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Facetas de Fukuyama
Enviado por el día 1 de Noviembre de 2003 a las 09:49


En su libro: The end of order (El fin del orden), Mr. Fukuyama intenta descubrir las causas, los motivos de la "decadencia de Occidente" en los últimos treinta años.

Llama decadencia al aumento de la criminalidad, al analfabetismo, a la violencia doméstica, la drogadicción, el paro y la descomposición de la familia.

Hasta aquí su discurso no ofrece novedades, coincide más o menos con el Papa Karol Wojtyla, muy preocupado por los mismos temas. Pero en el análisis de las causas, Fukuyama encuentra un factor único y desencadenante que ni siquiera el Papa Wojtyla ha descubierto: según Fukuyama, la emancipación femenina "es la gran responsable de todas las lacras sociales de Occidente y de su decadencia. Dicho de otro modo, "las mujeres tienen la culpa". La responsabilidad no es de las grandes corporaciones mafiosas, de la búsqueda ilimitada y sin escrúpulos del beneficio; la responsabilidad no es la falta de ontología, ni la corrupción, ni siquiera las deficiencias de la educación pública: han sido las mujeres y su pretensión (que por lo menos tilda de "lógica") de igualdad social, salarial y de derechos con los hombres las desencadenantes de la gran crisis de Occidente.

Al salir a la calle en busca de trabajo, las mujeres, según el eminente profesor norteamericano, han aspirado a una independencia de comportamiento que ha perjudicado a la familia, porque los hombres no se han preocupado más de la educación de los hijos y no han tenido obstáculos en abandonar los hogares. A más trabajo de las mujeres, dice, más divorcios, más familia uniparentales, más descuido de la educación y, por ende, más delincuencia y patologías individuales y sociales.

Para Fukuyama, hay que volver al "antiguo orden" patriarcal: restringir las leyes de igualdad de los sexos, desestimular el trabajo femenino fuera del hogar, desalentar la maternidad sin padre y el divorcio, y fomentar la dependencia económica de la esposa. De este modo, las mujeres volverían a recluirse en los hogares y dedicarían todo su tiempo y su energía a la crianza y educación de los hijos. Y con ello, al poco tiempo, desaparecerían las lacras sociales que acosan a Occidente.

Leyendo las reflexiones de Fukuyama uno puede tener la tentación de echarse a reír. Grave error. Esta es la ideología conservadora que profesan los nuevos fascistas que dominan el mundo, empezando por G.Bush II. Así que no es para hacer bromas.

En Occidente, el poder político, económico y social está en los hombres. Gobiernan, se organizan en mafias o en ejércitos, en iglesias, capillas, sociedades deportivas, económicas, dirigen los diarios, las revistas, las cadenas de televisión, presiden sindicatos, tribunales de justicia, ministerios y ceremonias religiosas. Matan y mueren en guerras inútiles, gastan millones de dólares en armamento, sus víctimas suelen ser los más débiles: mujeres, niños, animales. Pero Fukuyama considera que esto es de orden biológico: los hombres son así de incorregibles. Si Dios y la naturaleza los hizo así, sólo queda intentar volver atrás las conquistas de las mujeres. A ver si de este modo se acaba con el paro, el tráfico de drogas y las guerras étnicas, que, como todos sabemos, las provocan las mujeres.
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En su libro más reciente "El fin del hombre",
Fukuyama afirma que la investigación libre, que en la época de Galileo fue el faro que guió a la humanidad hacia el modelo liberal, ahora se ha vuelto un enemigo a vigilar. Por eso su empeño en crear un organismo internacional de control que imponga reglas obligatorias para los investigadores y el mercado.

Así que la historia humana ha llegado a su fin y para asegurarnos de que sea así debemos invocar el poder estatal, no vaya a ser que estuvieramos equivocados... Por eso hay que ponerle una mordaza a los científicos. El liberalismo ha triunfado.

Este buen señor no se limita a escribir ensayos. También habla en el Congreso contra la clonación humana y contra la producción de células madres destinadas a curar enfermedades difíciles. Más aun, propone una ley que establece diez años de prisión para los médicos que prescriban tratamiento con las tecnologías de clonación. Estas son las bellas ideas del campeón del liberalismo. ¡¡QUE ALGUIEN NOS SALVE, POR FAVOR!!

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