Hispanoamérica

Como un concierto bien orquestado, vemos en vivo y directo la actuación de los bárbaros. Sí, esos mismos que no han podido reconstruir Vargas en seis años; esos mismos que sacaron a punta de bombas lacrimógenas a las familias de los campos petroleros; esos mismos que dispararon sobre ciudadanos armados con pitos y banderas; esos mismos que regalan 16.000 millones de dólares a otros países mientras dejan caer el viaducto Caracas-La Guaira; esos mismos que donan una autopista a Jamaica mientras la Regional del Centro se cae a pedazos; los mismos bárbaros que han acabado con la industria nacional importando todo; los que regalan dinero para refinerías y astilleros, creando puestos de trabajo en el exterior mientras los venezolanos viven del buhonerismo; esos bárbaros que malversan el dinero del país financiando campañas y gobiernos extranjeros para buscar apoyo a un proyecto político persona. Los bárbaros llegaron ya pero no bailan cha cha chá sino una danza macabra de millones que nunca favorece a sus legítimos dueños, los venezolanos, que chavistas o no está muriendo de mengua.

Llegó el 2006 y los bárbaros recrudecen el accionar. Una Asamblea bárbara, un CNE más bárbaro y una justicia que sirve bárbaramente al poder. Mientras el cierre del viaducto provoca un cataclismo económico para el país y el aislamiento que terminará de sepultar las esperanzas de los vargüenses, miles de personas son desalojadas de sus viviendas en los barrios circundantes del viaducto. El drama de estas personas que están perdiendo su hogar, el sitio donde han podido pasar toda una vida, sólo es comparable al drama de los grupos que pululan por Caracas y que ante una orden del Alcalde Mayor han iniciado un nuevo ciclo de invasiones. "Invadan que yo expropio" dice Juan Barreto, quien emulando a Atila vocifera contra los periodistas que se atreven a descubrir su plan invasor y se burla de los legítimos propietarios de los inmuebles con la recomendación de ir a protestar "ante la Corte Celestial". Y es verdad, a los venezolanos sólo nos queda apelar a la justicia divina.

El régimen chavista ha construido en 7 años 116.000 viviendas (según las propias cifras oficiales), más o menos lo que construían en 18 meses los gobiernos de la democracia. Como la incapacidad, ineficiencia, corrupción y las donaciones graciosas a otros paises no han permitido cubrir la cuota de necesidad habitacional de la población, entonces la salida es bárbara: amparar las invasiones a la propiedad privada para que ocupen a la fuerza lo que el gobierno no puede darles por las buenas. Los bárbaros no son los invasores, gente pobre que está buscando desesperadamente un techo, sino ese hombre que investido de funcionario público los justifica con un discurso de odio llamando invasores a la gente de la Lagunita, porque según él "invadieron los campos para que los ricos jueguen golf".