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4 de Diciembre de 2006

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La Hora de Todos
Bitácora de José Carlos Rodríguez

¡Al carajo con el Estado de Bienestar!

Y ya puestos, mi último artículo en LD, ¡Al carajo con el Estado de Bienestar!
De la cuna a la tumba. Vivimos en una sociedad oprimida por los impuestos y las regulaciones, sí, pero en la que no se nos deja caer porque a lo largo de toda nuestra vida tenemos la fría mano del Estado, recogiéndonos. Mermados en nuestra libertad y responsabilidad, tratados como niños de teta, no como auténticos ciudadanos, tenemos al menos al Leviatán haciéndose pasar por madre amantísima. El consenso es amplio, o al menos tan poderoso como para que los políticos (en Europa, no fuera) no se puedan permitir discursos contra el Estado de Bienestar.

Solo que, como todo lo político, ese consenso es falso. Pagamos impuestos porque no podemos elegir otra cosa. Pero a la hora de recibir los presuntos beneficios confeccionados por la Administración con nuestro botín, los rechazamos. No nos devuelven el dinero, una vez nos quitan lo que hemos generado con trabajo y ahorro, no hay vuelta atrás. Todo lo que rechacemos de las dádivas del Estado no lo podremos recuperar por otro lado. Para mantener una conversación con amigos y demostrar a los demás lo solidario y generoso que es uno con el dinero de los demás, incluso para votar, está muy bien eso de defender el Estado Providencia.

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En mi artículo recogo y añado algunas cosas al excelente artículo de Toni Mascaró La teoría del desprendimiento. El de Mascaró es uno de esos artículos que merece la pena grabar en la memoria, verdadero food for thoght. Me permito reproducirlo aquí entero:

La teoría del desprendimiento, por Toni Mascaró

Prácticamente nadie pide la completa abolición de la educación pública, si bien todos los que pueden se aseguran de matricular a sus hijos en escuelas privadas o, cuando menos, de ofrecerles clases de repaso que ofrecen instituciones privadas y particulares. Tres cuartos de lo mismo sucede con la sanidad, los planes de jubilación, la seguridad, los transportes, las comunicaciones y tantos otros servicios ofrecidos por el Estado.

Tranquiliza pensar que si las cosas pintan mal, llegará Papá Estado cual John Wayne al mando del 7º de Caballería al rescate. Además, aun cuando uno no lo necesite para sí, se siente cierta satisfacción al saber que se contribuye en un esfuerzo colectivo para con aquellos que sí lo necesitan de verdad. Y, sin embargo, a poco que se pueda, cada cual intenta escabullirse de John Wayne. No es sólo que todo el mundo intenta pagar los menos impuestos que su conocimiento (o atrevimiento) fiscal le permite, ¡es que incluso se escaquean de recibir buena parte de los beneficios!

Pagan un impuesto sobre el valor añadido cada vez que compran cualquier tipo de mercancía, o un impuesto especial todavía más elevado si se trata de gasolina, tabaco, alcohol o por matricular un vehículo. Se les aplica una retención en su sueldo por el hecho de tener un trabajo honrado. Se les cobra un impuesto por el hecho de heredar. Pagan otro impuesto si es que su patrimonio se ha incrementado. Pagan otro por el simple hecho de tener ese patrimonio. Paga otro por las donaciones. Y otro por tener bienes inmuebles. Si son accionistas pagan otro en forma de impuesto sobre la sociedad en cuestión y si compran al extranjero pagan en la aduana. Destinan, en fin, más de la mitad de su riqueza a engrosar las arcas del Estado. Y cuando éste les ofrece sus servicios “universales y gratuitos”, ¡oh, sorpresa!, todo el que puede contesta en la práctica con un rotundo “¡no, gracias!” que, de hecho, es un “¡no, gracias, y quédese el cambio!”

Mientras tanto, con el menguante tercio que los Estados graciosamente dejan cual limosna a sus súbditos, los mercados intervenidos de las economías mixtas modernas producen unos servicios que todo el mundo prefiere a los de los Estados. Con lo que sobra, encima, el sector privado es capaz de producir bienes triviales y superfluos como entretenimiento y diversión de todo tipo, por no hablar de innovaciones técnicas.

En sus torres de marfil prehistóricas, los estudiosos con sueldos a cuenta de los contribuyentes, producen teorías según las cuales los ciudadanos cambian de residencia en función de los saldos fiscales. Es cierto, llegan a reconocer en un alarde de honestidad, que a la gente no le gusta pagar impuestos y, por tanto, tiende a huir de los regímenes confiscatorios. Pero, ojo, a la gente, dicen, le gustan los beneficios del Estado del Bienestar, por eso lo de votar con los pies depende de un cálculo de costes y beneficios. Se olvidan convenientemente de este pequeño detalle que he venido comentando: esos “beneficios sociales” los esquiva todo el que puede.

El hecho de que a la gente no le guste pagar impuestos no se debe a la tacañería antisocial de unos insolidarios. Se debe a que cada cual quiere comprar lo mejor que su riqueza le permita. Y nadie confía en que lo mejor pueda proceder de una institución que elimina a sus competidores a base del monopolio de la fuerza. Eso, cuando lo hace un hombre, es tachado de chantaje y matonismo. Cuando lo hace un grupito, se tacha de mafia. Que se haga democráticamente puede empujar a muchos a darle coba de cara a la galería. Pero, cuando se trata del bienestar propio, la gente no se deja engañar.

Y así, a medida que empeora la hipertrofia de las instituciones, más son los que van desprendiéndose del Estado. La madre que busca un refuerzo escolar a sus hijos porque, vote lo que vote y diga lo que diga, no se fía de la educación pública aunque no pueda permitirse matricularles en una privada. El padre que les va guardando unos ahorrillos porque, diga lo que diga y vote lo que vote, sabe que con las pensiones públicas lo van a tener crudo. El comerciante que descubre una forma de evitar tal impuesto o tal prohibición. El consumidor de cierto artículo o sustancia que se da una alegría al conseguir disfrutar de lo prohibido sin molestar a nadie. Una sociedad de adultos con ganas de emanciparse de un Papá Estado carca, metomentodo y fracasado. No es un desprendimiento tajante. Es gradual a medida que cada uno va descubriendo nuevas salidas hacia la libertad y la responsabilidad individual. Se agrava el problema de la economía sumergida, dirán los que se han especializado en partir y repartir desde arriba. No, lo que pasa es que la confianza en el Estado del Bienestar se hunde porque éste hace aguas y la gente se espabila y aprende a nadar.




Comentarios

 
Estoy de acuerdo en muchas de las cosas que dice Norquist, me gusta su estilo, lo que no entiendo es que le moleste la gente desnuda, es que no se puede defender el capitalismo y el nudismo, por qué no nos dejan en paz los ingenireros sociales de izquierda y derecha.

¿Jose Carlos, qué opinión te merece su vaticinio del futuro panorama político americano?
Enviado por el día 4 de Diciembre de 2006 a las 16:24 (1)
Supongo que le parecerá inmoral.

Ahora no puedo darte una respuesta, Séneca, por falta de tiempo, pero le daré una vuelta y cuando pueda escribo algo.
Enviado por el día 4 de Diciembre de 2006 a las 16:29 (2)
Yo creo que a Norquist lo que de verdad le molesta es que las playas sean del estado. Pero, sí, qué suerte poder tener políticos así. En Europa y no digamos ya en España estamos a años luz de América. En todo.

De todas formas, en media Europa están viendo a ver cómo reforman el sistema de pensiones hacia los sistemas de capitalización privados. Al menos hay debate, no como aquí, que encima nos empeñamos en ir justamente en la dirección contraria con cosas como el enorme gasto en la inmigración, la subida de las pensiones y la Ley de Dependencia ... del Estado. Y todos los partidos encantados.

Pero, en fin, yo creo que al final van a ser los inmigrantes los que obliguen a reconducir todo esto del Estado de Malgastar. No sé cuándo, pero espero poder verlo.
Enviado por el día 4 de Diciembre de 2006 a las 16:49 (3)
Sevillana, ¿Eres Mónica?
Enviado por el día 5 de Diciembre de 2006 a las 02:21 (4)
La frase del artículo de JCR que me parece lapidaria y que con permiso utlizaré en futuras discusoines es esta: "Asfixiada por impuestos y regulaciones, la empresa privada es capaz de convencer a la gente para que pague una segunda vez, ésta voluntaria, para obtener lo que desea. La gente, a la hora de la verdad, no quiere al Estado de Bienestar en su casa". Lo dicho, lapidaria.

En cuanto a lo de las playas hay que hacer notar el tono de Norquist. Él no se molesta por quién esté desnudo sino porque sean las playas del estado y por lo tanto sea éste el que decida si en una playa se puede andar ligero o no. Si fueran privadas cada playa sería de un tipo y cuando fuera a ella sabría a lo que se atiene sin soportar el mantenimiento de aquella playa que le desagrada.
Enviado por el día 5 de Diciembre de 2006 a las 13:56 (5)
Claro, seneca. Es que mi nombre ya estaba registrado por alguien. Por eso tuve que buscarme otro nick.
Enviado por el día 5 de Diciembre de 2006 a las 16:01 (6)

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