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A guisa de despedida, con respeto.
Enviado por el día 28 de Julio de 2004 a las 02:51
Este testimonio es muy semejante a mi propia experiencia, y creo que muchos latinoamericanos se sienten igual que este señor y mi persona, hacia España y los valores catòlicos:
Cómo me convertí en musulmán

por Omar Ribas
Si quieres expresar tu opinión acerca del fenómeno de reconocerse musulmán (conversión), si quieres narrar tu experiencia de cómo te reconociste musulmán, manda tu texto o tu testimonio: abdeljabir@cie.es


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En el Nombre de Allah, el Clemente, el Misericordioso

Orígenes

Tengo 27 años. Nací en el norte de Catalunya, en Girona. Mis orígenes familiares, sin embargo, no están allí, sino en gran parte en el pueblo del Masnou, en la comarca del Maresme, de donde son dos de mis abuelos y mi padre. Mi madre es de Barcelona, su padre de Javalí Nuevo en Murcia y mi otra abuela de un pueblito muy pequeño cerca de Granollers, que se llama Samalús.

Pertenezco, en cuanto a lo social, a la clase obrera. Mi familia es de orígenes cristianos aunque yo nunca haya visto religiosidad en mi padre, mi madre o mis abuelos. Sí que hay un cierto sentimiento de pertenecer a la tradición cristiana y catalana, pero poca cosa más.

De pequeño, a causa del trabajo de mi padre, viví en Girona, en un pueblo cercano llamado Cassà de la Selva, en Ourense (Galicia), Berga (puerta de los Pirineos) y finalmente Sabadell, donde resido ahora.

Infancia

¿Qué recuerdo de la infancia? Iba a colegios católicos (La Salle, Padre Feijóo y Escuelas Pías) y debo admitir que la religión me gustaba. Incluso iba a misa los domingos, cuando mis padres nunca han ido. Hacía la vida de niño de pueblo, con la "colla" (cuadrilla) íbamos a la piscina, a bañarnos a los ríos, a cazar pájaros, a tirarnos piedras con los niños de las otras "colles", íbamos a las montañas. Llegar a la ciudad de Sabadell fue para mí un disgusto grandísimo. Sabadell tiene casi 200.000 habitantes, y es una ciudad industrial. Mis queridas montañas quedaban lejos. Aquí los niños no cazaban pájaros ni se bañaban en los ríos. Aquí jugaban a basket y hacían el gamberro por las calles.

En Sabadell conocí a un personaje que me ha marcado toda mi vida. Se trata de un sacerdote, padre escolapio, que se llama Calassanç Balagué. El Pare Calassanç (así le llamo yo) es un hombre sencillo. Vive intensamente su fe cristiana. Hace actividades sociales, visita a los enfermos, ayuda a quien puede. Escribe mucho. Él me enseñó (y me hizo coger el gusto) a escribir. De su mano escribí un poco en la revista de la Academia Católica de Sabadell y dirigía revistas escolares. Él me enseñó un modelo interiorizado de religión, a ir al fondo, a ver la profundidad de las enseñanzas religiosas. Me hizo descubrir que mi interior debía estar ocupado por Dios. Y sigue estándolo aunque ahora sienta que Dios se llama Allah.

Llegaron los catorce años. Siempre en clase, con los amigos de la "colla" era el líder. Era el líder porque no me daba miedo desafiar a la autoridad y porque intentaba siempre unir a los compañeros. Eso desarrolló en mí un sentido muy elevado de la justicia. Si había un problema, yo hablaba con los profesores. Encabezaba pequeñas revueltas de clase. Me castigaban mucho. Copié muchos capítulos del Quijote, libro que a pesar de ser mi castigo quiero mucho.

Adolescencia

Los catorce años abren la puerta a la adolescencia. Con ella vino la rebelión, propiciada por ese sentido de la justicia del que hablaba antes. Los rebeldes del momento eran independentistas. Vi en televisión unas imágenes de violencia entre los antidisturbios y los independentistas al terminarse una manifestación por nuestra lengua. Se me encendió una luz. Tenía que estar con los independentistas. Pasé por las organizaciones Crida a la Solidaritat en Defensa de la Llengua, la Cultura i la Nació Catalanes y el Moviment de Defensa de la Terra.

Mis planteamientos políticos fueron desarrollándose y madurando, a la par que dejé el mundo estudiantil para integrarme al del trabajo. El último año en el Instituto fue el de las huelgas estudiantiles de 1987. Estuvimos muchas semanas sin ir a clase. Ocupamos trenes, el teatro municipal de Sabadell, la Universidad Autónoma de Bellaterra junto a los estudiantes universitarios. Apareció una foto mía en el periódico local después de ocupar el teatro municipal.

Como decía dejé los estudios para trabajar en el ramo del metal. A raíz de esto surgió en mi lo que los marxistas llaman "conciencia de clase". Me hice marxista, e ingresé en el Moviment Comunista de Catalunya (MCC), en el que estuve unos años como miembro sin encuadrar y finalmente como militante. El MCC era un partido vanguardista, leninista, que intentaba dirigir a la clase obrera a la revolución. Era un partido activista, por lo que había que trabajar en algún movimiento social. Yo me dedicaba a las movidas de jóvenes y el movimiento independentista.

Mi pequeña rebelión contra el orden social existente tomó forma nueva el primer día que conocí a jóvenes punks. Yo soy de la generación del punk en España, con el rock radical vasco y las litronas por bandera. Descubrí un mundo de revuelta juvenil que venía de Inglaterra, que se puede resumir en vestir de forma anticonsumista, la provocación y la evasión con diversos tipos de drogas. Más tarde a todo eso se añadió la violencia callejera.

El movimiento punk comprendía otras formas, que se desarrollaron con el tiempo. Una de ellas era el movimiento de los rude bwoys o skins antirracistas. Yo me decanté por ellos, porque era lo que más predominaba entre los jóvenes independentistas y por la música, que era la jamaicana (ska, rocksteady y reggae). Ýbamos vestidos tal como lo hacían los rude bwoys ingleses en 1969, que a su vez era una copia a la inglesa de la vestimenta de los jamaicanos inmigrantes en Gran Bretaña.

Surgió el tribalismo. Aparte de nosotros, aparecieron grupos de nazis con estética skin. En Barcelona había una banda muy peligrosa de ellos que se llamaban "Brigadas Blanquiazules". Eran una banda, medio reclutada, medio compuesta de jóvenes inocentes que tenían aspecto de fascista. Se dedicaban a drogarse y pegar a los jóvenes de aspecto más "progre", a los militantes izquierdistas, a los gays, los inmigrantes y a nosotros.

Entramos en una espiral de violencia. Los medios de comunicación y las fuerzas de la seguridad en un primer momento quedaron un poco desorientados. Al aparecer los primeros muertos (porque las peleas eran con navajas, cadenas, palos, puños americanos) tomaron cartas en el asunto. Yo sufrí una agresión física a la edad de 17 años por parte de una banda fascista, junto a un amigo. Más tarde, fui amenazado de muerte por otros. También yo cometí actos violentos contra ellos. Teníamos mucho odio.

No todo era ese odio. Montábamos "sound systems", unas fiestas estilo jamaicano. Escuchábamos música, bebíamos, le dábamos a la marihuana y el hachís. Yo tengo que admitir que era un sibarita de la hierba. En la búsqueda de autenticidad empezamos a buscar libros sobre Jamaica. Yo sabía inglés, y eso me daba una ventaja sobre los demás, porque entendía las letras de las canciones y podía procurarme libros. Finalmente, hicimos un "fanzine" (revista alternativa no comercial y no registrada). Era un fanzine de música caribeña y negroamericana con artículos en profundidad sobre la música que nos gustaba. A pesar de estar redactada íntegramente en catalán, vendíamos unos 600 números cada tres meses. Y eso es mucho para una publicación catalana de un tema tan concreto.

Con la historia de la revista nos daban entradas gratis para ir a los conciertos. Y entrevistábamos a los grupos que venían a Barcelona. Fue mi primer contacto con una cultura no occidental: con grupos de reggae que llegaban de Jamaica. Aprecié mucho a las culturas africanas, y seguí leyendo.

Lo que conservo de esta época son unos cuantos amigos, que son amigos de verdad, por las cosas que pasamos juntos. Vivimos unos ritos de iniciación particulares de la sociedad urbana industrial. Y es una iniciación durísima. También, por qué no admitirlo, desde entonces me siento muy cerca de lo jamaicano y lo africano.

El descubrimiento

Un día leí sobre Jimmy Cliff. Un cantante jamaicano que se hizo musulmán. Un tío que decía que la vida le cambió cuando leyó el Corán, y que lo bueno de la cultura afro-caribeña se encontraba en el Islam. Me quedé estupefacto. Yo seguía en el MCC, aunque siempre tenía mi pequeño recuerdo de Dios –cuando tuve problemas de violencia, por ejemplo, le pedía a Dios que me sacara de ello- y nuestra música, el reggae, le cantaba a Dios entre otras cosas. Pero a la religión que conocía necesitaba añadirle la lucha por la justicia del marxismo y la solidaridad de los rude bwoys y el sentimiento de la música jamaicana.

Me compré un ejemplar de una edición económica del Corán traducida por Vernet para ver si me pasaba lo mismo que a Jimmy Cliff. Y vi muchas cosas en el Corán. Pero no me hice musulmán. Seguí leyendo. Leyendo sobre el Islam. Leí la autobiografía de Malcolm X escrita por Alex Haley. Eso me dio en el corazón. Me vi reflejado en muchas cosas con el hemano Malek el-Shabbaz (nombre islámico de Malcolm X). Cosas que cuenta en el libro sobre su vida me han pasado a mí. Leí más y más, me fui a la mili, que duró 18 días (estoy excluído del deber patrio), y mientras me hundía en la neblina de marihuana y la candenciosidad del reggae pensaba sobre Dios, el Corán, el Islam, los musulmanes, Malek el Shabbaz y Jimmy Cliff.

Finalmente no pude más. El 26 de julio de 1992 fui a mi último concierto, fumé el último porro, la última cerveza y la última botella de whisky. Fue en Ripollet, en un concierto por la Autodeterminación, contra las olimpiadas y por la libertad de los presos independentistas. Ese día hablé con uno de los héroes de esta etapa de mi vida, el cantante de Negu Gorriak, que antes lo había sido del grupo Kortatu. Terminé con el que empecé. ¡Qué cosas tiene la vida! No sabemos cómo Allah dispondrá las cosas.

Conversión

Busqué direcciones de mezquitas de Barcelona. No me atrevía a ir por vergüenza. ¿Cómo iba a decir "quiero ser musulmán"?. Un jueves por la noche soñé algo raro. Alguien que identificaba con Jesucristo (el Profeta Aisa, que la paz sea con él) me decía "Ve a la mezquita". 7 de Agosto. Trabajé hasta las 11. Dije que iba al médico. Me fui a casa, me duché, llamé por teléfono al Centro Islámico de Barcelona y dije que quería ser musulmán. Me dijeron que fuera. Era viernes. Mi primer yuma. Oí el jotba (del que no enetendí nada) y vi como rezaban. Después me volvieron a preguntar que quería. Dije: "Quiero convertirme al Islam". Me dijeron: "¿Has leído el Corán?". Dije: "Sí". Uno dijo: "Te haremos un curso para que sepas lo que es el Islam antes de meterte". Dije: "No, tiene que ser ya". El imam, al ver mi resolución accedió. Nos sentamos en un rincón. Vinieron un grupo de hermanos sudaneses. Dije la shahada: era musulmán.

¿Qué me atrajo del Islam?

Para mí el Islam fue una revolución interior. Resolvía varios de mis problemas: De un lado, me aporta un monoteísmo sin adulterar. En este sentido, es una conclusión lógica del cristianismo de mis orígenes. He perfeccionado y purificado mi creencia religiosa.

Otro aspecto es el del sentido de la justicia que siempre he tenido. El Islam es la religión de la Justicia, de la Justicia Divina. Justicia interior, entre los hombres, de Dios respecto al hombre.

Además está la vivencia comunitaria del Islam, en esta sociedad atomizada y despersonalizada. Nada es impersonal en el Islam. Se respeta a la persona en grado extremo, los musulmanes tienen dignidad y conciencia comunitaria. Conciencia de que somos una misma cosa. Cuando das con creyentes sinceros e íntegros experimentas una comunicación con esa persona más allá de la amistad del dunia. Eres hermano de esa persona, hermano en Dios. Nada de lo que he visto en mi anterior forma de vivir se le parece.

Finalmente, con el Islam he aprendido otra forma de vivir realmente natural. Nada está de más o de menos, nada es artificial. Es la forma de vida que corresponde al ser humano. Si estás en estado de Islam, estás en comunión con tu naturaleza, con el Universo entero, con Dios. Una vez, en Senegal, al ver la inmensidad de la sabana y del cielo azul de Ýfrica sentí allí mismo la presencia de Dios y como los cielos y lo que había en la tierra le alababa. Desde entonces no puedo mirar un árbol sin que oiga su oración y su alabanza a Dios. Cada vez que voy a un país musulmán y visito la tumba de un santo musulmán para saludarle y pedir a Dios por él y por mí siento algo que no puedo describir, que se acerca mucho a una paz y una serenidad inmensas. Los hombres que han vivido el Islam en profundidad, y los que lo viven, están rodeados de esta paz y esta serenidad. Cada vez que rezo me siento ante Dios completamente desnudo. Esto es el Islam. Paz y unión con Dios.






Re: A guisa de despedida, con respeto.
Enviado por el día 28 de Julio de 2004 a las 02:53
Que Allah te bendiga, hermano español!
Re: Re: A guisa de despedida, con respeto.
Enviado por el día 28 de Julio de 2004 a las 03:27
As Salaam Alaikum!!!!
A guisa de despedida, con respeto.
Enviado por el día 28 de Julio de 2004 a las 06:42
La pucha, los antepasados de este tío, mas o menos, como 700 años, deben estar retorciéndose en sus tumbas. Tanto sacrificio para desalojar a los moros y viene éste y se cambia a una religión pedorra.

Cordialmente
Horazib
Re: A guisa de despedida, con respeto.
Enviado por el día 28 de Julio de 2004 a las 09:08
"Se respeta a la persona en grado extremo."
"Nada está de más o de menos, nada es artificial. Es la forma de vida que corresponde al ser humano."
En nombre de mis 192 vecinos enviados al infierno hace unos meses por el islam, o todos los demás que fueron enviados en Nueva York, Bali o Washington a quemarse con Pedro Botero, o los que próximamente serán enviados por hermanos de fe de nuestro amigo catalán, siempre siguiendo las suras del corán que ordenan la muerte y la guerra al infiel, gracias por dejarnos entrar en la mente de un desequilibrado. Es instructivo como alguien puede ver lo negro blanco, lo malo bueno, la muerte vida, despues de darle a los porros, el ska, el independentismo, el comunismo y ahora el islam.
Re: Re: A guisa de despedida, con respeto.
Enviado por el día 28 de Julio de 2004 a las 12:11
Amen.
Re: Re: Re: A guisa de despedida, con respeto.
Enviado por el día 28 de Julio de 2004 a las 12:38
Los españoles no mueren altamirano !!!!
se reagrupan en el infierno !!!!

sigue poniendo el culo !!! cerdo !!!!
Re: Re: Re: Re: A guisa de despedida, con respeto.
Enviado por el día 28 de Julio de 2004 a las 20:03
Concha! ¿Ni en esa chorrada puedes ser original? Ese lema es de los Marines!
Re: Re: Re: Re: Re: A guisa de despedida, con respeto.
Enviado por el día 28 de Julio de 2004 a las 20:11
Y, Cincinato, te hago saber que no te odio. Qué Allah te bendiga! Eres un infiel, y estás en la increencia.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: A guisa de despedida, con respeto.
Enviado por el día 28 de Julio de 2004 a las 20:19
Quieres conocer unas personas de mejores sentimientos que los corruptos católicos, seguidores del Papa, no menos rico, blanco y corrupto? Lee: www.webislam.com
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: A guisa de despedida, con respeto.
Enviado por el día 28 de Julio de 2004 a las 20:26
El traumatismo de la conquista *
Por Nathan Wachtel


En nuestra memoria colectiva, la aventura de los conquistadores evoca imágenes de triunfo, de riqueza y de gloria, y aparece como una epopeya. La historiografía occidental asocia el «descubrimiento de América» a los conceptos de «Renacimiento» y de «tiempos modernos»; la expedición de Colón coincide con la imagen de una nueva era. Pero se trata de una nueva era para Europa. Desde la perspectiva de los indios vencidos, la Conquista significa un final: la ruina de sus civilizaciones. Para «descubrir» realmente América, el historiador nacido en la sociedad de los vencedores debe despojarse de sus hábitos mentales y, en cierto modo, salirse de sí mismo. Preguntemos directamente entonces a las fuentes indígenas.



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Derrotados, el choque psicológico sufrido por los indios no se reduce a la irrupción de lo desconocido; lo extraño de los españoles se manifiesta de acuerdo con una modalidad particular: la violencia. La derrota significa en todas partes la ruina de las antiguas tradiciones. Incluso los indios que prestaron su ayuda a los españoles con el fin de utilizarlos como instrumento al servicio de sus intereses políticos, vieron cómo en última instancia sus aliados se volvían contra ellos y les imponían la ley cristiana. Por tanto, los dioses mueren en todas partes. El traumatismo de la Conquista se define por una especie de «desposesión», un hundimiento del universo tradicional.

1. La violencia

Saqueos, masacres, incendios, es la experiencia del fin de un mundo. Pero se trata de un fin sangriento, de un mundo asesinado. Ningún comentario sabría expresar mejor el asombro de los indios que los propios textos indígenas. Escuchemos este canto nahuatl que con una asombrosa intensidad dramática evoca la caída de México.

En los caminos yacen dardos rotos,

los cabellos están esparcidos.

Destechadas están las casas,

Enrojecidos tienen sus muros.

Gusanos pululan por calles y plazas,

y en las paredes están salpicados los sesos.

Rojas están las aguas, están como teñidas,

y cuando las bebimos,

es como si bebiéramos agua de salitre.

La obsesión de la muerte, presente a lo largo de todo este canto, se profundiza a través del sentimiento de que un hecho irremediable ha herido a los indios en su destino colectivo; es su civilización lo que desaparece entre las lágrimas y la humareda:

El llanto se extiende, las lágrimas gotean allí en Tlatelolco

... ¿A dónde vamos?, ¡oh amigos! Luego ¿fue verdad?

Ya abandonan la ciudad de México:

el humo se está levantando; la niebla se está extendiendo...

Llorad, amigos míos,

tened entendido que con estos hechos

hemos perdido la nación mexicana.

2. La muerte de los dioses

En efecto, la derrota posee un alcance religioso y cósmico para los vencidos; significa que los dioses antiguos perdieron su potencia sobrenatural. Los aztecas se consideraban como el pueblo elegido de Huizilopochtli, dios solar de la guerra; tenían por destino someter a su ley a todos los pueblos que rodeaban México en las cuatro direcciones. En consecuencia, la caída de la ciudad implica algo infinitamente más grave que una derrota militar; con ella se cierra el reino del Sol. A partir de entonces la vida terrestre pierde todo sentido, y ya que los dioses están muertos, sólo les resta a los indios morir también:

¡Déjennos pues ya morir,

déjennos ya perecer,

puesto que ya nuestros dioses han muerto!

La evidencia de la muerte de los dioses aparece confirmada, después de la derrota, por la enseñanza que imparten los españoles. Estos pretenden llevar consigo el conocimiento del verdadero dios, destruyen impunemente templos y estatuas y revelan a los vencidos que hasta entonces se han limitado a adorar falsos ídolos. Toda la cultura azteca se encuentra repentinamente aniquilada. De ahí un sentimiento de confusión y como un grito de incredulidad:

Dijisteis

que no eran verdaderos nuestros dioses.

Nueva palabra es ésta,

la que habláis,

por ella estamos perturbados,

por ella estamos molestos.

Porque nuestros progenitores,

los que han sido, los que han vivido sobre la tierra,

no solían hablar así...

Y ahora, nosotros

¿destruiremos

la antigua regla de vida?...

No podemos estar tranquilos,

y ciertamente no creemos aún,

no lo tomamos por verdad,

(aun cuando) os ofendamos.

Los mayas conocen el mismo hundimiento del universo tradicional. El Chilam Balam, aunque caracterizado por fuertes influencias cristianas, afirma, sin embargo, que los antiguos dioses han existido realmente. Pero añade que eran mortales. Los antepasados los adoraron, pero la revelación de la verdadera fe ha puesto fin a su reino:

Aunque los antiguos dioses fuesen perecederos, eran dioses. Ha caducado ya el tiempo de su adoración. Han sido disipados por la bendición del señor del cielo, cuando se cumplió la redención del mundo, cuando resucitó el verdadero Dios, cuando bendijo los cielos y la tierra.

¡Vuestros dioses se han derrumbado, hombres mayas! ¡Los habéis adorado sin esperanza!.

El reino de los dioses se encuentra, por tanto, limitado en la duración. Los mayas elaboran una notable racionalización de la Conquista, fundada sobre la representación cíclica del tiempo. Es bien conocido el grado de exactitud del calendario maya. Las crónicas de la Conquista ejemplifican el mismo cuidado por la precisión temporal y anotan meticulosamente la fecha exacta de los acontecimientos. La llegada de los blancos marca el fin de un ciclo, mientras que por el mismo movimiento se abre un ciclo nuevo: destino ineluctable, inscrito en la sucesión de los Katun. En el mismo instante se confunden la muerte de los dioses antiguos y el nacimiento del Dios cristiano. El Chilam Balam asocia en una misma profecía el tema del comienzo y el del crepúsculo:

Onze Abau, primera fundación de la tierra por los blancos. El onze Ahau es el comienzo de la cuenta de los katuns...

¡Será para nosotros el crepúsculo cuando llegue!...

Amenazador es el aspecto del rostro de su Dios. Todo cuanto enseña, todo cuanto dice, es: «Vais a morir!».

La Conquista, «carga del Katun», aparece así grabada en el tiempo, contenida de alguna manera en el curso de los siglos. Ahora bien, esta interpretación temporal se duplica con imágenes espaciales, cuya figura nuclear resulta encarnada por el sol, divinidad esencial de la religión maya. La teoría de la Conquista se amplifica en una visión dramática que engloba el destino del universo:

Este es el rostro del katun, del trece Ahau. La faz del sol se romperá. Caerá desintegrándose sobre los dioses de ahora. El sol será mordido cinco días y esto será visto. He aquí la representación del trece Ahau.

Un signo que da Dios es el de que sucederá que muera el rey de este país.

Esto está en el origen de la Silla del segundo tiempo, del reino del segundo tiempo. Y es también la causa de nuestra muerte...

...¡Castrar al Sol! Esto es lo que han venido a hacer los extranjeros.

Imágenes de la caída y de la rotura del sol, fuente de toda la vida; temas de la agresión y de la castración; pruebas de la muerte, de los dioses y de los indios: la «revolución» del tiempo es vivida como una catástrofe absoluta. En este sentido, podemos decir que la Conquista provoca un verdadero traumatismo colectivo.

Sólo sobrevive el recuerdo de la civilización perdida; el traumatismo se prolonga después de la Conquista, en la nostalgia referida a las costumbres abandonadas. Esta nostalgia se experimenta cotidianamente al nivel elemental, tan importante entre los mayas, de la medida del tiempo. Es sorprendente observar cómo el Chilam Balam o el Memorial de Sololá insisten en conservar la antigua cronología de los katun, mientras la crónica de Chak Xulub Chen adopta el calendario cristiano; pero precisamente este último texto evoca con tristeza la tradición ya muerta, aquella que ordenaba erigir una estela cada veinte años para determinar el comienzo de cada katun:

Este año se terminó de nevar el katun; a saber, se terminó de poner en Pie la piedra pública que por cada veinte tunes que venían, se ponía en pie la Piedra pública antes de que llegaran los señores extranjeros, los españoles aquí, a la comarca. Desde que vinieron los españoles fue que no se hizo nunca más.

Con los katun desaparecen los puntos de referencia tanto materiales como espirituales, las representaciones espaciales y temporales. Hundimiento de una visión del mundo que llega incluso a sus categorías mentales más íntimas.

El Perú ejemplifica hechos análogos: la derrota se experimenta como una catástrofe de amplitud igualmente cósmica, pero con un matiz particular: aquí el choque coincide con la muerte del hijo del Sol, el Inca. Este asegura la mediación entre los dioses y los hombres, y es adorado como un dios: representa de alguna manera el centro carnal del universo, cuya armonía garantiza. Una vez asesinado este centro, desaparece el punto de referencia viviente del mundo, y es ese orden universal lo que resulta brutalmente destruido. He ahí la causa de que la elegía por la muerte de Atahualpa cante la participación de la naturaleza en el drama de la Conquista; la tierra se niega a devorar el cadáver del Inca, los precipicios y las rocas tiemblan y entonan cantos fúnebres; las lágrimas se reúnen en torrentes; el sol se oscurece; la luna, enferma, se encoge, y el tiempo mismo se reduce a un parpadeo.

Y todo y todos se esconden, desaparecen padeciendo.

Lo que la elegía describe es, entonces, el nacimiento de una especie de caos. Los elementos se rebelan y lloran; el mundo se retuerce sobre sí mismo; la duración se constriñe en un instante casi nulo; la noche se extiende, y una ausencia infinita envuelve a todas las cosas. Es como un vacío que se hace más profundo cada vez, como una nada que se abre y donde el universo se sume. Sólo resta el dolor.

3. Duelo y locura

Después de la muerte de los dioses, los españoles imponen su dominación a los indios. ¿Cómo interpretan éstos la nueva era que así comienza?

Los incas viven la dominación española —la ausencia del emperador— a la vez como martirio y como soledad. La elegía a la. muerte de Atahualpa los describe llorando y delirando, sin saber hada qué volverse. Porque la sombra que les protegía ha muerto se ven abrumados por el sentimiento de una falta que ninguna cosa puede colmar. Privados del padre que los guiaba, llevan ahora una :vida errante y dispersa, pisoteados por los extranjeros. Literalmente, ahora son sólo huérfanos oprimidos. De ahí el estado de duelo y frustración:

Con el martirio de la separación infinita el corazón se rompe.

Los indios suplican al Inca muerto que abra nuevamente sus ojos, que extienda nuevamente hacia ellos sus «manos magnánimas», a fin de restablecer entre ellos y el mundo la armonía perdida.

Entre los mayas, el recuerdo transmuta la época de la antigua civilización en una verdadera Edad de Oro, mientras que la dominación española se concibe como desencadenamiento de todos los males; el tiempo de los blancos es la inversión simétrica del tiempo de los antepasados. Este tiempo representaba el orden y la medida; una vez destruido, el presente sólo puede ser «tiempo loco».

Cuando pensamos en el papel fundamental del calendario en la cultura maya, el tema de la locura del tiempo reviste una fuerza asombrosa y no puede designar sino un caos absoluto. Por lo mismo, el Dios cristiano, aunque «verdadero», debe ser negado, pues enseña la mentira y el pecado; los españoles oprimen a los indios bajo el peso del tributo y los reducen a esclavitud; es la era del sufrimiento y la miseria, de la discordia y la guerra, de la enfermedad y de la muerte. En términos generales, no se trata tanto de una falta o de una ausencia —como entre los incas—, sino de una acumulación de elementos negativos. En la descripción de este mundo absurdo, los conceptos se encadenan con arreglo a parejas antinómicas, de manera que la oposición tiempo de la locura/tiempo de los antepasados recubre fisuras en todos los niveles: intelectuales, morales, sociales y biológicos.

Con todo, escapa a este análisis (como sucede con toda abstracción) la cualidad particular e insustituible de la historicidad concreta; hay un estilo original, una singularidad de lo vivido, que ninguna formulación puede explicitar completamente. Comprender la visión de los vencidos exige que nos impregnemos de toda la poesía y también de toda la violencia de los testimonios indígenas. Dejemos, pues, que los documentos sigan hablando; escuchemos la voz emocionante del Chilam Balam:

Entonces todo era bueno, y ellos (los dioses) fueron abatidos.

Había sabiduría en ellos... no había pecado entonces... había una santa devoción en ellos. Sanos vivían. No había enfermedad entonces; no había dolores de huesos, no había fiebres, no había viruela, no había ardor de pecho, no había dolor de vientre, no había enflaquecimiento. Sus cuerpos estaban entonces rectamente erguidos.

No es esto lo que han hecho los señores blancos cuando llegaron aquí. Han enseñado el miedo y han venido a mancillar las flores. Para que viviese su flor, han hundido y agotado la flor de los otros.

...Mancillada está la vida, y muere el corazón de las flores ... falsos son Sus reyes, tiranos sobre sus tronos, avaros de sus flores... ¡Asaltantes de los días, ofensores de la noche, verdugos del mundo!...

No hay verdad en la palabra de los extranjeros.

Es solamente por causa del tiempo loco y por causa de los sacerdotes locos que la tristeza ha entrado en nosotros, que ha entrado en nosotros el cristianismo. Porque los muy cristianos han venido aquí con el dios verdadero; pero fue el comienzo de nuestra miseria, el comienzo del tributo, el comienzo del ayuno, la causa de la miseria de la cual ha surgido la discordia oculta, el comienzo de la expoliación, el comienzo de la esclavitud por deudas, el comienzo de las deudas colgadas a las espaldas, el comienzo de la disputa continua, el comienzo del sufrimiento.

Hemos descrito el traumatismo sufrido por los indios a través de los textos, es decir, de un modo bastante empírico. Sin duda, ese traumatismo podría ser definido en términos más rigurosamente psicoanalíticos. Los temas de la castración del Sol, del abandono por el padre, del duelo y la soledad nos llevan por esa vía. Sin embargo, no podemos aventurarnos a seguirla, al menos en este estadio del trabajo, por dos razones. Por una parte, la aplicación de los métodos psicoanalíticos a la historia, a pesar de las investigaciones actuales, se encuentra en un estadio embrionario, cuyos resultados son poco seguros. Por otra parte, una empresa semejante exigiría un análisis más detallado de las estructuras mentales propias de cada sociedad, cuando nosotros nos hemos limitado a sobrevolar la literatura indígena relativa a la Conquista en áreas culturales muy alejadas, desde México al Perú. Por tanto, en este capítulo nos proponíamos solamente una especie de toma de contacto con el problema, un descentramiento mental indispensable para comprender la visión de los vencidos. Nos bastará, pues, por el momento, haber evidenciado el hecho mismo del traumatismo, así como sus consecuencias. Los indios tienen la sensación de que su cultura ha muerto y experimentan una frustración particular, que corresponde a una verdadera «desposesión del mundo». Este traumatismo se perpetúa durante el período colonial, y hasta nuestros días, en la medida en que los indios continúan viviendo la dominación española como un estado inferior de sentimiento y humillación.


* Los vencidos: los indios del Perú frente a la conquista española,
Alianza editorial pp. 54-61.



Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: A guisa de despedida, con respeto.
Enviado por el día 28 de Julio de 2004 a las 20:32
Yo vivía en la ignorancia del cristianismo, hasta que un día Ví La Luz y llegó a mí La Palabra del Gran Líder y Constructor Iosef Stalin!

aleluya!
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: A guisa de despedida, con respeto.
Enviado por el día 28 de Julio de 2004 a las 20:34
Stalin? Así se llama tu marido?
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: A guisa de despedida, con respeto.
Enviado por el día 28 de Julio de 2004 a las 22:00
Bueno, ahora sí, me largo! Aplaudan. Terminó el diálogo para besugos.