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23 de Abril de 2006

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Seny
Bitácora de Antonio Mascaró Rotger

Malta

Esta Semana Santa la he pasado en Malta y a mi regreso, viendo cómo están revitalizando la página del European Free State, me entero de que, entre otros, están considerando a éste país para el proyecto. Así que aprovecho para comentar cuatro cosas y enseñar un par de fotitos.

Es un lugar interesante, tiene una extensión menor que la de Andorra y prácticamente la mitad que Menorca. Pero allí viven casi medio millón de personas, así que la densidad de población es tremenda.
Lo primero que me chocó nada más llegar al aeropuerto: en la oficina del banco (el británico HSBC) del propio aeropuerto tenían un crucifijo colgado en la pared. Estuve tentado, pero me dio corte eso de sacar una foto a una cruz colgada de una pared de una oficina de cambio. En casi todos los autobuses, o había crucifijo o estampitas de la Virgen.
Allí tienen un idioma propio que proviene del árabe y se escribe con el alfabeto romano pero todo el mundo habla perfectamente el terrícola (Good morning, Sir, may I help you?). Pero ni nacionalismo, ni bilingüismo, ni gaitas, todos los letreros en terrícola (Come In, We Are Open). Los únicos rótulos raros son los de los topónimos.

Segunda sorpresa: en celebración de las fiestas de Semana Santa, muchos malteses habían colocado en los mástiles de sus hogares alguna bandera. Aquí una foto de dos banderas sobre la fortaleza. La de la izquierda es la bandera de la República de Malta, tiene en su esquina superior izquierda la Cruz de San Jorge que el rey inglés le concedió a la isla por su gallardía durante la Segunda Guerra Mundial, no en vano, puede verse en ella la imagen del Santo y la leyenda: “For Gallantry”. La de la derecha no es la de Dinamarca aunque se le parezca mucho, sino la bandera de la Orden San Juan de Jerusalén. Resulta que cuando el Islam se apoderó de Jerusalén, los caballeros de esa Orden tuvieron que salir por patas y navegaron sin rumbo fijo por el Mediterráneo en busca de una nueva sede, hasta que el rey español les concedió la isla de Malta al precio de un halcón anual; sí, sí, un pajarraco por una isla, bueno, un archipiélago. Los caballeros no saltaron de alegría porque los malteses hablaban nada menos que en árabe aunque eran cristianos y la isla era incapaz de sustentar a su propia población de lo árida que era. Así que cuando llegaron los piratas, léase el Islam, para asediar la isla, los caballeros volvieron a pasarlas canutas y aguantaron por los pelos.

Pero llegó el invierno y los africanos se volvieron a su cálido continente para recobrar fuerzas. Los caballeros aprovecharon el poco tiempo hasta la próxima primavera para fortificar el puerto. Por cierto, una parte importante de la ciudad portuaria se conoce popularmente como Cotonera en honor a la familia de comerciantes mallorquines de algodón que impulsó su fortificación.

El siguiente asedio fue tremendo pero caballeros y malteses aguantaron el tipo y la isla siguió en poder de la cristiandad.

No es de extrañar que habiéndolo pasado tan mal ante los musulmanes pero compartiendo raíces lingüísticas con ellos, los malteses sientan un especial necesidad de reafirmar su identidad cristiana.

En efecto, en muchos hogares la bandera que izan no es otra que la bandera del Vaticano; ni Rallo llega a tanto, oigan. Muchas casas, además, tienen algún tipo de iconografía cristiana en sus fachadas: la Virgen o San Jorge, aprovechando que hoy es su Día, por ejemplo.  

Pero un día los caballeros fueron derrotados. No por el Islam sino por la Francia de Napoleón. Y no dispararon ni un puñetero tiro de cañón desde la isla para defenderse, simplemente se rindieron. ¡Qué moderno! Suerte que a los invasores napoleónicos les echó la mer(de) el legendario Almirante Nelson y la isla pasó a formar parte del Imperio Británico. El magnífico puerto volvió a llenarse de buques mercantes que venían de todas partes hasta que a mediados del siglo XX apareció el Eje nacionalsocialista y lanzó sobre la isla en dos meses más bombas que sobre Londres. Durante un tiempo los malteses aguantaron el embiste en sus refugios antiaéreos mientras se defendían de la Luftwaffe y de la aviación musoliniana con tres biplanos apropiadísimamente llamados Faith, Hope y Charity, las tres virtudes del buen cristiano. De los tres, sólo se conserva el primero, que puede verse en el War Museum, que bien podría llamarse Second World War Museum. Los esfuerzos por modernizarlo han sido tan… nulos que a los pocos segundos de entrar uno ya se siente en pleno verano de 1942 bajo el bombardeo de la aviación nacionalsocialista; ventajas de la cutrez anglosajona mezclada con la parsimonia mediterránea, supongo.

Lo que me recuerda que las carreteras están hechas una porquería. ¿Será por eso o estarán esperando los fondos europeos para adecentarlas? En cualquier caso, sin embargo, en algunos barrios, el cuidado de las calles por parte de los vecinos es encomiable y da lugar a fotos tan monas como ésta o ésta otra. Vamos, que se esmeran tanto que el ayuntamiento les ha puesto una plaquita agradeciéndoselo.

Pero no crean que después de haberse enfrentado a los terribles asedios del Islam y del Eje los malteses han bajado la guardia. Nada de eso, ya tienen una modernísima fortaleza de plástico, vean, vean, la han construido los de la Orden de San Playmobil.


Comentarios

 
>Allí tienen un idioma propio que proviene del árabe

En la Catholic Encyclopedia opinan que el maltés es más probablemente un dialecto fenicio, con influencia árabe, claro. Me parece una hipótesis mucho más interesante.
Enviado por el día 23 de Abril de 2006 a las 03:01 (1)
Podría ser, en cualquier caso, la influencia árabe es enorme.
Enviado por el día 23 de Abril de 2006 a las 18:11 (2)

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