Teoría política
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El Salvador: ¿por qué ganó la derecha?
Enviado por el día 31 de Marzo de 2004 a las 21:13
El Salvador: ¿por qué ganó la derecha?
Carlos Alberto Montaner
En la medida en que se acercaban las elecciones iba en aumento el apoyo a Tony Saca, el joven candidato de ARENA, el partido de la derecha salvadoreña. Cuando fue nominado, hace unos meses, aparecía 17 puntos por debajo del candidato de los comunistas. Finalmente, en las elecciones del 21 de marzo, obtuvo un 57% de los votos. El FMLN de Shafik Handal, el representante de los comunistas, sólo alcanzó un 35.
Este es el cuarto triunfo consecutivo de ARENA y el más contundente de todos. ¿Por qué? Sin duda, porque la izquierda llevaba a un candidato impresentable. Handal es un viejo e irredento estalinista, que jamás ha pedido perdón por los crímenes cometidos durante la época de la lucha guerrillera, muy ufano de sus magníficas relaciones con Fidel Castro y Hugo Chávez. Los salvadoreños, con bastante buen juicio, advirtieron que una victoria de semejante reliquia de la guerra fría llevaría el país al abismo y los enfrentaría inútilmente con Estados Unidos, de manera que decidieron sepultarlo en una urna, como quien encierra un genio maligno en una botella.
Pero, además de un voto de castigo contra Handal, había razones muy sólidas para premiar la labor de los tres gobiernos anteriores de ARENA. El Salvador es uno de los países de América Latina que más exitosamente se ha enfrentado a la miseria en los últimos quince años. De acuerdo con las mediciones de la ONU, en 1991 el 59.7% de la población era pobre. En el 2002 había bajado al 33. En ese mismo periodo, la tasa de mortalidad infantil se redujo del 45 por mil a 27; el analfabetismo de 23% a 14; la tasa de interés de 25% al 6.7; la inflación del 19.9 % al 2.8; el desempleo del 8.7 al 6.7. En cada día de los cinco años de actividad frenética de Francisco Flores, el presidente saliente, se construyeron 106 viviendas populares, 3 escuelas, 1 kilómetro de carretera y una unidad de salud, mientras el país se enfrentaba a devastadores terremotos e inundaciones. ''En 20 años --me dijo el ministro de Hacienda Juan José Daboud-- El Salvador pondrá un pie en el primer mundo, como hizo España, como lo está haciendo Chile''. ¿Cómo sorprenderse, pues, de que ARENA arrasara, muy especialmente en las zonas pobres y campesinas del país, pero también en la capital, que hasta estas elecciones había sido un feudo del FMLN?
La pregunta que hoy todos se hacen es muy simple: ¿hasta cuándo la derecha salvadoreña va a seguir ganando elecciones? Y la respuesta es también sencilla: mientras gobierne bien, mantenga el mismo rumbo económico, presente candidatos atractivos y, sobre todo, tenga enfrente a una izquierda paleolítica escapada del comunismo jurásico.
Sin embargo, lo ideal no es que ARENA gobierne permanentemente, sino que los electores puedan elegir entre opciones democráticas diferentes que no pongan en peligro un modelo político y económico evidentemente exitoso. Es indispensable, pues, que esa izquierda antigua y rencorosa, hoy congregada en torno a Handal, asuma posturas semejantes a las del Partido Socialista de Chile para que algún día pueda alcanzar el poder sin provocar una catástrofe.
Es verdad que en El Salvador esa posición razonable la defendía el médico Héctor Silva y fue abrumadoramente rechazado --un ex dirigente de la lucha guerrillera que ha evolucionado hacia el sentido común y la sensatez, pero sólo obtuvo un 4% de los votos--, mas la responsabilidad del descalabro de la izquierda no es de él, sino de la dirigencia tradicional de ese sector, encabezada por Handal, empeñada en aplastar la corriente socialdemócrata e incapaz de guiar a sus simpatizantes hacia la realidad política y económica del siglo XXI.
En todo caso, los resultados electorales de El Salvador han sido una bendición para Centroamérica. La zona se prepara para una futura integración económica y comercial con México, Estados Unidos y Canadá, y la llegada al poder de una persona como Handal hubiera destruido esas magníficas oportunidades de acelerar el desarrollo de la región, desempolvando la vieja dialéctica de la lucha entre el norte y el sur, y la desacreditada teoría de la dependencia, el antiimperialismo y el resto de los pavorosos errores acumulados por la izquierda durante un siglo de cavilaciones empedernidamente disparatadas.
La asignatura pendiente es ahora Nicaragua, donde las divisiones y las rencillas entre los demócratas abren una brecha por la que pudieran regresar al poder Daniel Ortega y los sandinistas, otros fósiles vivientes semejantes a Handal, pero con una historia aún más truculenta y lamentable. Afortunadamente, dentro del caótico Partido Liberal Constitucionalista --pese a todo la primera fuerza política del país-- van emergiendo líderes nuevos sin vínculos con la corrupción, como el prestigioso periodista Pedro Joaquín Chamorro, a quien todas las encuestas señalan como el próximo alcalde de Managua. Es probable, pues, que el resultado de las elecciones de El Salvador influya muy positivamente en Nicaragua. Sería como haber matado dos pájaros con el mismo disparo.
Marzo 28 , 2004
Carlos Alberto Montaner
En la medida en que se acercaban las elecciones iba en aumento el apoyo a Tony Saca, el joven candidato de ARENA, el partido de la derecha salvadoreña. Cuando fue nominado, hace unos meses, aparecía 17 puntos por debajo del candidato de los comunistas. Finalmente, en las elecciones del 21 de marzo, obtuvo un 57% de los votos. El FMLN de Shafik Handal, el representante de los comunistas, sólo alcanzó un 35.
Este es el cuarto triunfo consecutivo de ARENA y el más contundente de todos. ¿Por qué? Sin duda, porque la izquierda llevaba a un candidato impresentable. Handal es un viejo e irredento estalinista, que jamás ha pedido perdón por los crímenes cometidos durante la época de la lucha guerrillera, muy ufano de sus magníficas relaciones con Fidel Castro y Hugo Chávez. Los salvadoreños, con bastante buen juicio, advirtieron que una victoria de semejante reliquia de la guerra fría llevaría el país al abismo y los enfrentaría inútilmente con Estados Unidos, de manera que decidieron sepultarlo en una urna, como quien encierra un genio maligno en una botella.
Pero, además de un voto de castigo contra Handal, había razones muy sólidas para premiar la labor de los tres gobiernos anteriores de ARENA. El Salvador es uno de los países de América Latina que más exitosamente se ha enfrentado a la miseria en los últimos quince años. De acuerdo con las mediciones de la ONU, en 1991 el 59.7% de la población era pobre. En el 2002 había bajado al 33. En ese mismo periodo, la tasa de mortalidad infantil se redujo del 45 por mil a 27; el analfabetismo de 23% a 14; la tasa de interés de 25% al 6.7; la inflación del 19.9 % al 2.8; el desempleo del 8.7 al 6.7. En cada día de los cinco años de actividad frenética de Francisco Flores, el presidente saliente, se construyeron 106 viviendas populares, 3 escuelas, 1 kilómetro de carretera y una unidad de salud, mientras el país se enfrentaba a devastadores terremotos e inundaciones. ''En 20 años --me dijo el ministro de Hacienda Juan José Daboud-- El Salvador pondrá un pie en el primer mundo, como hizo España, como lo está haciendo Chile''. ¿Cómo sorprenderse, pues, de que ARENA arrasara, muy especialmente en las zonas pobres y campesinas del país, pero también en la capital, que hasta estas elecciones había sido un feudo del FMLN?
La pregunta que hoy todos se hacen es muy simple: ¿hasta cuándo la derecha salvadoreña va a seguir ganando elecciones? Y la respuesta es también sencilla: mientras gobierne bien, mantenga el mismo rumbo económico, presente candidatos atractivos y, sobre todo, tenga enfrente a una izquierda paleolítica escapada del comunismo jurásico.
Sin embargo, lo ideal no es que ARENA gobierne permanentemente, sino que los electores puedan elegir entre opciones democráticas diferentes que no pongan en peligro un modelo político y económico evidentemente exitoso. Es indispensable, pues, que esa izquierda antigua y rencorosa, hoy congregada en torno a Handal, asuma posturas semejantes a las del Partido Socialista de Chile para que algún día pueda alcanzar el poder sin provocar una catástrofe.
Es verdad que en El Salvador esa posición razonable la defendía el médico Héctor Silva y fue abrumadoramente rechazado --un ex dirigente de la lucha guerrillera que ha evolucionado hacia el sentido común y la sensatez, pero sólo obtuvo un 4% de los votos--, mas la responsabilidad del descalabro de la izquierda no es de él, sino de la dirigencia tradicional de ese sector, encabezada por Handal, empeñada en aplastar la corriente socialdemócrata e incapaz de guiar a sus simpatizantes hacia la realidad política y económica del siglo XXI.
En todo caso, los resultados electorales de El Salvador han sido una bendición para Centroamérica. La zona se prepara para una futura integración económica y comercial con México, Estados Unidos y Canadá, y la llegada al poder de una persona como Handal hubiera destruido esas magníficas oportunidades de acelerar el desarrollo de la región, desempolvando la vieja dialéctica de la lucha entre el norte y el sur, y la desacreditada teoría de la dependencia, el antiimperialismo y el resto de los pavorosos errores acumulados por la izquierda durante un siglo de cavilaciones empedernidamente disparatadas.
La asignatura pendiente es ahora Nicaragua, donde las divisiones y las rencillas entre los demócratas abren una brecha por la que pudieran regresar al poder Daniel Ortega y los sandinistas, otros fósiles vivientes semejantes a Handal, pero con una historia aún más truculenta y lamentable. Afortunadamente, dentro del caótico Partido Liberal Constitucionalista --pese a todo la primera fuerza política del país-- van emergiendo líderes nuevos sin vínculos con la corrupción, como el prestigioso periodista Pedro Joaquín Chamorro, a quien todas las encuestas señalan como el próximo alcalde de Managua. Es probable, pues, que el resultado de las elecciones de El Salvador influya muy positivamente en Nicaragua. Sería como haber matado dos pájaros con el mismo disparo.
Marzo 28 , 2004