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8 de Julio de 2009

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

La teoría austriaca se abre camino poco a poco

¿Cuáles son los males de las agencias de calificación? ¿Por qué han fallado tanto? Desde hace tiempo lo vengo repitiendo en los boletines de coyuntura económica (por cierto, para el quinto ya no falta casi nada):
    • Las agencias de calificación consideraron que el entorno económico imperante a la hora de efectuar el rating seguiría vigente de manera indefinida. El exceso de liquidez y los reducidos spreads de financiación aparecían a sus ojos como características de una nueva organización financiera que daba paso a una nueva era económica. No entendieron que el exceso de liquidez era la antesala de las restricciones futuras en la misma, esto es, que la manipulación a la baja de los tipos de interés en los mercados monetarios terminaría por revertir en malas inversiones y tipos de interés mayores en el futuro. Como ilustrativo ejemplo tenemos el caso de Fitch, quien en julio reconoció que sus ratings sobre los bonos hipotecarios se basaban en la hipótesis de que los precios de la vivienda nunca dejarían de subir. Por este motivo, la diversificación de activos financieros que practicaban los fondos no daba lugar a una reducción efectiva del riesgo, ya que todos los productos se hallaban sujetos a un riesgo común que su propia existencia estaba contribuyendo a crear: la contracción crediticia.
    • Asimismo, tampoco se valoraron correctamente los riesgos de liquidez, esto es, las pérdidas que podían emerger en caso de que tuvieran que liquidarse con urgencia buena parte de los activos de los fondos. Las agencias supusieron que el valor registrado de los activos era adecuado (pese a que muchos de ellos ni siquiera cotizaban en un mercado) y que podían transformarse en dinero a un descuento despreciable. Sin embargo, ambas hipótesis eran falsas: ni las valoraciones eran correctas ni, sobre todo, es posible liquidar grandes cantidades de un activo sin ir expandiendo al mismo tiempo el margen entre precio pedido y precio ofrecido.
    • Por último, la falta de competencia en el negocio de las agencias de calificación ha promovido que se convirtieran en una pata más de un sistema financiero con pies de barro. Pese a que Moody’s y Standard and Poor’s tienen alrededor de un siglo de existencia, no fue hasta 1975 cuando la SEC obtuvo el monopolio para conceder licencias para poder ejercer como agencia de calificación mediante el título de "Nationally Recognized Statistical Rating Organization". La ausencia de libertad de entrada ha favorecido una cierta corrupción de las agencias de rating, cuyas calificaciones, pese a estar desprestigiadas, siguen siendo imprescindibles para el funcionamiento de los mercados de capitales.
Es decir, a) desconocer la teoría austriaca del ciclo económico, b) obviar en consecuencia el riesgo de liquidez y de liquidación, c) cartel semipúblico. Atención a este artículo de Expansión de Axesor y el Instituto de Estudios Bursátiles que incorpora, entre otras más discutibles, estras tres días:
  • Es verdad que en la mayoría de los casos, simplemente no se ha prestado atención a que los modelos y las tomas de decisión incorporaran una teoría del ciclo, especialmente respecto de aquellos ciclos que se producen como consecuencia de una expansión del crédito no respaldada por ahorro real, y cuando la incorporaban, ésta era equivocada.
  • Otro de los aspectos claves que han influido en el posible fallo de dichas agencias de calificación durante esta crisis es la condición de oligopolio que mantienen las tres grandes (Moody’s, S&P y Fitch) por motivos regulatorios, en la medida en que en los acuerdos de Basilea (y, por tanto, en los requisitos exigidos por los bancos centrales) se exige que las calificaciones externas sean concedidas por agencias de reconocido prestigio (que lógicamente son las tres más usadas), creando una barrera de entrada legal difícilmente superable para nuevas agencias, al tiempo que se pierden los incentivos en las tres grandes por ser más eficientes, por lo que una posible medida debería ir encaminada a que el mercado pueda elegir aquellas agencias que de verdad sean más capaces de anticipar los riesgos.
  • Otros dos grandes retos quedan pendientes: el primero, pasa por incorporar de alguna manera el riesgo de liquidez en los modelos de riesgo de crédito. Esto es, desde el punto de vista de las entidades de crédito, mejorar en el matcheo de plazos del activo con el pasivo, lo que supone renunciar a mayores beneficios pero consiguiendo un balance más seguro, pero también desde el punto de vista de las empresas, ponderar más y mejor la capacidad de generar caja sin necesidad de financiación ajena o, lo que es lo mismo, tener en cuenta en los modelos que un problema sostenido de liquidez en la empresa acaba afectando a su solvencia.
Ya es el segundo brote de sensatez en nuestro país después del del Banco de España.

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