liberalismo.org
Portada » Bitácoras » Todo un hombre de Estado » Economía, socialismo e información

16 de Mayo de 2006

« Fe estatista en 30 apartados y 10 contradicciones (II) | Principal | Linux Is Capitalist! »

Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Economía, socialismo e información

Pijus Economicus ha tratado de responder al artículo de Esplugas en contra de la economía universitaria. Lo cierto es que el post de Pijus es de traca y prácticamente no hay párrafo donde confunda la realidad con su mundo de fantasía.

Sin embargo, hay un par de párrafos en los que me interesa detenerme porque suponen un grave error que Pijus viene cometiendo desde hace tiempo:

La economía neoclásica da como dadas las preferencias de los consumidores -que no personas-, pero no investiga de dónde provienen, cómo se crean. La voluntad que lleva a la acción, ¿dónde está? ¿de dónde sale? Podemos saber que el individuo X prefiere un polo rosa a una camiseta roja, he ahí su función de preferencias. Pero nadie investiga qué motiva tales preferencias.

Tras lo cual yo me planteo si verdaderamente Esplugas está hablando de la creación de la voluntad, es decir, de las motivaciones que llevan a un ser humano a actuar de una determinada forma. Porque de ser así, nuestro articulista no tendría más remedio que admitir que la influencia masiva, es decir, el condicionamiento social, es una realidad. Porque es obvio que la voluntad surge de las interrelaciones humanas y no de la nada, como sugiere la teoría neoliberal, de modo que los diferentes poderes subjetivos cobran poder práctico.

Vamos con los fallos evidentes y luego con los no tan evidentes.

Primero, contraponer consumidores a personas sólo puede provenir de una clara maledicencia clasista. Se habla de consumidores porque la acción económica que estamos estudiando en ese caso es el “consumo”, no porque la persona desaparezca. Las personas pueden ser consumidores, trabajadores, capitalistas y empresarios. De hecho suele ser la situación más habitual: el trabajador que percibe un salario y destina una parte al consumo (consumidor) y otra a ahorrar e invertir en un fondo de inversión (capitalista) lo es.

A la ciencia económica de poca utilidad le resulta hablar de personas cuando estudiamos acciones: consumo, inversión, trabajo, empresarialidad… Aludir a personas no complementa en nada nuestros teoremas, salvo para cargárselos por entero.

Segundo, ignoro cómo sabe Picus que un individuo prefiere un polo rosa a una camiseta rosa. Lo único que podemos averiguar es que en el momento de adquirir una camiseta roja, el consumidor prefiere realizar esa acción frente a todas las posibles alternativas (no sólo una camiseta rosa). Pero bien puede ser que un individuo no conozca la existencia de esa camiseta roja, o que no haya sopesado en su elección esa alternativa.

Tercero, aun cuando lo supiéramos, eso no nos daría, como afirma Pijus, la función de preferencias del consumidor. Me temo que Pijus peca de neoclásico; las funciones de utilidad asumen la constancia de las preferencias, de modo que al revelarlas éstas no variarán. Pero, como ya he explicado, al adquirir un bien sólo sabemos que, en ese momento, el consumidor prefería ese bien sobre todos los restantes. Esto no significa, ni mucho menos, que ese bien vaya a seguir siendo el preferido.

Cuarto, los liberales no niegan la influencia de la sociedad en el comportamiento humano. Pijus habla de lo que no sabe y se olvida de toda la teoría institucional desarrollada desde su origen por la Escuela Austriaca, donde se explica cómo el individuo interactúa con la sociedad dando lugar a instrumentos que no han sido conscientemente planificados por nadie pero que son útiles a todos quienes los usan. El individuo está influido por esas instituciones; su acción se sirve de esas instituciones. No existe un individuo cubierto por un velo de ignorancia donde la sociedad simplemente no exista. Bien pocos liberales asumen eso.

Quinto, que el individuo se vea influido por el entorno no significa que ello sea nocivo. Ya lo explicó Hayek, una cosa es que mis preferencias se vean influidas desde fuera y otra muy distinta que mis preferencias primitivas fueran superiores a mis nuevas preferencias. Pijus tendría que demostrar, en todo caso, que la gente en realidad no habría querido cambiar de preferencias, porque las originales son mejores que las derivadas. Pero me temo que esto implica un juicio de valor puramente arbitrario sobre las preferencias y la vida ajena; juicio de valor que nadie nos asegura no haya sido, a su vez, influido externamente.

Pero vayamos ahora con los errores no tan evidentes. Pijus afirma que la economía neoclásica está tarada porque simplemente asume que las preferencias están dadas, de manera que no está dispuesta a investigar cómo se han llegado a formar.

Desde luego, la economía neoclásica tiene muchas taras, pero una de ellas no es que no pretenda conocer cómo estas preferencias se han llegado a formar. La ciencia económica estudia la acción, no la motivación de la acción. La formación de los fines individuales es una tarea que corresponde a la psicología, no a la economía.

Esto no significa que el economista no deba interesarse por la psicología o que no debe emplearla en un análisis histórico; lo único que quiere decir es que el economista qua economista no estudia la formación de los fines.

La razón es simple: la validez y el apriorismo de la economía no dependen de la contingencia de los fines. Los teoremas económicos son válidos sean cuales sean los fines de los individuos; todas las implicaciones apodícticas de la acción pueden deducirse a priori.

Desde luego esto no ha gustado a muchos economistas que, ya desde el historicismo y luego el institucionalismo, se afanaron en afirmar que las leyes económicas dependen de la situación histórica, esto es, de la información que prevalezca en un momento determinado y que impela a los hombres a actuar de tal o cual manera.

La Escuela Austriaca también ha acogido a varios “topos” que han tratado de insuflar esta idea, entre ellos gente tan relevante como Friedrich Hayek, Israel Kizner o Ludwig Lachmann. La idea central de esta corriente historicista es trasladar el estudio económico desde la acción (praxeología) a la información. Y si la información es el centro de la economía, la economía se vuelve una ciencia puramente empírica, cuyos teoremas deben revisarse continuamente a la luz de la nueva información social que vaya apareciendo.

La idea es peligrosa porque nos permite dar un nuevo paso: si no existen leyes inmutables del actuar humano, sino que éstas dependen de la información, el ser humano puede moldear las leyes económicas. Acabamos, de este modo, admitiendo que la sociedad puede transformarse por el ser humano, ya que en definitiva las leyes no son tales; dependen de la voluntad social, de la democracia.

Pijus, en cierto modo, trata de aferrarse a esta idea historicista. La sociedad está manipulada; si modificamos y planificamos la información que reciben, si guiamos su comportamiento de un modo centralizado, alcanzaremos mejoras en su bienestar. Ninguna ley se transgrede porque simplemente no existen.

Al fin y al cabo, para esta corriente, no existe ningún problema con el cálculo económico en un régimen socialista, ya que aun cuando no pudiéramos conocer las preferencias de los individuos, sabemos que estas preferencias son artificiales y que pueden y deben modificarse coactivamente.

Claro que la imposibilidad del cálculo económico socialista nunca fue un problema de información (a pesar de que Hayek desviara incorrectamente hacia este campo el debate), sino de acción.

Partamos de que Pijus conoce las necesidades de toda la sociedad. ¿Sabe, sin embargo, cómo producir los bienes o servicios que permitirían satisfacer esas necesidades? ¿Acaso sabe la estructura tecnológica adecuada para fabricarlos? ¿Utilizamos más trabajadores o más máquinas en una línea productiva? ¿En cuánto tiempo amortizamos nuestros bienes de capital? ¿Quitamos un trabajador de la producción de coches y lo destinamos a la mina de carbón? ¿Incrementamos las horas de trabajo o restringimos el consumo para conseguir aumentar el ahorro? ¿Hay que aumentarlo?

En ausencia de propiedad privada no pueden formarse precios de mercado que nos permitan conocer el coste de nuestras operaciones. Bajo un sistema socialista las hambrunas son “racionales” ya que la carestía de alimentos no incrementa el coste de producir otros bienes; simplemente ese coste no existe. Podemos dedicar 20 trabajadores en producir coches cuando tal vez el vigésimo trabajador fuera más útil en la producción de cereales. No existe modo de conocerlo ni de detectar los errores de asignación: cualquier asignación es válida y racional desde un punto de vista económico.

Esto también nos sirve para comprobar hasta qué punto algunos han pervertido el debate sobre el cálculo económico. El problema del socialismo no es que no disponga de la información de los precios para conocer las preferencias de los consumidores. El problema del socialismo es que no existe posibilidad de que esos precios se formen.

Los precios no pueden comunicar información porque son un resultado de la acción y la acción utiliza información. La acción humana no reacciona a los precios, sino que los crea. El empresario no conoce qué necesidades tienen los consumidores cuando observa un precio; ese precio es un dato sin validez alguna al margen de su interpretación (para la cual ya requiere de una información que no le proporciona el precio). De hecho, observar un precio ya es una acción que presupone información.

Cuando un empresario descubre una oportunidad de beneficio adquiere los factores productivos y, de este modo, incrementa sus precios. En otras palabras, el empresario va más allá de la estructura de precios; cuando juzga que ha descubierto una oportunidad de beneficio capaz de de compensar los costes, actúa, sean cuales sean los precios presentes. En cierto modo, la función empresarial calcula a través de los precios futuros que el empresario prevé y de este modo crea los precios como relaciones históricas de intercambio. Si la anticipación de los costes es errónea el empresario desaparecerá, será incapaz de sacar adelante su proyecto. Pero para que entre en funcionamiento estos costes, el ejercicio de la función empresarial debe ser libre.

Por ejemplo, si yo contrato hoy a dos trabajadores a un salario de 1000 euros mensuales para que produzcan un producto A cuyas ventas me proporcionarán 3000 euros mensuales, la operación puede ser perfectamente irrealizable. En apariencia observamos un spread presente de precios, ya que pagamos 2000 euros y obtenemos 3000. (Obviamos el problema del tipo de interés, ya que en caso de que, por ejemplo, tuviéramos un tipo de interés del 51%, el capital destinado a financiar los salarios reportaría unas ganancias de 1002 euros, superiores a los 1000 que se obtienen por la producción del bien).

Podríamos estar tentados a afirmar que el negocio es rentable y que debe salir adelante. ¿Pero qué ocurre si esos dos trabajadores son más necesitados en otra parte? Imaginemos que otro empresario descubre que con esos dos trabajadores puede fabricar un producto B cuyas ventas le reportarán 4000. En ese caso, el coste de fabricar A no son los 2000 euros, sino “no fabricar B”, producto más valorado que A.

La primera empresa sólo quebrará si el segundo empresario contrata a los trabajadores por, pongamos, 1501 mensuales. En ese caso, el primer empresario no podrá pagar un salario mayor y tendrá que abandonar la producción; aun cuando el spread presente de precios transmitía la “información” de que el negocio era rentable. Lo importante ha sido que otro empresario se ha sobrepuesto a ese spread presente gracias a su correcta anticipación de las necesidades de los consumidores y ha modificado la estructura de precios y costes a través de su acción.

Todo esto puede parecer “relativamente” sencillo en el caso de trabajadores y productos. Pero piensen mínimamente qué sucede con el capital y su distribución intertemporal. ¿Qué empresas acaparan el capital y se dedican a producir? ¿Aquellas que se dediquen a fabricar los bienes más necesitados? ¿Y qué ocurre con los bienes intermedios necesario para producir los bienes necesarios? ¿Y qué ocurre con los bienes de capital (como las máquinas) necesarios para producir esos bienes intermedios y los bienes de consumo? ¿Y qué ocurre con los bienes de capital necesarios para producir esos bienes de capital? ¿En qué empresas concentramos el capital y los trabajadores? ¿Qué bienes de capital tienen una utilidad mayor frente a otros bienes de capital? ¿Cómo podemos averiguarlo sin conocer el coste? ¿Y cómo conocer el coste sin la posibilidad de anticiparlo y de acertar y errar al anticiparlo? Es más, ¿cómo conocer que se ha errado o acertado sin la posibilidad de formar esos precios de mercado?

Todas estas operaciones se llevan a cabo diariamente en los mercados de financieros. Las empresas que a juicio de los inversores vayan a crear un mayor valor añadido obtendrán inyecciones de capital bien a través de accionistas o de obligacionistas. Si la empresa no es capaz de crear ese valor añadido anticipado, los accionistas migrarán a otras compañías que les proporcionen una mayor rentabilidad; así mismo, la empresa será incapaz de hacer frente al pago de los intereses derivados de sus bonos.

La absorción de un capital excesivo para el valor añadido que es capaz de generar, le impone gravosos costes a la empresa, hasta el punto de que puede terminar descapitalizándose.

El planificador socialista simplemente no puede efectuar estas operaciones por la ausencia de rentabilidad, esto es, de una diferencia de precios pasados y futuros que le permita hacer frente a las expectativas de los capitalistas.

El problema del socialismo, repito, no es de información, sino de la elección correcta de toda la información de la que dispone el individuo. La cuestión es seleccionar la información adecuada de entre toda la que disponemos, y esta selección debe efectuarse en términos de valor. Un valor que no existe sin propiedad privada y función empresarial.

Volvamos al principio del post; si Pijus conoce las preferencias de toda la sociedad, ¿qué teoremas económicos cambiarán con esta información? Si las preferencias están determinadas por fenómenos externos, ¿en qué cambian las conclusiones de la ciencia económica en lo referente a la estructura productiva, el appraisement empresarial o la imposibilidad del socialismo?

No, la teoría económica estudia las implicaciones necesarias de la acción humana, no las estimaciones probables. Para convertir un fenómeno en teorema económico es necesario probar en términos lógicos-deductivos que no puede ser de otra forma. Cuando de una acción pueden derivarse unas consecuencias u otras, dejamos el reino de la ciencia económica y pasamos al del análisis social o histórico.

Y aquí Pijus inevitablemente cae en todo el arsenal metodológico neoclásico que tanto desprecia. Si a través de su información sobre las preferencias sociales no puede determinar apodícticamente el rumbo de la acción (a menos que asuma que sólo esa información determina la acción, que el individuo no modificará el modo de valorar y juzgar esa información y que no descubrirá a través de su acción una nueva información que le dé pie a cambiar de acción), tiene que utilizar de inmediato valores esperados sobre la acción. Pasamos al análisis probabilístico de la acción, un análisis que nada tiene que ver con la economía y que, precisamente, se inicia por la incapacidad de muchos economistas para perfilar el adecuado objeto de su ciencia.

Pero esto es una pura obscenidad. Abandonamos el conocimiento cierto y atemporal a cambio de un conocimiento incierto y contingente; pasamos de la ciencia a la superchería. Obviamos las leyes praxeológicas para imponer las leyes estatistas e intervencionistas respaldadas por análisis casuísticos acerca de la probable evolución de la sociedad. Postramos la ciencia a la inquisición del emperador.


Comentarios

 
magistral...magistral
Enviado por el día 16 de Mayo de 2006 a las 23:35 (1)
GG no re
Enviado por el día 16 de Mayo de 2006 a las 23:44 (2)
Ni te imaginas el bien que haces a la causa de la libertad con artículos tan buenos como estos.
Enviado por el día 17 de Mayo de 2006 a las 01:42 (3)
Vaya.
Gracias por la lección.
Enviado por el día 17 de Mayo de 2006 a las 01:43 (4)
Esperemos -inútilmente- que el Pijus no siga metiendo la patita.
Enviado por el día 17 de Mayo de 2006 a las 08:51 (5)
Largo artículo este. Lo respondo en dos partes, y de forma ordenada. La primera ya está en http://www.agarzon.net/?p=232, espero poder escribir la segunda hoy mismo para poder publicarla mañana. El tema es interesante.
Enviado por el día 17 de Mayo de 2006 a las 11:36 (6)
Un servicio laboral es propiedad enajenable, que algunos siguen con la matraca esta como veo en algun lado. Por mucho que se quiera ver ahi servidumbre, no la hay. "un hombre puede enajenar sus servicios, pero no puede vender el valor capitalizado futuro de sus servicios. En resumen, no puede, por la naturaleza misma de las cosas, venderse a si mismo como esclavo; una venta de este genero seria forzada, porque significaria que habria vendido por anticipado su voluntad futura sobre su persona. [..]un hombre puede vender normalmente su trabajo por un beneficio, pero no puede transferirse a si mismo, aunque lo desee, como bien capital permanente de otro hombre. No puede desembarazarse de su propia voluntad, que puede cambiar en los años venideros y rechazar el contrato actual." Rothbard
Enviado por el día 17 de Mayo de 2006 a las 14:12 (7)
Y claro que somos consumidores todos en todo momento. Para emprender cualquier accion (la vida misma) necesitamos consumir tiempo cual recurso escaso praxeologicamente.

Y resulta gracioso el uso que da a la fuerza y a la agresión este Pijus que demuestra que bien poco se ha enterado de ninguna tesis libertaria: la democracia es en si un sistema totalitario que hace uso de la fuerza masiva y a gran escala. Para conseguir la libertad, debemos empezar por abolir la tirania de la democracia antilibertaria. Muy oportuno y bueno al respecto el articulo de Illan Oviedo hoy en el Mariana http://www.juandemariana.org/comentario/666/
Enviado por el día 17 de Mayo de 2006 a las 14:18 (8)
No es la falta de información lo que impide el cálculo económico, es la falta de propiedad privada real lo que lo hace imposible para una economía saneada, es decir, una sociedad éticamente aceptable.
http://www.mises.org/rothbard/ethics/ethics.asp
Enviado por el día 17 de Mayo de 2006 a las 16:24 (9)

No se admiten ya más comentarios.