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30 de Agosto de 2003

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Seny
Bitácora de Antonio Mascaró Rotger

Empecemos la Tercera Guerra Mundial

Las palabras 'individualidad' y 'libertad' no son simplemente sucios vocablos, son profanidades. La individualidad es el eufemismo de la codicia. Libertad significa pedófilos, traficantes de drogas y terroristas haciendo lo que les viene en gana y motoristas ebrios a toda velocidad acribillando niñitos de roseados mofletes como en un juego de bolos. La libertad para todos es entendida en general como la libertad de los viejos para morir de hipotermia en solitarias chozas y la libertad de las madres solteras de vagabundear por las calles bajo la lluvia acunando sus cargas, rogando por la caridad de los extraños. 'Privacidad' significa tener algo que esconder.
Así se expresaba hace apenas dos años el liberal británico Dr. David K. Carr en un inspirador ensayo corto titulado Let's Start World War Three (Empecemos la Tercera Guerra Mundial: Las ideas son nuestras bombas y las palabras nuestras balas).
Carr expresaba una visión diametralmente opuesta a la de Fukuyama. La guerra por la libertad del ser humano no está ganada. La última batalla no ha sido librada todavía y hasta el rabo todo es toro. Los enemigos siguen ahí afuera dale que te pego con sus andanadas totalizadoras. Pero como ya advirtieron hace mucho veteranos de esta guerra tan curtidos como Frédéric Bastiat o Ayn Rand, lo que hace falta para que venza el Mal no es que los malos se esmeren sino que los buenos se dejen acobardar.
El intrépido individualismo y el espíritu aventurero de los anglosajones está muerto y lo que lo ha substituido es una combinación realmente repugnante de aversión al riesgo, neurosis sanitaria, auto desprecio y nauseabunda sentimentalismo. El famoso labio superior firme se ha transmutado en uno inferior en permanente tembleque.
Dije que esta guerra es por la libertad del hombre. Pero es que sin ésta nos quedaríamos sin sociedad. Aquí nos lo jugamos todo.
Lo que estamos presenciando es la gradual retirada de la Ilustración; la disminución de cada confiado instinto que dio luz a la civilización occidental. Amenos que detengamos esta tendencia, nos arriesgamos a quedar congelados en ámbar o, peor aun, en algún estado medieval de campesinado acurrucado, temblando ante el estruendo de trueno.
Esto, para cualquiera que sea capaz de visualizar el potencial humano que la libertad desata, es inaceptable.
Esto no puede seguir así. No podemos seguir batiéndonos en retirada y cediendo el paso a los ecologistas, marxistas y femiNazis simplemente porque hacerlo hace la vida más fácil. Amenos que contraataquemos pronto nos encontraremos con que la vida, lejos de ser fácil, no valdrá la pena vivirla. No es suficiente tener simplemente la razón. Tener la razón no significa necesariamente que vayamos a prevalecer.
Puesto que tenemos la razón ¡a usarla y a por ellos!
Las ideas son nuestras bombas y las palabras nuestras balas. Usadlas a discreción. Desafiad cada unánimemente rojiverde suposición flatulenta que os encontréis; degollad cada vaca sagrada, no dejéis sensibilidad alguna indemne, reventad cada pompa y desinflad cada ego. Que cada insulto despectivo y cada aullido de mofa silbe alrededor de vuestras cabezas pues nosotros somos eléctricos y temibles y terribles. Comemos relámpagos y masticamos truenos. Llevamos protecciones de uranio y sólo pueden herirnos si nos dejamos.

Perded amigos si es necesario y haced enemigos si tenéis que hacerlo. Después de todo, es la guerra y tendrá que haber bajas así que ofended, ofended y volved a ofender. Dejadles boquiabiertos y con los ojos desorbitados ante vuestra audacia. No hagáis prisioneros ni ofrezcáis cuartel. Que lloren y chillen y se retuerzan y corran y, cuando finalmente enarbolemos nuestra bandera sobre su ciudadela, nos sorprenderá cuan endebles e insustanciales eran ellos en realidad.

El día-D acecha. Debemos prepararnos para entrar en el meollo, o no será sólo la libertad lo que podrá perderse sino la esencia misma de lo que nos hace humanos. Fracasad y un Milenio de Tinieblas se nos vendrá encima. Triunfad y viviréis para contarles a vuestros nietos lo que hicisteis en la guerra.

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