Hispanoamérica

"Si una revolución no está llena de imbecilidades, no es una revolución"

El primero de febrero de 2005, el numantino payaso del Caribe, de cuyo nombre no quiero acordarme, pronunció esta frase lapidaria: "Si una revolución no está llena de imbecilidades, no es una revolución."

Aunque sobran los comentarios, debe añadirse que en esa diatriba apocalíptica este sujeto dijo que los Estados Unidos deben dejar caer cincuenta bombas nucleares sobre Cuba si quieren derrotar esa revolución.

Este energúmeno se da cuenta de que se le acerca la dama de la guadaña y, como es costumbre de los suicidas modernos, no quiere irse solo al mundo de los muertos. Quiere irse acompañado. Es que no concibe este mundo con su ausencia.

No es la primera vez que ese atormentado muestra su deseo de aniquilar a todos los cubanos. Sabe que después de su muerte el mundo entero se va a enterar de la verdad de su mal llamada revolución, y quiere eliminar a los testigos de cargo.

Por otra parte, en una encuesta de la semana anterior se presenta entre los paladines del antiamericanismo latinoamericano a Hugo Chávez con un índice de popularidad mayor que su padrino. Tal vez por eso el caballero de la triste figura del izquierdismo trasnochado mostraba en el rostro la amargura de la envidia. Siente envidia por el presunto bolivariano porque es más joven y por lo tanto tiene más tiempo, y además tiene petróleo y está en el centro mismo del continente. Pero lo más importante es que es más imbécil, de modo que es más revolucionario, según la definición del propio Comediante en Jefe.

Este individuo aseguró esa noche, y lo recalcó, que van a matar a Chávez, y a él no le gusta equivocarse en sus pronósticos, de modo que la vida de su títere venezolano está en peligro. Es que ya el titiritero no puede con esa carga de envidia que siente, envidia que es una de las grandes virtudes de los imbéciles.

No olvidemos que el padrino del Caribe ha asesinado a muchos de los que le han servido fielmente, y que su carrera la ha hecho eliminando a todo el que le hace sombra. No sabemos todavía hasta dónde puede llegar un corazón envenenado de odio contra sus semejantes.

Lo que sí ha quedado claro, y con la firma del surrealista del Caribe, es que eso que él llama revolución no es nada de seres inteligentes, ya que "si una revolución no está llena de imbecilidades, no es una revolución".

Luis Bernal L.

http://www.cubacid.com/comentario-004.htm