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Libre Comercio
Enviado por el día 8 de Marzo de 2004 a las 13:23
http://www.amayi.org/carta.php?id=102

Carta 102. Sowell T. Tres nociones sobre libre comercio.

Carta publicada en Febrero de 2004

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"Partidarios y enemigos del libre comercio entre las naciones serán beneficiados con el conocimiento de tres conceptos centrales. Sin usar esos conceptos las discusiones a favor y en contra serán una pérdida de tiempo y esfuerzo."


El primer paso para poder gozar de una discusión racional es el examen de los conceptos y sus significados. Poco se gana y mucho se pierde al aceptar como ciertas a las impresiones primeras de la realidad, como la que crea la noción de una tierra plana. La utilidad de la idea de Sowell es ésa, la de ir más allá de la impresión inicial que puede dar la firma de un tratado de libre comercio. Pocos terrenos son más fértiles que ése para darse a la tentación de las primeras impresiones y las explicaciones simplistas.

Sowell aporta aquí conceptos que ayudan a la discusión racional del libre comercio, con sus explicaciones de ventajas absolutas, ventajas relativas y economías de escala. La idea reportada en esta carta es de Thomas Sowell, en su libro Basic Economics, a citizen's guide to the Economy, Basic Books, 2000, ISBN 0-465-08138-X, Chapter 19, International Trade, pp. 269-278.

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Sowell da inicio al capítulo sobre comercio internacional señalando que es un error ver a ese comercio como una actividad de suma cero, en la que una nación gana lo que la otra pierde. Si fuera ese el caso, ninguna nación participaría consistentemente en el comercio internacional.

Por ejemplo, durante el periodo previo a la firma del tratado de comercio libre entre Canadá, Estados Unidos y México, se dijo que la pérdida de empleos en los Estados Unidos sería notable; de hecho sucedió lo contrario, el empleo en ese país creció. Estos resultados netos contradicen a las primeras impresiones que predicen situaciones que no suceden. Por eso, dice el autor, debe comenzarse por el principio.

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Pensemos en una nación aislada totalmente del resto de las naciones. Si en esa nación se registra progreso y avance, en ella se tenderá a comprar más simplemente porque dentro de ella hay más con qué comprar. Y si se compra más, se crean bienes adicionales y más empleos, todo debido a la demanda adicional. Eso sucede dentro de una nación aislada.

Pero el principio es exactamente el mismo cuando tomamos a dos naciones en lugar de una. En ese conjunto de dos naciones el número de empleos no es fijo y por eso no existe razón alguna para que esas dos naciones luchen entre sí para tener la mayor parte de los empleos.

Ésa es una realidad, pero queda por ver la cuestión del comercio internacional tornando a ambas naciones más prósperas.

En todo intercambio existe una justificación de fondo. Los intercambios se realizan porque ambas partes se benefician. En el momento en el que un intercambio perjudica a una de las partes, ese intercambio se suspende. Esas realidades no son complicadas, pero lo que es complicado es desenredar las nociones equivocadas sobre el comercio internacional.

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Muchos periodistas y políticos piensan que el comercio internacional es contrario al interés de las naciones. Aunque las razones de los beneficios del comercio sean claras y simples, existen ideas confusas al respecto. Para echar luz sobre el asunto, conviene ver las razones que justifican al comercio internacional en tres apartados.

El primero de ellos es la ventaja absoluta. Hay razones poderosas por las que conviene comprar fuera del país ciertos productos. Por ejemplo, muchas frutas son producidas con ventaja absoluta en países cuyos climas favorecen ese cultivo. Países que no tienen esos climas podrían producir esas frutas, pero a costos mayores. Simplemente algunos países tienen ventajas absolutas para producir algunos bienes, quizá por razones de geografía, de clima, de habilidades locales, de cualquier otra cosa.

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Otra razón es la de la ventaja relativa. Ella es un poco más compleja, pero igualmente clara. Para entenderla, Sowell, hace una suposición, la que de un cierto país posee una serie de características que le hacen posible producir todo con mayor eficiencia que otra nación. La pregunta lógica es si aún en este caso es de beneficio tener comercio internacional entre las dos naciones. La respuesta es sí. Sí es de beneficio tener comercio internacional aún en el caso de que una nación puede producir todo de la manera más eficiente posible. Esto requiere una explicación.

La nación que produce todo con mayor eficiencia puede hacerlo a diferentes niveles; algunos bienes son producidos con mayor eficiencia que otros, aunque todas esas eficiencias son mayores que las de otra nación. Por ejemplo, el país más eficiente produce autos y cervezas, pero su eficiencia es mayor al producir autos que cervezas. Entonces, reuniendo a las dos naciones, se logrará un conjunto en el que se producirán más autos y más cervezas que si una sola nación las produjera. La nación que produce los autos con mayor eficiencia que la cerveza puede dedicarse más a su fabricación y la otra nación a la cerveza, con un resultado neto mejor para ambas que el actuar cada una por separado. La nación menos eficiente es la que tiene la ventaja relativa para producir cerveza.

¿Suena complicado? La vida diaria da ejemplos de ventajas relativas. Supongamos el caso de una persona que es cirujano y que necesita lavar su auto un par de veces a la semana. El cirujano sabe que él puede lavarlo con mayor eficiencia que el joven que usualmente lo hace, gastando menos agua y menos tiempo. Pero esa eficiencia del cirujano no justifica que se dedique a lavar el carro, simplemente porque su eficiencia como médico es superior a su eficiencia como lavador de coches. Todo porque hay escasez de recursos. Este cirujano tiene un límite de horas posibles de trabajo y debe optar por lo que es más eficiente que él haga en ese tiempo limitado.

Sí, aunque una persona pueda hacer absolutamente todo con mayor eficiencia que las demás personas, no le conviene hacerlo. El tiempo y los recursos que le dedica a producir algunos bienes implica el sacrificio del tiempo y recursos que puede dedicar a producir eso en lo que la persona es más eficiente.

Eso significa que el resultado neto tenderá a ser un mejor uso de los recursos limitados con los que cuenta el conjunto de las naciones.

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La tercera razón que defiende al comercio internacional es la de las economías de escala. Las dos principales razones, afirma el autor, son las anteriores, pero debe reconocerse una realidad. Existen casos en los que la producción de un cierto bien requiere de inversiones fuertes de maquinaria o instalaciones o especialidades profesionales.

Para poder vender ese bien a precios lo suficientemente bajos deberán producirse grandes cantidades de bienes. Si no fuera así, los pocos bienes producidos tendrían precios en extremo altos. No es difícil de ver esto. Si un fabricante tuviera que dividir todos sus costos de diseño y de producción de una computadora en unos pocos cientos de ellas producidos, el precio unitario sería enorme. Pero ese precio unitario es sustancialmente menor al producirse grandes cantidades de ellas.

Una vez visto eso, es sencillo ver los problemas de producción que tendrían países con mercados internos pequeños para esas grandes inversiones.

Difícilmente, dice Sowell, Australia podría justificar las inversiones para producir autos que se vendan sólo en ese país. Un ejemplo, aún más extremo, es el de la construcción de aviones comerciales; sería absurdo que cada país tuviera su propia fábrica para satisfacer la demanda interna de aviones.

Lo que el comercio internacional crea es mayor eficiencia en el uso de recursos mediante estas economías de escala, al igual que mediante las ventajas absolutas y relativas.

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Añade el autor que las situaciones son dinámicas. Las ventajas comparativas cambian de país a país. En las primeras etapas del desarrollo de computadoras, casi todo el trabajo de creación y desarrollo se realizaba dentro de los Estados Unidos. Eso cambió con el tiempo y resultó mejor para todos el realizar trabajos de producción en otras partes y de diseño dentro de ese país.

Esa transferencia de producción de unos países a otros es lo que crea la impresión de que se pierden empleos locales en una nación mientras que en otros se ganan. Eso sucedería sólo si el número de empleos en ambos países fuera fijo. La realidad fue la contraria a la esperada, los empleos en los Estados Unidos se elevaron en total a pesar de esa transferencia de producción.

La causa de eso es obvia, la fuerza de trabajo, la mano de obra, el talento de los recursos humanos es móvil, puede ir de un lugar a otro dentro de su mismo país. Podía tener una ventaja absoluta para producir computadoras, pero no una ventaja relativa para hacerlo. Esa fuerza de trabajo se movió dentro del país hacia mejores opciones, lo que Sowell prueba con la elevación del estándar de vida de la población en ese período.

Puede suceder que un país enfrente la situación en la que por causa de importaciones de menos precio alguna industria arroje pérdidas de empleo dentro de su sector económico. Eso sucedió, hace tiempo, con la industria del acero en los Estados Unidos, por lo que las autoridades impusieron restricciones a la importación de acero. Eso produjo una situación neta negativa para todo el país, cuyos productores de otros bienes tuvieron que actuar con precios más altos de los posibles en su consumo de acero.

El interés político prevaleció sobre el sentido común. Las autoridades dan más atención a la pérdida de unos miles de empleos en una industria que a la creación de decenas de miles en el resto de la economía. Y el resultado suele ser una serie de disposiciones que restringen al comercio internacional, beneficiando a unos y lastimando al resto de la nación.

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