6 de Septiembre de 2007

Deporte y nacionalismo siempre han ido de la mano. El deporte ha sido uno de los sistemas propagandísticos preferidos de los totalitarismos de todo signo y sesgo. Sólo hay que ver como la China comunista, en el presente, o la Alemania nazi, en el pasado, se apresuraron a recoger la antorcha olímpica para gloria de sus deportistas, y como consecuencia, del régimen que los había formado. A Cuba le han salido, además de deplorables cantautores como Silvio Rodríguez, atletas como Javier Sotomayor que han defendido por el mundo las siniestras excelencias del régimen castristas. No es de extrañar que el nacionalismo, que aspira a la sumisión del individuo frente al colectivo xenófobo, pretenda destacar y competir en todos los deportes que pueda, y si es posible contra aquel que considera su enemigo, del que pretende ser víctima, pero que aspira a ser su verdugo.

En España, catalanes y vascos llevan muchos años queriendo llevar a su selección a todos las competiciones posibles, ya sea en fútbol sala, en jockey sobre patines, en bádminton o en deportes raros, el caso es destacar, dar argumentos a la causa nacionalista. En estas condiciones, no sorprende que el presidente del Barcelona, Joan Laporta, dandi donde los haya, nacionalista convencido y con ambición, que lo mismo posa en gayumbos en el aeropuerto que te monta una manifestación catalanista en el Nou Camp, anima a los políticos a defender la nación catalana y no dejarse amilanar por el centralismo de Madrid. Y todo ello porque la Federación Española de Fútbol no da autorización a la selección de Cataluña para jugar un partido amistoso con Estados Unidos, el mismo día que España se juega el futuro en el Europeo.

Pues yo creo que sería hora de echar un órdago a estos buscavidas, que no miran más allá de sus propios prejuicios. Veamos, en fútbol, igual que en rugby, las selecciones nacen de las regiones que tienen sus propias ligas, sus propios equipos compitiendo entre sí. Por eso existen Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte y no un único equipo de Gran Bretaña, como sí que ocurre en baloncesto. Otro tanto ocurre en rugby con la salvedad de que Irlanda compite a nivel internacional unificada. Bueno, pues si tanto quieren una selección, se disuelve la Liga de Fútbol Profesional y se crean tres ligas, la catalana, la vasca y la, podíamos llamarla, castellana o incluso, española. Claro, los Barcelona-Real Madrid se iban a acabar y seguramente, el partido más importante que jugara el Barcelona sería contra El Español, perdón quise decir Espanyol, todo un clásico y muy devaluado. Se acabó la expectación del derbi, las apuestas y las puyas entre amigos y enemigos. Es cierto que todos saldríamos perdiendo en diversión, pero que quieren que les diga: Valencia, Sevilla, Atlético de Madrid, Zaragoza aún son equipos con muchos recursos para dar espectáculo, entre ellos y con el Real Madrid.

Porque yo creo que estos vividores lo que quieren es quedarse con todo, competir como Cataluña o Euskadi, y hacerlo también en la Liga de Fútbol en España. Y eso no, si queremos la independencia, al menos en lo deportivo, con todas las consecuencias, incluidas las que afecten a las arcas del FC Barcelona, íbamos a ver cuántos se apuntan al experimento.