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Para la izquierda sólo los pobres tienen derechos, y derecho de robar pero no de propiedad
Enviado por el día 9 de Abril de 2004 a las 23:54
"No existen las causas del delito, sino los causantes"


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Los impulsos de la izquierda opinante sobre el reclamo masivo de la
población expresado por Juan Carlos Blumberg, muchas veces cercanos al
ridículo y siempre descalificantes, hablan de muchas cosas.


En primer lugar, ese sector ideológico simplemente busca en la falta del
reparto de bienes que unos producen el motivo que lleva a los
delincuentes a repartirse por sí mismos, a costa de la vida de personas
que para ellos no valen mucho, como es el caso de Axel Blumberg.


En segundo lugar, se pone de manifiesto el monopolio que el resto del
país le ha concedido a una minoría delirante. Esta minoría sostiene como
si fuera una ética dogmática sus preferencias por los criminales, con la
misma soltura y origen filosófico y moral con el que siguen llamando
idealismo a matar por ideas totalitarias.


Pero hay problemas más de fondo que permiten a los delirantes delirarse
y a los cuerdos no tener respuesta ante el delirio.


Los análisis santificadores del delito que oímos a diario parten de la
existencia de "causas" del delito que deben ser removidas. Antes de
justificar con igualitarismo barato el crimen ni siquiera se toman el
trabajo de verificar si los ladrones y asesinos son más ricos o más
pobres que las víctimas.


Las bandas que operan como el nuevo proletariado revolucionario para
esos analistas, tienen un capital superior a muchas Pyme, contando con
camionetas cuatro por cuatro, celulares y varios miles de dólares en
armas, mientras que las víctimas, trabajando, no logran en la mayoría de
los casos igualar semejante riqueza.


Cabría preguntarse entonces si el resentimiento de este sector
ideológico tiene origen tan sólo en la riqueza, o bien si lo que molesta
es que sea bien habida con independencia de su monto.


La idea que subyace es que una parte de la sociedad debe mantener a la
otra. Como el "ganarás el pan con el sudor de tu frente" fue reemplazado
con "ganarás el plan extorsionando al poder", es difícil combatir el
delito en una sociedad que acepta vivir bajo estos parámetros.


La relación causa-efecto aplicada como ecuación a pobreza-delito,
pertenece en realidad al campo de los objetos inanimados. El hielo se
derrite cuando la temperatura excede de cero grado; si se suelta una
piedra en el aire caerá al suelo. También puede aplicarse a los hechos
involuntarios. Si salgo desabrigado en invierno es posible que me
resfríe; el sol afecta la piel.


Ahora bien: toda la teoría de la responsabilidad se basa en la
existencia de voluntad. Ahí se rompe el nexo causal. La pobreza no causa
delitos sino el delincuente, sea rico o pobre. No es la suegra
insoportable la causa de su homicidio en manos del yerno. Ninguna
necesidad es causa de ningún delito. La causa es una determinación, una
decisión.


Por supuesto que un pobre tiene más motivos para robar que un rico, pero
eso no lo convierte en un delincuente, como la fealdad no convierte a
nadie en violador potencial.


La necesidad en el crimen existe siempre, salvo que sea el caso de un
loco, que por otra parte sería inimputable para cualquier versión
civilizada del derecho penal.


Desde que el hombre es hombre hay dos maneras de satisfacer necesidades:
una es cooperando en paz con otros hombres, producir, intercambiar y
aprender los secretos del medio en que se vive (las verdaderas
relaciones causa-efecto). La otra es ser un parásito de los otros, a
costa de la vida, la libertad y el patrimonio de los semejantes. En unos
casos se le llama "reparto social", en otros "atraco", pero pertenecen a
un mismo origen filosófico.


La sociedad de los que quieren vivir del primer modo no exige a los
delincuentes que no tengan móviles para robar, matar, secuestrar o
violar, sea por dinero o porque están rodeados de gente insoportable o
de mujeres irresistibles. La civilización requiere que a pesar de los
motivos, que se da por sentado que existen, no se delinca.


Ni siquiera puede comprobarse que en los lugares más pobres del país
existan más delincuentes. Sí los hay en los aguantaderos políticos y
reservorios de víctimas de la demagogia política, que son los pobres en
todo caso utilizados por el poder para sus propósitos, como es el cordón
que rodea a la Ciudad de Buenos Aires. La ciudad de Nueva York tenía un
índice de criminalidad mucho mayor que el de Buenos Aires y no
precisamente porque fuera más pobre. La inversión de esa relación en la
actualidad tampoco tuvo que ver con cuestiones de riqueza o pobreza.


José Benegas
Editor de El disidente