado. En efecto, ningún individuo podría beneficiarse significamente de su comportamiento de no transgredir las condiciones pactadas en el contrato social, puesto que en una sociedad compuesta por numerosos individuos, el comportamiento de cada individuo resultaría imperceptible dentro del resultado total, y su acción serviría para beneficiar a los demás, si que el individuo en cuestión pudiera cosechar los beneficios derivados de su comportamiento.
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Enviado por el día 24 de Julio de 2005 a las 08:23
En esta situación, el comportamiento del resto de la sociedad constituye un dato para un individuo considerado por separado, sin que tenga medios para influir significativamente sobre el resultado social mediante su propio comportamiento. En otras palabras, independientemente de lo que haga nuestro individuo, su comportamiento no podrá modificar el resultado agregado del comportamiento de todos los demás individuos. Al observar nuestro individuo su imperceptible impacto sobre la sociedad, si obra racionalmente terminará adoptando el curso de acción más rentable o beneficioso individualmente. Tan sólo en sociedades muy pequeñas y con pocos individuos podrá tener el comportamiento individual un impacto perceptible sobre el resultado agregado, y, por tanto, tan sólo en este tipo de sociedades cabe esperar un contrato puramente voluntario [ejemplo: las familias - revisar la teoría económica de los grupos de Mancur Olson].

Ahora bien, unos individuos racionalmente reconocerán esta inestabilidad inherente del contrato social puramente voluntario, pero puesto que la situación derivada del contrato es potencialemtne superior a la de anarquía, estos mismos individuos seguirán estando interesados en alcanzar la situación de desarme y paz social, y, por tanto, se preocuparán por la creación de mecanismos que aseguren la estabilidad del contrato constitucional de la sociedad. Es evidente, entonces, que a este fin puede recurrir la creación de una agencia encargada de la vigilancia y el cumplimiento coercitivo de las condiciones estipuladas en el contrato, en otras palabras: la creación del Estado.

Aunque varíe en el detalle, esencialmente éste es el razonamiento esquemático general, detrás de la reciente teoría económica del estado, avanzada por diversos economistas adscritos a la Escuela de Virginia, razonamiento, por otra parte, fundamentado en los teóricos clásicos del contrato social, tales como Hume, Locke, Rousseau, y también en los escritos de Hobbes.
Concretamente Buchanan señala los siguientes elementos que pueden aparecer, en combinaciones alternativas, en el contrato social constitucional:

-el contrato de desarme
-la definición de los derechos de propiedad sobre los recursos
-las condiciones del cumplimiento coercitivo del contrato, y
-la especificación del funcionamiento y los límites de la actuación del estado
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Enviado por el día 24 de Julio de 2005 a las 08:25
Al existir ganancias potenciales es de esperar que alguien, alguna vez, las logre materializar en su propio provecho, y ya no necesariamente bajo una forma de contrato voluntario, sino mediante formas coactivas, proceso que Hobbes entendió muy bien. Esta situación coercitiva puede muy bien ser Pareto superior al equilibrio natural y, por ende, relativamente estable, aunque prácticamente Pareto inferior a un estado democrático regido por las condiciones de un auténtico contrato social. De hecho, un \'monarca hobbesiano\' inteligente se preocuparía, para asegurar su propia estabilidad, que el orden por el implantado fuera siempre Pareto superior al equilibrio natural. ¿Bajo qué condiciones -materiales, tecnológicas, demográficas, etc.-es de esperar que las ganancias potenciales existentes en el equilibrio natural den origen a un estado despótico o democrático en sus múltiples variantes? He ahí una pregunta de contenido empírico y positivo que queda en el aire y que futuras investigaciones, dentro de la teoría económica del estado, deberían poder contestar.

La teoría económica del estado permite hacer una clara distinción entre dos aspectos, no siempre bien diferenciados, de las actividades estatales: el estado legal o protector -la agencia que surge del contrato social para garantizar su cumplimiento-, y el estado productor de bienes y servicios -agencia cuyo cometido es el suministro colectivo de determinados bienes y servicios, debido a su carácter Pareto potencialmente superior al suministro voluntario de mercado.

La teoría del estado puede servirnos para poner claramente de manifiesto el escaso fundamento lógico de la interpretación normativa de la teoría de la productividad marginal como base distributiva, tal como, por ejemplo encontramos en su más clásico exponente J.M. Clark.
La asociación y cooperación de los grupos en la sociedad posibilita un enorme incremento de la productividad individual y del producto social. Este aumento de la productividad, que el contrato social posibilita, constituye evidentemente un producto conjunto de toda la sociedad, es decir, de la cooperación entre los hombres, y por tanto no pueden existir unas reglas fijas y determinadas apriorísticamente del reparto del resultado cooperativo de la producción. En el momento del contrato social no hay nada en absoluto que obligue o aconseje a los individuos a convenir que la distribución del producto esté de acuerdo con el principio de la productividad marginal.
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Enviado por el día 24 de Julio de 2005 a las 08:26
Lectura 1, Las bases de la acción colectiva, de James M. Buchanan [Nobel de Economía 1986], es de interés por tratarse de un trabajo panorámico introductorio sobre las funciones del estado. En este trabajo se observan las ideas básicas que posteriormente se desarrollarían de forma más extensa, en particular el análisis de la ley como bien colectivo, así como el énfasis que se pone, y que los economistas modernos casi habían olvidado estudiar, en la función primera del estado: la protección de los derechos individuales y la vigilancia del cumplimiento de los contratos. Buchanan examina a continuación las demás funciones del estado, basándose en la teoría convencional de los fracasos del mercado, aunque sirviéndose, de modo exclusivo, de la teoría de las externalidades. A diferencia de la gran mayoría de economistas ortodoxos modernos, Buchanan extiende su análisis no sólo a los fracasos del mercado, sino que también nos alerta de los posibles "fracasos públicos".

Dada la existencia de ganancias potenciales en el 'contrato social' y la necesidad de una agencia con poderes coercitivos -el estado- para materializarlas, los individuos, como seres racionales, estarán interesados en asegurarse para sí estas ganancias potenciales. Es decir, que los individuos tendrán interés en impedir que algún individuo o grupo particular materialice en su exclusivo provecho particular estas ganacias del intercambio. ¿Cómo asegurar que quienes asuman la dirección del Estado -como agencia colectiva con poderes coactivos- no utilizarán su poder para explotar a los ciudadanos? Es éste el problema que se plantea Gordon Tullock en Barreras de entrada en política, que hemos incluido como lectura 2, de forma como si se tratara de un problema económico y que resuelve formulándolo como un problema particular con características especiales de monopolio natural (no puede existir más que un gobierno a la vez). La forma a que llegarían individuos racionales, para evitar que el gobierno les explote, haciendo uso del poder de monoplio que tiene sobre el aparato estatal, es realmente clásica para el economista: la introducción de la competencia (potencial) en la detentanción del poder del estado. Esta 'económica' solución no es otra cosa que la que caracteriza a las sociedades democráticas: la creación de dos o más partidos que compitan por la conquista del poder. La competencia entre estos partidos hará que las ganacias potenciales no las pueda materializar el grupo o partido en el poder, sino que el proceso de competencia las transmitirá indirectamente hacia los ciudadanos. La importancia de la alternancia (real o potencial) en el poder queda bien patente desde este enfoque.
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Enviado por el día 24 de Julio de 2005 a las 08:27
Ciertamente que a los lectores estas conclusiones no les aportarán absolutamente nada nuevo. Sin embargo, el trabajo de Tullock sirve para dejar bien patente que un problema típicamente político y su obvia solución pueden concebirse y plantearse como problemas puramente económicos en el sentido de ser susceptibles de análisis mediante los instrumentos tradicionales de la teoría económica, permitiendo ello obtener soluciones plenamente relevantes.

Actualmente, los estados no sólo constituyen agencias concebidas exclusivamente para la vigilancia del cumplimiento del contrato social constitucional, sino que, como ya señalamos, los estados asumen también la función de productores de determinados bienes y servicios.

[Hasta el momento los individuos han decidido las reglas básicas de convivencia -el contrato Constitucional-, ahora deben optar por un mecanismo que les permita llevar a cabo las decisiones colectivas sobre asuntos 'de interés público' -el contrato PostConstitucional]

Consecuentemente, a los individuos les parecerá conveniente exigir unas reglas constitucionales que vayan más allá de asegurar la alternancia en el poder de los partidos. Así por ejemplo, es de suponer que los individuos podrían tener interés en seleccionar unas reglas constitucionales aplicables a las decisiones sociales o colectivas, que aseguraran unos resultados que tengan toda una serie de propiedades determinadas, como por ejemplo podría ser la consistencia o coherencia con estas reglas de decisión colectiva. Es éste el problema que planteó Arrow [Nobel de Economía 1972] en su seminal trabajo Social Choice and Individual Values (1951), en donde demostró el famoso > que lleva su nombre, y de cuyo contenido y significado la Lectura 3, Valores Individuales y Valores Sociales constituye una excelente exposición y reseña no técnica realizada por el mismo Kennet H. Arrow para un congreso conjunto de filósofos y economistas.

Arrow demuestra en su teorema la imposibilidad general de poder encontrar unas reglas de decisión colectiva que partiendo de las ordenaciones individuales de preferencias (funciones de utilidad) permitan pasar a una ordenación social colectiva, o agregada de preferencias (o función de bienestar social) de forma que esta ordenación social de preferencias cumpla unos requisitos normativos mínimos aceptables. Estos requisitos son:
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Enviado por el día 24 de Julio de 2005 a las 08:28
1. El principio de la racionalidad colectiva, que exige que la función de elección social sea derivable de un orden. Ello implica: a) La propiedad de la conexión, que nos señala que si a y b son las alternativas abiertas a la sociedad, entonces entre ambas debe existir una relación de preferencia o indiferencia. b) La propiedad de la transitividad, es decir si a > b y b>c, entonces necesariamente a > c.

2. El principio de Pareto, que sostiene que si todos los miembros del grupo social prefieren 'a' a 'b' entonces en la ordenación social de preferencias, también debe preferirse 'a' a 'b'.

3. La independencia de las alternativas irrelevantes, condición que exige que la elección social realizada a partir de cualquier conjunto de alternativas, depende única y exclusivamente de las ordenaciones individuales de las alternativas de este conjunto. [La ordenación social de A y B debe depender exclusivamente de la ordenación que los individuos realicen de las alternativas A y B. Así por ejemplo, el orden de preferencias colectivo entre el 'gasto en defensa' y la 'ayuda exterior' no debe depender de la ordenación que los individuos realicen entre cualquiera de ambas opciones y la investigación de medios para combatir el SIDA.]

4. La no dictadura, condición por la cual se establece que la función de selección social no debería limitarse a seguir el orden de preferencias de un único individuo ignorando a los demás.


En conjunto, estos criterios parecen bastante razonables. Básicamente postulan que el mecanismo de elección social debería ser lógico y respetar las preferencias individuales.

Desafortunadamente, la desconcertante conclusión del análisis desarrollado por Arrow es que, en general, es imposible encontrar una regla que satisfaga todas estas condiciones.
No se puede confiar en que una sociedad democrática sea capaz de tomar decisiones consistentes.
Por ello, es importante preguntarse si existe algún método éticamente aceptable para la traducción de las preferencias individuales en preferencias colectivas que esté libre de defectos. La respuesta dependerá de lo que cada uno entienda por éticamente aceptable.
Este teorema ha generado un enorme debate, gran parte del cual se ha centrado en analizar si otro conjunto de condiciones diferente podría permitir la elaboración de una regla de elección social. Los resultados muestran que, eliminando una condición cualquiera, puede construirse una regla de elección social que satisface las otras. Pero el que sea o no admisible prescindir de alguna de las condiciones depende de la visión particular que cada uno tenga en relación con la validez ética de las mismas.
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Enviado por el día 24 de Julio de 2005 a las 08:30
El teorema de Arrow no afirma que necesariamente sea imposible encontrar una regla de decisión consistente. El teorema sólo expone que no puede garantizarse que la sociedad sea capaz de lograrlo.

Para ciertas estructuras de preferencias individuales, no surge ningún problema. Un ejemplo obvio se da cuando todos los miembros de una sociedad tienen preferencias idénticas. Algunos teóricos han sugerido que el significado real del teorema de Arrow es que muestra la necesidad de que exista un alto grado de uniformidad en las preferencias para que una democracia funcione. [por ejemplo si todos los miembros de la sociedad pensaran que Libertad > Equidad].

Esencialmente el teorema de Arrow establece que cualquier ordenación social de preferencias, derivada de las ordenaciones individuales de preferencia, tendrá unas propiedades distintas a las segundas. Debe tenerse presente que el teorema de la imposibilidad de Arrow es válido para todos y cada uno de los métodos de decisión social, y que el mercado, al ser un conjunto de reglas de decisión social, tampoco escapa a este teorema.

El teorema de la imposibilidad de Arrow aplicado a un sistema democrático de decisión social regido por decisiones mayoritarias entraña la posibilidad de que se produzcan resultados inconsistentes o incoherentes (que se sacrifique el principio de racionalidad colectiva), y en la medida en que el resultado de las decisiones colectivas carezca de coherencia puede parecer arbitrario. Dicho de otro modo, la validez del teorema de Arrow significa la posibilidad de la inexistencia de soluciones de equilibrio en las decisiones mayoritarias, lo que dará lugar a que se presente la famosa paradoja de Arrow o problema de las mayorías cíclicas, de cuyo fenómeno, en la Lectura 3, se encuentra su más simple ilustración, y que a lo largo de todas las lecturas siguientes, se documenta con frecuencia.

Dada la innegable validez formal del teorema de Arrow y, por tanto, la inescapabilidad de sus conclusiones, la literatura posterior, aparecida sobre esta temática, en su mayor parte ha intentado encontrar salidas a las pesimistas conclusiones arrowianas mediante el sacrificio, consciente o inconsciente, de alguna de las condiciones del teorema.

Un examen, por somero que fuera, de esta literatura, nos ocuparía un espacio y un tiempo mucho mayores de los que aquí les podemos dedicar (véase Mueller, 1976, o Sen 1970, para este survey, y Fishburn, 1977, para una exposición de la teoría de la elección social, desarrollada a partir de la contribución de Arrow y fundamentada sobre un alto nivel de sofisticación matemática). Pero, aquí cabe señalar las direcciones en que se ha movido esta literatura, direcciones que pueden agruparse según sea la condición arrowiana que se sacrifique.
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Enviado por el día 24 de Julio de 2005 a las 08:31
Una primera línea de escape fue la del sacrificio del supuesto de la no dictadura. Es difícil no caer en la conclusión que ésta es la vía de escape que patrocinaron Little (1952) y A. Bergson (1954), aunque para ellos tuvieran que recurrir a la estratagema de diferenciar entre la función de bienestar social bergsoniana-samuelsoniana y el concepto arrowiano de función de bienestar social. No cabe duda que, como señala Mueller (1976), "... en la práctica, la solución dictatorial a las incertidumbres e impases de la elección social constituye una salida muy corriente".

La segunda vía de escape es el sacrificio de la condición de Pareto, al restrigir la admisibilidad de todas y cualquier posible ordenación individual de preferencias. [Es decir, la función de bienestar social no tomará en cuenta las preferencias de uno o más individuos, y la mayoría les ordenará qué hacer].

Puesto que en la realidad no podemos esperar que la estructura agregada de las preferencias individuales muestre las restrictivas características que exigen todos estos teoremas para asegurar la coherencia y estabilidad del orden democrático, podríamos sacar la conclusión de que los resultados de las decisiones sociales resultarán ordenados si existe cierta especie de coherencia o armonía en la configuración social de las preferencias individuales. Ésta es la posición que adoptan buena parte de los investigadores en la materia, señalando que esta coherencia interna de las sociedades democráticas se deben no tanto a las instituciones políticas, sino a la homogeneidad y uniformidad cultural de las sociedades (Downs, 1957, cap 8; Riker y Ordeshook, 1973). Estos últimos autores señalan, por ejemplo, que "... este equilibrio existente depende, por tanto, no de la naturaleza de los procesos sociales, ni tampoco de la estructura de la sociedad, sino, más bien, del consenso cultural...".
Descubrimos, por tanto, que la esencia del equilibrio social no reside en la estructura abstracta de la sociedad, sino en la organización cultural e institucional existentes. Uno no puede menos que acordarse de la observación de Rousseau de que una sociedad podría descubrir su voluntad general tan sólo si su unanimidad esencial se la hubiera impregnado algún Gran Legislador del pasado, un Solón, un Liturgio, o un Calvino. Lo que Rousseau percibió vagamente (e imprecisamente), podemos ahora percibirlo en toda su complejidad.
Para qué nace el estado - Fallas antiliberales de la democracia
Enviado por el día 24 de Julio de 2005 a las 08:33
Finalmente una última alternativa consistiría en aceptar las conclusiones del teorema de Arrow, lo que en el marco de las decisiones colectivas democráticas, significa aceptar la inevitabilidad de la probabilidad de las mayorías cíclicas [la mayoría impone su voluntad, y las mayorías alternan el poder], o lo que es lo mismo, una ordenación social de resultados del proceso político democrático que no sea necesariamente consistente o transitiva [una función de bienestar social ilógica en el tiempo, en un momento A>B, en otro momento B>A]. Obsérvese que la adopción de esta posición significa de hecho una vía de salida al teorema de Arrow que entraña el sacrificio de la condición de la racionalidad social. Ésta es la posición que adoptan economistas procedentes de escuelas tan distintas como el liberal James M. Buchanan, o el marxista Duncan Foley. James Buchanan ha llegado incluso a sostener que el fenómeno de las mayorías cíclicas en realidad constituye una característica deseable del orden democrático, puesto que comporta una salvaguardia importante para el individuo frente a los posibles abusos de las coaliciones mayoritarias. Un resultado de importancia para los economistas, que deriva de esta vía de escape, reside en el rechazo del paradigma optimizador en el campo de las decisiones sociales, es decir el rechazo del enfoque normativo de la función de bienestar social que introdujo Bergson (1938) y popularizó P. A. Samuelson (1947).

[Basado en: Teoría de la Democracia Una Aproximación Económica, estudio de Antoni Casahuga Vinardell, Universidad Autónoma de Barcelona, 1980]

http://www.eumed.net/cursecon/economistas/arrow.ht...

http://www.eumed.net/cursecon/economistas/buchanan...

http://www.eumed.net/cursecon/economistas/Tullock....
Re: Para qué nace el estado - Fallas antiliberales de la democracia
Enviado por el día 25 de Julio de 2005 a las 22:39
Resumiendo?
Re: Re: Para qué nace el estado - Falpas antiliberales de la democracia
Enviado por el día 30 de Noviembre de 1999 a las 00:00
Ufff, cuál es el objetevo dante?
Re:
Enviado por el día 26 de Julio de 2005 a las 08:44
El estado nace para proteger la propiedad... la libertad.

Un país nunca funcionará mientras la gente no tenga una idea en común [Parece que USA e Ingland han funcionado por eso].
En el resto de países la democracia no funcionará de manera liberal.

Un estado o país donde TODOS los ciudadanos piensen que la libertad es lo más importante Sí funcionará de manera liberal.
Un estado donde los liberales y antiliberales vivan juntos... nunca funcionará de manera liberal, porque generará 'mayorías cíclicas': los socialistas pisotearán a los liberales cuando estén en el poder, y los 'liberales' [?] pisotearán a los socialistas cuando estén en el poder...
Entonces: viviendo juntos no ganamos nada.

El liberalismo dice que la gente debe ser libre para vivir como quiere, y por eso debemos respetar a los socialistas [y otros antiliberales], si ellos creen que la igualdad es más importante que la libertad deben ser libres para poder fundar sus propias comunidades.
Y los liberales también...

Entonces: debemos crear nuevos estados, estados liberales donde TODOS los ciudadanos sean liberales.

Re: Re:
Enviado por el día 2 de Agosto de 2005 a las 07:02
Si, lo más probable que termine pasando es la clusterización. Donde la gente vaya a vivir a los lugares donde se desarrollen las actividades que les gusten y de la forma que más les agrade.

No va a ser tan dificil irse, porque si siguen bajando los costos de los viajes y además se van haciendo más veloces podrías estar en dos horas o menos en el lugar que quieras. Es lo que tarda hoy mucha gente para ir al trabajo así que no es tan preocupante, ni te vas a sentir lejos.

Por lo que los liberales, podrían irse a vivir a lugares libres y los socialistas podrían irse a sus comunidades, y todos podrían vivir según sus propias reglas.

Igual lo más importante de esto es que van a haber lugares por ejemplo donde todo sea computación tipo silicon valley, otros donde todos sean musicos, otros donde sean artistas. En general, todos van a poder estar en un ambiente que les resulte más agradable y su trabajo resulte más "productivo" (tanto desde el punto de vista económico como personal). Internet en cierta manera lo está posibilitando, la gente se pone en contacto con gente que piensa como ella y hacen las cosas que les gustan. Que esas personas puedan también juntarse fisicamente sería hasta mejor.

El mundo en los próximos años va a cambiar mucho, mucho más de lo que ha cambiado hasta ahora.
Re: Re: Re:
Enviado por el día 8 de Agosto de 2005 a las 13:14
Moebius, este fenómeno que describes se producirá en la medida en que la globalización avance y alcance al mercado de trabajo, al menos entre los estados democráticos.
Esos son los futuros países
Enviado por el día 2 de Agosto de 2005 a las 07:24
Esos son los futuros países. Sería la forma más 'racional' de crear naciones.

Podrían formarse países donde la gente crea que la libertad es lo más importante [y de esta forma superar el teorema de la imposibilidad] [¿USA e Inglaterra superaron la restricción del teorema?], y otros países donde la gente crea que la igualdad es más importante que la libertad.

Los liberales no podemos, ni debemos tratar de desaparecer el pensamiento socialista [igualdad>libertad], sino que ellos deben ser libres para vivir según sus ideas... pero sin atentar contra el proyecto de vida del resto.
Re: Esos son los futuros países
Enviado por el día 6 de Agosto de 2005 a las 04:33
"Los liberales no podemos, ni debemos tratar de desaparecer el pensamiento socialista [igualdad>libertad], sino que ellos deben ser libres para vivir según sus ideas... pero sin atentar contra el proyecto de vida del resto."

No puedo estra más de acuerdo.

Oye, dante, para eso escribiste tanto?


Quería pasarles un poco la teoría sobre el tema
Enviado por el día 6 de Agosto de 2005 a las 08:00
Quería pasarles un poco de la teoría sobre el tema.
Las conclusiones de Arrow son casi universales, no se escapa nadie.
Re: Esos son los futuros países
Enviado por el día 8 de Agosto de 2005 a las 13:05
¿Un país (provincia, ciudad, barrio, calle, comunidad de vecinos) donde todos estamos de acuerdo? ¿Un país construido en base a la diferencia con los demás? ¿Liberales contra socialistas? ¿Fascistas contra anarquistas? ¿No os suena como el "federales y confederados" de nuestra infancia? ¿Hay que ser indio o vaquero por obligación?
Dios, qué aburrimiento y qué peligro de fascismo y de cierre absoluto de fronteras, de localismo salvaje y de continuas guerras de "religion".
O no he entendido nada... o si lo he entendido, se me ponen los pelos como escarpias.

Saludos
Re: Re: Esos son los futuros países
Enviado por el día 15 de Agosto de 2005 a las 22:41
¿Y por qué no desligar el estado del territorio? ¿No podrian coexistir en un mismo lugar dos estados (uno liberal y uno socialdemócrata) o tres o mas, donde cada uno pueda elegir a cual quiere pertenecer igual que se elige entre compañias de seguros? Eso si que seria competencia, y no la existencia de varios partidos politicos.
Crear un mercado de nacionalidades
Enviado por el día 17 de Agosto de 2005 a las 18:58
Crear un mercado de nacionalidades.

la gente debería ser libre de pertenecer a una comunidad que les permite ser felices.
Si alguien quiere ser comunista, bien, que sea comunista.
Si un liberal cambia de manera de pensar y quiere hacerse comunista, pues bien, que cambie de país.
Que sea libre de firmar un nuevo contrato social, y romper con su anterior país.
Los hombres nacemos de casualidad en nuestros paises, y no deberíamos estar atados a ellos si no nos sirven para ser felices o si nos tienen como esclavos [cuba, korea del norte, china].
Ya no vivimos en cavernas, deberíamos ser más racionales al momento de elegir nuestras nacionalidades.



Re: Crear un mercado de nacionalidades
Enviado por el día 17 de Agosto de 2005 a las 19:33
Pues ya de paso, que no solo podamos elegir el pais, sino también el nivel de ingresos de nuestras familias, la estatura y ... bueno me cayo, iba decir algo soez.
Re: Crear un mercado de nacionalidades
Enviado por el día 18 de Agosto de 2005 a las 02:38
Pero por qué iba alguien a tener que exiliarse porque no le guste su Estado. Un Estado ligado a un territorio no tendria ningun riesgo de desaparecer; si por ejemplo, en Espña nos tocase uno comunista y la gente descontenta se exiliase se iria reduciendo la poblacion entre la que repartir los bienes; esto hasta haria viable el comunismo. El estado deberia formarse desde abajo, y que sus bienes (incluida la tierra) fueran los de los ciudadanos, cuando uno quedase descontento, saldaria sus cuentas, y se iria a otro estado con lo que le quedase.