Hispanoamérica
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Que no les pase a ustedes, es mi mejor deseo
Enviado por el día 18 de Agosto de 2004 a las 17:46
Voté Sí, pero me dicen que ganó el No. Carezco de elementos para gritar fraude, pero eso es lo que se comenta. Ojalá que todo sea producto de la versión típica de quien sale derrotado.
Más grave que un triunfo del No es que sea producto de un fraude y no lo digo por el carácter delictivo, sino porque si se produjo, es que el Gobierno encontró el método y la gente para alterar resultados y eso les garantiza el poder eterno.
Por supuesto, como ocurre después de cada elección, unos tienen motivo para celebrar y otros para deprimirse. Desde mi punto de vista, si el tan mentado fraude es cierto, en las elecciones regionales podría darse una abstención gigantesca que indique que algo raro ocurrió.
Más allá de ello, pienso que el Gobierno tiene todo para arrasar en cuanto comicio venga y controlar aquellos factores de poder que aún no domina.
Excelente es a mi entender el único calificativo que le cabe al comportamiento ciudadano durante la jornada electoral de este domingo.
El apetito democrático de los ciudadanos desayunó con el despertar de la gente. Gente, que antes de las 4 de la mañana comenzó a formarse frente a sus respectivos centros de votación y que permaneció horas, como nunca antes, para poder expresarse.
La lección debe ser aprendida. El país votó en masa porque escogió el voto como su arma de ataque. Arma para protestar. La gran mancha, el comportamiento del CNE. La terquedad en innovar en demasía le pasó factura. Las colas no se debieron a que los ciudadanos sintieran que este fue el proceso comicial mejor organizado de la historia. La demora, no obedeció al número de votantes, respondieron al deseo de la gente de defender sus ideas. La tardanza se debió a la prepotencia de unos rectores que nunca tuvieron la hidalguía de admitir sus errores y enmendarlos. Lejos de ser estas las elecciones mejor organizadas, resultaron las más desordenadas. La falla fundamental fue humana. Fallaron miembros de mesa que o no asistieron o jugaron a la operación morrocoy. Fallaron técnicos, quienes no acudieron a operar las captahuellas.
Más grave que un triunfo del No es que sea producto de un fraude y no lo digo por el carácter delictivo, sino porque si se produjo, es que el Gobierno encontró el método y la gente para alterar resultados y eso les garantiza el poder eterno.
Por supuesto, como ocurre después de cada elección, unos tienen motivo para celebrar y otros para deprimirse. Desde mi punto de vista, si el tan mentado fraude es cierto, en las elecciones regionales podría darse una abstención gigantesca que indique que algo raro ocurrió.
Más allá de ello, pienso que el Gobierno tiene todo para arrasar en cuanto comicio venga y controlar aquellos factores de poder que aún no domina.
Excelente es a mi entender el único calificativo que le cabe al comportamiento ciudadano durante la jornada electoral de este domingo.
El apetito democrático de los ciudadanos desayunó con el despertar de la gente. Gente, que antes de las 4 de la mañana comenzó a formarse frente a sus respectivos centros de votación y que permaneció horas, como nunca antes, para poder expresarse.
La lección debe ser aprendida. El país votó en masa porque escogió el voto como su arma de ataque. Arma para protestar. La gran mancha, el comportamiento del CNE. La terquedad en innovar en demasía le pasó factura. Las colas no se debieron a que los ciudadanos sintieran que este fue el proceso comicial mejor organizado de la historia. La demora, no obedeció al número de votantes, respondieron al deseo de la gente de defender sus ideas. La tardanza se debió a la prepotencia de unos rectores que nunca tuvieron la hidalguía de admitir sus errores y enmendarlos. Lejos de ser estas las elecciones mejor organizadas, resultaron las más desordenadas. La falla fundamental fue humana. Fallaron miembros de mesa que o no asistieron o jugaron a la operación morrocoy. Fallaron técnicos, quienes no acudieron a operar las captahuellas.
