17 de Noviembre de 2005

Aunque alguno no termine de creerlo, la protección medioambiental tiene sus efectos colaterales en las poblaciones animales. El Gobierno estadounidense a través del U.S. Wildlife Service se está planteando el eliminar del listado de animales protegidos al oso Grizzly. Perece ser que en el Parque Yellowstone (sí, el del oso Yogui) la población se ha disparado a niveles inaguantables. Vamos que das un paso y sale un oso de debajo de una piedra. Según los datos, de 220 ejemplares de 1975 hemos pasado a 600 en 2004 y el ritmo de crecimiento es de entre un 4 y un 7% anual. Puede que la cantidad le parezca baja pero estamos hablando de un carnívoro muy territorial y poco social que no aguanta la presencia de otros individuos salvo en épocas o sitios muy concretos. En algunos de los Estados que abarca el Parque, se va a permitir la "caza limitada" aunque desconozco las condiciones que se pondrán.


La verdad es que la situación no es nueva. En las reservas africanas, el proteccionismo ha propiciado que los elefantes, en su momento amenazados muy seriamente, aumenten el número de manadas, al desaparecer los depredadores naturales, incluido algunas tribus que vieron como las autoridades les impedían explotarlos. La solución en este caso ha pasado por dos vías, o se abatían a tiros manadas enteras o se trasladaban a parques que no tuvieran este problema de sobrepoblación. Este segundo método, muy solidario y mediático, es tremendamente costoso para las economías de la zona dada la infraestructura y la logística que se debe desplegar.

Aquí mismo, en la Comunidad de Madrid, la reintroducción de la cabra montes en ciertas zonas de la Sierra de Madrid, ha propiciado el crecimiento demográfico de este animal hasta niveles un tanto alarmantes dada la ausencia de depredadores naturales y la protección que ha tenido a la hora de cazarla y dicho sea en términos ecológicos, que tampoco estamos hablando del Ébola.

El caso es que de la misma manera que el "desordenado crecimiento humano" provoca influencias no deseadas en los ecosistemas, algunas muy destructivas y otras muy exageradas, la protección puede producir daños igual de catastróficos o al menos no deseados. En el caso africano, las mandas han destrozado árboles incluso hasta tener preocupados a los mismos conservacionistas por la viabilidad del ecosistema, han amenazado asentamientos humanos (en esto los conservacionistas no estaban tan sensibilizados) y han dado más de un quebradero de cabeza a las autoridades africanas, un tanto dejadas y corruptas. En el caso americano, supongo que más de un susto a algún turista despistado. En el español, poco peligrosa se me antoja la cabra.

Sin embargo, no debemos ver el lado negativo únicamente. La superpoblación de lo que sea puede atraer cazadores de todos los sitios, siempre dispuestos a pagar un pastón por tener un cabeza en el salón. Otro ejemplo es el turismo guiado para ver gorilas en el Congo y Rwanda, se está convirtiendo en una fuente de ingresos especialmente importante. La financiación de los parques por la vía del negocio y no sólo del presupuesto público, debería ser otra opción a tener en cuenta para estos "hooligans" del conservacionismo, aunque sé que es mucho pedir.