5 de Enero de 2006

Iba yo por la Gran Vía barcelonesa este mediodía cuando he decidido pararme en una churrería y comprar un chucho de chocolate y una Coca-Cola. Lo primero, vale. Pero a lo segundo me han contestado la frase que define nuestro presente social “lo siento, está prohibido”.

La señora churrera me ha visto la cara de joer-con-el-Clos y me ha aclarado, “ni cerveza ni Coca-Cola, nos lo han prohibido”.

Yo ya me estaba tronchando cuando ha añadido “es que sino nos multan… y claro…nosotros a callar”.

“Hombre, pero una Coca-Cola…” le digo yo. Jo, es que hay leyes que desafían mi capacidad de mantener una conversación adulta.

“¡Ni patatas fritas!” Me dice ella. “¿¡Pero donde se ha visto una churrería que no pueda vender patatas fritas!?”

“¿Pero esto es nacional o local?” le pregunto intrigado. Claro, no me acostumbro. Reconozco que he formulado la pregunta con muy mala pata. A ver, Toni, ¿qué es lo nacional en Barcelona? ¿Lo de la Comunidad Autónoma de Cataluña, lo del Reino de España o lo del los Països Catalans?

“De aquí, en la Gran Vía” me contesta. “Y nada, a callar.”

Total, que me he zampado el chucho a palo seco meditando sobre los amiguetes de algún legislador que le habrán convencido de que les fastidia la competencia desleal de las churrerías. Calla, igual ni eso. A alguien se le habrá ocurrido que dentro de ti sabes que no beber Coca-Cola es bueno ¡uh, uh!, ni patatas fritas ¡oh, oh!

Esperemos que el camarada Morales convenza a ZP (el de verdad, digamos ZP-Auténtico), para que se permita a las churrerías de la Gran Vía vender coca.