23 de Julio de 2006

Puedo asegurar que siento verdadera vergüenza de que España tenga un presidente como José Luis Rodríguez Zapatero. Cierto es que lo han elegido una minoría mayoritaria de votantes, tres días después de un horrible atentado que dos años después sigue sin estar clara su autoría. También es cierto que para conseguir una mayoría parlamentaria se apoya en partidos y grupos que se colocan no pocas veces en el radicalismo más extremo o en el nacionalismo excluyente. Pero a pesar de todo lo legal que pueda ser todo esto, su labor en cuestiones nacionales y sobre todo internacionales, me produce bochorno y el argumento de la paz, el que más.

Las palabras son huecas si no se llenan de contenidos, la paz en boca de ZP se convierte en un anuncio de compresas, todos son nubes y buenos momentos, un buen eslogan dicho en un momento adecuado. Lo mismo la usa para postrarse ante ETA que para llamar a Israel asesino, donde dije paz quise decir... rellene usted mismo el hueco con letra clara.

Más preocupación me produce la ausencia de reacción de la masa, antes conocida como sociedad. Hay que reconocer que las televisiones lo están haciendo muy bien en eso de reconducir a las manadas. La agresión, verbal eso sí y gracias a la policía, a un manifestante que en la Manifestación por la Paz, Blanco dixit, osó salir con una pancarta políticamente incorrecta apenas sí ocupó espacio en las pantallas de televisión. Yo personalmente no he visto nada de nada. De los labios de los semovientes salieron de todo, y todo muy feo, con un Zerolo desdibujado por el odio tras la pancarta. Todo sea por la causa.

Zapatero tiene aires de hippy de los 70. Desde luego su discurso así lo indica, no creo que tenga más entidad ni profundidad filosófica, aunque sí trascendencia política, y sus achaques, como el de posar bajo un pañuelito de un hijo político de Arafat, delata su judeofobia, su antiisraelismo furibundo.

Como no encuentra entre sus colegas occidentales a alguien que le avale en su particular línea visionaria, busca entre los partidarios de la Alianza de Civilizaciones a potenciales aliados y ayer mismo hizo público un comunicado conjunto con el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan. En él se aseguraba que:

"Las armas deben dejar lugar al diálogo y a la concertación. No hay tiempo que perder; es ahora cuando hay que lograr un alto el fuego para alcanzar la paz".

Una vez más la paz con su veneno habitual ya que a continuación condenaba el secuestro de soldados israelíes pero también lo hacía con "todas las formas de terrorismo", que es la manera que se tiene en lenguaje diplomático para llamar terrorismo a las fuerzas militares de Israel o en su defecto a Estados Unidos, al asegurar que "no podemos aceptar que bombas y misiles caigan sobre la población civil" sin importarles el hecho, y mucho menos mencionarlo, de que los terroristas de Hezbolá usan a la población civil como escudos humanos. Más vomitivo es el párrafo que apela al sentimentalismo del lector:

"Además de niños inocentes, mujeres y ancianos, los valores fundamentales de la Humanidad están intentado sobrevivir bajo los escombros de casas, puentes, escuelas, hospitales, centrales de energía, infraestructuras y poblaciones civiles que están sido castigadas con bombardeos".

Valores fundamentales que para estos desalmados nunca se ocultan bajo las casas, las escuelas, los autobuses y los hospitales de los israelíes cuando son atacados por los terroristas palestinos o los prosirios de Hezbolá. Las hippypolleces de ZP, lo malo que tienen es que las pagaremos todos.