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11 de Mayo de 2006

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Fe estatista en 30 apartados y 10 contradicciones (I)

Isidoro vuelve a responder. Lo cierto es que el debate es interesante hasta que deja de aportar algo. Los argumentos, por mucho que se retuerzan no adquieren más lógica, aun así lo intentaré una vez más. He reorganizado un poco los puntos ya que la discusión en cada uno de ellos tenía poco que ver con el encabezado.


1- Empresarios, políticos y nazis

Isidoro afirma en este punto que el Estado inglés tenía que enfrentarse con los nazis de modo inexorable. Si no hubiera sido Churchill, dice, Halifax. ¡Gran demostración! ¿Y eso es un argumento teórico? Tú estas afirmando que ningún empresario (ni aunque fueran Churchill o Halifax) se habría enfrentado jamás con los nazis, y en cambio supones que cualquier político inglés lo hubiera hecho. ¿Son acaso bendecidos por una aureola de valentía o acaso estás jugando a una metahistoria bastante poco interesante?

Lo que debemos buscar son los mecanismos estructurales que generan incentivos o impelen a que una acción se realice. En el caso del Estado eres incapaz de hallarlo: si el político que está en el mando no quiere ir a la guerra, no se irá. Punto. En cambio, si los consumidores de una sociedad libre quieren defenderse de los nazis y su empresario no quiere ir a la guerra, cambiarán de empresa. Me parece que los incentivos están del lado anarcocapitalista.

¿Y qué razones esgrime para probar que los empresarios pactarían con los nazis? ¿Hubiese querido lo mismo un inimaginable consorcio de empresarios? Dudo que siquiera llegasen a un acuerdo. Además, ya se sabe que para acabar con la fortaleza más inexpugnable basta un Judas. Ese tipo de cosas la evitan la coacción estatal de modo inigualable.

Me parece genial que dudes, pero tienes que demostrar. Tus intuiciones se quedan en nada si no consigues plasmarlo en una cadena de acontecimientos necesarios para que una acción se realice. Tu fe no sirve aquí.

¿No llegarían a un acuerdo? ¿Por qué? ¿Y por qué tendría que llegar a un acuerdo el Parlamento inglés? ¿Me has visto emplear a mí argumentos tan vacuos? Yo he dicho que el Estado no necesariamente tiene por qué combatir a los nazis. Obviamente tampoco un empresario en concreto, pero el consumidor sí puede cambiar de empresa en ese caso.

Tú, en cambio, esgrimes que los empresarios no podrán llegar a acuerdos. ¿En qué te basas? ¿Es que acaso no están llegando a acuerdos hoy en día? Aquí no estamos hablando de una defensa asamblearia: la empresa de defensa sería una empresa nueva y distinta a las de seguridad, aunque estuviera participada. ¿Qué le impide al Consejo de Administración de esa empresa declarar la guerra a sus enemigos?

Reitero lo que ya te dije, aportas escasos argumentos y ninguna demostración. Tus afirmaciones se basan en convicciones personales que no están respaldas por ningún razonamiento. Dudo que siquiera llegasen a un acuerdo. ¿Qué es esto? ¿Basta tu personal e infundada duda para que te demos la razón?

2. Renegar de la nación

Lo gracioso es que como no defiendo la coacción estatal me acuse de renegar de la nación: Partimos en este caso de bases diferentes, tú obvias la nación y yo la considero algo aceptado y aceptable; es un término acuñado originalmente por liberales como expresión de la igualdad ante la ley: algo que tú, al parecer, desprecias.

Pues no hombre, no has entendido nada. La nación es un concepto aceptado y aceptable, pero no por ello monopolizable por el Estado. Una cosa es la cultura, la historia o el lenguaje y otra muy distinta la defensa. Los medios más eficientes para defender a los individuos no tienen por qué pasar por estructuras políticas petrificadas y nacionales; las asociaciones pueden variar y no tienen por qué comprender toda la nación.

¿Acaso me estás diciendo que si hay modos y estructura más adecuados de defensa tenemos que conformarnos con una defensa “nacional” menos eficiente? ¿Ese es tu paradigma de defensa eficiente?

No, yo ni niego la nación ni desprecio la nación, tan sólo no la equiparo con la violencia. Tu argumento fácilmente puede utilizarse para defender que todos los productos tienen que comprarse dentro de la nación y que no debemos relacionaros con los extranjeros. ¿Por qué no? ¿Por qué no debemos defender las industrias nacionales de las internacionales? ¿Por qué en una guerra no hemos de aprovisionarnos con bienes producidos en el interior de nuestras fronteras? ¿Hemos de aceptar todas esas ineficiencias simplemente porque exista algo llamado nación?


3. La opinión pública vs los consumidores

El siguiente punto de Isidoro es confuso y creo que ni él mismo lo entiende. Yo le defendí que los consumidores reaccionarían en tanto percibieran una amenaza externa. Los empresarios que no quisieran defenderlos quebrarían y los que sí quisieran ir a la guerra prosperarían. Por supuesto el Estado no tiene un mecanismo como éste, ya que la desvinculación tiene que ser grupal (con los inevitables problemas de la acción colectiva) y una pequeña disensión no cambia muchas cosas. En cambio, para una empresa perder el 10% de sus clientes puede ser bastante trágico.

Aun así Isidoro responde: Fue la presión popular la que favoreció el período de pacificación en que literalmente se vendió a los checos y fue la presión popular la que produjo la caída del pactista y cobarde Chamberlain tras el desastre en Noruega en 1940. La influencia de la opinión pública era, pues, notable y no puedes referirte a las acciones del Parlamento británico como si a las decisiones de unos tiranos se tratase: fueron en todo momento muestra de los pulsos y cambios de la opinión de los británicos.

Claro que la democracia (como examiné en el apartado de los contrapesos de poder) limita el poder de los políticos al fijar una corresponsabilidad. Pero tanto más la limita el mercado, con las relaciones cliente-empresario. En ese caso la presión pública ni siquiera habría tenido que ser notable para cambiar las cosas.

Si realmente crees en la influencia de la gente para defenderse, las empresas son el mejor camino, no un Parlamento que sólo responde ante una enorme presión popular o una vez cada cuatro años. Si el Parlamento es ligeramente positivo ello se debe a su lejano parecido con la empresa privada (y en concreto con el contrato de mandato).


4. Contradicción 1: Incapacidad para discriminar

Pasemos a la primera contradicción de Isidoro que sigue negando porque sigue sin entenderla. Iracundo afirmó que la agencia privada no puede diferenciar entre amigos y enemigos y luego concluye que para la agencia “casi todos” son enemigos. La contradicción es evidente: si “casi todos” son enemigos, habrá un “casi nadie” que serán amigos y por tanto sí podrá diferenciar entre amigos y enemigos. Pero aun hay más: aun cuando no pudiera diferenciar entre amigos y enemigos Isidoro ya concluye que todos serán enemigos. ¿Por qué? El mismo razonamiento nos llevaría a afirmar que todos son amigos. Aun así Isidoro dice que: Contradicción sólo la que quieres ver tú. En realidad el que no se puedan delimitar los bandos tiene por consecuencia que existan múltiples, esto es: todos contra todos. Contradicción 0.

Pues no, como te acabo de explicar. Si son “casi todos” enemigos, algún amigo habrá y, por tanto, sí se podrá distinguir. Y aunque fueran todos, sí tendría que elegir en que todos sean amigos o todos enemigos, y por tanto sí puede delimitar. Para que la empresa no pudiera distinguir entre amigos o enemigos, la condición de amigo o enemigo debería ser una variable aleatoria y no el fruto de un juicio empresarial. Que no veas la contradicción es significativo.

Pero además ya te expliqué que las empresas si diferencian entre amigos, colaboradores, elementos neutros y enemigos (pero de esto ni una palabrita). Tú, en cambio, por mucho que remitas a tu post, no explicaste en ningún momento tu simple afirmación de que las empresas no pueden diferenciar.

¿Por qué no? ¿Acaso no hay acuerdos, alianzas, pactos, colaboraciones, redes de confianza, consorcios, empresas comunes, y también enemigos comunes? ¿A qué viene esa paupérrima conclusión de que sólo el Estado puede diferenciar a sus amigos de sus enemigos? No, nada de eso. Lo tuyo es nuevamente fe. Pruebas ninguna.

5. Guerras sangrientas

Vayamos al siguiente punto: Isidoro afirmó que las guerras en una sociedad libre serían más sangrientas que en un Estado. Yo le expuse dos razones por la que esto no sería así (en una sociedad libre los que inician la guerra (empresarios y consumidores) sufren directamente el perjuicio, en el Estado los políticos lo trasladan a los contribuyentes; las guerras entre Estados son guerras totales que implican a toda la población, en una sociedad libre sólo a los clientes de las empresas combatientes), pero Isidoro pasa directamente de los argumentos (ya hemos visto que ese no es su terreno) y se queda con la copla final, esto es, mi pregunta de cierra: ¿cómo se puede afirmar que es de esperar que en tal situación el sinnúmero de crueldades y depredaciones que trae una guerra sea notoriamente mayor?

Claro, como a él le gusta discutir por convicciones, corta el razonamiento a la mitad, no refuta nada y se pone tranquilamente a dar su punto de vista como si estuviera en la tertulia del bar con un café en la mano y un caliqueño en la boca: No sé si sabrás, Rallo, que una ciudad bajo ataque en el que existan no ya dos, sino tres o cuatro facciones en liza tiene tradicionalmente la desgracia de convertirse en lo más parecido a una carnicería. Una guerra entre señores de la guerra con medios contemporáneos sería, en ese sentido: brutal.

Vamos a ver, si tú fuerzas una guerra entre facciones diversas, claro que es muy destructiva. Pero es que las razones que te expuse y de las que has pasado olímpicamente se dirigían a mostrar los incentivos existentes para que esa guerra brutal no comenzara. Por supuesto, si tú creas una situación de laboratorio donde en un territorio muy reducido todos luchen contra todos, esa situación será preferible a que nadie luche contra nadie. Esto es de cajón.

La cuestión es que la perspectiva de una guerra destructiva la vuelve inoperante. Si yo sé que para invadir una ciudad tengo que declarar la guerra a cinco empresas de seguridad e incurrir en una guerra tan brutal, me lo pensaré.

Aun así, sigo sin ver cómo esa guerra sería peor que una guerra entre Estados. Tú estás hablando de un conflicto en una ciudad; siempre que hay una guerra entre Estados hablamos de una guerra total, entre todos los individuos de un Estado y todos los individuos del otro.

Si el Estado atacante mata a 10000 ciudadanos más del Estado atacado, las consecuencias son nulas. Si una empresa atacante mata a 10000 personas de una ciudad, se arriesga a que cinco empresas más le declaren la guerra. Los ataques se vuelven necesariamente más selectivos, a menos que quieras acabar con 60 declaraciones de guerra.

6. Contradicción 2: Necesidades y paz

En este apartado Isidoro hace unas cabriolas realmente sorprendentes. Aquí tratamos cómo las empresas de seguridad pueden integrar parte de sus activos en una nueva empresa de defensa y que, dependiendo de las preferencias de los consumidores, la estructura productiva se enfocará más hacia combatir la pequeña delincuencia o las amenazas pesadas.

Dice Isidoro: Pero resulta que esas "necesidades" no existen sino a partir de una soberanía ya presente. Los servicios de seguridad aparecen en la paz, porque hay un monopolio de la extorsión que corta el proceso natural según el cual seríamos extorsionados por muchos y sin orden ni concierto sólo pudiendo resistir los fuertes; la jungla.

La necesidad de seguridad no surge de la paz, surge de la prospección de ataque, sea en guerra o en paz. Lo que aquí estamos discutiendo es si esa necesidad de seguridad la puede proporcionar una empresa o tiene que ser el monopolio de la extorsión.

En este punto ya, simplemente, abandonas toda discusión y tomas el Estado como punto de partida. Si no hay Estado no hay necesidad, ¿pero qué tontería es ésta? Incluso tú mismo afirmas que el Estado es la respuesta a una necesidad [él mismo lo dice: El estado no nace por malévola intención de una mente perversa sino precisamente "por necesidad], por tanto (nueva contradicción) las necesidades son previas al Estado y no derivadas de él.

Los servicios de seguridad, por tanto, intentan proporcionar seguridad a sus clientes. Afirmar que de aquí se deriva la ley de la jungla carece por completo de sentido, a no ser que defiendas un monopolio de la extorsión mundial que evite la ley de la jungla interestatal.

De la misma manera que Inglaterra no declara la guerra a EEUU, las compañías no tienen por qué pelearse entre sí. Por varios motivos: a) el intercambio puede ser más provechoso que la guerra, b) el resultado de la batalla es incierto, c) existen instituciones sociales que promocionan la paz.

Tú te limitas a afirmar, sin demostrarlo, que la ausencia de Estado es la selva. Pero no aplicas ese mismo análisis a las relaciones entre Estados. ¿Por qué? Porque para ti el Estado es la realización de la paz al concentrar la violencia. Pero esta concentración de la violencia lo que consigue, en realidad, es hacerlo más peligroso frente a los demás.

7. Contradicción 3: Ýrbitro último y Estado, la falacia del contractualismo

Continúa con el despropósito: Un hombre no puede estar seguro en un mundo donde la extorsión la ejercen múltiples entes arbitrarios (entendiendo arbitrarios en que carecen POR COMPLETO de toda ley y que al tener la FUERZA tenderían a no respetar acuerdos no existiendo árbitro último con poder para hacerlos respetar), por definición.

Ya vuelves a los razonamientos circulares. Que cualquiera pueda coaccionarte genera inseguridad, de ahí que acudas a una empresa para que te proteja y elimine esa inseguridad. Una sociedad anarquista no es una sociedad donde cualquiera tenga derecho a extorsionarte, sino donde tu agencia te defiende de la extorsión.

Tu argumento puede reconducirse a la situación actual: yo no puedo estar seguro porque cualquier Estado del mundo me puede extorsionar. Ah no, que el Estado español me protege, también la empresa.

Isidoro también afirma que no habría ley, como si los contratos o la costumbre no fueran derecho y como si las propias agencias de seguridad no tuvieran que respetarla. ¿Qué por qué? Pues precisamente por los contrapesos de los que ya hemos hablado. Y es que, ¿de qué modo respeta el Estado la ley sino por esos mismos contrapesos? La teoría contractualista a la que pretende adscribirse Isidoro es ridícula: si no hay ley porque no hay árbitro último, tampoco existe árbitro último entre la sociedad y el Estado. El Estado no tiene por qué cumplir la ley ni respetar los derechos de la sociedad. ¿Significa que no existe derecho?

8. La imposibilidad de un ejército privado permanente

Pasemos a otro punto que ya tiene aires risibles. En el post anterior acusé al Estado de dirigir el gasto en defensa de manera arbitraria. Respuesta de Isidoro: la "arbitrariedad" en la adopción de armamento pesado o no de que acusas acertadamente al estado es una bendita arbitrariedad ya que el mercado NO establece NUNCA un ejército/s por sí mismo pues las condiciones del mercado, así como todos los conceptos que intentas erróneamente aplicar a la guerra y la organización militar, dan por supuesta la PAZ.

De nuevo, ¿dónde está la prueba? Esto ya comienza a ser cómico a más no poder. ¿Crees que por poner en mayúsculas las palabras NO y NUNCA tienes más credibilidad? Lo que te pido es que demuestres por qué el mercado no va a tener ejército en tiempo de paz, cuando es evidente que conforma una garantía frente a una posible agresión externa y, por tanto, ya hoy genera seguridad a sus clientes.

Tus afirmaciones son del todo acientíficas y gratuitas. Una vez más, ¿por qué el mercado no establecería ejércitos en tiempo de paz? Yo te he aportado argumentos sobre integración de empresas y estructura productiva, tú los omites y sigues erre que erre sin dar ninguna razón. ¿Qué es esto? ¿La parodia de los debates?

Nuevo ejemplo de afirmación gratuita: Para un mercado que funcione como tal todo gasto en elementos de destrucción es un gasto suntuario salvo para quienes quieren extorsionar.

Que no hombre, tú mismo reconoces que tener un ejército permanente es necesario para estar seguros. Si es necesario no es suntuario. Así de simple; el ejército de las empresas es la garantía de seguridad de los consumidores. ¿Tanto cuesta entenderlo? No puedes calificar como suntuario nada, porque simplemente eso depende del juicio subjetivo de los consumidores.

9. Economía y amenaza de guerra

Eso sí, seguimos con el dogma de fe: ninguna economía puede funcionar correctamente con la constante amenaza de la guerra. De hecho la economía funcionará en tanto se mantenga una ilusión de paz virtualmente perpetua; sólo así se invertirá normalmente.

Lo siento, tus argumentos son nuevamente calamitosos y las incongruencias afloran por doquier.

Primero, la amenaza de guerra no depende de si la seguridad la proporciona una empresa o un Estado; la amenaza es externa al protegido y por tanto nada puede hacer el protector para eliminarla. Otra cosa es que la eficiencia del protector vuelva esa amenaza no creíble; por tanto habrá que estudiar la eficiencia de la provisión de defensa.

Segundo, una economía sí puede funcionar con una amenaza de guerra. En ese caso la estructura productiva pasa de civil a militar; las inversiones se realizan en industrias defensivas.

Tercero, aun así, es evidente que una economía militar es fundamentalmente una economía de consumo (de armamento), de modo que la acumulación de capital disminuye y la economía se empobrece progresivamente. Esto sí es cierto (lo cual no quiere decir que no funcione). Ahora bien, estos efectos tendrán lugar cuando la sociedad traslade buena parte de su gasto hacia el sector militar.

Lo curioso es que tú defiendes que ese traslado sea coactivo -por parte del Estado- de modo que si la economía no puede funcionar por el montante de gasto militar, tampoco podría hacerlo en caso de que el Estado fijara ese gasto.

 
10. De nuevo, la seguridad nacional

 En este punto tratamos uno de los principales errores estatistas: concebir la defensa como un bien “dado” que debe proveerse con unas determinadas características y condiciones porque sí. Los partidarios de la defensa pública niegan cualquier posibilidad de variar la provisión de defensa –aunque esta variación supusiera una mejora en la eficiencia de los atacados.

La nación debe necesariamente defenderse unida, uno tiende a pensar que en sus esquemas la defensa es algo subsidiario, que puede perder calidad y eficacia mientras siga siendo nacional.

Isidoro intenta eludir todos estos problemas basándose en la historia:
Perdón Rallo, es que creía que existían estados nacionales por mero desarrollo histórico y, siento lamentarlo, no tengo noticia de ninguna sociedad anarcocapitalista.

Este será uno de los primeros argumentos que ofrece Isidoro, aunque no por ello es bueno. Aquí se equipara eficiencia con preexistencia. Dado que las naciones proceden del desarrollo histórico, son eficientes. ¿De verdad crees que el sistema totalitario cubano es eficiente por ser fruto del desarrollo de la historia de Cuba? ¿De verdad crees que los Bancos Centrales son eficientes por ser fruto del desarrollo histórico? Tu argumento es puro relativismo historicista; cierra la posibilidad a cualquier discusión teórica y se pliega a la realidad, sea cual sea. Puro oscurantismo científico.

Con este argumento, además, no puedes ni ser minarquista. El desarrollo histórico nos ha abocado al Estado de bienestar; si tú no tienes noticia de ninguna sociedad anarcocapitalista, yo tampoco tengo noticia de ninguna sociedad minarquista.

Lo curioso es que los mejores empresarios son aquellos capaces de innovar y cambiar la realidad que todos creían correcta. El empresario observa errores y oportunidades de ganancia no satisfechas y entonces modifica la realidad.

En la provisión de defensa pasa exactamente igual. Los empresarios pueden descubrir nuevas formas más eficientes para defender a los individuos que un petrificado Estado-nación; las estructuras de ayer no tienen por qué ser las más adecuadas por mero accidente histórico. Y aunque lo fueran ayer no tendrían por qué seguir siéndolo mañana.

El argumento, de nuevo, se reconvierte en fe estatista; asumo y creo que el ayer es bueno y que el mañana, en tanto el ayer lo era, seguirá siéndolo. Pero demostración, ninguna.

11. Reclutamiento nacional

Vayamos al siguiente punto conflictivo de Isidoro: cómo reclutar al personal. En su opinión el Estado-nación lo tiene sencillo y las empresas imposible. Veamos qué piensa respecto a las empresas: ¿Por qué la gente "se llegaría a presentar en un ejército para vengar el ataque a conciudadanos en la otra punta del país? Sin duda dirás, Rallo, que porque son simplemente idiotas o unos totalitarios asquerosos.

El chip de Isidoro sigue todavía metido en una estructura de Estado-nación que ya he criticado. Pero antes que eso quiero hacer notar otra reiteración en los vicios argumentativos de Isidoro. Preguntas ¿Por qué la gente "se llegaría a presentar en un ejército para vengar el ataque a conciudadanos en la otra punta del país? y de esa pregunta retórica deduces que no lo haría. Pues bien, aquí te vuelves a escudar en la fe: si crees que no lo haría debes ser tú quien explique y diga porque NO lo haría. En caso contrario, no habrás probado nada.

Pero vayamos al tema de la defensa nacional. Ya expliqué en el anterior post que los estatistas observan una nación y automáticamente imponen que todos los individuos de esa nación tienen que defenderse de manera común. Es como si yo hubiese ido a hablar con Henry Ford antes de introducir la cadena de montaje y le dijese: “Usted tiene que producir como yo le digo, en caso contrario el Estado tendrá que nacionalizar su industria por ser ineficiente”.

También expliqué que a los individuos los defenderían las empresas y las asociaciones de empresas. Estas empresas, en caso de ser multinacionales, contarían con activos y clientes a lo largo del mundo, de manera que no serían sus conciudadanos nacionales quienes aportarían recursos para defender a un territorio atacado, sino muchos otros individuos internacionales

El hecho de que los andaluces no integren el ejército que tenga vaya a defender a los catalanes de un ataque italiano no implica ningún tipo de fallo; más bien cabe pensar que el fallo estará en imponer que siempre los andaluces, entre otros, deban integrar ese ejército. ¿Acaso la respuesta a los eventos es siempre la misma? ¿Acaso distintos ataques exteriores no requieren diversas variaciones en las tácticas? Una defensa prefabricada es una defensa anquilosada-

Acto seguido Isidoro nos explica por qué la nación sí podría solventar este problema: los nacionales de un país colaborarán en la defensa de sus conciudadanos porque se considera que si a unos hoy les maltrata un agresor mañana el resto serán maltratados; y eso no entiende ni de estribaciones montañosas ni de ríos y valles...

Isidoro intenta fundamentar la colaboración activa de los conciudadanos en la igualdad ante la ley y el miedo a la agresión futura. Desde luego tenemos una dualidad de argumentos interesante: cuando se trata de hablar de colaboración entre individuos y empresas, sacamos a relucir el problema del free-rider, cuando se trata de colaboración entre conciudadanos nos trasladamos a la Arcadia feliz.

Si Isidoro defiende el monopolio de la compulsión para solucionar el problema del free-rider no parece muy sensato decir que los conciudadanos colaborarán por su perspectiva de ser agredidos mañana. Colaborarán por el miedo a que el Estado los encierre o los fusile por insumisos.

La nación-Estado no tiene nada de mágico que impulse a los ciudadanos a colaborar entre ellos en su defensa. Su instrumento de nuevo es la fuerza, todo lo demás son historias aduladoras.

El Estado tiene que seguir reclutando forzosamente a sus hombres si quiere incrementar el número de soldados. Y en este punto, cuando el Estado puede esclavizar a mandar a soldados a la guerra sin ningún tipo de contención, ¿dónde queda el Estado mínimo de Isidoro? Tengamos presente que muchos de esos soldados que envía a morir ni siquiera tendrían por qué situarse bajo la órbita del ataque enemigo. ¿Acaso esto no supone un crimen de Estado? Ya sé que a los estatistas les encantará contar con una capacidad tan portentosa, al fin y al cabo ya han trazado el camino para ganar todas las batallas: pasar del Estado mínimo al totalitario en tiempo de guerra.

Pero, en todo caso, el problema de este planteamiento sigue siendo el tratado antes, ¿por qué la defensa debe organizarse en torno a ese Estado-nación?

Y aquí Isidoro vuelve a malinterpretarme: Podrás negar la utilidad de la nación, pero a día de hoy existe y es una expresión de la soberanía que aparece en toda comunidad una vez se asienta en un lugar.

Yo no niego la utilidad de la nación. La utilidad es un concepto subjetivo y, por tanto, no me pondré a establecer valoraciones y utilidades como un ungido socialista. Lo que sí niego es la necesaria utilidad defensiva de la nación. Sois vosotros los que equiparáis cultura con violencia.

12. Contradicción 4: Las disuasión es buena para los Estados pero no para las empresas

Puedes defender asímismo que las guerras entre feudos son mejores que las guerras entre naciones porque traen menos destrucción, pero no es menos cierto, observando la historia, que el potencial destructor al que llegaron las naciones obtuvo finalmente un logro de la humanidad: la disuasión de la mutua destrucción asegurada, cosa nada garantizada en un mundo de tratos y señores de la guerra donde el conflicto, a la escala que fuese, sería continuado.

De nuevo Isidoro vuelve a contradecirse. Recordemos qué decía Isidoro cuando hablaba de la guerra entre diversas empresas: No sé si sabrás, Rallo, que una ciudad bajo ataque en el que existan no ya dos, sino tres o cuatro facciones en liza tiene tradicionalmente la desgracia de convertirse en lo más parecido a una carnicería. Una guerra entre señores de la guerra con medios contemporáneos sería, en ese sentido: brutal.

La disuasión que sirve para los Estados no sirve para las empresas; éstas practican brutales carnicerías que no disuaden a nadie. Curiosa doble vara de medir.

Pero incluso aunque el único rasgo destructivo de una guerra entre empresas viniera dada por su mayor duración, no se puede sostener que ello la hace menos disuasiva. ¿Acaso la duración activa no incrementa también la brutalidad y los daños de la guerra? ¿Es que una empresa sólo se disuade por el ataque brutal que le puede efectuar mañana pero no por la posibilidad de estar librando una guerra durante cinco años?

Pero además, tampoco es cierto que la duración de las guerras entre empresas sea más duradera. Las empresas comprometen sus recursos, los Estados los ajenos. Es cierto que una empresa puede emprender una guerra duradera si consigue que sus ciudadanos comprometan voluntariamente sus recursos (en caso de flagrante amenaza, por ejemplo), pero desde luego esto evitaría todas las guerras inútiles que los ciudadanos de ambos bandos consideraran no peligrosas. Esto no opera en el caso de los Estados, al depender su financiación de la coacción.

Isidoro intenta blindarse de mala manera en contra de la posible disuasión entre empresas empleando el mismo torpe argumento contractualista de antes: Ah! Y no te apresures a hablarme del equilibrio empresarial que imaginas habría en la pura anarquía diciendo al mismo tiempo que no doy pruebas de lo que afirmo porque este punto ya lo he explicado reiteradamente: no hay árbitro último y las empresas "competirían" en agresividad para "ganarse al cliente", esto es: extorsionarle.

Y dime, ¿cuál es el árbitro último entre el Estado y la sociedad? ¿Quién ejecuta el contrato social, si tanto uno como otro son partes del mismo? ¿Nombramos a un tercer Estado que haga de árbitro? ¿Y quién ejecuta ese nuevo contrato de mandato? De nuevo, Isidoro asume que el Estado actuará como un buen árbitro último porque sí.

Ya vimos que si el Estado cumplía sus funciones mínimamente, ello se debía a la existencia de unos contrapesos que son mucho mayores en el caso de una sociedad. Hablando ahora de disuasión, ¿quién disuade internamente al Estado para que no se totalitarice? Déjame adivinar, ¿una población totalmente desarmada y sin ninguna forma organizada de defensa? ¿No es ese el escenario en el que tú y los estatistas pronosticáis una victoria inexorable de los Estados extranjeros sobre las sociedades anarquistas? Entonces, ¿qué impide que tu Estado mínimo incumpla su Constitución y expolie de la manera más brutal a unos individuos totalmente indefensos habida cuenta de su monopolio de la compulsión? Sólo tu fe lo impide.

13. Los “que pasaban por allí” no son individuos

En el siguiente punto Isidoro cae en nuevas y poderosas contradicciones, algo a lo que ya nos tiene más habituados de lo que me gustaría. Recordemos el proceso: Isidoro afirma que los individuos están totalmente desinformados de lo que sucede a su alrededor; yo le respondí que eso es cierto y que, por tanto, no pueden planificarse la vida de los demás de modo centralizado, sino que cada empresario logra coordinar a los individuos y solucionar ese problema de información típicamente socialista.

Veamos ahora la incongruente réplica de Isidoro: ¿Qué importa al general la concepción que tengan los civiles acerca de la situación militar? ¿Opinas, Rallo, que el papel de un general no marca la diferencia en absoluto? ¿Opinas, Rallo, que al general debe importarle el consejo bélico de uno "que pasaba por allí"?

Vamos a ver, si te digo que los individuos tienen un problema fundamental de información, ¿cómo voy a opinar que deba seguirse el consejo bélico de uno “que pasaba por allí” que a la postre no es más que un individuo desinformado?

Tu problema es que no lees o que lees y no citas. Ya te expliqué que lo que yo creía que debía suceder para alcanzar una coordinación adecuada y una defensa eficiente es una competencia empresarial entre métodos de defensa alternativos que muevan a los consumidores hacia aquellas compañías que mejor satisfagan sus necesidades de defensa.

Y esta defensa las compañías la consiguen a través de militares, especialistas, estrategas y generales. La diferencia es que no imponen a toda la sociedad un cuadro de mandos que bien podría ser torpe, ineficiente o que no se ajustara a la provisión de seguridad.

14. Dictadura militar

Aquí le recordé a Isidoro que sus argumentos nos llevaban al totalitarismo: si debíamos rechazar el anarcocapitalismo por ser menos eficiente en defensa que el minarquismo, también deberíamos rechazar el minarquismo por ser menos eficiente en defensa que el totalitarismo.

Isidoro parece no ver las implicaciones de su frase: ¿Dónde? Me limito a afirmar que en muchos aspectos los gobiernos que dirigen una guerra se convierten en una dictadura por seguridad nacional.

Así pues, estamos abocados a la dictadura en tiempos de guerra. Ya sé que no defiendes una dictadura permanente, ya que hasta el momento tu ingenuo modelo es el minarquismo. Sólo digo que tus argumentos nos abocan hacia el totalitarismo.

Podrás responder que una vez finalizada la guerra, el Estado volverá a ser mínimo. Bien, esto es pura fe. No tiene por qué ser así; del mismo modo cabría decirle que las compañías privadas también pueden formar un trust defensivo y coactivo en tiempo de guerra y que luego volverán a estar separadas. Esto no tiene por qué ser así, claro, de ahí que ni siquiera lo plantee seriamente.

En cambio, Isidoro sí fundamenta su defensa del Estado mínimo en la posibilidad de que el Estado degenere en dictadura y luego vuelva a su situación mínima. ¿Es esto serio y creíble? No niego que pueda suceder, pero no tiene por qué suceder y, de hecho, no es la situación para la que existen más incentivos.

Toda crisis es aprovechada por Leviatán para medrar. La Primera Guerra Mundial se saldó con la Progressive Era y la Segunda Guerra Mundial con el New Deal. En muy pocas de las regulaciones e intervenciones que establecieron se ha vuelto atrás, y en todos aquellos casos que así ha sido, normalmente lo fue por una sustitución de regulaciones.

Isidoro simplemente tiene que asumir que los políticos serán buenos y respetuosos con su ciudadanía, que no querrán acaparar más poder y que adelgazarán el Estado en cuanto puedan. Pero esto no es real; puede haber políticos así, pero puede también no haberos. Su concepción del Estado es totalmente inmaculada; no puede pecar. En cambio, las compañías privadas son malvadas y no responden ante la presión de sus clientes. ¿Qué simplismo es éste?

15. Otra vez la imposibilidad del ejército permanente

Después de esto regresa a sus invectivas contra un sistema anarquista que no parece comprender: El "sistema" ancap sería impotente frente a una amenaza procedente de semejante estado [totalitario]; no así el estado limitado o incluso mínimo ya que tendría un ejército ya en tiempos de paz al que podrían sumarse luego los efectivos reclutados para la guerra con el efecto de que se opondría una resistencia coherente en todo momento.

Vamos a ver, las compañías privadas también pueden tener un ejército en tiempo de paz y previsiblemente lo tendrían. Desde luego nadie puede afirmar o negar que los consumidores estarían dispuestos a pagar por él, ya que desconocemos su utilidad (aunque Isidoro parece que sí; lástima que no hubiera nacido cuando los planificadores socialistas de la URSS eran incapaces de saber qué querían los consumidores), pero si hoy la gente YA está pagando un ejército permanente en tiempos de paz y no se levanta indignada contra el Estado, será porque no les importa demasiado, ¿no?

De nuevo, los argumentos en contra de que un sistema anarquista pueda tener ejército permanente se basan en la fe y en la arrogancia de creer saber qué desearán los consumidores. Pero prueba ninguna.


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