Hispanoamérica
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¿Cuba venezolana?
Enviado por el día 6 de Diciembre de 2005 a las 16:59
¿Cuba venezolana?
Eliseo Alberto
I- UN CARTEL EN LA VENTANA
Un amigo del Vedado me contó una historia (real) que sucedió hace un par de meses en San Antonio de los Baños, un pueblito pintoresco al oeste de La Habana, célebre por poseer en sus dominios una importante base aérea militar, un museo dedicado al humor y una escuela internacional de cine. A mi amigo se la narró un vecino, y a su vecino un pariente, y al pariente un policía del pueblo. En la rápida rotación del chisme, boca a boca, permanecieron inalterables los cinco pasos de la dramaturgia clásica (materia que yo impartí por varios años en la antes mencionada escuela de cine):
Estado inalterado. Rosa La Cubana, una vecina de San Antonio de los Baños que padece de cataratas, debía asistir ese jueves a una consulta en la Liga Contra la Ceguera. Abrigaba la esperanza de que su mal de ojos ya estuviese lo suficientemente avanzado como para merecer una intervención quirúrgica.
Alteración. Su oftalmólogo le dijo que tendría que esperar otros seis meses, a pesar de que la catarata “ya estaba madura”. Una orden del Ministerio de Salud Pública los obligaba a dar atención preferencial a un verdadero ejército de venezolanos con deficiencias oculares. “Y ahora esperamos bolivarianos, panameños, qué sé yo... Donde manda capitán, Rosita, no manda cirujano”.
Lucha. Rosa decidió dar batalla. En defensa de sus pupilas, expuso su “caso” a estancia municipal, donde no le dieron respuesta. Luego acudió a la autoridad provincial y allí, en buen plan, le aconsejaron “mucha paciencia, compañera”. Ya en las oficinas ministeriales, le explicaron el valor de la solidaridad, de la unión entre dos países hermanados en la historia pasada, presente y futura de una América tan martiana como bolivariana. Rosa regresó a su casa. Le costaba trabajo llorar, por culpa de las “dichosas cataratas”. Pero lloró.
Ajuste. Días después, en la ventana de su humilde casa, apareció colgado este cartel: “Cambio de propiedad: permuto para Venezuela”. Un coro de vecinos apoyó la ironía de Rosita. La policía local tomó cartas en el asunto y, sin violencia pero enérgica, hizo que retirara su anuncio. Ella cumplió la orden: a fin de cuentas, el mensaje había echado a rodar por los callejones del rumor. Rosa iba en el epicentro de aquella descendiente bola de nieve.
Nuevo estado inalterado. De súbito, sin notificación previa, Rosa fue citada en la Liga contra la Ceguera. Sería operada de urgencia. En menos de una hora, ya le habían descolgado de sus ojos el incómodo telón de cataratas. Los vecinos de la cuadra le dieron una callejera bienvenida. Ahora le dicen Rosa La Venezolana.
(continúa en el link)
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Fuente
Noticias de Ultimo Minuto
Disidente Universal
http://www.disidenteuniversal.org/08noticias/notic...
Actualizado 12/6/05
Eliseo Alberto
I- UN CARTEL EN LA VENTANA
Un amigo del Vedado me contó una historia (real) que sucedió hace un par de meses en San Antonio de los Baños, un pueblito pintoresco al oeste de La Habana, célebre por poseer en sus dominios una importante base aérea militar, un museo dedicado al humor y una escuela internacional de cine. A mi amigo se la narró un vecino, y a su vecino un pariente, y al pariente un policía del pueblo. En la rápida rotación del chisme, boca a boca, permanecieron inalterables los cinco pasos de la dramaturgia clásica (materia que yo impartí por varios años en la antes mencionada escuela de cine):
Estado inalterado. Rosa La Cubana, una vecina de San Antonio de los Baños que padece de cataratas, debía asistir ese jueves a una consulta en la Liga Contra la Ceguera. Abrigaba la esperanza de que su mal de ojos ya estuviese lo suficientemente avanzado como para merecer una intervención quirúrgica.
Alteración. Su oftalmólogo le dijo que tendría que esperar otros seis meses, a pesar de que la catarata “ya estaba madura”. Una orden del Ministerio de Salud Pública los obligaba a dar atención preferencial a un verdadero ejército de venezolanos con deficiencias oculares. “Y ahora esperamos bolivarianos, panameños, qué sé yo... Donde manda capitán, Rosita, no manda cirujano”.
Lucha. Rosa decidió dar batalla. En defensa de sus pupilas, expuso su “caso” a estancia municipal, donde no le dieron respuesta. Luego acudió a la autoridad provincial y allí, en buen plan, le aconsejaron “mucha paciencia, compañera”. Ya en las oficinas ministeriales, le explicaron el valor de la solidaridad, de la unión entre dos países hermanados en la historia pasada, presente y futura de una América tan martiana como bolivariana. Rosa regresó a su casa. Le costaba trabajo llorar, por culpa de las “dichosas cataratas”. Pero lloró.
Ajuste. Días después, en la ventana de su humilde casa, apareció colgado este cartel: “Cambio de propiedad: permuto para Venezuela”. Un coro de vecinos apoyó la ironía de Rosita. La policía local tomó cartas en el asunto y, sin violencia pero enérgica, hizo que retirara su anuncio. Ella cumplió la orden: a fin de cuentas, el mensaje había echado a rodar por los callejones del rumor. Rosa iba en el epicentro de aquella descendiente bola de nieve.
Nuevo estado inalterado. De súbito, sin notificación previa, Rosa fue citada en la Liga contra la Ceguera. Sería operada de urgencia. En menos de una hora, ya le habían descolgado de sus ojos el incómodo telón de cataratas. Los vecinos de la cuadra le dieron una callejera bienvenida. Ahora le dicen Rosa La Venezolana.
(continúa en el link)
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Disidente Universal
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Actualizado 12/6/05
