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Recuerdo y lloro
Enviado por el día 13 de Septiembre de 2006 a las 01:45
Hebe de Bonafini sobre el atentado terrorista del 9/11: “Por eso cuando pasó lo del atentado y yo estaba en Cuba visitando a mi hija, sentí alegría. No voy a ser hipócrita, no me dolió para nada”.

Recuerdo y lloro-Parte 1

Marina Aizen
Neoliberalismo, septiembre 16, 2002

La frase es un eco entre todos. Son los argentinos de las Torres. Unos trabajaban allí. Otros fueron a ayudar en el rescate. Algunos se salvaron. Cuatro murieron. Sus historias relatan la tragedia que cambió al mundo

Investigación: Marina Aizen. NUEVA YORK. CORRESPONSAL. El sol apenas se insinuaba cuando, en la madrugada del 11 de septiembre, José Luis Santana llegó al piso 107 del World Trade Center. "Qué hermoso", se dijo, mientras veia la ciudad cambiar lentamente de color. El cielo rojo sobre Brooklyn, los edificios del sur de Manhattan dorándose con el avance de la luz; la Estatua de la Libertad convertida en una muñeca verde, perdida en la apacible bahía de Nueva York. "La próxima vez me traigo la cámara", se prometió al terminar un cigarrillo. José Luís, un mendocino de 42 años, había ido a "Windows on the World", el restaurante de la Torre Norte, para realizar un mantenimiento rutinario del equipo de cocina. Allí se cocinaba todo a temperaturas tan altas que los hornos no resistían. El y su compañero y coprovinciano, Alberto Romero, estaban a cargo de las reparaciones.

Esa mañana llegaron a las 5.45. Para entonces, el restaurante ya hervía de actividad. Había olor a café y pan y un enloquecido ruido de platos y cacerolas. En su salón principal iba a realizarse una conferencia sobre tecnología organizada por Merrill Lynch, por lo que hasta los mozos que estaban de franco tenían que presentarse a trabajar.

Beatriz Susana Genóves, una argentina de 49 años también estaba allí desde temprano. Tenía a su cargo recibir a los invitados a esa conferencia en el Windows. Ella fue la única que sobrevivió de su equipo de 72 personas. "Recuerdo y lloro. Hace un año que no dejo de llorar", dirá luego.

A pesar de que el ascensor principal que iba directo a las alturas estaba descompuesto y con los otros se tardaba normalmente media hora en llegar al restaurante, Alberto, el mécanico de cocinas, no sabe por qué en ese amanecer no tuvo demoras. El viaje era muy rápido. Llegaba hasta el piso 78 donde estaba Genovés, y allí trasbordaba a los otros. Alberto bajó dos veces al garaje para buscar piezas. Esa velocidad no es un detalle menor. Gracias a que los ascensores vinieron rápido la última vez, pudieron salir antes de lo que pensaban. Eran las 8.35.
Re: Recuerdo y lloro
Enviado por el día 13 de Septiembre de 2006 a las 01:51
Recuerdo y lloro-Parte 2

El vuelo 11 de American Airlines, que despegó de Boston rumbo a Los Angeles, ya había desaparecido de las pantallas de los radares. Pero, ¿quién iba a sospechar algo en el WTC?. La recepcionista Genovés ataviada con su uniforme de pollera y chaqueta azul, continuaba recibiendo con su sonrisa viva a los participantes. Estaba en el piso 78. De allí los invitados abordaban los otros ascensores que los llevaban a los pisos 106 y 107 donde estaba el restaurante. Esa misión le salvó la vida. Cuando se estrelló el avión, toda la gente que estaba en los pisos superiores murió, algunos inmediatamente y otros en una terrible agonía hasta que se desplomó el edificio. Los que sobrevivieron al golpe y al incendio, no pudieron bajar.

Genovés aterrada se lanzó a una escalera y escapó de la torre en llamas. Recién en su casa de Queens, con el cuerpo lacerado por astillas de vidrio en las rodillas y muslos, que le retiraron con pinzas sus hijos pudo ver en televisión lo que en verdad había ocurrido.

Gabriela Waisman, una porteña del barrio de Caballito, no tuvo esa suerte. Para cuando el Boeing había desaparecido de los radares, ella hacía rato que estaba en el piso 106, alineando los últimos detalles de su stand para la feria de tecnología. Aunque ella era psicóloga de formación, trabajaba en Sybase, una empresa de informática, donde hacía poco la habían ascendido a gerente. A las 7, una limusina la había pasado a buscar por su casa, en Queens. Estrenaba un traje nuevo que su mamá, Martha, le había ayudado a elegir el domingo anterior en la tienda Macy's. Estaba ilusionada con el evento. Y de buen humor. Hasta que a las 8,46:26, el egipcio Mohammed Atta estrelló el Boeing 707 que había secuestrado contra las elegantes oficinas de Mash & McLennan Companies, entre los pisos 94 y 98. El aparato viajaba a una velocidad de 756,23 kilómetros por hora, cubriendo los últimos 200 metros hacia la Torre Norte en 1,2 segundos. Antes del choque, hubo un silbido agudo. Luego llegó la explosión. En la tremenda bola de fuego, se hicieron pedazos escritorios, archivos, computadoras. Los mecánicos Alberto y José Luis, que escucharon el estruendo desde la vereda, vieron caer una lluvia de papeles, entre una nube de humo espeso y negro. El tren de aterrizaje cayó a cinco cuadras, en Rector Street. La recepcionista Genovés aún corría por las escaleras buscando la salida.

Hugo Paz, un porteño que se radicó hace 30 años en Nueva York, fue otro de los argentinos que vivió desde dentro de los edificios el desastre y logró escapar con vida. Aún le resuenan esas imágenes y los gritos. Habla con Clarín y rememora el tremendo ruido de la explosión y luego la Torre Sur, desintegrandose. Ese fue el primero de los edificios en caer. Paz estaba en el hotel Marriott, era el jefe de mantenimiento. Comenzó a padecer en el piso 19 con el primer avión y cuando apenas había salido se estrelló el segundo boeing.
Re: Re: Recuerdo y lloro
Enviado por el día 14 de Septiembre de 2006 a las 01:14
Recuerdo y lloro-Parte 3

Este hombre afable y cálido se estremece al describir a la muchedumbre aterrada corriendo confundida por las escaleras en pos de la salida Abajo, el espanto se había apoderado de las calles de Manhattan. Pero algo extraño le pasó a él: no corrió. Un compañero de trabajo miró hacia las torres y le dijo premonitoriamente: se van a caer. El le creyó, pero siguió avanzando a paso normal. Un policía le recomendó que se tapara la cabeza. "Lo hice", dice alzando los ojos. En eso, llegó al puente peatonal, que unía al World Trade Center con el World Financial Center, los edificios que construyó el argentino César Pelli. Entonces, Paz vio lo que nunca quiso haber presenciado en su vida: gente arrojándose al vacío escapando de la muerte pero yendo a la muerte. "Es horrible ver caer una persona", recuerda, "y cómo queda luego, finita, desintegrada en el suelo".

El día, que era una mañana brillante de fin de verano, de pronto se oscureció de polvo. El edificio cayéndose crujía en su muerte, matando a quienes estaban adentro o abajo. Entonces, el argentino tuvo claro que había que volver a huir. La caída de la segunda Torre lo sorprendió en la terminal de ferrys hacia Staten Island, en la punta de la Isla. La polvareda otra vez fue enceguecedora: "lo importante era poder seguir respirando", dice. Y cuenta que mucha gente atrapada por el pánico y la histeria, se tiraba al agua.

Paz siguió huyendo. Cruzó junto a miles el histórico puente de Brooklyn. Recién a las cinco de la tarde, siempre a pie, llegó a su casa. Su familia había visto todo por televisión, pero él no pudo avisar. Los teléfonos públicos estaban mudos. Los celulares murieron cuando cayó la gran antena de una de las Torres. Su esposa, sus 3 hijas, pensaron lo peor, hasta que volvieron a oir su voz. Cuando se cayó el hotel, el argentino perdió también su trabajo. La empresa no volvió a llamar a los empleados del lugar del siniestro, salvo a unos pocos, a quienes les ofreció el salario mínimo. Paz está desempleado desde aquel día. La otra cara de la tragedia.
Re: Re: Re: Recuerdo y lloro
Enviado por el día 14 de Septiembre de 2006 a las 01:19
Recuerdo y lloro-Parte 4

Dentro de la Torre Norte, nadie podía imaginar lo que en verdad estaba sucediendo cuando el edificio recibió de lleno el impacto del primer avión. Pese al tremendo cimbronazo, ni siquiera la luz o las comunicaciones se habían cortado totalmente. En ese instante, Pedro Grehan, un argentino oriundo de San Isidro, hablaba por teléfono con su amigo Matías Ferrari desde el piso 105. Le contaba que había ido a las 6,30 a su oficina en la financiera Cantor Fitzgerald donde trabajaba desde 1997 negociando bonos de la deuda externa argentina. Acababa de terminar un proyecto. Su voz por el teléfono cambio repentinamente: "¡huyyyy! ¡Hubo una explosión terrible! ¡No sé lo que pasa! ¡Todo el mundo corre! Te corto, porque ésto es un quilombo bárbaro". ¿Qué hacer? ¿Bajar, subir o esperar el socorro? Las más de 1.300 personas que se encontraban arriba del piso 91 no tenían idea de cómo salir. La gente discutía, no sabían si los bomberos habían llegado o no. El agua no tardó en cortarse. Sofocados, bebían la de los floreros. Las puertas estaban atascadas por los marcos torcidos, los accesos a las escaleras llenos de escombros, el humo era insoportable. Desesperados por la falta de aire, rompieron las ventanas con las computadoras. El intenso calor por la combustión de la gasolina del avión, había comenzado a derretir la monumental estructura de hierro del edificio. Pero nadie lo sabía.

Quien enseguida supo qué hacer fue otro argentino, Mario Santoro. Este paramédico, nacido en Rosario, estaba por llamar a un radio taxi para ir a Queens cuando tembló su departamento en la calle Fulton, a tres cuadras del WTC. Su familia recuerda que había planeado pasar ese día franco en casa de sus padres. A la mamá le había pedido un almuerzo con milanesas. Su esposa Leonor, una portorriqueña, y su beba de 2 años, Sophia, estaban listas para salir. Mario se asomó por la ventana, vio fuego en la Torre Norte, y llamó al Hospital Presbyterian, donde trabajaba, para avisar que estaba disponible.

-¿Qué? ¿Te vas a meter en ese loquero?, lo increpó la mujer, asustada.

-Estudié para esto. tengo que ir, le dijo.
Re: Re: Re: Re: Recuerdo y lloro
Enviado por el día 15 de Septiembre de 2006 a las 01:42
Recuerdo y lloro-Parte 5


Mario le quiso dar un beso a su mujer pero ella dio vuelta la cara, enojada. "Decile a mi mamá que, cuando termine, vamos para allá", le pidió antes de salir. Su madre, María Rosa, se enteró del choque de un avión contra el WTC, porque la llamaron de LT2, una radio de Rosario. Ella imaginó que su hijo iría allí a socorrer heridos. Pero no estaba preocupada. Tampoco su esposo, Alberto, quien se marchó en su auto a trabajar. Ya para entonces, miles y miles de personas como el argentino Paz bajaban a pie las escaleras de ambas torres. Por los mismos pasillos llenos de humo, repletos de gente agitada, asustada y tosiendo, los bomberos trataban de llegar a la zona del impacto. Así y todo, hubo gente en la Torre Sur, que aún estaba indemne y no advirtió la urgencia de evacuar. Algunos se quedaron llamando a sus familias, para avisar que estaban bien. En la financiera EuroBrokers, en el piso 84, dijeron: "no pasa nada, el accidente fue en la otra torre. Sigamos trabajando". Solo algunos decidieron salir. A las 9,02:54, otro Boing 737, el vuelo 175 de United, se estrelló violentamente contra esas mismas oficinas y las que estaban seis pisos más abajo. Todo el mundo vio esa escena por televisión. No había dudas: era un ataque terrorista. El primero de semejante magnitud en Estados Unidos. Dejaría casi 3.000 muertos.

Santoro no fue el único argentino que marchó a prestar auxilio. Sergio Gabriel Villanueva, un bonaerense de Bahía Blanca, bombero en Nueva York, llegó al WTC en el momento del segundo impacto en una autobomba de la compañía 132 Ladder, de Prospect Heights, Brooklyn. Su turno había concluido a las 8, pero ésta era una situación de emergencia. En ese instante, su novia, Tanya Bejasa, se pintaba las uñas, sin entender bien qué es lo que sucedia en Downtown Manhattan. Sonó el teléfono en su departamento de Jackson Heights, en Queens. Era su futura suegra, Delia Villanueva. "¿Dónde está Sergio?". "Está volviendo a casa", respondió segura. Las dos estaban más preocupadas por el marido de Maricel, la hermana de Sergio, que trabajaba en el WTC.

A esa altura, ya la situación era desesperante en la Torre Norte. Había gente saltando al vacío, sabiendo que su rescate era imposible. Sus cuerpos producían un ruido espeluznante cuando golpeaban contra la acera. "Horrible verlos caer así", repetirá el argentino Hugo Paz. Eran tantos los que se arrojaban, que los bomberos tuvieron que alejarse de la puerta principal del edificio. Pero, Pedro Grehan, el broker, parece no haberse rendido. Se supo que llegó a bajar desde el piso 105 hasta el 92.
Re: Re: Re: Re: Re: Recuerdo y lloro
Enviado por el día 15 de Septiembre de 2006 a las 01:52
Recuerdo y lloro-Parte6

Gabriela Waisman, la chica de Caballito, también estuvo tratando de huir por las escaleras. Bajo seis pisos: llegó hasta el 100. Durante todo el tiempo, estuvo llamando a su hermana,
Andrea, con su celular. La señal se perdía. Al principio, como casi todos los que estaban en "Windows on the World", no sabía lo que había sucedido. La familia prendió la televisión y le informó que se había estrellado un avión. Ella —recordó luego su padre, Armando— les contó que habían reunido a los empleados del restaurante en el hall, y que todo el mundo temblaba sin saber qué hacer. El marido de Andrea trataba de calmar a Gabriela y la instaba a escapar. En total, Gabriela Waisman habló unas ocho o nueve veces. En la última comunicación ya no podía respirar y lloraba desesperada.

Armando Waisman aún hoy la llama "la nena". El 11 de septiembre a las 9.59, cuando la Torre Sur se desplomó violentamente, él intuyó que el otro edificio se caería también, y que las posibilidades de su hija eran mínimas. La familia estaba viviendo su lenta muerte a la distancia, sufriendo la impotencia de no poder hacer nada. Los padres de Grehan y sus 8 hermanos sufrían lo mismo desde San Isidro. Su esposa, Victoria, desde Nueva Jersey. La gente atrapada en la Torre Norte sólo sintió los ruidos cuando cayó la Torre Sur, porque el humo y el polvo no dejaba ver. Podían sentir que las estructuras del edificio cedían y el piso se hundía. Había ruidos extraños y temibles, que anunciaban lo que iba a suceder.

A las 10.38, Alberto Santoro, el padre del paramédico rosarino, estaba atascado en una autopista yendo hacia Manhattan, y hablando con su mujer desde el celular. Entonces cayó la Torre Norte. El lo vio desde el auto, ella por televisión. Entonces, María Rosa, la mamá, pegó un grito espeluznante, que su marido jamás podrá olvidar. "Mario está muerto, Mario está muerto", repetía como loca. Ella nada había dicho cuando cayó la primer torre. Pero ahora, con el segundo edificio en ruinas, tuvo un presentimiento tan fatal como inconsolable. Recién meses después se supo que su hijo murió en el instante de ese grito. Como si la muerte le hubiera hablado directamente al oído.

En la calle una lluvia de cemento, cenizas, papeles, zapatos, fragmentos de computadoras, y tal vez, de seres humanos, comenzó a caer desde ese infierno. Alejandro Vigilante, un porteño de Arenales y Austria residente aquí desde hace 7 años imploró en medio del derrumbe "no me puedo morir así". El desplome de la Torre Norte lo sorprendió a pasos del edificio, en la intersección de las calles Warren y Greenwich. Un policía lo metió en un auto en una playa de estacionamiento cuando vio que se venía una ola negra. Eran, en total, cinco adentro del coche. Tardaron segundos en cerrar las puertas, porque Alejandro no lograba acomodar las piernas. Los vidrios se oscurecieron en un instante, contra las chapas chocaban las piedras sin parar.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Recuerdo y lloro
Enviado por el día 16 de Septiembre de 2006 a las 01:18
Recuerdo y lloro-Parte 7

Nadie se hablaba. Todos tosían, aún cuando se cubrían las caras con las remeras. Pero, al cabo de 20 eternos minutos, la lluvia pareció cesar y se animaron a salir. Caminaban como zombis. El polvo seguía en el aire. Había un enloquecido ulular de sirenas, bomberos, gente buscando refugio. A una cuadra y media del lugar, Alejandro halló una máquina Polaroid y se tomó una foto junto al policía que lo salvó. El auto que lo protegió era de un musulmán. Dentro había una copia del Corán. En medio de ese desastre, aturdidos, sin entender nada, millones debieron volver a su casa a pie, cruzando túneles y puentes, con una ansiedad terrible. Caminaban y lo hacían en silencio. Ocasionalmente, alguien temblaba por el paso de un avión militar. El ruido de motores en el aire se había convertido en un sinónimo de muerte y destrucción. Ese día, ningún bebé nació después de las 9 en Nueva York. El temor paralizó a las parturientas, deteniendo los dolores y la dilatación.

Tras la caída de las torres, comenzó para todas las familias un nuevo y agónico capítulo, que fue el de la búsqueda por los hospitales. El Consulado Argentino en Nueva York, no dejaba de recibir llamadas. Al principio, se creyó que las víctimas del país podrían ser 40. En la ciudad, la gente estaba nerviosa y el trato era difícil. Las paredes se llenaron de retratos de los desaparecidos, con una descripción y un número de teléfono. Los Santoro dejaron de contestar, tras recibir cinco llamadas de gente que decía falsamente haber visto a su hijo. Con el correr de los días, la esperanza fue haciéndose cada vez más y más delgada. Lo cierto es que después del 12 de septiembre, no se volvió a encontrar a nadie con vida.

De los argentinos, el primer cuerpo en aparecer fue el de Gabriela Waisman, 15 días después. Ella había llegado con su familia a Nueva York en 1974. Armando, el padre, trabajaba como mecánico de automóviles y vendía chorizos en la 40 y Broadway. Su madre, Martha, que había sido una belleza en la juventud, envejeció de repente 10 años. El día que enterraron a Gabriela en un cementerio judío de Long Island llovía, hacía frío. Había una tristeza infinita, un vacío insoportable.

Al paramédico Mario Santoro lo encontraron recién el 27 de diciembre. Lo halló por casualidad su cuñado Peter, un policía que había insistido ese día en ir a trabajar al Ground Zero, como pasó a llamarse el sitio del WTC. Así como la madre sintió el momento de su muerte, Peter tuvo el extraño presentimiento de que iba a ser él quien encontrara su cuerpo. Días antes, le había ido a llevar a modo de ofrenda un alfajor de maicena -que a Mario tanto le encantaban- a los escombros. El paramédico quedó sepultado en la zona de la estación de trenes que iba a Nueva Jersey. Lo mató una columna que cayó sobre su cabeza. Su cuerpo estaba encima del de una mujer a la que estaba asistiendo. Sus manos aún estaban en sus heridas. Su compañero de ambulancia murió afixiado.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Recuerdo y lloro
Enviado por el día 16 de Septiembre de 2006 a las 01:19
Recuerdo y lloro-Parte 8 final

Tampoco encontraron a Sergio Villanueva, el bombero. Y como desapareció toda su compañía, nunca se supo dónde o cómo murió. El proceso de aceptación de su muerte fue lento, tortuoso, difícil y lleno de impotencia. Su madre Delia solía gritar desconsoladamente mientras manejaba, con las ventanillas bien abiertas, pero el dolor nunca se fue. A su hermano Steven, que informa el reporte meteorológico en un canal de Nueva York, le agarraban ataques de llanto minutos antes de salir al aire. Durante días, a Tanya, la novia, le pareció inaceptable y hasta absurda, la idea de que Sergio no volviera. Pero así fue.

Los Villanueva le hicieron una misa de cuerpo ausente recién el 7 de junio, cuando concluyó la excavación. Asistió el alcalde Michael Bloomberg. Luego unas 2 mil personas fueron a una ceremonia en un parque de Queens. Tanya vive para que la memoria de Sergio no se pierda. Editó un bello libro con sus fotos y está por construir un jardín para homenajearlo.

Maricel, la hermana del bombero, espera a su primer hijo para las primeras semanas de septiembre. Le va a poner Gabriel, como el segundo nombre del hermano. Su marido, que trabajaba en el Número 7 del WTC, salió ileso.

Alejandro Vigilante, que se salvó en el auto del derrumbe, hoy, como entonces, es artista plástico. Vive en Astoria, Queens, mientras se codea con ricos y famosos como Ivana Trump y Gloria Stefan.Los mecánicos mendocinos Alberto Santana y José Luis Romero, que salieron a tiempo de las torres, se abrazaron como nunca cuando se reencontraron con sus esposas. Pero, tiempo después de la tragedia del WTC, sus vidas volvieron a estar en vilo. Fue el 12 de noviembre, cuando el vuelo 587 de American Airlines, que iba de Nueva York a Santo Domingo, se deshizo en el aire sobre Howard Beach, Queens. Ese día, por un largo rato, se creyó que había ocurrido otro atentado. Millones respiraron aliviados al enterarse de que el desastre aéreo se debió a un desperfecto mecánico. Los dos mendocinos estaban a diez cuadras cuando ocurrió el siniestro. Sintieron sobre sus cabezas la explosión. Y revivieron mil veces aquella jornada terrible del 11-S que marcó para siempre al mundo.
Re: Recuerdo y lloro
Enviado por el día 13 de Septiembre de 2006 a las 02:36
Tamakun, a tres cuadras de mi casa una nena de 15 años murio por una explosión provocada por una bomba que dejo gente como los hijos de Hebe de Bonafini ¿crees que les importa los argentinos que murieron en las torres gemelas como el paramedico rosarino que corrio al WTC a pesar de esta de franco?

Tenes un ejemplo claro, cada vez que les nombras los atentados a la AMIA y la embajada de Israel a Moro, MNRT y compañía cambian de tema, no les importan. ¿porque deberian importarnos ellos a nosotros?
Re: Re: Recuerdo y lloro
Enviado por el día 13 de Septiembre de 2006 a las 02:43
que si deberian importarnos? de hecho que no me importa en lo mas minimo lo que les pase a sujetos como moro o tacuarita...
Re: Re: Re: Recuerdo y lloro
Enviado por el día 19 de Septiembre de 2006 a las 03:14
El injustificado ataque en Septiembre 11 del 2001, dejó miles de muertos y heridos de todas las nacionalidades, ente ellos árabes, iraníes, rusos, argentinos, mejicanos, cubanos, etc. El excelente relato de Marina Aizen "Recuerdo y lloro", me toco en lo más recóndito de mi ser y esa fue la razón que me impulsó a ponerlo en este foro.
Re: Re: Re: Re: Recuerdo y lloro
Enviado por el día 19 de Septiembre de 2006 a las 18:21
¿Quién apoyó acá el atentado del 11/9?.

Necesitan mentir e inventar monstruos para justificar el apoyo a Bush y Cía., que con sus ataques provocaron 10 o 100 veces más víctimas que las de la Torres.

No los escuché llorar por los niños libaneses sino acusar a quienes mostraban sus fotos por exhibir la masacre y exclupar a los que arrojaban las bombas.

Acá se alienta el ataque a Irán, que producirá cientos de miles de muertos sin duda. Y se apoyó el ataque de Israel que devastó un país. Y sospecho que más de uno de uds. apoyó la guerra de Bush en Irak. Ni que decir que apoyarían una invasión a Cuba o Venezuela.

Uds. representan la ideología que practicó el más atroz terrorismo de Estado durante un siglo.

Si realmente les interesa la vida humana, deberían empezar por romper con el occidente imperialista y sus políticos "democráticos", carniceros de los cuatro puntos cardinales del globo.
Re: Re: Re: Re: Re: Recuerdo y lloro
Enviado por el día 19 de Septiembre de 2006 a las 18:24
Ayer era el "Este" Comunista y el occidente "Capitalista", hoy es el Oriente "Islamista" y el Occidente "capitalista", quien diria que hoy en lugar de venderse al jerarca sovietico como lo hicieron en el pasado se terminarian vendiendo al ayatolah mas proximo?

Y despues se llaman "Patriotas" ...pensar que son capaces de venderse a un fanatico religioso....