Teoría política

A veces se dan casos en que la naturaleza o una costumbre temprana proveen a ciertos individuos de una habilidad peculiar: usan ambas manos indistintamente, incluso para escribir. A mí siempre me sorprendió mi hermana, que es una de esas personas, capaz de hacer lo mismo con la izquierda que con la derecha. Aunque por una cuestión de mayorías, oficialmente es diestra.
Mi hermana trabaja en el departamento RRHH de una clínica privada en Barcelona. Sus funciones son de responsabilidad, depende directamente del hijo del propietario, que tiene veinticinco años, y que acude al trabajo dos veces por semana, ya que sus otros negocios le toman demasiado tiempo: a saber, es accionista de una discoteca bastante conocida, conduce coches deportivos que compró por necesidad y consume todo aquello que la mafia de estupefacientes de Barcelona es capaz de endosarle.
La relación que mantienen ambos es de confianza: él confía en que mi hermana aplicará las políticas de personal de acuerdo con las directrices que se le han dado. Como ni el hijo ni el padre tienen idea alguna de cuáles son sus obligaciones como patrones, la salvaguarda de los derechos de los trabajadores se aplica desde la siguiente premisa: el trabajador es un vago que no han sabido heredar o triunfar, y el convenio laboral que regula sus mínimos derechos es engañoso e induce a actitudes poco productivas por parte de la empresa. A saber: la emisión de un porcentaje mínimo de contratos indefinidos, el pago de las horas extraordinarias (que siempre se dan) o la contratación de un mínimo de personal por planta, según marcan las ordenanzas al respecto.
El criterio en ningún momento es ofrecer el mejor servicio posible (tengan en cuenta que se trata de una clínica, cuyos clientes son pacientes, vidas humanas). Tampoco pretenden crecimiento alguno, ni incremento de su tecnología. Su único objetivo es el abaratamiento de los costes, y el incremento del patrimonio personal del único propietario. Por supuesto, también posee varias fincas y es accionista de un club de tenis.
A pesar de que sí existe un gobierno que regula los contratos de trabajo, los derechos del trabajador, y a pesar de los sindicatos, esta situación es posible. ¿Qué no pasaría sin la intervención mínima del Estado? ¿sin una política social que nos proteja de las injusticias de esa libertad en manos de unos privilegiados?
Mi hermana es una trabajadora más, que como tal no es sólo la dispensadora de esas políticas por orden de ellos, es también otra perjudicada. Es obediente porque está obligada a mantenerse en ese puesto de trabajo, no puede permitirse el lujo de una conciencia política en voz alta. Quizás hasta que no pueda más. Pero dudo que eso llegue porque la están pagando bastante, compran su lealtad y su silencio y ya empieza a creerse que los trabajadores son unos explotadores.
Así que con la diestra les va manejando, mientras que con mano izquierda se enfrenta a los caprichos de sus jefes.
Ya dije que era ambidextra.