Hispanoamérica

En estos días visitan mi hogar unos familiares residentes en la ciudad de Miami desde hace más de una década.

Tuve oportunidad de conversar con ellos sobre el modo de vida en esa ciudad y las relaciones sociales que existen entre sus integrantes (individuales o minorías).

Se trata de familiares muy limitados desde el punto de vista de sus preocupaciones existenciales. No les interesa nada que vaya un centímetro más allá del último modelo de computadora, cámara digital o vehículo de cuatro ruedas. Son trabajadores sencillos y sacrificados, sin demasiadas expectativas, más bien con una sola ambición: ganar dinero.

Justamente por eso es posible tomarlos como muestra del ciudadano común y corriente que habita esa ciudad.

Escucharlos le permite a uno formarse un cuadro de situación del modo de vida que impera en el epicentro de los latinos que han decidido escapar de su tierra, renunciar a reformarla, para labrarse un "futuro venturoso" (materialmente hablando, por supuesto)en el vientre mismo del "mostruo imperial".

Lo primero que llama la atención es como gente de tan escaso nivel puede acceder a lo más avanazado de la teconología y el bienestar material (endeudandose hasta la médula), mientras millones de personas en AL, infinitamente más talentosas y preparadas, y humanamente más elevadas, no disponen de los medios para dedicarse a sus proyectos y ambiciones.

La segundo que mueve a la reflexión es como la irracionalidad del consumismo desenfrenado promovido por la cultura capitalista, se transforma en el principal factor de alienación y deshumanización en la sociedad moderna, convirtiendo a las personas en meras marionetas insaciables al servicio de una lógica de acumulación de ganacias impulsada por los grandes fabricantes y sus agencias de marketing. Una vida vacía, sin sueños ni utopías, que aniquiló cualquier anhelo espiritual, inclusive religioso, en beneficio de la satisfacción inmediata y efímera.

Lo tercero que sorprende es el grado de descomposición social que genera una cultura semejante, que convierte a las distintas comunidades y personas en enemigos irreconciliables, en explotadores indecorosos de sus semejantes y en corruptos desvergonzados interesados en alcanzar por cuqluier medio el cenit del consumo y la distinción social, medidos en términos de acceso a lo último que ofrece el mercado de bienes y servicios.

Tengo la sensación de que Miami es un laboratorio de irracionalidad, podredumbre y deshumanización, en donde el capitalismo se muestra tal cual es, sin los reparos y atenuaciones que en otras sociedades establecen las organizaciones populares, la solidaridad social, las conquistas sociales, los valores religiosos, el humanismo laico o cualquier otra forma de construcción colectiva.

Cuando uno deconstruye a una sociedad como la de Miami, reactualiza la sentencia que lo mejor del socialismo trazó hace más de un siglo:

SOCIALISMO o BARBARIE