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Microcréditos y el imperio de la ley
Enviado por el día 18 de Junio de 2003 a las 08:47
Leo el interesante artículo de “Microcrédito” por Pedro Schwartz, en el que se nos ilustra de cómo en un entorno de pobreza, la gente devuelve créditos de hasta 300 dólares y “que es posible prestar sin garantía ni aval a quienes no tienen donde caerse muertos, porque en su inmensa mayoría devolverán puntualmente principal e intereses, por pundonor y decencia, pese a no haber firmado contrato alguno ni temer que los arrastren ante los tribunales”.

Luego me he detenido en la sección de política los artículos de “Sobre la naturaleza de un gobierno” por Ayn Rand, y de “derecho y ley” del Sr. Hayek. En concreto el de la Sra. Rand llega a decir:

“Si una sociedad no provee protección organizada contra la fuerza, obligaría a cada ciudadano a vivir armado, convertir su hogar en una fortaleza, y disparar a los extraños que se acercasen a su puerta, o a asociarse a una pandilla de ciudadanos para protegerse, quienes pelearían con otras pandillas, formadas para el mismo propósito, y así traería la degeneración de esa sociedad al caos: al dominio por pandilla, es decir, gobierno por fuerza bruta, hacia la guerrilla de tribu típica de salvajes prehistóricos” [...]. “Esta es la función de un Gobierno de un legítimo Gobierno, su función primordial, su única justificación moral y la razón por la cual los hombres sí necesitan un gobierno. Un gobierno es el medio que coloca el uso de la fuerza física represiva bajo el control objetivo. Es decir, bajo leyes definidas objetivamente”.

Desde luego, el artículo de Doña Ayn Rand es muy bueno, porque describe a la perfección el comportamiento depredador de los capitalistas, que es el de una banda de ladrones y mafiosos atravesados por adicciones incohercibles, que se dotan de un gobierno y unas leyes para evitar matarse entre ellos y poder explotar tranquilamente al prójimo.

Complementado ese artículo con el de Don Friedrich Hayek, que explica por qué es necesario el Derecho, y uniéndolo al de Don Pedro Schwartz, la conclusión es la siguiente:

Es en el capitalismo (basado en la codicia), donde se crea a una situación perversa de “faltar a la palabra dada”. Resulta muy curioso que sea en el contexto de pobreza y de miseria, donde unas pobres mujeres musulmanas de Bangladesh (corra hasta ellas mi homenaje a su heroísmo), trabajando, cumplan sus compromisos “con una tasa de devolución del 98,45%”, “pese a no haber firmado contrato alguno ni temer que los arrastren ante los tribunales”. Resulta muy llamativo, por contraste, que sea en las sociedades de capitalismo avanzado, con tantas leyes, donde día sí y día no salten a la prensa escándalos financieros basados en la corrupción, el cohecho y el malabarismo financiero, en manos de personas que precisarían tal vez mil vidas para gastar cuanto poseen.

Y por resumir: los pobres, los trabajadores, tendremos nuestos defectos, podemos beber cerveza y comer ajo al mismo tiempo si queremos. Pero cumplimos nuestros compromisos. No son necesarias leyes que obliguen a un pobre a devolver un préstamo que se le da bajo palabra, porque los trabajadores poseemos honradez, pundonor, orgullo profesional, amor a nuestras obras, y lo único que queremos es que nos dejen vivir en paz. La ley para lo que sirve es para que un banquero, expolie y embargue su casa a un trabajador que no pague la última letra de la hipoteca.

Saludos.
Re: Microcréditos y el imperio de la ley
Enviado por el día 18 de Junio de 2003 a las 12:16
Como ejemplo de esto que digo de que el capitalismo crea primero a un tipo de trabajador, y luego paga a intelectuales para que afirmen que hacen falta leyes que lo controlen porque de lo contrario no trabaja, les ofrezco una misiva enviada a la sección de "cartas en familia" de la revista española "El jueves", de la semana del 11 al 17 de junio de 2003. Espero que el foro no tenga limitador de palabras gruesas, porque el mensaje perdería frescura. Hela aquí.

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Orgullo Obrero

Esta mañana la cabrona de mi jefa me ha metido un sermón de los que hacen historia, y al final ha resultado que la que había metido la gamba es ella. Pero en lugar de admitirlo y pedir perdón, ha dicho que, total, la culpa es mía por no haberlo revisado. Y se ha quedado tan ancha. Y ahora se larga a comer y me deja aquí sola, con el calor que hace, la madre que la parió. Pues, mira, gorda de los cojones, que sepas que va a trabajar Rita la cantaora, que me tienes hasta los huevos. ¡Revolución ya! (uf, lo descansada que se queda una...)

Salud