25 de Noviembre de 2003
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Bitácora de Antonio Mascaró Rotger
La izquierda acaparadora
Quien domina las palabras se convierte, de facto, en dueño de las ideas y por tanto en vencedor irremediable de toda discusión. Sin conceptos claros y bien definidos, toda conversación se convierte en un diálogo errante que degenera en impresición, vaguedad y, como lógica consecuencia, ausencia absoluta de acuerdo.
A la izquierda no le interesa mantener una conversación con perspectiva de llegar a una conclusión. Mantenerse en el limbo, en la sinrazón, les permite retroalimentar sus soflamas demogógicas y bombantes, les permite extasiarse en la complacencia barata sin afrontar la crítica demoladora de sus presupuestos ideológicos.
Leyendo los comentarios sobre mi post anunciando la película "La pasión de Ayn Rand" me enteré de que Telecinco publicó esta sinopsis de la misma: La excéntrica escritora Ayn Rand, famosa por su novela 'El manantial' se ve envuelta en graves problemas en su vida privada por sus ideas izquierdistas y sus escarceos amorosos con jóvenes y hombres casados. La razón más probable para este monumental error se encuentra, como en los mismos comentarios se sugiere, en la pésima traducción de libertarian por izquierdista.
Sin duda, la anécdota de que una televisión privada no conozca el contenido de las películas que va a emitir o que nadie, en ningún medio de comunicación serio, haya advertido quién fue Ayn Rand, es suficientemente grave como para promover una concienzuda reflexión sobre la pobreza cultural de los españoles y de sus mass media. Pero la categoría es de mucho mayor calado.
La izquierda ha pervertido los conceptos. Ha emponzoñado el debate ideológico acaparando y absorbiendo todas las palabras. Liberal, libertario, anarquista o demócrata son ejemplos claros y vergonzantes de cómo la infiltración izquierdista se ha consolidado y ha trastocado nuestro lenguaje. A los liberales sólo nos queda la opción de, tras habernos definido, hacer una somera descripción de nuestras ideas. Opción que favorece la confusión entre cuáles son nuestras ideas, por un lado, y la validez de las mismas, por otro. El socialismo enumera en qué cree, al liberal no se le deja elaborar tal lista, en el momento de su misma redacción sus presupuestos le son discutidos.
Esto resulta mucho más grave de lo que, a priori, puede parecer. Las ideas liberales sobreviven en un constante acoso, en el momento de su exposición son cuestionadas de raíz. No se las deja volar, porque no se les permite nacer. El debate ideológico no se centra en la superioridad de las premisas liberales, se desvía hacia su existencia; no se discute que puedan ser mejores, se ataca el hecho de que simplemente puedan ser.
La okupación conceptual de la izquierda, del estatalismo intervencionista totalizador, ha alcanzado cotas absurdas y de difícil retorno. Todo es izquierda, no hay nada fuera de ella. La libertad es izquierda, la igualdad es izquierda, el altruismo es izquierda, la solidaridad es izquierda, la paz es izquierda, el desarrollo es izquierda, el progreso es izquierda, la izquierda es izquierda. ¿Cómo combatir contra algo que nos engloba y nos subsume? ¿Cómo podemos criticar a la izquierda en nombre de la libertad sin atacar, al mismo tiempo, a la libertad?
Resulta, pues, evidente que una de las primeras y más duras batallas tendrá que discurrir necesariamente por los cauces lingüísticos. Debemos recuperar las palabras; en caso constrario, todos terminaremos por ser de izquierdas... incluso Ayn Rand.
A la izquierda no le interesa mantener una conversación con perspectiva de llegar a una conclusión. Mantenerse en el limbo, en la sinrazón, les permite retroalimentar sus soflamas demogógicas y bombantes, les permite extasiarse en la complacencia barata sin afrontar la crítica demoladora de sus presupuestos ideológicos.
Leyendo los comentarios sobre mi post anunciando la película "La pasión de Ayn Rand" me enteré de que Telecinco publicó esta sinopsis de la misma: La excéntrica escritora Ayn Rand, famosa por su novela 'El manantial' se ve envuelta en graves problemas en su vida privada por sus ideas izquierdistas y sus escarceos amorosos con jóvenes y hombres casados. La razón más probable para este monumental error se encuentra, como en los mismos comentarios se sugiere, en la pésima traducción de libertarian por izquierdista.
Sin duda, la anécdota de que una televisión privada no conozca el contenido de las películas que va a emitir o que nadie, en ningún medio de comunicación serio, haya advertido quién fue Ayn Rand, es suficientemente grave como para promover una concienzuda reflexión sobre la pobreza cultural de los españoles y de sus mass media. Pero la categoría es de mucho mayor calado.
La izquierda ha pervertido los conceptos. Ha emponzoñado el debate ideológico acaparando y absorbiendo todas las palabras. Liberal, libertario, anarquista o demócrata son ejemplos claros y vergonzantes de cómo la infiltración izquierdista se ha consolidado y ha trastocado nuestro lenguaje. A los liberales sólo nos queda la opción de, tras habernos definido, hacer una somera descripción de nuestras ideas. Opción que favorece la confusión entre cuáles son nuestras ideas, por un lado, y la validez de las mismas, por otro. El socialismo enumera en qué cree, al liberal no se le deja elaborar tal lista, en el momento de su misma redacción sus presupuestos le son discutidos.
Esto resulta mucho más grave de lo que, a priori, puede parecer. Las ideas liberales sobreviven en un constante acoso, en el momento de su exposición son cuestionadas de raíz. No se las deja volar, porque no se les permite nacer. El debate ideológico no se centra en la superioridad de las premisas liberales, se desvía hacia su existencia; no se discute que puedan ser mejores, se ataca el hecho de que simplemente puedan ser.
La okupación conceptual de la izquierda, del estatalismo intervencionista totalizador, ha alcanzado cotas absurdas y de difícil retorno. Todo es izquierda, no hay nada fuera de ella. La libertad es izquierda, la igualdad es izquierda, el altruismo es izquierda, la solidaridad es izquierda, la paz es izquierda, el desarrollo es izquierda, el progreso es izquierda, la izquierda es izquierda. ¿Cómo combatir contra algo que nos engloba y nos subsume? ¿Cómo podemos criticar a la izquierda en nombre de la libertad sin atacar, al mismo tiempo, a la libertad?
Resulta, pues, evidente que una de las primeras y más duras batallas tendrá que discurrir necesariamente por los cauces lingüísticos. Debemos recuperar las palabras; en caso constrario, todos terminaremos por ser de izquierdas... incluso Ayn Rand.
Comentarios
Podríamos empezar por reivindicar y encauzar la palabra "libertad". La han prostituido hasta tal límite, que hoy en día no deja de ser sinónimo de esclavitud. ¿Oxímoron? Cuando los estatalistas la pronuncian, sin duda.
Como ya dije en otro comentario http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/264/#coment...
Los que se sentaban a la derecha eran los que querian mantener la sociedad de privilegios, o sea, los aristócratas. En frente tenian a los de la izquierda, los liberales.
El falsario de Marx redefinió eso. Pero hoy está claro quien usa el Estado para conseguir privilegios: los liberados sindicales y otras malas yerbas.
Los que se sentaban a la derecha eran los que querian mantener la sociedad de privilegios, o sea, los aristócratas. En frente tenian a los de la izquierda, los liberales.
El falsario de Marx redefinió eso. Pero hoy está claro quien usa el Estado para conseguir privilegios: los liberados sindicales y otras malas yerbas.
De acuerdo en que hay que volver a definir la palabra y el concepto de "libertad" y, sobre todo, insistir, como recomendaban Hayek y Mises en ligar el concepto con la propiedad privada.
Sobre el predominio cultural de la izquierda, y cómo se ha llegado a él, recomiendo el libro de Jiménez Losantos "la dictadura silenciosa" para los últimos años del felipismo y un artículo del mismo autor en el nº 8 de la "Ilustración liberal" para las legislaturas de Aznar.
Un saludo.
Sobre el predominio cultural de la izquierda, y cómo se ha llegado a él, recomiendo el libro de Jiménez Losantos "la dictadura silenciosa" para los últimos años del felipismo y un artículo del mismo autor en el nº 8 de la "Ilustración liberal" para las legislaturas de Aznar.
Un saludo.
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